A la elite de Estados Unidos
se le ha ofrecido un "aterrizaje suave" que preservaría gran parte de
su influencia y activos, mientras se da un ajuste progresivo del sistema para
que se corresponda mejor con las actuales realidades de la vida (poniéndolo en
consonancia con la reserva de recursos disponibles), teniendo en cuenta los
intereses de la humanidad, y no sólo de su "cúpula" como se
ejemplifica por las "300 familias" que en realidad se están
reduciendo a no más de treinta.
EL TIEMPO SE ESTÁ ACABANDO
PARA
LOS APOLOGISTAS DE LA PAX
AMERICANA
Por Rostislav Ischenko (Ucrania)
La paradoja de la actual crisis
global es que durante los últimos cinco años, todas las naciones de algún modo
responsables e independientes han hecho enormes esfuerzos para salvar a los
Estados Unidos del desastre financiero,
económico, militar y político que se avecina en el futuro. Y todo esto a
pesar de los movimientos igualmente sistemáticos de Washington para desestabilizar
el orden mundial, correctamente conocido como la Pax Americana.
En vista que la política no es un juego de suma cero, es decir, la pérdida
de uno de los participantes no implica necesariamente una ganancia para el otro,
esta paradoja tiene una explicación lógica. Una crisis estalla dentro de cualquier
sistema cuando hay una discrepancia entre su estructura interna y la suma total
de los recursos disponibles (es decir, esos recursos finalmente resultaran
insuficientes para que el sistema funcione con normalidad y en la forma
habitual).
Hay por lo menos tres opciones básicas para hacerle frente a esta
situación:
1. A través de la reforma,
en la que la estructura interna del sistema evoluciona de una manera tal como
para corresponder mejor con los recursos disponibles.
2. A través de colapso del
sistema, en el que se logra el mismo resultado a través de la revolución.
3. A través de la conservación,
en el que las corrientes que amenazan el sistema se eliminan por medio de la
fuerza, y las relaciones dentro del sistema son cuidadosamente preservados en
forma de una relación inequitativa (ya sea entre las clases, estratos sociales,
castas o naciones).
El método de conservación se intentó por las dinastías Ming y Qing en
China, así como el shogunato Tokugawa en Japón. Fue utilizado con éxito (en el
siglo 19) antes de la era de la globalización capitalista. Pero ninguna de esas
civilizaciones orientales (aunque bastante robustas internamente) sobrevivió su
colisión con la civilización europea, tecnológicamente más avanzada y por lo tanto,
más poderosa militar y políticamente. Japón encontró su respuesta en la vía de
la modernización (reforma) en la segunda mitad del siglo 19. China pasó un
siglo inmersa en el atascadero de la dependencia semicolonial y sangrientas
guerras civiles, hasta que el nuevo liderazgo de Deng Xiaoping fue capaz de
articular su propia visión a través de las reformas modernizadoras.
Este punto nos lleva a la conclusión de que un sistema puede ser preservado
solamente si es salvaguardado de cualquier influencia externa no deseada, es
decir, si se controla el mundo globalizado.
La contradicción entre el
concepto de escapar de la crisis, que se ha sido adoptado por la élite de
Estados Unidos, y el concepto alternativo -propuesto por Rusia y respaldo por
China, luego por las naciones BRICS y ahora una gran parte del mundo- reside en
el hecho de que los políticos en Washington estaban trabajando desde la premisa
de que son capaces de controlar totalmente el mundo globalizado y orientar su
desarrollo en la dirección que deseen. Por lo tanto, ante la disminución de los recursos
para sostener los mecanismos que perpetúan su hegemonía global, trataron de
resolver el problema mediante la supresión forzosa de los potenciales oponentes
con el fin de reasignar los recursos mundiales a su favor.
Si tiene éxito, Estados Unidos sería capaz de recrear los acontecimientos
de finales de los 1980 y principios de los 1990, cuando el colapso de la Unión
Soviética y el sistema socialista mundial bajo su control permitió a Occidente escapar
de su crisis. En esta nueva etapa, se ha convertido en una cuestión de ya no simplemente
la reasignación de recursos a favor de Occidente como un todo colectivo, sino
únicamente en favor de los Estados Unidos. Este movimiento le ofrecería al
sistema un respiro que podría ser utilizado para crear un régimen para
preservar las relaciones inequitativas, durante el cual el control definitivo
de la élite americana sobre los recursos del poder, las materias primas, las
finanzas y los recursos industriales los resguardaría de los peligros de la
implosión del sistema interno, mientras que la eliminación de los centros de
poder alternativos blindaría el sistema de fisuras externas, haciéndolo eterno
(al menos por un período históricamente previsible de tiempo).
El enfoque alternativo postula que los recursos totales del sistema podrían
agotarse antes de que los Estados Unidos puedan llegar a generar los mecanismos
para perpetuar su hegemonía global.
A su vez, esto dará lugar a la tensión (y sobretensión) sobre las fuerzas que
garanticen la supresión imperial de las naciones existentes en la periferia
global, todo ello en los intereses del centro con sede en Washington, que luego
provocaran el colapso inevitable del sistema.
Hace doscientos, o incluso un centenar
de años, los políticos habrían actuado sobre el principio de "lo que está
cayendo, eso también debe impulsar" y estar preparado para repartir el legado
de otro imperio que se desmoronaba. Sin embargo, la globalización no sólo de la
industria mundial y el comercio (que se alcanzó a finales del siglo 19), sino
también de las finanzas globales, causó el colapso del imperio estadounidense a
través de una política que era extremadamente peligrosa y costosa para el mundo
entero. Para decirlo sin rodeos, los Estados Unidos podrían enterrar la
civilización bajo sus propios escombros.
En consecuencia, el enfoque ruso-chino ha destacado ofrecer a Washington
una opción de compromiso que respalda la erosión gradual y evolutiva de la
hegemonía estadounidense, además de la reforma gradual de las finanzas
internacionales, las relaciones políticas, económicas y militares, sobre la
base del sistema existente del derecho internacional.
A la elite de Estados Unidos
se le ha ofrecido un "aterrizaje suave" que preservaría gran parte de
su influencia y activos, mientras se da un ajuste progresivo del sistema para
que se corresponda mejor con las actuales realidades de la vida (poniéndolo en
consonancia con la reserva de recursos disponibles), teniendo en cuenta los
intereses de la humanidad, y no sólo de su "cúpula" como se
ejemplifica por las "300 familias" que en realidad se están
reduciendo a no más de treinta.
Al final, siempre es mejor negociar que construir un mundo nuevo sobre las
cenizas de lo viejo. Sobre todo porque ha habido un precedente global para
acuerdos similares.
Hasta el 2015, a la élite de
Estados Unidos (o al menos los que determinan la política de Estados Unidos) se
le ha asegurado de que poseían la suficiente fuerza política, financiera, económica,
militar para paralizar el resto del mundo, mientras todavía preservando la
hegemonía de Washington al privar a todo el mundo, incluyendo (en la etapa
final) incluso al pueblo estadounidense, de cualquier soberanía política real o
derechos económicos. Los
burócratas europeos eran aliados importantes para esa élite - es decir, el
sector de la burguesía compradora, cosmopolita, de la élite de la UE, cuyo
bienestar dependía en la integración de las entidades transatlánticas (esto es,
bajo el control de Estados Unidos) de la UE (en la que la premisa de la
solidaridad atlántica se ha convertido en dogma geopolítico) y de la OTAN,
aunque esto está en conflicto con los intereses de los estados miembros de la
UE.
Sin embargo, la crisis en Ucrania, que se ha prolongado mucho más de lo
previsto originalmente, el impresionante despliegue de energía militar y
política por parte de Rusia, mientras se disponía a resolver la crisis siria
(algo para cual los EE.UU no tenían una respuesta adecuada) y, lo más
importante , la creación progresiva de las entidades financieras y económicas
alternativas que cuestionan la posición del dólar como moneda de facto del
mundo, han obligado a despertar a un sector de la élite de Estados Unidos que
es susceptible a un compromiso (en los últimos 15 años esa élite ha sido
efectivamente excluida de la participación en las decisiones estratégicas).
Las últimas declaraciones de Kerry y Obama, que alternaron entre una
voluntad de considerar un compromiso mutuamente aceptable en todos los asuntos
contenciosos (incluso Kiev fue instruido "para implementar los acuerdos de
Minsk") y la determinación de continuar con la política de confrontación -
son evidencia de la creciente batalla que se libra dentro del establishment de
Washington.
Es imposible predecir el resultado de esta lucha -demasiados políticos de
alto nivel y familias influyentes han atado su futuro a una agenda que preserva
la dominación imperial, como para renunciar a ello sin dolor. En realidad, posiciones
de miles de millones de dólares y dinastías políticas enteras están en juego.
Sin embargo, podemos decir con absoluta certeza que hay una cierta ventana
de oportunidad durante la cual cualquier decisión puede ser tomada. Y una
ventana de oportunidad se está cerrando que le permitiría a los EE.UU hacer un
aterrizaje suave con algunas compensaciones. La élite de Washington no puede
escapar al hecho de que están frente a problemas mucho más graves que los de
hace 10 o 15 años. Ahora la gran interrogante es acerca de cómo van a
aterrizar, y aunque ese aterrizaje será más difícil de lo que hubiera sido, y
llegará con costos, la situación aún no es un desastre.
Pero los EE.UU tienen que pensar rápido. Sus recursos se están reduciendo
mucho más rápido de lo que los autores del plan para la preservación imperial
habían esperado. A su pérdida del control sobre los países BRICS se puede
añadir la incipiente, pero aun así bastante rápida, pérdida del control sobre
la política de la UE, así como el inicio de las maniobras geopolíticas entre
las monarquías del Oriente Medio. Las entidades financieras y económicas
creadas y puestas en marcha por las naciones BRICS se están desarrollando de
acuerdo con su propia lógica, y Moscú y Pekín no están en condiciones de
retrasar su desarrollo por mucho tiempo a la espera de que los EE.UU descubran
de pronto una capacidad de negociar.
El punto de no retorno transcurrirá de una vez y por todas en algún momento
del 2016, y la élite de Estados Unidos ya no será capaz de elegir entre las
disposiciones del compromiso y el colapso. La única cosa que entonces podrán
hacer es cerrar la puerta con fuerza, tratando de arrastrar el resto del mundo
con ellos al abismo.
Rostislav Ischenko es el Presidente del Centro para Análisis
de Sistemas y Predicciones (Kiev) actualmente residiendo en Moscú.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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