La ideología es muy
importante en el manejo de cualquier Estado. Todas las clases dominantes en
todas las sociedades clasistas la han usado puntualmente en el manejo de sus
Estados. Esto para la burguesía financiera es doblemente importante,
particularmente, en éste periodo de profundas contradicciones en que está
sumido y en el que además su ideario está prácticamente agotado. En realidad el
concepto globalización es un concepto más ideológico que cualquier otra cosa.
LA GLOBALIZACIÓN NO EXISTIÓ,
FUE UN
TIMO DEL PENTÁGONO
Por Enrique Muñoz Gamarra (*)
Sobre la globalización de plano debemos decir que no existió. Repito una
vez más, no hubo globalización alguna. La globalización del que tanta gala hizo
el pentágono no fue otra que una de las tantas políticas que desarrollaba
Estados Unidos en aquellos tiempos para imponer su poderío. En todo caso si se
quería acentuar aquel periodo, no debió ser en la globalización, sino, en el
neoliberalismo, pues, la mundialización era un proceso constante desde los años
finales del siglo pasado cuando el sistema capitalista había pasado a su
segunda fase, la fase imperialista. Por lo demás, es absolutamente ignaro
sostener que la mundialización del sistema capitalista habría empezado recién
en aquellos años (setenta y ochenta del siglo pasado). Eso es falso.
Recuerdo que en aquellos años la charlatanería sobre la globalización era
monumental. Todo era globalización. Tal como ahora mismo lo hacen con las
bandas paramilitares y las células durmientes fascistas del pentágono. No se
decía nada del neoliberalismo. Estaba prohibido. A los que lo hacían los
acusaban de terrorismo. Cuántos académicos fueron expulsados de las
universidades por haberse atrevido a desentrañar lo que era la globalización.
Incluso las universidades fueron tomadas por asalto por el neoliberalismo. Era
un periodo de feroz dictadura ideológica.
El neoliberalismo era lo central para el grupo de poder de Washington,
sobre todo, le servía para amortiguar el periodo del ciclo económico largo de
contracción y crisis al que había ingresado el sistema capitalista en aquellos
años (1973). Como sabemos aquella pérfida política económica exigía a los
países la apertura de sus fronteras a fin de que los pulpos estadounidenses
succionaran sin control ni límite sus recursos naturales vía las
privatizaciones o simplemente por latrocinios descarados. A la imposición de
esta criminal política servía la globalización de soporte ideológico. Por ello
la tremenda charlatanería. Obviamente no era por gusto.
En esto debemos recordar que el aspecto ideológico tiene enorme importancia
en el quehacer y proceder del hombre. Incita o paraliza su ímpetu. Allí estriba
precisamente su importancia. Lenin al analizar la revolución y la construcción
socialista en Rusia, aún a inicios del siglo XX, partía de la siguiente
premisa: “sin teoría revolucionaria no hay practica revolucionaria”. Y Goebbels
en plena ofensiva fascista hitleriana señalaba: “miente, miente que algo
queda”. El grupo de poder de Washington fue consciente del significado de estos
elementales principios.
I.- ¿CÓMO CONCIBIÓ EL
PENTAGONO SU GLOBALIZACION?
Veamos en que consistió aquella espuria globalización. Se hablaba con gran estridencia sobre ella.
Todo era globalización por aquí y globalización por allá. Individuos comunes y
corrientes, estudiosos y académicos, empresarios y gerentes, “políticos” de
derecha e izquierda, autoridades gubernamentales, hasta líderes sindicales
peroraban sin cesar sobre la “globalización” las 24 horas de los 365 días que
tenía el año.
Eran los tiempos en que el mundo estaba maravillado de los avances
tecnológicos. Aparentemente el panorama internacional mostraba el dominio de
nuevas tecnologías, particularmente, por los sistemas de comunicación, cuyos
programas se modernizaban, uno tras otro, en forma imparable, que hacían decir,
a algunos: “la informática desplaza al hombre”, a otros, “ingresamos a la
sociedad robótica” y, a una gran mayoría, “la globalización tiene plena
legitimidad”, esto es, tal vez, porque supuestamente habrían encontrado ciertas
coherencias en el enfoque, por ejemplo, de “La Sociedad Post Capitalista” de
Peter F. Drucker, “ La Tercera Ola” de Alvin Toffler, “El Fin de la Historia y
el Ultimo Hombre” de Francis Fukuyama, y “El choque de civilizaciones” de
Samuel P. Huntington, que en el fondo, no eran sino, sólo coherencias
reaccionarias que marchaban a cien por hora en medio de grandes campañas
publicitarias, o, más bien, en medio de grandes ofensivas ideológicas desatadas
con furor desde aquellos años hasta el 2010 aproximadamente.
Sin embargo, es perentorio aclarar aquí, que la razón última de aquellos
avances tecnológicos no había sido porque así lo desearan las ambiciosas
burguesías financieras, sino, había provenido del desarrollo de las fuerzas
productivas que a lo largo de la historia habían sido constantes y en cuya
realización fue determinante el esfuerzo de las masas trabajadoras del mundo
entero. Asimismo, reconocer que esos grandes avances tecnológicos se daban sin
la fuerza suficiente de una auténtica revolución industrial capaz de sacar al sistema
capitalista del grave periodo de crisis que vivía desde 1973. No olvidemos que
desde inicios de los setenta (1973) estaba abierto el ciclo económico largo de
crisis y contracción. La burguesía estaba acostumbrada a llevar hasta el
paroxismo el logro de este proceso, como si fuera una auténtica revolución
industrial, sin tener en cuenta sus propias limitaciones, pues, debemos saber,
que a pesar de estos grandes avances tecnológicos, seguían constreñidas buen
número de fuerzas productivas, simplemente porque chocaban con los intereses de
las burguesías financieras, sobre todo, estadounidenses.
En efecto, las ciencias habían dado enormes pasos y sus resultados,
indudablemente, debieron haber incidido en el mejoramiento de la vida de los
seres humanos, pero no fue así, buen número de enfermedades vencidas por ésta
hace muchísimas décadas, estaban volviendo a rebrotar con fuerza y se están
convirtiendo en terribles flagelos en amplias regiones pobres del planeta. Sin
embargo la burguesía había convenido en llamar a este periodo como la “gran era
de la globalización”, cuando en el fondo era sólo una ofensiva del capital que
se realiza sin respeto a las más mínimas reglas de supervivencia de los seres
humanos, donde el dominio de los monopolios a escala mundial era sin
precedentes en la historia del sistema capitalista, haciendo que aquellos
momentos se caracterizaran, en lo fundamental, por presentar graves procesos de
fraccionamiento de las estructuras internacionales, profundas grietas entre
países imperialistas y países pobres, duros rechazos de los pueblos contra las
execrables consecuencias de este proceso y, en el que, ciertamente, la llamada
“globalización” terminaba siendo sólo como una simple coartada imperialista
entretejida para confundir a los pueblos.
Así, de una u otra forma, la década del setenta del siglo XX se había
convertido en un punto de referencia muy importante en cualquier análisis que
se efectué de la situación actual de la economía mundial, pues, señala con
precisión el momento exacto en que se produce el paso que efectúa el sistema
capitalista a su ciclo económico largo de estancamiento y crisis. Los hechos
posteriores, particularmente, los ocurridos a partir de los años ochenta,
acentuaron éste proceso, esto es, aun habiéndose iniciado en ese mismo periodo
ese proceso de avances tecnológicos antes referidos.
Pero el punto más bajo al que había llegado finalmente la zigzagueante
economía rusa, es decir, su catástrofe económica producida en 1991, dio la
oportunidad a la gran burguesía financiera estadounidense a ingresar a un breve
periodo de expansión y crecimiento y al que inmediatamente la denominó como la
“Nueva Economía” inmerso en ésta misma coyuntura y circunscrito en las
innovaciones tecnológicas que se desarrollaban en ese momento, pero,
desarrolladas sólo desde la perspectiva de la guerra (se produce entre 1991 a
1997, un cierto incremento en el PBI de las principales economías imperialistas
de aquellos tiempos: Estados Unidos, Unión Europea y el Japón).
II.- NEOLIBERALISMO COMO
POLÍTICA IMPERIALISTA DE SAQUEO Y DEPREDACIÓN DEL MUNDO.
El liberalismo (libre cambio y libre competencia) correspondió a la época
pre-monopolista del sistema capitalista. Se desarrolló en la época
revolucionaria de la burguesía cuando no existían en el mundo ni monopolios ni
transnacionales, es decir, cuando la burguesía se desarrollaba sin trabas ni
prohibiciones de ninguna clase.
Pero el sistema capitalista no se estancó en ese periodo, prosiguió su
curso, y, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX desembocó en lo que hoy
llamamos los monopolios. Observar ese proceso es muy importante para
desentrañar esta ofensiva.
En primer lugar debemos decir que este periodo significó la ascensión del
sistema capitalista a su etapa más alta y el inicio de la agudización de sus
contradicciones. Entre sus consecuencias podemos observar por ejemplo, las dos
guerras mundiales ocurridas en el siglo pasado, las mismas que aparecieron de
la agudización de las contradicciones interburguesas. En el plano de la
economía, la burguesía financiera empezó a marchar de acuerdo a la especulación
y la usura. Lo financiero no significaba otra cosa sino especulación y usura.
Por eso cuando se habla de la burguesía financiera siempre debe tenerse en
cuenta esta situación, en la medida en que a partir de esos momentos
inevitablemente pasaba a sostenerse en los capitales especulativos y ficticios
desarrollados al influjo de las leyes de producción capitalista y que con el
correr de los años inevitablemente se iba poner por encima de la economía real.
Entonces la burguesía financiera había empezado a distorsionar su propio
sistema. Esto fue agudizado en extremo en la década del setenta,
particularmente, cuando el gobierno estadounidense hizo colapsar el patrón oro
negándose a seguir pagando con ese metal precioso a los portadores de su
moneda: el dólar. En ese momento el sistema capitalista ingresaba a un ciclo
económico largo de crisis que hasta hoy avanza. El oro había empezado a
escasear y los países portadores del dólar empezaban a sentirse temerosos por
el colapso futuro de esta moneda. Entonces la gran burguesía financiera estadounidense se vio obligada a tranzar con
los países productores de petróleo (OPEP) en el sentido de que éstos efectúen
sus transacciones internaciones sólo con moneda estadounidense, imponiendo así,
en los hechos, la continuidad del dólar como moneda de reserva internacional
pero sobre la base del petróleo.
En este marco se concretó esta ofensiva. En efecto, las llamadas “Aperturas
Comerciales” a las que se convocaron con desesperación, no fueron otra cosa,
sino, claras muestras de intromisión e injerencia en los asuntos internos de
los países pobres. La llamada “promoción a la inversión extranjera”, no
significaba otra cosa, sino, un llamado al saqueo de los recursos naturales de
estos países convertidos, gracias a esta política, en países exportadores de
materias primas (agricultura y minería).
Asimismo las llamadas “Reformas Fiscales” que desarrollaron a lo largo de
estas últimas décadas al influjo de esta ofensiva sólo han perseguido un
objetivo: incrementar los impuestos directos e indirectos. A ello se sumaba una
constante política hostil y anti-laboral desatada contra el proletariado,
dirigido fundamentalmente, contra sus sueldos y salarios y, haciendo con ello,
que estas fueran abismalmente menores a los que se percibían en las metrópolis
imperialistas. El asunto era que con esas maniobras se pretendía frenar el
galopante déficit fiscal y comercial desatado, particularmente, en los Estados
Unidos de Norteamérica.
La llamada “Economía Social de Mercado”, es también un sofisma entretejido
por los ideólogos de la burguesía imaginada con mayor perspicacia en esta misma
coyuntura. Es un concepto rimbombante que no explica en serio la función de los
mercados aunque para sus mentores haya sido determinante, por ejemplo, en el
resurgimiento alemán. Por supuesto, esto es, sin tener en cuenta las grandiosas
cantidades de capitales que se depositaron en este país para competir con el
sistema socialista de entonces.
Los bancos monopólicos como el Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), etc., además, del Fondo Monetario Internacional (FMI),
también cumplieron su papel en esta ofensiva. Fueron verdaderos instrumentos de
opresión imperialista. El uso del chantaje contra los países que enarbolaban
cierta independencia y que no aceptaban estas ofensivas, era frecuente en el
accionar de estas “dadivosas” organizaciones. El “Club de Paris”, el “Consenso
de Washington” y otros, tenían esa misma función: instrumentos de colusión y
chantaje contra los países que pugnaban por su independencia. Hoy, a no
dudarlo, siguen esa misma orientación, aunque ostensiblemente disminuidos tras
la profunda crisis en la que han entrado el conjunto del sistema imperialista,
sobre todo, después el insuperable déficit comercial y cuenta corriente
estadounidense.
En efecto, el “neoliberalismo” visto así, además de incitar al saqueo de
los recursos naturales de estos países, también llamaba a controlar sus
empresas de servicios (luz, agua, teléfono, etc.), los mismos que ocurren al
influjo de descaradas políticas entreguistas, subvaluaciones, políticas
mafiosas y latrocinios, llamados en su oportunidad como procesos de
privatización.
Entonces lo que existió no es una política de libre cambio y libre
competencia, como afirma con descaro la gran burguesía financiera
estadounidense, por ejemplo en el tratamiento de los llamados TLC, sino, sólo
una abierta política de protección de las inversiones estadounidenses en todas
estas regiones. Esa es definitivamente la consigna principal de esta burguesía
al exigir la apertura de fronteras de los países, principalmente, pobre. No es
de ningún modo un proceso orientado a su industrialización. No. Más, es una
gran ofensiva imperialista desatada como respuesta a su ciclo económico de
crisis iniciada en el año 1973 y orientada, aún con mayor fuerza, tras una
nueva situación internacional ocurrida después de la debacle de las ex URSS,
pero, siempre inmerso en ese ciclo económico de crisis, aunque en cierta forma,
al influjo de los nuevos hitos que en materia tecnológica se producían en esa
misma coyuntura.
III.- GLOBALIZACIÓN COMO
OFENSIVA IDEOLÓGICA IMPERIALISTA.
La ideología es muy importante en el manejo de cualquier Estado. Todas las
clases dominantes en todas las sociedades clasistas la han usado puntualmente
en el manejo de sus Estados. Esto para la burguesía financiera es doblemente
importante, particularmente, en éste periodo de profundas contradicciones en
que está sumido y en el que además su ideario está prácticamente agotado. En
realidad el concepto globalización es un concepto más ideológico que cualquier
otra cosa. Pero veamos por qué es así: en primer lugar la burguesía al enfocar
la situación actual del mundo sólo ve una parte y no el todo. Hace gran
estridencia sobre la rapidez y a escala mundial de las comunicaciones, endiosa
al máximo el Internet y ya no cabe en si por la rapidez de los asuntos
financieros. Eso es para la burguesía globalización. Indudablemente, ello es
cierto, aun teniendo en cuenta sus limitaciones y las utilidades casi
exclusivas para los intereses de la burguesía. Pero esto es sólo una parte, y
más aún, lo superficial del asunto. Si observamos la parte esencial, es decir,
las estructuras internas, políticas y económicas que envuelven el mundo, en
ella encontraremos profundas diferenciaciones en cada uno de los países,
particularmente, en el grado de sus desarrollos, es decir, aquellas existentes
entre los propios países imperialistas (industrializados o metrópolis) y las
que hay entre éstos y los países coloniales y semicoloniales (semifeudales y
agro minero exportadores). Esto justamente proviene del desarrollo desigual del
capitalismo. Históricamente este proceso ha sido muy duro, particularmente,
tras su ascensión a su fase imperialista. Sus implicancias en las relaciones
internacionales hoy están agudizadas en extremo. Por lo tanto las estructuras
que sobre ellas se levantaron, han sido, estructuras de dominio, de opresión y
explotación, que hacen que los países industrializados tengan cada vez más
industrias y los países agro minero exportadores acentúen cada vez más esta
condición. Ciertamente los procesos de descapitalización (saqueo imperialista)
llevados adelante en estos países pobres son realmente monstruosos que han
conducido a procesos dramáticos de empobrecimiento a sus pueblos. Esto es lo
que la burguesía financiera pretende encubrir. Tapar lo objetivo con lo
ideológico, esa es su meta suprema. Por eso se dice que la llamada
globalización es un concepto ideológico. No es por gusto. Tiene debido
sustento. El mundo, entonces, no es sólo comunicaciones, sino además y,
fundamentalmente, estructuras económicas y estructuras políticas y por lo tanto
su enfoque no solo debe observar a ellas, sino sobre todo, a dichas
estructuras.
Y en este contexto la orientación de esta teoría está dirigida
fundamentalmente contra el marxismo. Según su lógica, su pobre lógica, el
marxismo sería la responsable de tantas turbulencias en el mundo. Por eso le
extiende su partida de defunción. Pero el marxismo, aun habiendo ocurrido las
regresiones capitalistas en los países socialistas, sigue siendo cada vez más
vigente. Las discusiones científicas que se hacen en el campo de las ciencias
sociales, hasta ahora no rebatidas por ninguna corriente social, política,
económica e ideológica, demuestran que todos los movimientos revolucionarios de
la actualidad están impregnados, de una u otra forma, por la influencia
marxista. No existen movimientos revolucionarios sin influencia marxista. Todo
movimiento revolucionario tiene como doctrina el marxismo de lo contrario no es
nada. Por lo tanto la lucha ideológica contra el marxismo es absolutamente
importante para la burguesía. De allí precisamente que la globalización se haya
confeccionado dirigida fundamentalmente contra esta posición. Si el marxismo
plantea el cambio del sistema capitalista, esta teoría sintetiza el rechazo a
ella, persigue la perpetuación de su sistema. Si el marxismo llama a las masas
a la acción revolucionaria para construir una nueva sociedad la globalización
rechaza todo proceso revolucionario, y lucha a muerte contra la construcción de
una nueva sociedad al que tiende en forma natural la humanidad. Si el marxismo
plantea en sus análisis la existencia de clases y lucha de clases, esta teoría
afirma que sólo existen estamentos a las que denomina a, b, c, d, etc. Para
ésta teoría contrarrevolucionaria no existe lucha de clases, sino armonía y
conciliación de clases. Si el marxismo llama a la construcción del partido
comunista que dirija todos los procesos revolucionarios y que deben estar
pertrechados con la ideología marxista cabal y completo, la globalización del
Pentágono niega esa posibilidad, sólo reconoce partidos membretados, amorfos y
sin sentido ideológico, enfureciéndose cuando escucha hablar a alguien de los
partidos comunistas. Si el marxismo habla de imperialismo para referirse a la
segunda etapa del sistema capitalista y que en consecuencia existen países
imperialistas y países coloniales y semicoloniales, la globalización replica
con palabras entrecortadas, afirmando que no existe imperialismo y que más bien
el mundo se estaría “globalizando”, sin atreverse a abrir sus ojos para ver la
profunda crisis y graves contradicciones que azotan el mundo y los fuertes
movimientos revolucionarios que se desarrollan en ella. Si el marxismo sustentándose en la historia y
en todas las ciencias que estudian los hechos pasados hace una periodización de
la historia, en sociedades concretas, ésta teoría contrarrevolucionaria niega
esa posibilidad, habla de olas y otras apreciaciones funcional-estructuralistas
que no tienen sentido científico. Así, se contrapone abiertamente a la ciencia
y la cultura. Es una teoría que denota negación de la ciencia y la cultura. Esa
es la base ideológica de esta teoría reaccionaria.
IV.- NEGACIÓN DEL
IMPERIALISMO COMO ÚLTIMA FASE DEL
SISTEMA CAPITALISTA.
El hombre es un ser esencialmente social. Eso indica, entre otras cosas,
que jamás se ha desarrollado individualmente, sino, definitivamente, en medio
de grupos, es decir, en sociedades. Esa es una ley científica. Constituye el
basamento fundamental de las ciencias sociales en las que precisamente se apoya
para visualizar la historia de las sociedades divididas en periodos claros y
concretos. La historia del hombre es la historia de las sociedades. Ellas son:
comunidad primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista (esta última
aunque tuvo poco tiempo de existencia, bastó para ser considerada como tal.).
Entonces la historia es concreta y real. No es subjetiva ni irreal. Todas
estas sociedades existieron. Hoy existe la sociedad capitalista. Pero las
corrientes idealistas, en su insano propósito por oponerse a esta objetividad,
sostenida por la ciencia, afirman lo contrario, se sujetan en términos de
Edades y ellas serían: antigua, media, moderna, contemporánea y probablemente
más adelante super-moderna o super-contemporánea. Si observamos con
detenimiento esta división efectuada por las corrientes idealistas, veremos,
que no explican lo concreto que fueron estas sociedades a lo largo de la
historia. Observar la historia solo desde esta perspectiva, como una sucesión
de individuos y como si fuera una sumatoria mecánica de hechos, es
absolutamente estéril y superficial que no consigue ingresar a la causa y
origen de los cambios y transformaciones ocurridos en el mundo.
La economía política marxista, considerada como una disciplina científica
que observa el devenir histórico fundamentalmente desde una visión
socio-económica, enseña que debemos dar importancia debida a la actividad
productiva. Se debe tener en cuenta que la actividad productiva es la principal
práctica del hombre. Todos los cambios ocurridos en la historia provienen
siempre desde esta actividad. Justamente de ahí parte su gran importancia en el
análisis histórico.
Por eso es necesario el análisis y estudio de la sociedad capitalista desde
esta perspectiva, máxime si se quiere entender los fenómenos económicos,
sociales políticos e ideológicos que entrecruzan esta sociedad. Una fuente muy
importante en ese sentido es “El Capital” de Marx, asimismo los trabajos de
Lenin referidas al imperialismo y los nuevos aportes efectuados por los nuevos
estudiosos surgidos en la presente coyuntura. Es necesario observar sus
antecedentes, de cómo surgió y el derrotero que siguió posteriormente. Aquí es
importante observar los periodos de las guerras denominadas como “Cruzadas” que
bajo el manto religioso se orientaron a las actividades militares aunque
teniendo como trasfondo objetivos económicos y políticos. Las revoluciones
industriales deben ser observadas como factores determinantes ocurridos en los cambios
profundos que se efectuaron y que llevaron luego, a esta, ha encumbrarse como
sistema dominante. Esto nos debe conducir a observar las dos fases del sistema
capitalista. Ellos son: fase pre-monopolista y fase monopolista.
Es bueno también tener en cuenta que la consolidación del periodo
imperialista provino fundamentalmente del enorme desarrollo de las fuerzas
productivas, cuya consecuencia inmediata fue la aparición del capital
financiero, traspasando así, los periodos de la exportación de mercancías
propias de la fase del libre cambio y libre mercado, por el de la exportación
de capitales, donde los monopolios empiezan a controlar la economía mundial,
desarrollando a partir de ahí, persistentes políticas imperialistas de control
y dominio de zonas de influencia, los mismos que se concretaron posteriormente
en colonias y semicolonias y, con la cual inmediatamente se exacerbaron las
contradicciones interburguesas, pero la contradicción fundamental en la
sociedad capitalista siempre ha sido entre el proletariado y la burguesía. La
exacerbación de las contradicciones interburguesas dio origen a las dos guerras
mundiales que sacudieron a la humanidad, y, el desenlace de las contradicciones
entre el proletariado y la burguesía dio origen a las revoluciones socialistas.
Esto no es ninguna invención, menos un cuento, sino una realidad objetiva
ocurrida en la vida de los hombres.
Entonces la pregunta que fluye a todo esto es: ¿Qué sostiene la
globalización respecto a estos temas? Y la respuesta es la siguiente: se
contrapone, trata de negar, de encubrir y finalmente se niega a mencionarla,
porque lo contrario implica entre otras cosas análisis de clase, análisis de
contradicciones y visualización de cambios revolucionarios, es decir,
observación de cambios y transformaciones. La globalización del Pentágono no
acepta esto, cierra los ojos y niega toda esa posibilidad y se traslada a un
mundo estático, inerte y muerto donde lógicamente no se aceptan interrogantes
ni observaciones, es reticente a aceptar movimiento alguno, suplanta la vida y
los cambios con lo agónico y la descomposición del sistema capitalista, negando
sus contradicciones y negándose además a observar la profunda crisis económica
en que está envuelto. No acepta las atrocidades de las fuerzas armadas
imperialistas contra los pueblos, niega las crueles dictaduras en las cuales se
apoyan, se resiste a aceptar los oscuros organigramas políticos, jurídicos y
militares que sostienen a los estados capitalistas y se atreve a rechazar el
ejercicio pleno de los derechos humanos en la vida de las naciones civilizadas.
Se niega a observar el gran movimiento de los aparatos estatales capitalistas
que cumplen tareas específicas y concretas, sólo atinan a afirmar que son
aparatos estáticos y sin movimiento, alcanzando a decir, que son “benefactores
de la sociedad”.
Así, la globalización observa a las transnacionales no como entes
monopólicos que frenan el desarrollo de los países coloniales y semicoloniales,
tal como efectivamente son, sino, sólo como “corporaciones” sin sello de clase
que aparentemente llevarían “progreso y bienestar” a los pueblos. Según esta
concepción, no existiría imperialismo, sino, sólo “corporaciones vencedoras del
comunismo”. Todo ello tras un análisis subjetivo y vacío. La carrera armamentista
es aplaudida y señalada como un gran logro de sus democracias y, más aún, como
una muestra de modernidad, esto es, sin tener en cuenta las terribles
atrocidades cometidas contra los pueblos en nombre de esos grandes logros. Por
último debemos saber que la razón del atraso y empobrecimiento de los países
pobres es precisamente por la escandalosa intromisión de los países
imperialistas en sus asuntos internos, amparados en el enorme desarrollo de sus
economías y en las poderosas armas que se producen en el fragor de esta carrera
armamentista. La globalización como una teoría defensora del sistema
capitalista apunta contra el pensamiento marxista a la cual considera su
enemiga mortal. Se desespera por los movimientos revolucionarios que se dan en
el mundo y se apresura en llamarla como “movimientos terroristas”.
Al ejercicio del monopolio en el uso y control de los principales adelantos
científicos y tecnológicos se le llama como un “derecho inalienable” de la gran
burguesía financiera para preservar su “sistema democrático” y en razón de
ello, dan verdaderos gritos de hienas heridas cuando algunos países,
independientemente de sus administraciones, deciden con todo derecho, por
supuesto, a construir armas que le posibiliten la defensa de sus soberanías tal
como es por ejemplo el caso norcoreano e iraní.
El neoliberalismo como una teoría anti-científica construido sobre la base
de argucias, incluso pisoteando elementales axiomas económicos, se atreve
afirmar que hay competencia, libre cambio y libre mercado, cuando en el mundo
los mercados son controlados matemáticamente por los monopolios. De allí que
algunos intelectuales ilusos afirmen que supuestamente en la actualidad se
estaría viviendo un proceso revolucionario muy profundo llevada adelante por la
gran burguesía financiera estadounidense. Su estrechez mental no los permite
observar que todo este proceso, en sí, encierra un auténtico retroceso de corte
netamente contrarrevolucionario.
El concepto de “neo imperialismo” esbozado por los teóricos de la burguesía
en las décadas del sesenta y setenta del siglo XX, hoy simplemente está
sepultado, enterrado bajo una montaña de rocas. Cumplió su papel en ese
momento. La burguesía ha abjurado completamente del término imperialismo. Sus
teóricos se niegan a referirse a ella. Para ellos sencillamente este concepto
ha desaparecido. Sienten temor por el rotundo rechazo que éstas generaron en el
pasado. Pues, aún están frescas las derrotas en Vietnam y Corea. Por eso ahora
sólo prefieren hablar de “globalización” y “globalización” para no referirse al
concepto científico de imperialismo que en las actuales condiciones implica
hablar de la mundialización de los monopolios e internacionalización de los
capitales. Prefieren callar y no decir nada y, en esas condiciones, el término
“globalización” significa indudablemente un concepto ideológico esbozado por
esta burguesía para negar el concepto de imperialismo.
La meta final de la elucubración burguesa es hacer creer que el capitalismo
es eterno. Eso es precisamente lo que busca con su sofisma llamado
“globalización”. Según esta teoría el capitalismo no tendría fin, pues
supuestamente, la humanidad habría ingresado a una etapa en que los cambios se
habrían terminado y por eso mismo el concepto de “fin de ideologías” tendría
validez plena.
Sin embargo este es un periodo de grandes transformaciones. No hay duda al
respecto. Se observan grandes hitos en
las tecnologías y sobre ella la aparición de nuevos conocimientos. Pero la gran
burguesía financiera tiene gigantescas limitaciones imposibles de superar que
lo incapacita definitivamente concretar esos enormes cambios en una auténtica
revolución industrial. Por lo tanto la realización de ese proceso será tarea
única y exclusivamente del proletariado que como clase revolucionaria despejará
todas las trabas colocadas al libre desarrollo de las fuerzas productivas. En
consecuencia la meta final de la burguesía financiera es la defensa del sistema
capitalista en descomposición, que lo obliga desarrollar con desesperación las
tecnologías, particularmente, aquellas vinculadas a la fabricación de armas y
pertrechos de guerra, todo esto, en medio de una desesperada carrera
armamentista empujada por sus propias necesidades y sus propios intereses. La
interconexión de los países a través del comercio, las comunicaciones rápidas y
eficaces, la fabricación de modernas armas de guerra, el uso del Internet y
otros instrumentos de última generación, que serían signos de “modernidad”, en
el fondo no conducen a una revolución industrial menos despejan la incapacidad
que tiene la burguesía respecto al futuro.
V.- ENCUBRIMIENTO DE LA
ACTUAL FEROZ DICTADURA DE CLASE EJERCIDA POR LA GRAN BURGUESIA FINANCIERA
ESTADOUNIDENSE CONTRA LOS PUEBLOS DEL MUNDO.
Este tema está en íntima relación con las clases sociales y
consecuentemente con la lucha de clases que se dan en el mundo. La lucha de
clases ha conducido, más o menos, desde a mediados del siglo pasado a profundos
cambios en la estructura de clases, fundamentalmente, al interior de la
burguesía financiera. En efecto, después de la Segunda Guerra Mundial la
burguesía financiera estadounidense empieza a imponerse al resto de burguesías
financieras y, a partir de la década del cincuenta del siglo XX, se convierte
en una gran burguesía financiera.
Partimos señalando estos hechos, porque ello nos permite observar el gran
poder alcanzado por esta burguesía como clase hegemónica y la enorme
trascendencia que a partir de esos momentos tuvieron sus decisiones en los
destinos del mundo hasta el año 2010 en que implosióna aquel poder.
Los grandes monopolios imperialistas que controlan los mercados
internacionales tienen la virtud de haber agudizado las contradicciones
existentes entre el desarrollo constante y permanente de las fuerzas
productivas y las desiguales e injustas relaciones de producción habidas en
ellas, haciendo que el sistema capitalista ingrese a un proceso acelerado de
descomposición y sumiendo a sus burguesías en clases parasitarias. Esto ha
conducido a dos consecuencias inmediatas: primero, al endurecimiento de las
posiciones más recalcitrantes de las burguesías financieras y consecuentemente
a la agudización de las contradicciones interburguesas. Y segundo, también a la
agudización, en este caso, de la lucha de clases entre el proletariado y la
burguesía, haciendo que los enfrentamientos entre clases sean cada vez más
violentos y enconados. El carácter usurero de la burguesía financiera proviene
precisamente de ese proceso de agudización de sus contradicciones ocurridas en
su fase imperialista. Su tendencia al rechazo del libre desarrollo de las
fuerzas productivas lo ha conducido a profundas crisis económicas que a su vez
lo lleva a nuevas ofensivas para superar dicha situación. Aquí es bueno
aclarar, que existe al interior de las burguesías financieras una clarísima
predisposición, convertida incluso en tendencia, al rechazo del desarrollo de
las fuerzas productivas. El mismo proceso de desarrollo tecnológico no es de
ningún modo una auténtica revolución tecnológica sino un proceso muy importante,
a no dudarlo, pero sumamente limitado y llevada adelante de acuerdo a sus
propios intereses.
En efecto, si bien es cierto que a partir de la década del ochenta del
siglo XX se inicia un gran proceso de desarrollo en las tecnologías, es bueno
también agregar, que éste desarrollo es incompleto, parcial, e insuficiente,
pues indudablemente, hay en el mundo, un buen número de fuerzas productivas
retenidas y constreñidas. Existen avances científicos y tecnológicos muy
importantes retenidos por los monopolios que no permiten su aplicación en la
producción. Prima en ellos los intereses de la burguesía que opta por avances
tecnológicos sólo en los sectores que más le conviene (telecomunicaciones,
biotecnología, genética, etc.), todas vinculadas al aspecto militar.
Por otra parte es bueno recalcar que la gran burguesía financiera
estadounidense es concreta y real y no sólo se refiere a Bill Gates, Warren
Buffet (tal como interesadamente podrían decir la revista Forbes, el periódico
Financial Times y toda la prensa occidental controlada por las agencias
trasnacionales de las información) o los de viejo cuño como fueron en su
oportunidad los Ford y los Rockefeller, sino a una clase mucho más compleja,
mínima y extremadamente poderosa, pero sobre todo organizada en un gran poder,
preocupada en estos últimos tiempos en cómo controlar el mundo de mejor forma
y, además, en desarrollar modernísimas industrias (al fin y al cabo industrias.
Ojo: ¡industrias!), dedicadas a la fabricación de armamentos y equipos de guerra
(terrestres, navales y espaciales), equipos de comunicación, etc., todos al
influjo de su desesperado y ambicioso plan del “nuevo siglo norteamericano”.
Entonces, ésta es una gran burguesía financiera que maneja ingentes cantidades
de capitales vía el FMI, BM, BID y otros, además, de los organismos
internacionales como la ONU, OEA, OTAN, etc., a las que se obvia en el análisis
de los teóricos de la burguesía. Estos, no sólo se niegan hablar de estos temas
bajo el burdo pretexto de considerarlos secretos de Estado, sino también, del
gran poderío que tiene esta clase y los siniestros objetivos que persigue a
nivel mundial. Se niegan a considerarlos como clases sociales y no aceptan que
estén en permanente confrontación. Sin embargo los hechos son absolutamente
claros que muestran el por qué son grupos monopólicos y por qué las relaciones
internacionales se basan en criterios de absoluta desigualdad. Lo concreto es
que existen países imperialistas y países coloniales y semicoloniales, donde en
los primeros se observa, gran desarrollo industrial y, en los segundos, sólo
extracción de materias primas y una constante descapitalización de sus
economías que los postran en la pobreza. Obviamente las relaciones que se
levantan sobre esa base son relaciones absolutamente injustas y en provecho de
los países imperialistas.
Existen hoy sorprendentes campañas publicitarias monitoreadas desde las
agencias monopólicas de la información, santificando los horrores de la
opresión capitalista y despotricando las justas protestas de los pueblos del
mundo entero. En el terreno de los hechos, particularmente, en la vía militar,
después de haberse inmiscuido en los asuntos internos de los países ex
socialistas, violando flagrantemente su independencia e integridad territorial
han procedido, al mismo estilo nazi, bombardear objetivos civiles incluyendo
logros que en el pasado obtuviera el sistema socialista, para luego hacer creer
al mundo, de supuestas inconsistencias de este sistema, tal como efectivamente
procedieron con las bombas de la OTAN dirigidas por ejemplo contra la grandiosa
factoría de Zastava en Yugoslavia, además de otras acciones similares en otros
países de la misma región (Ucrania, Libia, Siria, etc.) invadidas violentamente
por las hordas fascistas, desmembrando sus territorios e intimidando a sus
pueblos con supuestas “prácticas conjuntas” de sus fuerzas navales en aguas
territoriales y soberanas de estos países. Intimidaciones similares efectuadas
en otras regiones son varias, particularmente, las realizadas contra la RPDC,
los países del África, Medio Oriente y Amerita Latina. Sus aparatos de
información, instalados con teleobjetivos precisos (recolección de datos y
ubicación de posiciones estratégicas) que vienen desde sus satélites espías
desarrolladas al influjo de la guerra electrónica en que están enfrascadas las
principales burguesías, trabajan absolutamente las 24 horas del día.
Sobre los Estados de los países coloniales y semicoloniales se levantan
auténticas dictaduras fascistas envueltas en infinitas corrupciones.
Controladas por criminales mafias alimentadas por el propio Pentágono. Cabeza
de esas dictaduras fascistas son sus testaferros, politiqueros y agentes que
cumplen sus órdenes a pie juntillas. La gran burguesía financiera se llena la
boca con frases como “defensa de la democracia”, pero en los hechos actúa
contra ella, por ejemplo, Cuba está bloqueada más de 40 años, han realizado
invasiones genocidas contra Afganistán e Irak y existen en el mundo actual
numerosas confrontaciones armadas.
Las publicitadísimas campañas de “donaciones” y otras migajas enviadas
desde las metrópolis imperialistas hasta los países coloniales y
semicoloniales, son en realidad, verdaderas mascaradas seudo-democráticas para
encubrir sus escandalosos latrocinios en estos países (exigencia de cero
aranceles para sus productos que invaden los mercados de estos países,
imposición de TLC sin discusiones y todas en provecho de sus burguesías, saqueo
de los recursos naturales sin ningún tipo de restricciones, exigencia de zonas francas,
etc.). En los hechos tales “magnanimidades” se convierten automáticamente en
poderosos instrumentos de penetración imperialista que abren camino a los
capitales usurarios y especulativos que de antemano vienen arregladas con las
mismas empresas ejecutoras de uno u otro proyectillo y que en los hechos
constituyen auténticos instrumentos de sometimiento a la férula imperialista.
Uno de los grandes objetivos de esta teoría fue precisamente encubrir esta
inicua situación que genera el lastre imperialista. Se convierte prácticamente
en una tapadera de la feroz dictadura burguesa ejercida contra los pueblos del
mundo entero.
VI.- SI SE TRATABA DE
ACENTUAR AQUELLO DEBIO INCIDIRSE, NO EN GLOBALIZACION, SINO EN LA
MUNDIALIZACION DE LOS MONOPOLIOS, QUE ERA LA CATEGORIA MÁS CORRECTO
Sin embargo esto merece una explicación. Para empezar debemos recordar que
históricamente el capitalismo significó la ruptura con el régimen autárquico
del sistema feudal. Desde un principio el capitalismo se impuso rompiendo los
mercados nacionales, haciéndose cada vez más internacional. Esto fue aún más
claro cuando pasó a su segunda fase, la fase imperialista, allá a finales del
siglo XIX. Este proceso a partir de los años cincuenta del siglo pasado se hizo
aún más latente. Por supuesto en los años ochenta, treinta años después, cuando
el Pentágono inicio su ofensiva anticomunista con la imposición del
neoliberalismo bajo soporte ideológico de la globalización, en una coyuntura
muy propicia para esto (impulso de nuevas tecnologías como el internet,
cuestión que ahora no existe) y acuño el concepto de globalización, existía un
gran proceso de mundialización en el mundo, pero, era una mundialización de los
monopolios e internacionalización de los capitales. Esto continúo después sin
pausa alguna. Ojo con esto. Es esto lo que el Pentágono pretendía esconder de
mil formas, porque sus teorías descansaban en concepciones anticientíficas de
hace 600 y 700 años y que luego a través de sus monopolios de la información y
sus apologistas, apabullaron la conciencia de los hombres. Consecuentemente los
ensanchamientos y las mundializaciones han sido procesos constantes y
obligatorios en el proceso de acumulación capitalista.
Entonces lo que hizo el Pentágono fue tergiversar aquel proceso de continua
mundialización del sistema capitalista, como si este recién estaría
mundializándose en aquellos años (70 del siglo pasado) y que las podían detener
en cualquier momento por Decreto Ley, tal como pretende hacer ahora Donald
Trump en los Estados Unidos. Sus prensas empiezan a gritar: fin de la
globalización. Sus apologistas no se quedan atrás y también empiezan a escribir:
fin de la globalización. Realmente una verdadera estafa y timo de lo más
descarado que cualquier cachimbo podía entenderlo mejor.
Por supuesto aquellos cumplieron con su cometido y envenenaron la
conciencia de los hombres con consecuencias muy graves para sus luchas,
engatusaron a ingenuos académicos, Incluso las universidades fueron tomadas por
asalto.
Consiguientemente la globalización del Pentágono no fue, sino, una política
más, como cualquiera, que imponía el grupo de poder de Washington, ejemplo, el
macarthismo (Joseph McCarthy) de los años cincuenta (50-56) del siglo pasado,
su ofensiva sobre el este del planeta a partir del 11 de septiembre de 2001,
etc.
Y aun así algunos hasta ahora no han terminado en advertir semejante timo y
siguen con sus griteríos de: globalización, globalización. Es lamentable.
Por la magnitud de los hechos, en realidad, es un escándalo de proporciones
mundiales. Hay que ser claros en esto. No podemos seguir permitiendo que se
siga con este timo. Ya cubrió sombrías décadas (desde los años setenta del
siglo pasado) de oscurantismo y postración a teorías de hace 600 y 700 años,
que hay que combatirlos.
Consecuentemente lo que hubo y hay en la actualidad es la mundialización de
los monopolios y la internacionalización de los capitales, como parte de la ley
de los monopolios, una ley importante de la segunda fase del sistema
capitalista emergida a finales del siglo XIX, estudiada y analizada a
profundidad por Lenin en 1917 en su inmortal obra: “Imperialismo fase superior
del capitalismo”. Una ley económica que pertenece a lo más profundo de la
economía, que en la actualidad está muy agolpada.
Finalmente la mundialización de los monopolios y la internacionalización de
los capitales nos dan luces de lo innecesario y superfluo que es hablar de la
globalización impuesto por el Pentágono.
(*) Enrique Muñoz Gamarra: Sociólogo peruano, especialista en
geopolítica y análisis internacional. Autor
del libro: “Coyuntura Histórica. Estructura Multipolar y Ascenso del Fascismo
en Estados Unidos”. Su Página web es: www.enriquemunozgamarra.org
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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