Terminado el año 2017, el
análisis respecto a la ocupación del territorio palestino a manos del régimen
sionista muestra, no sólo la intensificación de esta política colonialista,
sino que el incremento del apoyo estadounidense a contrapelo del respeto al
derecho internacional.
DISPARA Y LLORA: EL
VICTIMISMO
COMO POLÍTICA EN ISRAEL
Por Pablo Jofré Leal
Tras la polémica decisión del gobierno de Donald Trump de reconocer a Al-Quds
– Jerusalén - como capital del régimen israelí y definir el traslado de su
Embajada desde Tel Aviv a la ciudad sagrada, el mundo reaccionó con decisión
para oponerse a esta determinación. Efectivamente, el día 18 de diciembre del
2017 en el seno del Consejo de Seguridad, catorce de los quince miembros de
este Consejo se opusieron a la idea estadounidense. Washington se enfureció,
ejerció su derecho a veto tras la resolución presentada por Egipto que buscaba
frenar la decisión unilateral de Trump y comenzó a amenazar a diestra y
siniestra frente a lo que considera una afrenta contra su “soberanía”. El mundo
al revés, La creencia hegemónica no acepta disensos.
Tres días después, el día 21 de diciembre, en el seno de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, 128
países le dijeron a Estados Unidos, que su política no era aceptada. A pesar de
amenazas y fuegos del infierno expresadas por la alianza entre Washington y Tel
Aviv, que llegó a extremos escandalosos, que no impidieron que sufrieran una
derrota de proporciones. Del total de 193 naciones, treinta y cinco se
abstuvieron – de países que se sintieron afectados por la amenaza de Washington
de tomar buena nota de aquellos que no apoyaran la política exterior de Trump”
al igual que otros 21 países que prefirieron ausentarse de la votación.
Como prueba del aislamiento de la alianza entre el imperialismo y el
sionismo, sólo 9 países – entre ellos microestados como Nauru, Micronesia,
Palau Islas Marshall, junto a Togo, Guatemala y Honduras, con el lógico voto
del gobierno de Netanyahu apoyaron la
postura ilegal de Estados Unidos, negándose a aprobar la resolución presentada
por Turquía y Yemen, que reafirmaba la idea que el estatus final de Al-Quds
debe ser acordado vía negociaciones y que cualquier decisión adoptada fuera de
ese marco es "nula", no tiene efectos legales y debe ser rescindida.
Los votos contrarios a mantener el estatus jurídico de Al-Quds son, indudablemente,
votos reprobables indignos. Sobre todo el de una Honduras sujeta a la
ilegitimidad de un gobierno surgido tras acusaciones de fraude y una Guatemala
sumida en acusaciones de corrupción contra el gobierno del ex cómico Jimmy
Morales y bajo el temor de las amenazas de Washington. Lo claro es que el
escaso apoyo a Trump y por extensión el negarse a ser cómplice de los crímenes
contra el pueblo palestino, muestra que
el mundo está cansado de la crónica conducta de Israel – su hijo putativo – que
trata de mostrar una cara de victima ante el mundo, al mismo tiempo que reparte
plomo y muerte en los territorios ocupados.
El Doble Rasero Sionista
La historia del sionismo respecto a Palestina se caracteriza por una
conducta, donde a la par del papel de
victimarios, colonialistas, dotados de una ideología racista y criminal, suelen
acompañar sus acciones con excusas del tipo “nuestros actos son de legítima
defensa” o explicar sus ataques aéreos y bombardeos como “acciones de
represalia frente al poder de fuego palestino”. Claramente una argumentación
ridícula cuando comparamos a una Palestina dotada de milicias mal armadas y una
entidad sionista, con armas de última generación, naves aéreas, buques y
submarinos, blindados y un poder militar y económico de origen estadounidense.
Un sostén económico y militar de Washington, que los dota de 4 mil millones
de dólares anuales sin reembolso – más
armamento a destajo. A lo que hay que sumar el apoyo del Comité de Asuntos
Públicos Estadounidense- Israelí – AIPAC por sus siglas en inglés.- que
constituye el llamado lobby sionista, unido al financiamiento proveniente del
llamado cristianismo sionista que agrupa a iglesias evangélicas en Estados
unidos. Es el pago para servir de instrumento del imperialismo en Oriente Medio
y esta mitología de pueblo elegido.
La historia del sionismo en Palestina, tanto con anterioridad de la entidad
israelí el año 1948, como posterior a esta fecha, ha sido la historia de una
ocupación, de un proceso de expansión a costa de los derechos del pueblo
palestino, circunscrito hoy a menos del 22% de su territorio histórico. Una
historia donde la noción del otro como un “no humano” un “no judío” en su
conceptualización jurídica ha significado crear un sistema de apartheid igual o
más horroroso que aquel que dominó Sudáfrica de la mano de los colonos blancos
a la mayoría negra, desde la instalación de la Colonia del cabo por Gran
Bretaña el año 1814 pero con forma jurídica específica desde el año 1948 hasta
el año 1992.
Para el analista Jonathan Cook esta dicotomía perversa del sionismo, que lo mismo asesina, pero luego lamenta
estas muertes en función de un supuesto carácter de autodefensa, sólo es
posible descifrarlo, tal como sostuve en un artículo donde recordaba el tema de
la partición de Palestina que “si comprendemos los dos temas, aparentemente
contradictorios, que han acabado dominando el paisaje emocional de Israel. El
primero es la creencia visceral de que Israel existe para realizar el poder
judío; y el segundo es el sentimiento igualmente fuerte de que Israel encarna
la experiencia colectiva del pueblo judío como víctima eterna de la historia. A
los propios israelíes no les pasa completamente desapercibido este paradójico
estado mental, y a veces se refieren a él como “el síndrome de dispara y
llora”.
Esto, sin duda, es una conducta escandalosa, inmoral, que pretende enmarcar
y explicar la política de ocupación de Palestina bajo el supuesto mitológico de
un dios, que dotado de cierta simpatía
hacia un solo pueblo le entrega un título de propiedad de una tierra que no le
pertenecía. En ese marco, a la narrativa sionista impone la idea que instalarse
en palestina, colonizarla y pasar por encima de sus habitantes es un derecho
indiscutible en función de ser un “pueblo elegido”. Bajo esa perspectiva, para
ese imaginario no es posible hablar de “usurpadores” sino de alguien que
recupera una tierra que habían dejado hace dos mil años. Dios mismo les hizo
ese regalo e incluso la leyenda alcanza a la propia Al-Quds sosteniendo que ella
es su capital eterna e indivisible.
Bajo ese supuesto, esta sociedad sionista,
que lo mismo es victimaria pero se presenta como víctima, minimiza el
papel cumplido respecto a sus creaciones segregacionistas, ocupando para ello
el método propagandístico de la hasbara – explicación, esclarecimiento lo
denominan sus propulsores – cambiando el sentido real de la política de
ocupación. Trabajo que implica, llamar como valla de Seguridad a lo que es un
Muro de Apartheid. Hablar de territorios en disputa a la ocupación de la
Palestina histórica y los territorios de la Ribera Occidental.
Tratar de judaizar Al-Quds y asentar miles de colonos extremistas en
territorio palestino, con el objeto de impedir la futura instalación de un
Estado palestino. Autodenominarse como la “mayor democracia de Oriente Medio”
cuando en realidad se trata de una etnocracia – donde es la etnicidad y no la
ciudadanía es la que otorga derechos, poder y recursos en Israel. A tanto llega
la invención oficial y la creación de una historia que reafirme sus creencias, que la educación
escolar israelí está profundamente imbuida de esta narrativa mitológica.
Para el profesor de Sociología de la Universidad de Haifa, Sammy Smooha
esta democracia étnica es un tipo de democracia disminuida “porque toma la
nación étnica, no la ciudadanía como la piedra angular del Estado…en Israel los
judíos se apropian del Estado y lo convierten en una herramienta para promover sus seguridad nacional, la
demografía, el espacio público, la cultura y los intereses…y el millón 300 mil
ciudadanos de origen palestino – 20% de la población son percibidos como una amenaza”
La Profesional judía, profesora de la Facultad de Educación de la
Universidad Hebrea de Jerusalén, Nurit Peled-Elhanan en su libro “Palestina en
los textos escolares de Israel afirma que se ha construido una memoria y una
identidad colectiva homogénea, que concretara una narrativa que conectara a los
estudiantes judíos con sus supuestos orígenes en la tierra que están ocupando
“los libros escolares israelíes siempre han presentado a los judíos israelíes
como los “indígenas” de regreso a casa”.
El victimario sionista necesita mostrarse como víctima y para ello le sirve
tanto la historia de los pogromos, como también el holocausto – generando una
industria de estos crímenes como lo afirma el intelectual judío Norman
Finkelstein - las condenas internacionales, al igual que el papel cumplido por
organismos como las Naciones Unidas u otras que le exigen el cumplimiento del
derecho internacional. Todo en un mismo saco, todo sirve para sostener que son
un pueblo “eternamente” perseguido y que en la actualidad, con relación a
palestina oculta sus propias violaciones a los derechos humanos de otros
pueblos que efectivamente son víctimas de la política colonialista, racista y
criminal del régimen sionista. De víctima
a victimario utilizando incluso métodos al que el propio
nacionalsocialismo recurrió contra los judíos: apartheid, segregación racial,
construcción de guetos, expulsión, destrucción de viviendas, asesinatos por su
origen étnico.
A tanto llega el abuso de este papel victimista del sionismo, que su clase
política cae continuamente en este juego impresentable. Así sucedió con Danny
Danon, Embajador del Régimen de Israel ante la ONU, que ante la mayoritaria
posición de negarse a aceptar la defunción de Trump respecto a Al-Quds presentó
a su gobierno como víctima de una confabulación internacional liderada por
Palestina señaló “Los que apoyan la resolución de hoy son como títeres tirados
por los hilos de los maestros titiriteros palestinos. Los defensores de los
palestinos son “marionetas obligadas a bailar mientras el liderazgo palestino
mira con regocijo”.
Resulta evidente que uno de los
objetivos fundamentales de la narrativa
sionista, sea en el ámbito diplomático, militar como también en la
educación, es lo que Nurid Peled Elhanan
denomina “la creación de una identidad homogénea para todas las etnias judías en Israel…mientras intentan borrar,
tanto física como espiritualmente los rastros de una vida palestina continuada
en la tierra”. Un claro ejemplo de esto es la denominada Ley Nakba que tiene como objetivo evitar la
conmemoración pública de la catástrofe – Nakba en árabe - palestina tras la proclamación de la entidad
sionista el año 1948. Para Peled, esta es una policía típica de regímenes etnocráticos que “construyen narraciones históricas acerca
de la etno nación dominante, como si fuera el verdadero propietario de la
tierra mientras la historia de “Los Otros – los palestinos - su lugar y aspiraciones políticas se presentan como un paquete
amenazante que debe ser rechazada
totalmente.
Israel en su papel de victimario no podrá ocultar - a pesar de su patética
actuación de entidad martirizada –que ha sido esta entidad, la que
permanentemente aprieta el gatillo, quien dispara y después llora, quien arrasa
y después presenta alegaciones falsas de una autodefensa imposible de sostener
racionalmente. Lo han hecho así desde su
creación el año 1948 y se incrementa año tras año de ocupación y guerras de
agresión. La política de Israel respecto a Palestina ha sido de arrasar toda
presencia de este pueblo en el territorio, fundando incluso unidades militares
de limpieza como lo reveló el historiador israelí Aharon Shay en el diario
Cathedra el año 2002. Unidad fundada por
David Ben Gurion el año 1965 y que ha significado borrar toda presencia
palestina en los territorios históricos.
Una Unidad que el profesor Gadi Algazi nos presenta como una creación
secreta cuya misión era limpiar la palestina histórica ocupada tras la
instalación de la entidad sionista “borrando sistemáticamente del paisaje los
remanentes de las aldeas palestinas, que quedaron abandonadas, tras ser
expulsados sus habitantes. Para los gobiernos israelíes la ruina de las aldeas
a lo largo de los caminos daban lugar a “preguntas innecesarias” de parte de los visitantes y lo mejor era
“nivelar” las aldeas. Decisión que evitaría, al mismo tiempo la angustia y
frustración de los ciudadanos árabes de Israel de anhelar volver a sus aldeas
de nacimiento, sin poder concretarlo.
La Unidad de “nivelación” dirigida por el oficial Hanan Davidson borró más de cien aldeas palestinas bajo la
premisa de encuestar y demoler, documentar y borrar como actos que iban de la
mano. Se me viene a la memoria la acción de nivelar llevada a cabo por el
régimen nacionalsocialista al arrasar la aldea checoeslovaca de Lídice el año
1942. La dirigencia sionista tuvo que haber tomado buena nota de estas acciones
– cuando parte de su pueblo cumplía el papel de víctima, para ejecutarlas en su papel de verdugo y
victimario en el proceso colonizador de Palestina. Buen alumno ha resultado el
sionismo.
Los propios historiadores israelíes señalan que esta operación de
Nivelación era financiada por la oficina de Administración de tierras de
Israel, que no se detuvo sólo en la palestina histórica, sino que también
traspasó la Línea Verde del año 1967 y
aldeas como Yalou, Beit Nouba y Amwas recibieron la visita de esta Unidad. Se
expulsó a sus residentes y se destruyó piedra sobre piedra estas tres aldeas.
Todo ello por orden del fallecido Premio
Nobel de la Paz, el ex General Yitzhak Rabin. Para ocultar su papel de
victimarios, Israel construyó en estas tierras el llamado Parque Canadá Park.
Nada mejor que ocultar el crimen y la usurpación, bajo el manto bucólico de un
parque de atracciones financiado con aportes de la comunidad sionista de
Canadá, cómplices activos de este crimen de guerra.
Desde el año 1948 a la fecha, la víctima de antaño, aupada por una
ideología surgida en Europa como es el sionismo, ha devenido en victimario, en
usurpador, en un experto manipulador. Una entidad que pretende mostrar su
política criminal como justa y necesaria para no ser víctima de crímenes y
persecuciones sufridas y condenables, ciertamente, pero que no justifican en modo alguno su
actual conducta. Ese dispara y llora, no sólo es impresentable, sino que una
farsa con la cual hay que acabar.
No podemos aceptar el chantaje permanente de crímenes pasados cometidos
contra el pueblo judío, para justificar la política criminal contra el pueblo
palestino. Así lo entiende incluso organizaciones judías como Neturei Karta que
agrupa a creyentes de esa religión, que se definen como antisionistas. El
sionismo, su dirigencia, sus colonos extremistas, la utilización de la hasbara, el lobby sionista en Estados Unidos,
Francia e Inglaterra, presentan al mundo su peor: el victimismo como política
de ocupación, colonialismo, racismo y crimen.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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