Si bien es cierto que el
epicentro del crack financiero que estamos presenciando en presente continuo se
encuentra en Estados Unidos, debido a la mundialización del sistema
estadounidense con el dólar como principal ariete monetario en las últimas
décadas, las repercusiones son globales. En cada punto del planeta se sentirán,
si ya no se están experimentando en algunos rincones, las consecuencias de la
explosión de una estructura sistémica en constante implosión.
NOTAS EN TIEMPO REAL DE
LA PANDEMIA FINANCIERA
GLOBAL
Por Ernesto Cazal
Se ha repetido con insistencia que la recesión global es inevitable en el
presente contexto de pandemia del Covid-19, y que esto es consecuencia de la
caída estrepitosa de las bolsas de valores en todo el mundo, cuyo epicentro
está en Wall Street.
¿Suena parecido a 2008 y el par de años que le siguieron? Sí, pero no
exactamente. El crack financiero de hace una década no contaba con un virus que
acelerara la crisis, cuyo origen devino de una burbuja inmobiliaria que tuvo
varios victimarios y las víctimas se multiplicaron con un ensanchamiento en los
grados de desigualdad y precariedad en la población no sólo estadounidense,
sino global.
Si bien es cierto que el epicentro del crack financiero que estamos
presenciando en presente continuo se encuentra en Estados Unidos, debido a la
mundialización del sistema estadounidense con el dólar como principal ariete
monetario en las últimas décadas, las repercusiones son globales. En cada punto
del planeta se sentirán, si ya no se están experimentando en algunos rincones,
las consecuencias de la explosión de una estructura sistémica en constante
implosión.
Desde Misión Verdad explicaremos lo que está sucediendo en el escenario
económico, financiero y comercial, para que tengamos una idea lo más cercana
posible a la realidad de cómo funciona el capital financiero sin recurrir a la
nomenclatura usual de los economistas y analistas financieros, aunque nos
apoyemos en sus trabajos para dicha crítica.
Este post se irá actualizando cada tanto con información, comentarios y
análisis de interés como una especie de crónica en tiempo real de la pandemia
financiera global. Para ello comenzaremos explicando de manera breve y clara
las raíces del presente sistema para luego dar algunas claves que no debemos
dejar de tomar en cuenta para conocer sus profundidades.
Las burbujas (necesarias)
del capital financiero
Desde las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX se ha tenido
una certeza: el sistema capitalista se nutre de burbujas financieras con miras
a la acumulación de capital de un grupo cada vez más reducido de la elite
corporativa global.
Tanto Karl Marx como Rudolf Hilferding y John M. Keynes (con enfoques y
diagnósticos similares pero con objetivos diferentes) vaticinaron que el
sistema capitalista pudiera colapsar debido a estas burbujas, describiendo el
método cíclico de acumulación mediante la especulación financiera.
Keynes, por ejemplo, explicó que los procesos de acumulación de capital, es
decir el ahorro y la inversión, deben orientarse en nuevas capacidades
productivas para que la economía funcione de manera adecuada. Si no se invierte
en la producción, aumenta la tasa de desempleo. Si cae el empleo, tanto el
ingreso como el gasto de los trabajadores también lo hacen, por lo que se
debilita el consumo.
¿Consecuencia? Bajan los grados de inversión. ¿Por qué? El ahorro y la
inversión dependen, dice Keynes, del consumo de los trabajadores y viceversa:
el consumo depende de la inversión para la generación de empleo. Es un ciclo
económico para la preservación del capitalismo como sistema.
Aunque para Keynes esta fórmula garantiza que el capitalismo funcione sin
tantos problemas, Marx diagnostica en este proceso ciertos factores que
propician su desestabilización. Sin embargo, y sobre todo a partir del siglo
XX, los grandes capitalistas comenzaron a generalizar una práctica que
interrumpía el ciclo de inversión en productividad para satisfacer el de
consumo: se trata de la emisión ilimitada de deuda que genera burbujas
financieras.
¿En qué consiste dicha práctica? Son políticas monetarias con dos grandes
objetivos: aumentar la liquidez y el circulante de dinero y proveer acceso
fácil al crédito.
¿Qué tipo de políticas? La reducción de tasas de interés para acelerar la
inversión y el crédito, la emisión de títulos de valores (las famosas
acciones), el aumento de la deuda pública, la disminución del coeficiente de
caja bancario para que los bancos presten más dinero si no cuentan con
suficiente reservas líquidas, entre otras.
Son políticas monetarias que sostienen el gasto de la gente en deuda sobre
deuda creando, así, “burbujas de endeudamiento” que, con el tiempo, se van
acumulando hasta que el flujo de ingresos que las sostienen se detiene hasta
hacerlas estallar.
Tales burbujas no se hallan respaldadas en activos reales, por ejemplo, el
oro y la plata, metales preciosos que han servido de referencia en la historia
de la humanidad para el sostén efectivo del dinero que emiten, hoy día, los
bancos centrales.
Esta es la base con la que debe entenderse la política económica de los
Estados Unidos desde que el gobierno de Richard Nixon decidió abandonar el
patrón oro en 1971, rompiendo con los Acuerdos de Bretton Woods de 1945.
Desde entonces, la acumulación de deuda es la divisa con la que se sostiene
el dólar de manera mayoritaria, por lo que la emisión de dinero estadounidense
(impreso y no impreso) no se sustenta en la inversión de la capacidad
productiva sino en el apilamiento de deuda.
Esto viene acompañado de una disminución en la mejora de los salarios de
los trabajadores. Por ejemplo, Estados Unidos lleva más de cuatro décadas
seguidas con un estancamiento del salario medio, aun cuando el consumo ha subido
en los últimos 25 años. ¿Cómo ha sido esto posible, si es un país con un
crecimiento insólito de su economía desde hace años? A través de la deuda.
El crédito ha sido una política económica común para toda la población
estadounidense, que se alimenta, se viste, tiene o alquila un techo y se
entretiene con base al endeudamiento.
Pero este ciclo de crédito y endeudamiento no solo es aplicable a la
población, sino también a las empresas y los Estados. Todos gastan más de lo
que ingresan, sea por rentas o por productividad. En última instancia, los
mercados financieros se inflan y galopan bajo burbujas que van creciendo hasta
que terminan de estallar.
¿Por qué el gran capital ha
dejado de invertir en la productividad?
Marx explica que en el proceso de producción del capital se genera valor,
cuya única fuente es el trabajo objetivado, y que se expresa en último grado
como dinero. Pero el dinero corre el riesgo de no realizarse como capital por
diversos factores, entre ellos la acumulación de sobrecapacidad de producción
de bienes y servicios, la saturación del mercado de consumo, la dificultad para
ampliar las fronteras expansionistas del mercado, cuyas variables en conjunto
suelen desembocar en las cíclicas crisis del sistema.
Esto, dice Marx, genera en los grandes capitalistas desconfianza en la
inversión productiva y, así, da lugar a un déficit en ese apartado de la
economía. La confianza, como veremos, es una palabra clave en las finanzas.
Al mismo tiempo que ocurre dicha desinversión, los dueños del capital buscan
siempre el aumento constante de la productividad mientras disminuyen la tasa
del salario con el fin de aumentar la tasa de ganancia. Para esto recurren a la
inversión en maquinaria, equipos y tecnología cada vez mayor en detrimento del
empleo de trabajadores. Para entenderlo, nos sirve el adagio capitalista por
excelencia: menor inversión, mayor ganancia.
Aunque no tenemos tiempo ni espacio para profundizar en estos procesos, en
un contexto de economía capitalista productiva, debemos tener claro que la baja
salarial debilita el consumo y, por ende, el beneficio esperado de las
inversiones productivas, un problema endémico del sistema.
Como los trabajadores no pueden consumir lo que producen como clase
productora, volvemos al ciclo vicioso descrito por Keynes al principio de estas
líneas: el descenso en la inversión hace caer el empleo, el ingreso y el gasto,
lo que significa un bajo consumo. ¿Consecuencia? Desinversión productiva.
Para Marx este ir en círculos significa una expansión de las crisis hasta
un eventual colapso del sistema, acontecimiento que aún parece distante en el
tiempo histórico. Y, citando El Manifiesto Comunista:
“¿Cómo se sobrepone a las
crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de
fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando
explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas
crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que
dispone para precaverlas”.
Para Keynes, en cambio, la mano del Estado es capaz de recoger los vidrios
rotos mediante lo que llama gasto deficitario, o a través de una redistribución
tributaria, o incluso por medio de diversas medidas fiscales.
En la década de 1930, los años en que se experimentó la recesión económica
producto de la Gran Depresión de 1929 (el crack financiero de mayor referencia
en el siglo XX), pero sobre todo luego de la Segunda Guerra Mundial, el centro
de gravedad de la economía global, con el dólar como punta de lanza, se
trasladó de la productividad a la “especulación”, es decir, a un sistema de
finanzas apuntalado, como explicamos, en la deuda ad infinitum.
La economía capitalista, de esta manera, consiguió un paliativo a los
ciclos de crisis en otro nicho mucho más frágil pero que genera,
paradójicamente, mayores ingresos y, por lo tanto, acelera los focos de
acumulación de capital, objetivo primario de los grandes dueños (el llamado
1%).
Gana el capital ficticio,
perdemos las mayorías
Este resumen de cómo se deja de invertir en la economía productiva tiene
otra variable: junto a la pérdida de interés ante la inversión de capital en
industrias y servicios (es decir, en máquinas y trabajadores que valoricen lo
invertido) que generan riquezas se encuentra la competencia en el aspecto
tecnológico, lo que deriva en la caída de la tasa de ganancia de los grandes
capitalistas ya que el aumento de la productividad y el plusvalor (que es,
básicamente, la cantidad de trabajo no remunerado por el capitalista al trabajador)
disminuyen.
De esta manera, el estancamiento en las ganancias de los grandes dueños de
capital, bajo riesgo de que se desvalorice lo acumulado, depende de constantes
innovaciones tecnológicas, de guerras y de desastres naturales (lo que Naomi
Klein denominó “capitalismo del desastre”) para dar continuidad al sistema, lo
que explica el discurrir vertiginoso del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Contra el anquilosamiento de la economía capitalista, la receta de Keynes
consistía en la creación de deuda pública y privada, así como el gasto
deficitario del gobierno. Claro está, el déficit debe ser invertido
rentablemente en actividad productiva que, a la larga, generaría demanda, lo
que podría contribuir a romper ciclos recesivos.
El sector financiero (bancos, sociedades de inversión, compañías
aseguradoras, consorcios inmobiliarios, agencias calificadoras de riesgo,
organismos globales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y
un largo etcétera) sería el activador ideal para la canalización de estas
ayudas a los ciclos económicos estancados.
Sin embargo, Marx previó que dicho sector no necesariamente se avocaba a
estos paliativos, sino que más bien las inversiones más lucrativas se
encontraban en la compra y venta de acciones en las bolsas de valores. La
posesión de títulos dinerarios de papel era más deseada porque, al ser líquidos
y transferibles, eran fácilmente separables de los activos reales de las
empresas.
A finales del siglo XIX se comenzó a generalizar el uso del dinero para obtener
más dinero, y se consolidó en el XX en un proceso que hoy llamamos
“financiarización” de la economía global, con el dólar en el centro de dicho
sistema.
Marx, por ello, denomina capital ficticio al capital financiero (cuya
crítica desarrolló extensamente el mencionado Hilferding), ya que no genera
empleos ni bienes ni servicios a la sociedad. Sus ganancias derivan
exclusivamente de operaciones que consisten en apostar a la variación de
precios de los diversos instrumentos que componen el sistema financiero
(acciones, bonos, fondos de cobertura, etc.).
Desde la década de 1970, y con la máquina de imprimir dólares encendida las
24 horas del día, los siete días de la semana, aumentó la demanda de productos
financieros como medio para mantener y aumentar el capital monetario.
Las burbujas financieras son un acumulado de jugar al casino con la deuda
que crece exponencialmente hasta estallar. ¿Qué sucede luego de estas crisis?
Un periodo de recesión, tan anunciado en nuestros días, en el que los grandes
capitales devoran a los más pequeños y la desigualdad crece.
Claves para entender el
crack financiero actual
Ahora que sabemos cómo llegamos hasta el actual estadio del capitalismo
financiero (el economista estadounidense Michael Hudson le llama “imperialismo
monetario”), enumeramos algunas claves para ir entendiendo el momento actual de
las finanzas en Wall Street, que repercuten en todas las bolsas de valores en
el mundo.
Para esto usaremos la guía del columnista Mike Whitney, aspectos que iremos
desarrollando en cada entrega.
Los inversores han estado llenándose los bolsillos de dólares y retirándose
de las bolsas buscando mayor liquidez, lo que ha provocado la mayor caída en
Wall Street desde 1987. La confianza de los inversionistas (el 1%) declinó por
la incertidumbre a las pocas expectativas de prosperidad futura en la
rentabilidad de las acciones de las empresas debido a la pandemia, que haría a
los trabajadores resguardarse en sus casas provocando un despido masivo,
subiendo la tasa de desempleo.
El consumo, por ende, disminuye en todos los sectores de la economía. A
menor ingreso, menor demanda.
La Reserva Federal (el banco central de los Estados Unidos, que es una
entidad privada conformada por los principales financieros del país) imprime
dinero a mansalva, inyectando hasta 1,5 billones de dólares en Wall Street.
¿Dónde está ese dinero? Buena parte, en los bolsillos de los inversionistas.
La economía real (compuesta por capital productivo) es débil. El sistema
financiero no tiene un colchón dónde caer, es decir, no tiene con qué
respaldarse.
Por eso, la compra y venta de oro por parte de los inversores se hace común
para apoyar la caída de las acciones. Como vimos, el oro es el principal
respaldo de referencia del dinero en el mundo.
Se ha desplomado la recompra de acciones, un mercado muy lucrativo que está
en el centro de la crítica contra Wall Street, pero que genera altas ganancias
a los grandes capitales que, con dinero de la Reserva Federal y del
Departamento del Tesoro, devoran a los más vulnerables.
Cuando el crédito escasea, la economía financiera se contrae. Una crisis
crediticia es una mala noticia para el mercado de deuda. Es por ello que el
gobierno estadounidense y la Reserva Federal buscan inyectar más dinero en los
inversores para estabilizar el valor de las bolsas. El crédito, en este
contexto, genera confianza. En esta línea debe entenderse la baja de las tasas
de interés a casi 0% por parte de la Reserva Federal, para que los bancos
compren dinero a bajo costo.
El Fondo Monetario Internacional había advertido de las políticas de
“dinero fácil” a la Reserva Federal, ya que se dedica a prestar dinero a
inversores que muy seguramente no devolverán en el futuro. La máquina de
imprimir dinero es un factor clave.
Las grandes mayorías no estamos preparadas para una recesión, mucho menos
en los Estados Unidos. Gran parte de su población (el 99%) nunca vio los frutos
de la recuperación económica de la crisis de 2008 y, desde luego, no está
preparada para un desplome económico. Otra recesión aumentará dramáticamente la
falta de vivienda, la inseguridad alimentaria y la indigencia. Una crisis de
este tipo sólo es equiparable a lo sucedido en la década de 1930.
A la vista de todos estos elementos, el gobierno de Donald Trump logró un
acuerdo con el Senado para votar una ley que sirve como “plan de estímulo” a la
economía estadounidense, unos 2 billones de dólares.
Aunque estas medidas intentan cubrir las consecuencias de la recesión en la
población estadounidense, la mayor cobertura monetaria (un cuarto del
“estímulo”) va para las bolsas de casino en Wall Street, cuyos inversores
comenzaron a comprar acciones de empresas que se desplomaron por la caída
continua del último mes, lo que significó un fuerte repunte de 10% en las
acciones mundiales este miércoles.
Se prevé asimismo que las “ayudas” a la economía por la pandemia lleguen a
los 6 billones de dólares, lo que significaría un tercio del Producto Interno
Bruto (PIB) de los Estados Unidos. Un hito en su historia y que apila mayor
deuda al país más endeudado del mundo.
Básicamente, lo que ha estado ocurriendo en marzo de 2020 es que un sector
de grandes dueños de capital quebró a otro sector para adueñarse de sus
acciones. Los grandes peces se han estado comiendo a los pequeños.
Publicado por La Cuna del Sol
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