La guerra de Ucrania, paradójicamente, está resultando ser una llamada de atención: una guerra que puede evitar otra guerra mundial en lugar de engendrarla. China comprende que Rusia se ha enfrentado en solitario al "Occidente colectivo" y ha demostrado que está más que capacitada.
RUSIA EN SOLITARIO SE
ENFRENTA A TODO OCCIDENTE
M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline
Los medios de comunicación rusos informaron que
el presidente Vladimir Putin tuvo un gesto extraordinario cuando el presidente
Xi Jinping abandonó el Kremlin tras la cena de Estado de la semana pasada, el
martes por la noche, escoltándole hasta la limusina y desearle un buen viaje de
retorno.
Y durante el apretón de manos de despedida,
el presidente Xi, habría respondido: "juntos, debemos impulsar estos
cambios que no se han producido en 100 años. Cuídese".
Xi, aludía a los últimos 100 años de historia
moderna, en los que Estados Unidos ha pasado de ser un país al norte de México
en el hemisferio occidental a convertirse en superpotencia y poder hegemónico mundial.
Con su profundo sentido de la historia y su
mente dialéctica, Xi estaba recordando las intensas conversaciones con Putin en
las que se habló de las realidades contemporáneas que condenan al cubo de la
basura el momento unipolar de Estados Unidos, y sobre la urgencia de que China
y Rusia trabajen juntos para consolidar la transición del orden mundial hacia
la democratización y la multipolaridad.
Fue un final apropiado para una visita de
Estado que comenzó la noche anterior con Xi expresando su confianza en que los
rusos apoyarán a Putin en las elecciones presidenciales del próximo año. De un
plumazo, Xi "anuló" la demonización de Putin por parte de Occidente,
consciente de lo absurdo que resultaba incluso instrumentar una orden de
detención contra el líder del Kremlin para restarle interés a sus
conversaciones en Moscú.
China mantiene una escrupulosa política de
abstenerse de comentar a cerca de la política interna de otros países. Sin
embargo, en el caso de la situación que rodea a Rusia, Xi ha hecho una notable
excepción al señalar su interés por el liderazgo proactivo de Putin en tiempos
tan convulsos. La mayoría de la opinión mundial, especialmente en el Sur
Global, estará de acuerdo.
¿Acaso también la erudita opinión pública
rusa no tomara cuenta de ello, con una estruendosa aprobación? Por supuesto, el
consistente 80 por ciento de valoración de Putin es una señal. Puede que Xi
haya arrojado un balde de agua fría a las últimas y desesperadas estratagemas
occidentales de instigar a un puñado de oligarcas rusos a encabezar un cambio
de régimen en el Kremlin.
No cabe duda de que el momento elegido para
la visita de Estado de Xi, en plena guerra en Ucrania, es un mensaje de la gran
importancia que China concede a las relaciones con Rusia. Es una decisión muy
meditada, ya que tanto China como Rusia están inmersas en una espiral de
tensiones con Estados Unidos.
El ambiente en Pekín ha cambiado
radicalmente. El punto más bajo se alcanzó con el comportamiento grosero del
presidente Biden en su discurso sobre el Estado de la Unión el 7 de febrero,
cuando se salió del guión y gritó histéricamente: "Nómbrenme un líder
mundial que cambiaría de lugar con Xi Jinping".
En la cultura oriental, semejante grosería se
considera un comportamiento imperdonablemente escandaloso. En las semanas
transcurridas desde que Estados Unidos derribó el globo meteorológico chino y
difamó a China internacionalmente, Pekín ha rechazado varios intentos de la
Casa Blanca par que Biden mantuviera una conversación telefónica con el presidente
Xi.
Pekín ya está harto de las promesas huecas de
Biden de restablecer los vínculos mientras, a hurtadillas, refuerza las
alianzas en toda la región Asia-Pacífico, inserta a la OTAN en la dinámica de
poder de Asia-Pacífico y envía fuerzas y armamentos adicionales a lugares como
Guam y Filipinas, además de esforzarse sin descanso por debilitar la economía
china.
La visita de Xi a Moscú se convirtió en una
gran ocasión para que Rusia y China reafirmaran su asociación "sin
límites" y echaran por tierra los intentos occidentales, desde que estalló
la guerra en Ucrania, de crear fisuras en la relación sino-rusa.
De acuerdo al profesor Graham Allison de la
Universidad de Harvard, "en todas las dimensiones -personal, económica,
militar y diplomática- la alianza no declarada que Xi ha construido con el
presidente ruso Vladimir Putin, ha llegado a ser mucho más significativa que la
mayoría de las alianzas oficiales de Estados Unidos en la actualidad".
Sin embargo, alianza o no, el hecho es que
este "nuevo modelo de relaciones entre los principales países, caracterizado
por el respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación beneficiosa
para todos" -en palabras de Xi Jinping- es cualquier cosa menos un orden
jerárquico.
Los expertos estadounidenses tienen problemas
para comprender las relaciones de igualdad entre dos naciones soberanas e
independientes. Y en este caso, ni Rusia ni China están dispuestas a declarar
una alianza formal porque, sencillamente, una alianza requiere inevitablemente
asumir obligaciones y limitar la búsqueda óptima de intereses en deferencia a
una agenda colectiva.
Lo que trasciende, por lo tanto, es que el
cálculo estratégico de Putin en Ucrania dependerá mucho más de los sucesos en
el campo de batalla que de cualquier aportación china. La reacción de Rusia al
"plan de paz" chino sobre Ucrania da fe de esa realidad.
Tan pronto como Xi se marchó de Moscú, Putin,
en una entrevista con Russia 1 TV, dejó en claro que Rusia está superando los
suministros de munición de Occidente a Kiev. "El nivel de producción de
Rusia y su complejo militar-industrial se están desarrollando a un ritmo muy
rápido, algo inesperado para muchos", declaró Putin.
Aunque varios países occidentales
suministrarán municiones a Ucrania, "el sector de producción ruso
producirá por sí solo tres veces más municiones durante el mismo período de
tiempo", añadió el presidente ruso.
Repitió que los envíos de armas de Occidente
a Ucrania sólo preocupan a Rusia porque constituyen "un intento de
prolongar el conflicto" y "sólo conducirán a una tragedia mayor y
nada más".
Sin embargo, no se trata de restar
importancia a la gran trascendencia de la asociación para ambos países en los
ámbitos político, diplomático y económico. La importancia radica en la
creciente interdependencia de los dos países en múltiples direcciones que aún
no puede cuantificarse y que sigue "evolucionando" (Xi) y parece no
tener fisuras.
Esta valoración de Pekín no puede escapar a
la atención de Occidente e influirá también en el pensamiento occidental a mediano
y largo plazo, no sólo para Eurasia sino también para Asia-Pacífico.
Un reciente artículo publicado hace unas semanas en el
Global Times por Hu Xijin, antiguo redactor en jefe del diario del Comité Central
del Partido Comunista Chino, ponía de relieve el "panorama general".
Hu escribió que la guerra en Ucrania "se
ha convertido en una guerra de desgaste entre Rusia y Occidente... Aunque se
supone que la OTAN es mucho más fuerte que Rusia, la situación sobre el terreno
no lo parece, lo que está causando ansiedad en Occidente".
Hu llegó a
algunas conclusiones sorprendentes: "A Estados Unidos y Occidente les ha
resultado mucho más difícil de lo esperado derrotar a Rusia. Saben que China no
ha proporcionado ayuda militar a Rusia, y la interrogante que les atormenta es:
Si ya es tan difícil de lidiar con Rusia por sí sola, ¿qué pasaría si China
empezara realmente a proporcionar ayuda militar a Rusia, poniendo sus enormes
capacidades industriales al servicio del ejército ruso? ¿Cambiaría radicalmente
la situación en el campo de batalla ucraniano? Además, Rusia en solitario se
enfrenta a todo Occidente en Ucrania. Si realmente obligan a China y Rusia a
unirse, ¿qué cambios se producirían en la situación militar del mundo?".
¿Acaso la noción que prevalece en Estados
Unidos y Europa de que la alianza entre Rusia y China es una alianza de
desiguales, no es en sí misma, una cínica falacia occidental? Hu tiene razón:
Aunque en términos absolutos la fortaleza de China sigue siendo inferior a la
de EEUU, en combinación con Rusia se produce un cambio de paradigma en el
equilibrio de poder, y EEUU ya no tiene derecho a actuar a su antojo.
Es una inquietud en común que comparten Rusia
y China de que el orden mundial debe retornar a un sistema internacional cuyo
núcleo sea la ONU y a un orden mundial basado en el derecho internacional. No
cabe duda de que la estrategia de ambos países es abolir el "orden basado
en normas" dominado por EE UU y volver a un orden internacional centrado
en la ONU.
De hecho, el Artículo 5 es el alma misma de
la declaración conjunta emitida en Moscú: "Las dos partes reafirman su
compromiso de defender firmemente el sistema internacional con las Naciones
Unidas como su núcleo, el orden internacional basado en el derecho
internacional y las normas básicas que rigen las relaciones internacionales
basadas en los propósitos y principios de la Carta de la ONU, y se oponen a
toda forma de hegemonismo, unilateralismo y al uso de la política con fines
coercitivos, a la mentalidad de Guerra
Fría, a la confrontación entre bandos y al establecimiento de camarillas
dirigidas contra países concretos".
No nos equivoquemos: no se trata de eliminar
a EE UU. como mandamás y sustituirlo por China, sino de impedir que EE UU.
intimide a Estados más pequeños y débiles, dando paso así a un nuevo orden
internacional en el que primen el desarrollo pacífico y la corrección política
por encima de cualquier diferencia ideológica.
Publicado por La Cuna del Sol
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