INTRODUCCIÓN
Quizá el 13 Baktún, que la superchería y la
subcultura tratan de venderlo como el apocalíptico final del mundo, como otro
de los tantos castigos aniquiladores propios de las culturas antiguas (el
diluvio, el fuego sobre Sodoma y Gomorra, por ejemplo) no sea, en efecto, el
final del planeta, aunque sí el principio del fin de Guatemala pues hay en la
actualidad autorizadas 126 licencias mineras para la extracción de metales en
un pequeño territorio de 108, 000 kilómetros cuadros que dejaría el suelo
guatemalteco hecho un auténtico queso roquefort o muy parecido a la superficie
lunar por la abundancia de hoyos. En ese sentido el 13 Baktún es premonitorio y
nos anuncia el trágico destino que se cierne para el pueblo de Guatemala de
tierras irrecuperables y la Madre Tierra, sacralizadas por la cosmovisión
ancestral de la cultura maya y sus descendientes mayenses, creencias y
convicciones que los inversionistas extranjeros no respetan un ápice, quienes
no comprenden el profundo simbolismo que la tierra y las aguas tienen para los
pueblos indígenas de América. Nada mejor para explicar las visiones utilitarias
de la tierra y la antípoda espiritual que el Jefe Seattle, que en una ocasión
ya lejana -1855- dirigió una emotiva y sapiente carta al
presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, sobre la visión de los
hombres blancos y los indígenas norteamericanos sobre la tierra y la vida.
Sucede exactamente lo mismo en la Guatemala de hoy y es la causa de la
violencia: la renuencia de algunos vecinos a vender sus tierras y la amenaza de
los empresarios mineros, que casualmente cuando se trata de otros, no creen en
la propiedad privada. Luciano Castro
Barillas.
CARTA DEL JEFE SEATTLE
AL PRESIDENTE FRANKLIN
PIERCE
“El Gran Jefe de Washington nos envía un
mensaje para hacernos saber que desea comprar nuestra tierra. También nos manda
palabras de buena voluntad. Agradecemos el detalle, pues sabemos que no
necesita de nuestra amistad. Pero vamos a considerar su oferta, porque también
sabemos de sobra que, de no hacerlo así, quizá el hombre blanco nos arrebate la
tierra con sus armas de fuego. Pero, ¿quién puede comprar o vender el cielo o
el calor de la tierra? Esa idea es para nosotros extraña. Ni el frescor del
aire, ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podría alguien comprarlos?
Tenéis que saber que cada trozo de esta tierra
es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de un abeto, cada playa de arena, cada
niebla en la profundidad de los bosques, cada claro entre los árboles, cada
insecto que zumba es sagrado para el pensar y sentir de mi pueblo.
Los muertos de los blancos olvidan la tierra en
que nacieron cuando desaparecen para vagar por las estrellas. Los nuestros, en
cambio, nunca se alejan de la tierra. Por eso, cuando el Gran Jefe de
Washington nos envió el recado de que quería comprar nuestra tierra, exigía demasiado de nosotros. No, nosotros
somos razas diferentes… Nuestros hijos y los vuestros no juegan juntos, y
vuestros ancianos y los míos, no cuentan las mismas historias.
Es evidente que el hombre blanco no entiende
nuestra manera de ser. Trata la tierra como objeto que se compra. Hambriento,
acabará tragándose la tierra, no dejando tras de sí más que un desierto… No hay
silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se
pueda oír crecer las hojas en primavera… tal vez porque soy lo que llamáis un
salvaje y no comprende algunas cosas.
Queremos vivir aparte y en paz. No importa
donde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos verán a sus padres
sumidos y vencidos… Continuad contaminando y corrompiendo vuestro lecho y
cualquier noche moriréis ahogados en vuestra propia suciedad. Eso sí…
caminaréis hacia la extinción rodeados de gloria y espoleados por la creencia
en un Dios que os da poder sobre la tierra y sobre los demás hombres. ¿Dónde
está el bosque espeso?: Desapareció. ¿Qué ha sido del águila?: Desapareció. Así
se acaba la vida y solo nos queda el recurso de intentar sobrevivir”.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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