(…) Esta
es Guatemala. Este es el “progreso” de Guatemala.
Una mascarada
sangrienta que está sostenida por el hambre, la miseria y la enfermedad de una
gran masa de la que todos nos olvidamos, a la que todos ignoramos en el momento
de alzar la copa de champagne, de disfrutar una nueva comodidad, un nuevo
“adelanto”.
COSAS QUE LLORAN
SANGRE
Por Manuel José Arce
Estos son fragmentos de una carta que recibí
hace algún tiempo y la que no publico completa, porque, aunque su contenido no
hace sino plantear la cruda realidad del país, acaso un burócrata miope pudiera
interpretarla como una “indiscreción” que acarreara después molestias para
quien remite.
Dice la carta, entre otras cosas: “Me dirijo a usted desde una escuelita de
montaña (…) El año pasado creamos una biblioteca Escolar-Comunal (…) Me anima
el pensamiento de que el maestro es como el médico, si no actualiza su lectura
cae en falta de comprensión para con sus pacientes y carga muchas veces en su
conciencia sentimientos de culpa que el Eterno juzgará (Hago la salvedad que no
hay milagros). (…) Para dar testimonio
de nuestras necesidades le informo que, de 15 alumnos examinados, los test
reportaron los siguientes resultados: 6 alumnos deficientes mentales, 4
subnormales, 1 caso límite; y únicamente 4 normales. Nuestra estadística es:
Total de alumnos, 48; grados impartidos hasta 4º. (…)”.
Este es, lector amigo, de cuerpo entero, a
colores y en tercera dimensión, el retrato fidedigno de la infamia. Esto es
Guatemala.
Porque, por sobre las explicaciones técnicas y
doctas, la situación de estos niños no tiene otro nombre que el de HAMBRE.
Todos nuestros lujos, están sustentados sobre
la MISERIA de nuestro pueblo, de nuestros campesinos, de esos niños.
Frente a ese maestro que aún se preocupa por
fundar una biblioteca, por actualizar sus conocimientos -que acertada su autocomparación con el
médico en este país enfermo-, frente al heroísmo anónimo del maestro perdido en
la montaña que lucha desesperadamente por salvar a esos niños, me sabe a
porquería mi camisa nueva, me sabe a crimen tu carro último modelo, me sabe a
genocidio la maniobra sin escrúpulos del que improvisa velozmente una fortuna,
del que no cesa en su eterna voracidad para conservar el inicuo ritmo de
crecimiento de su capital.
Levantamos monumentos a Tecún Umán, nos
vestimos disfrazados con la ropa indígena, cantamos “canción de protesta” y
hablamos babosadas en las cafeterías snob, sólo para satisfacer nuestra
vanidad, para distinguirnos socialmente, para descargar nuestra conciencia de
la gran culpa, del criminal fratricidio cotidiano.
Esta es Guatemala. Este es el “progreso” de
Guatemala.
Una mascarada sangrienta que está sostenida por
el hambre, la miseria y la enfermedad de una gran masa de la que todos nos
olvidamos, a la que todos ignoramos en el momento de alzar la copa de
champagne, de disfrutar una nueva comodidad, un nuevo “adelanto”.
¡En dónde encontrar una aldaba que sea capaz de
llamar a la conciencia de este torpe país! De este país que fusila a dos
hombres que asesinaron a dos inocentes, pero en el que, día a día, a pausas,
impunemente, estamos asesinando generaciones enteras.
Y disculpe, lector amigo, que lee este
periódico en el desayuno, si mi nota de hoy le arruina un poco el sabor del
desayuno: eso sería un síntoma alentador para usted.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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