“Usted le puede poner el
sello que a usted le guste”, contestó… “pero, para este país, privatización es
la política fundamental”.
Eso es lo opuesto a lo que
usted dijo en 1994”
“Usted tiene que entender
que cada proceso incorpora un cambio”.
EL LEGADO MANCHADO DE
MANDELA
Por John Pilger
Del apartheid al
neoliberalismo en Sudáfrica
Cuando reportaba desde Sudafrica en los 1960, el admirador nazi Johannes
Vorster ocupaba la residencia del primer ministro en Cape Town. Treinta años
más tarde, mientras esperaba en el portal, era como si los guardias no habían
cambiado. Afrikáners[1]
blancos revisaron mis documentos de identificación con la confianza de hombres
seguros en sus trabajos. Uno de ellos llevaba una copia de la autobiografía de
Mandela, Long Walk to Freedom (Larga marcha hacia la libertad), “es muy
inspirador”, dijo.
Mandela recién se levantaba de su siesta de la tarde y se mostraba
soñoliento, los cordones de sus zapatos estaban desatados. Entró al
salón tambaleante y vistiendo una camisa dorada brillante. “Bienvenido”, dijo
el primer presidente de Sudáfrica democrática, rebosante de alegría. “Tiene que
entender que es un gran honor haber sido proscrito de mi país por treinta
años”. La gracia genuina y el encanto del hombre lo hacían sentir a uno bien.
Se sonrió entre dientes a cerca de su elevación a categoría de santo. “Ese no es el trabajo que
yo solicité”, dijo secamente.
A pesar de ello, él estaba muy acostumbrado a entrevistas deferenciales y
fui sermoneado varias veces –“olvidó completamente lo que dije” y “ya le he
explicado ese asunto”. Al no tolerar critica alguna al Congreso Nacional
Africano (ANC, por sus siglas en ingles), el reveló algo del porque millones
de sudafricanos lloraran su partida pero no su “legado”.
Le había preguntado por qué las promesas que él y el CNA habían hecho
al salir de prisión en 1990 no habían sido cumplidas. El gobierno de
liberación, Mandela había prometido, tomaría bajo su mando la economía del
apartheid, incluyendo los bancos –y “un cambio o modificación de nuestra visión
con respecto a esto es inconcebible”. Una vez en el poder, la política oficial
del partido para terminar con el empobrecimiento de la mayoría de sudafricanos,
el Programa de Reconstrucción y Desarrollo (RPD, por sus siglas en ingles), fue
abandonado, con uno de sus ministros fanfarroneando que las políticas del CNA
eran Thacheristas.
“Usted le puede poner el sello que a usted le guste”, contestó…
“pero, para este país, privatización es la política fundamental”.
Eso es lo opuesto
a lo que usted dijo en 1994”
“Usted tiene que
entender que cada proceso incorpora un cambio”.
Entre la gente común y corriente de Sudáfrica, unos pocos se enteraron que
este “proceso” había empezado en la más alta secretividad más de dos años antes
de que Mandela fuera liberado, cuando el CNA en el exilio había, en efecto,
negociado un acuerdo con miembros prominentes de la elite Afrikáner en una
mansión, (Mells Park House) en las proximidades de Bath. Los principales
impulsores fueron las corporaciones que habían apoyado el apartheid.
Durante ese mismo periodo de tiempo, Mandela estaba conduciendo sus propias
negociaciones secretas. En 1982, había sido trasladado de Robben Island a Pollsmoor Prison, en donde
podía recibir y entretener a sus visitas. La finalidad del régimen del
apartheid era dividir el CNA, entre los “moderados” con quienes ellos podrían
“negociar” (Mandela, Thabo Mbeki y Oliver Tambo) y aquellos en los municipios
vanguardistas que lideraban el Frente Democrático Unido (UDF en inglés). En
julio 5 de 1989, fue sacado en secreto de la prisión para reunirse con P.W
Botha, el presidente de la minoría blanca conocido como, Groot Krokodil (el
Gran Cocodrilo). Para Mandela fue un deleite que Botha sirviera el té.
El apartheid racial llegó a su fin con las elecciones democráticas
en 1994, y el apartheid económico adquirió un nuevo rostro. Durante los 1980,
el régimen de Botha le había ofrecido a los empresarios negros prestamos
generosos, permitiéndoles establecer compañías fuera de los Bantustans[2].
Una nueva burguesía negra emergió rápidamente a la par con un rampante
favoritismo. Los jefes del CNA se mudaron a mansiones en “campos de golf y
haciendas”. Mientras las disparidades entre blancos y negros se estrecharon,
estas se ensancharon entre negros y negros.
El refrán familiar de que la nueva riqueza se “desaminaría lentamente” y “crearía
trabajos” se extravió en la sospechosa fusión de empresas y en la
“restructuración” que resultaron en la perdida de trabajos. Para las compañías
foráneas un rostro negro en la mesa de directores aseguraba que nada había
cambiado. En el 2011, George Soros dijo en el Foro Económico de Davos, “Africa
del Sur está en las manos del capital internacional”.
En los municipios la gente apenas experimentó el
cambio y fue sometida a desalojos típicos de la era del apartheid; algunos
expresaban su nostalgia por el “orden” del antiguo régimen. Los logros del post
apartheid en desegregar la vida diaria en Sudáfrica, incluyendo las escuelas, fueron
socavados por los extremos y corrupción de un “neoliberalismo” al cual el mismo
CNA se consagró. Esto condujo directamente a crímenes de Estado,
tales como la masacre de 34 mineros en Marikana en el 2012, la cual evocó la
infame masacre de Sharperville hace más de medio siglo. Ambas habían sido
protestas que demandaban justicia.
Mandela, también, fomentó el compadrazgo en sus relaciones con gente blanca muy rica del mundo de las
corporaciones, incluyendo aquellos que se habían beneficiado del apartheid. Él lo vio como parte de la “reconciliación”.
Quizás él y su amado CNA habían estado en la
lucha y el exilio por mucho tiempo que, estuvieron dispuestos a aceptar y
coludirse con las fuerzas que habían
sido las enemigas del pueblo. Pero estaban
aquellos quienes genuinamente anhelaban un cambio radical, incluyendo algunos
miembros del Partido Comunista Sudafricano, sin embargo, fueron las misiones
cristianas y su poderosa influencia las que probablemente dejaron la huella más
indeleble. Los blancos liberales en casa y en el exterior se entusiasmaron con
esto, a menudo ignorando o acogiendo la renuencia de Mandela a especificar una
visión coherente, como lo habían hecho Amílcar Cabral y Pandit Nehru.
Irónicamente, ya en retiro Mandela pareció cambiar, alertando al mundo sobre
los peligros que representaban George W. Bush y Tony Blair en un ambiente post 9/11. La descripción de
Blair, como el “ministro de relaciones exteriores de Bush” fue traviesamente calculada;
su sucesor, estaba a punto de arribar a Londres para reunirse con Blair. Me
pregunto cuál sería su opinión sobre el reciente “peregrinaje” a su celda en
Roben Island por parte de Barack Obama, el implacable carcelero de Guantánamo.
Mandela se mostró infaliblemente gentil. Cuando la entrevista había
terminado, el me dio unas palmaditas en el brazo, como diciéndome que estaba
perdonado por haberlo contradecido. Caminamos hacia su Mercedes plateado en el
cual su pequeña cabeza cana se consumió entre la manada de hombres blancos con
armas enormes y dispositivos electrónicos en sus oídos. Uno de ellos dio una
orden en Afrikaans y él desapareció.
Traducido del inglés por Marvin
Najarro
El filme de John Pilger, Apartheid Di Not Die, puede ser visto en http://www.johnpilger.com/
[1] Los afrikáneres o bóeres (también
llamados bóers, afrikaanders, afrikaaners, burghers u holandeses del Cabo) son
un grupo étnico de origen neerlandés cuya área de asentamiento se extiende
fundamentalmente por territorios de Sudáfrica y de Namibia. Históricamente, la
identidad de este pueblo ha pivotado sobre dos elementos fundamentales: la
lengua afrikáans, derivada del neerlandés, y la religión calvinista.
La comunidad afrikáner tuvo su origen en la
colonización neerlandesa del área del Cabo de Buena Esperanza, que comenzó a
mediados del siglo XVII y conllevó una lenta pero constante inmigración hacia
África del Sur de colonos europeos procedentes fundamentalmente de Holanda,
pero también de Francia y del Norte de Alemania. (Wikipedia)
[2] Bantustán es el término que designa
cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de
habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia), en
el marco de las políticas segregacionistas impuestas durante la época del
apartheid. Tanto en la República Sudafricana como en el territorio aledaño de
África del Sudoeste (por entonces, bajo su ocupación y administración), se
establecieron diez reservas de esta clase, destinadas a alojar y concentrar en
su interior poblaciones étnicamente homogéneas. (Wikipedia)
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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