Entre los pasajes de
la historia olvidada de Guatemala, están aquellos que corresponden a las
sublevaciones de los campesinos de las montañas del oriente del país. A
mediados de octubre de 1847, diez años después de la primera rebelión que había
sido dirigida por Rafael Carrera en contra del gobierno democrático de Mariano Gálvez,
surgió otra en el oriente de la república. Esta rebelión (llamada la “guerra de
la montaña”), era de los “montañeses” contra la tiranía de Carrera. Estos
rebeldes conocidos como “Lucíos” o “la facción de los Lucíos” habían adoptado
ese nombre de su máximo líder José Lucío López, un terrateniente jutiapaneco y
comerciante acomodado que denunció las anomalías del régimen de Carrera lo que provocó
que fuera asesinado. Pero su muerte no acabó con el movimiento, enfurecidos sus
seguidores por la muerte de López tomaron por asalto la hacienda de Palencia
propiedad de Rafael Carrera, dando inicio a una lucha que se prolongaría hasta el
final del conflicto, el 15 de diciembre de 1863, cuando los “Lucíos”, Agustín
Pérez y su hermano Pablo, fueron capturados y fusilados en Jutiapa. Vale
destacar que las acciones de los “facciosos”, “montañeses” o “lucíos, son ante
los ojos de algunos escritores liberales, “tropelías”, actos de “bandolerismo” o
de “brutalidad” motivados por la ambición y el odio. Sin embargo, esas apreciaciones
descalificadoras, las mismas que se siguen utilizando contra los movimientos
campesinos de hoy en día, obvian que la insurrección de los Lucíos fue por reivindicaciones
sociales y políticas, ante el más terrible abandono en que se encontraban las
masas campesinas, pues de hecho, los colonos y mozos de las grandes propiedades
agrícolas de la Iglesia vivían en condiciones de esclavitud. Los Lucíos fue una
guerrilla progresista que se sublevó ante los atropellos y las injusticias de
la tiranía, al igual que lo hacen hoy las masas campesinas en las montañas del
oriente de Guatemala.
LA FACCIÓN DE LOS
LUCÍOS
Tomado del libro
“Crónicas y tradicionales orales de Jutiapa”, de Luciano Castro Barillas.
Las rebeliones campesinas de las montañas del
oriente de Guatemala fueron movimientos políticos de doble signo, es decir, una
incasable disputa entre dos bandos, aparentemente distintos, pero con iguales
intereses de clase. Nos referimos a los liberales y a los conservadores. Esos
dos partidos del siglo XIX estaban integrados por personas que descendían de
los conquistadores. Los liberales eran menos ricos que los conservadores y en
el fondo esas eran las razones de sus diferencias. No estaban preocupados por
el destino de los dos grandes grupos sociales marginados de esa época: los
indígenas y los ladinos. Y menos aún del joven país. Todo el pleito entre esos
dos grupos de politiqueros era por la envidia y la codicia.
La primera insurrección campesina se da contra
el gobierno democrático del doctor Mariano Gálvez, por instigaciones del sector
ultraconservador de los criollos, aliados con la Iglesia Católica en el año de
1837. Estas primeras guerrillas campesinas son jefeadas por un ignorante pastor
de cerdos llamado Rafael Carrera, quien se oponía a los esfuerzos de
modernización del Estado emprendido por el gobierno, digamos progresista, del
doctor Gálvez. El programa político del doctor Gálvez tuvo, entre otras cosas
avanzadas para la época, la creación del matrimonio civil, pues por esos años
solo existían los matrimonios eclesiásticos de la iglesia, lo cual iba en
detrimento de los intereses de la Iglesia, quien difundió la calumnia que el
matrimonio civil y el divorcio era instituciones creadas por el demonio y
contrarias a Cristo. También se hicieron importantes esfuerzos de reforma del
código procesal penal integrado por jurados de conciencia, que juzgaban
directamente a las personas y no papeles, o sea gruesos expedientes que por lo
común pasaban años guardados en las gavetas de los tribunales. Pero hay que
hacer una aclaración. Las guerrillas de Carrera eran antidemocráticas e
incondicionales servidores de la Iglesia Católica. La Iglesia los manipulaba en
función de sus intereses, porque no hay que olvidar que era la gran propietaria
de la tierra agrícola, de innumerables inmuebles urbanos y además fueron ellos
los primeros prestamistas, contrario a lo enseñado por la doctrina cristiana,
en cuanto a que los religiosos no deben estar apegados a los bienes materiales.
Las guerrillas derechistas de Rafael Carrera se conocían por esos años como “facciones”. De allí el otro nombre con
que se conoce a los guerrilleros: facciosos. Esas guerrillas era conocidas como
los “facciosos carreristas” o los “faccioso cachurecos”, por su obediencia
ciega a lo que les ordenaba la Iglesia Católica.
La segunda rebelión campesina ocurrió cuando ya
Rafael Carrera se había hecho con el poder, en el período comprendido entre
1846 y 1851. Esta insurrección campesina fue por reivindicaciones sociales y
políticas, ante el más terrible abandono en que se encontraban las masas
campesinas, pues de hecho, los colonos y mozos de las grandes propiedades
agrícolas de la Iglesia vivían en condiciones de esclavitud. A estas guerrillas
progresistas les llamaron “Los Lucíos”,
por el nombre de su máximo jefe, campesino y próspero comerciante originario de
la aldea Encino Gacho, del municipio de Jutiapa, cuya familia se había radicado
en Palencia por esos años.
La última rebelión campesina fue la de “Los Remicheros”, otra guerrilla
campesina contrarrevolucionaria o de derecha y tuvo por escenario, nuevamente,
el departamento de Jutiapa, por esos años Jutiapa pertenecía al Distrito de
Mita, que incluía también dentro de su territorio a los actuales departamentos
de Jalapa y Santa Rosa. Las masas campesinas fueron nuevamente manipuladas por
la Iglesia Católica, en esa época sí fue afectada de manera real, porque les
confiscaron sus grandes extensiones de tierras y propiedades urbanas, además
del negocio de préstamos; por las medidas que el gobierno liberal de Justo
Rufino Barrios puso en marcha. Los liberales en todo el mundo eran anticlericales,
es decir, contra de los curas; porque no eran o no sean quizá, el mejor ejemplo
de una vida cristiana. La rebelión estalló el 14 de noviembre de 1873 en las
montañas de El Pashte o El Durazno, como a dos años y medio del triunfo de la
Revolución Liberal. Esa montaña se encuentra ubicada entre los municipios de
San Luis Jilotepeque y San Pedro Pinula del departamento de Jalapa. Eran
jefeadas por Leandro Cruz y al cabo
de ocho meses de campaña fueron aniquilados por el general Justo Rufino Barrios
en persona en la Batalla del Cubilete, pequeño cerro o volcán ubicado al
oriente de la aldea Achuapa, hoy
cabecera del municipio de El Progreso, Jutiapa.
Ahora bien, a rebelión campesina de mayor
importancia militar e incidencia histórica, asimismo por el teatro de
operaciones y tiempo transcurrido fue la de Los Lucíos. Esa insurrección contra
Rafael Carrera encontró respaldo en casi todo el país. La rebelión estalló
entre la noche del 15 y la madrugada del 16 de octubre de 1847, tomando por
asalto la hacienda de Palencia, propiedad de Rafael Carrera y que anteriormente
fuera propiedad de los curas dominicos. Los conservadores y los curas dominicos
para congraciarse con Carrera se la dieron como regalo por “los heroicos servicios prestados a la Patria”, pasando por alto
que a causa de las intrigas de los guatemaltecos, principalmente, se dio el
rompimiento definitivo de la República Federal de Centro América. La propiedad
constaba de 96 caballerías y en esa propiedad la mujer de Rafael Carrera
acaparaba todos los artículos de primera necesidad, provocando la artificial
escasez un encarecimiento de precios. Esta situación anómala fue denunciada por
un terrateniente jutiapaneco y comerciante acomodado llamado José Lucio López, ya por esos años un
hombre joven de cuarenta y tres años de edad y de gran prestigio en Palencia.
Era de estatura mediana, moreno, de tupida barba, de torso ancho y
experimentado jinete y amansador. Al final, fue asesinado por Carrera por sus
constantes críticas al régimen, entre ellas una de carácter particular: la
restricción a la actividad comercial de los guatemaltecos, en especial a los
vecinos de Palencia, contra quien Carrera tenía ojeriza y en cuya ceiba ahorcó
al general Serapio Cruz, conocido liberal de esos años, popularmente conocido
como Tata Lapo. El crimen cometido
contra familiares de José Lucio López fue la gota que derramó el vaso y dio
origen al asalto de la hacienda de Carrera. El Estado Mayor de la guerrilla de
José Lucio López lo integraron Francisco Carrillo, Mauricio Ambrosio, Agustín
Pérez, Roberto Reyes y León Raymundo; sin embargo, la ignorancia y barbarie de
muchos que se sumaron al movimiento rebelde, echaron a perder los nobles
ideales de la rebelión contra el régimen conservador y de justicia social,
asimismo de libertades políticas y económicas.
Se desplazaron los insurrectos a la tierra
natal de José Lucio López y en Encino Gacho y Huertas contaban Los Lucíos con
un fortísimo y temido contingente de hombres equipados con arma blanca: machete
corvo, machete calabozo, puñal y navaja de cola para degollar a los enemigos.
Les apodaban el Batallón de los
Macheteros o Batallón de los
Rodajeadores, por aniquilar a sus enemigos virtualmente en rodajas o picadillo, como estilan decir todavía
los campesinos de la montaña. La generalización del conflicto causó profundas
preocupaciones a Carrera, a los conservadores y al clero, que pronto aceitaron
su maquinaria propagandística y desinformativa a través de la Gaceta de Guatemala, en cuyas páginas
se disminuía la explosiva situación del país. La edición del 10 de diciembre de
1847 consignaba lo siguiente: “Continúan
los avisos de que en las montañas que están al oriente de esta ciudad hay
partidas de ladrones y asegúrase que una de ellas entró anoche a Jalpa y
asesinó al alcalde segundo. Pero esos ladrones o lo que sean, no tocan el
distrito de San Rosa, ni pueden hacer pie en el de Mita, donde la actividad y
la energía del general Solares y el coronel Figueroa, mantienen inalterable el
orden público. Las consecuencias ya se dejan ver. Por lo demás en todos los
departamentos reina la tranquilidad”.
En el desarrollo del conflicto, que tendía a
internacionalizarse por el hecho que El Salvador proporcionaba armas a la
facción de Los Lucíos, Rafael Carrera dispone ampliar las medidas de control
social, político y militar, creando nuevas circunscripciones territoriales para
mejorar la administración polític-militar. Con prontitud se emite un Decreto
que en su parte esencial consigna lo siguiente: “(…) y lo diseminado que se hayan los habitantes del departamento de
Mita, es indispensable por las causas indicadas… DECRETA: 1º. El departamento
de Mita se divide para su mejor administración en tres distritos que se
denominarán; el primero Jutiapa, el segundo Santa Rosa y el tercero Jalapa. 2º.
El Distrito de Jutiapa comprenderá las poblaciones siguientes: Jutiapa como
cabecera, Yupiltepeque, las dos Mitas y sus valles con Suchitán, San Antonio,
Achuapa, Atescatempa, Zapotitlán, Contepeque, Chingos, Quequesque, Limones,
Tempisque, Comapa, Jalpatagua, Azulco, Conguaco y Moyuta. Guatemala, 23 de
febrero de 1848”.
Las atrocidades sobredimensionadas, pero
algunas ciertas, eran invariablemente publicadas en la Gaceta de Guatemala, que
funcionaba, como siempre ha sido; como relacionista público del Estado y en ese
caso como órgano de divulgación de los partes de guerra de las fuerzas de
Carrera; sin embargo, lo dicho en esa ocasión era vedad, no simple propaganda: “(…) sabidas son las violencias que el 16
pasado cometió la partida de Agustín Pérez en Santa Catarina Mita y las
depredaciones que a principios de este ejecutó en la hacienda San Jerónimo, la
que capitaneaba el indio Lucas”. Los partes de guerra favorables o
minimizados no cesaban de fluir para llevar tranquilidad a la población y restarle
base social a las guerrillas de Los Lucíos. He aquí otro ejemplo de lo
publicado por esos años: “(…) de Jutiapa
se da cuenta que la tranquilidad está retornando, aunque lentamente. Y los
destacamentos que ejercen vigilancia en estos lugares salen periódicamente en
nuevas partidas que todavía han quedado sin ser ya una amenaza efectiva. De
Santa Catarina Mita comunican que se ha capturado al cabecilla Ramón Aguilar,
quien iba solo y fugitivo”.
Ya para 1860 Los Lucíos entraron en un período
de agotamiento y ante los constantes sitios y asaltos a que era sometida la
población de Jutiapa, se destacó para combatir a los guerrilleros de filiación
liberal al entonces teniente coronel don Leandro Navas, bajo cuya dirección se
remodeló el fuerte de la villa de San Cristóbal Jutiapa construyéndole un altillo, o sea un segundo nivel, con
torre de reloj al medio y troneras para el oriente para contener una eventual
invasión de los salvadoreños. Se sumó a las operaciones contrainsurgentes don
Mariano Arzú, quien por cierto nunca pudo tomar las fortificaciones de los
cantones rebeldes de la Montaña de Jutiapa y tuvo que bajar en algunas
ocasiones con considerable cantidad de muertos y heridos. Al final del
conflicto de Los Lucíos, Agustín Pérez y su hermano Pablo, fueron capturados y
fusilados en Jutiapa el 15 de diciembre de 1863, a las doce del día y
enterrados a un costado de la iglesia parroquial de Jutiapa.
Las responsabilidades del enterramiento el
dictador Carrera se las trasladó al cura de la villa, concluyendo de ese manera
el movimiento armado de Los Lucíos, quienes se alzaron en armas contra las
arbitrariedades de Carrera, la Iglesia y los conservadores. Los Lucíos
pervivieron muchos años en la memoria de los jutiapanecos con encontrados
sentimientos de admiración, temor y odio.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
3 comentarios:
Muy buen artículo. Los saludo desde Zacapa.
El dato que Rafael Carrera asesino al Mariscal Serapio Cruz es totalmente errónea.
Algunos comentarios.
Interesante su escrito y muy bien redactado, hace que uno mantenga la lectura y el interés en el tema. Solamente quisiera hacer algunas observaciones.
1. Los "Montañeses" o la "Rebelión de la Montaña" hace referencia a los grupos de civiles que apoyaban a Rafael Carrera en contra de Barrundia y Morazán. No se refiere a los Lucios.
Recomiendo leer el libro Los Montañeses de Pedro Tobar Cruz.
2. El movimiento de los Lucios degeneró notablemente en corto plazo y se convirtieron en saqueadores muy temidos.
3. Serapio Cruz (Tatalapo) a pesar de ser liberal, fue un leal compañero de Carrera que era conservador. De hecho fue uno de los generales que le acompañó en la batalla de La Arada.
4. Serapio Cruz murió en proximidad de Palencia, pero en el año 1870 en un enfrentamiento contra las tropas del General Antonio Solares quien dispuso que le cortaran la cabeza para enviarla a la capital como señal de la derrota de Tatalapo. Para ese entonces Carrera ya tenía 5 años de muerto.
Estos hechos ocurrieron durante el gobierno de Vicente Cerna.
5. Los escritores liberales han hecho de la figura de Carrera algo totalmente distorsionado. El nació en el barrio de la Parroquia y no era pobre o miserable, tenía sus propiedades y recursos.
Efectivamente no aprendió a leer o escribir, algo común en aquella época.
En tono despectivo los escritores liberales se refieren a él como indio, ignorante, cochiquero o chochero. Si se dedicaba a la crianza y comercialización de cerdos, pero en una posición bastante acomodada para su época.
Y su falta de educación fue compensada por la genialidad militar natural, el conocimiento del terreno y el recurso a la guerra de guerrillas. Luego ejerció el gobierno y no precisamente con la crueldad que los liberales le achacan, pero cubren en el caso de J. Rufino Barrios.
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