El proceso revolucionario
venezolano debe ser defendido con todo y el presidente Maduro con su acción
contra los golpistas ha demostrado que sabe que al enemigo hay que darle duro,
sin contemplaciones, sin guantes y a puño limpio, porque en la actual coyuntura
venezolana la preservación de la revolución es asunto de vida o muerte. Ya
Maduro lo acaba de decir: “yo como presidente de la República no voy a permitir
que a Venezuela le pase lo que le pasó a Chile en el 1973”.
MADURO SE QUITA LOS GUANTES
Ese es el título de un artículo publicado en la red por el portal Business
Insider. Por su puesto que lo escrito por una tal Linnete López no es una
defensa de las últimas medidas tomadas por el gobierno del presidente Maduro contra la llamada oposición por su implicación en el último intento de golpe de
Estado, pues es obvio que no se puede esperar eso de una publicación
proimperialista. Por el contrario, el encabezado es una referencia al nivel de
intolerancia al que, según el artículo, se ha llegado en Venezuela donde ya no
se permite ningún tipo de disidencia -con hombres enmascarados secuestrando a
líderes políticos de la oposición. Esto no es poca cosa, hasta este punto ha
llegado el régimen venezolano en su coqueteo con la autocracia, aunque no la ha
abrazado abiertamente, puntualiza la nota.
Teniendo en cuenta que Venezuela, su proceso revolucionario y su
democracia, han estado todo este tiempo bajo el constante ataque de las fuerzas
contrarrevolucionarias, lideradas por los EE.UU y sus lacayos de la oposición ultraderechista
venezolana y latinoamericana, nada nos alegra más que darnos cuenta que el
gobierno del presidente Maduro se esté quitando los guantes de seda con los que
ha tratado a la oposición golpista, y este a puño limpio noqueando de una buena
vez a sus enemigos, a quienes ya les ha tolerado demasiados desmanes, que nada
tienen que ver con las acciones de una oposición organizada que busca cambios
dentro del marco constitucional, sino todo lo contrario, son acciones
contrarrevolucionarias, desestabilizadoras, subversivas y criminales que tienen
como objetivo supremo el derrocamiento por la vía violenta del legítimo gobierno
venezolano y la instauración de un régimen antidemocrático pro yanqui.
Venezuela está bajo ataque, todas las fuerzas de la reacción se han
alineado en su contra, hasta el “gran perro”, como le llaman a Bill Clinton en
los pasillos de Washington, está
exigiendo en tono amenazante, que sin demora se liberen a los presos políticos.
La participación de un personaje de las características del ex presidente
Clinton en los asuntos internos de Venezuela, es una señal ominosa que no debe
tomarse a la ligera. Suponer que Bill Clinton por ser un “demócrata” y “defensor
de los derechos humanos” no debería actuar de esa manera, es una inocentada. No
hay que olvidar el papel de Clinton en Irak donde gracias al embargo genocida
impuesto sobre ese país murieron unos 500,000 niños, y en la guerra de los
Balcanes que terminó destruyendo a la antigua Yugoslavia.
Cada día que pasa aumentan las voces enemigas que demandan la renuncia del
presidente Nicolás Maduro acusándolo de no tener la suficiente legitimidad. Los
enemigos del proceso democrático bolivariano ni siquiera están dispuestos a
llegar a las próximas elecciones, no están interesados en el respeto a la
legalidad constitucional, la democracia y la paz. Su fin último es el cambio de
régimen y los pasos que están dando en esa dirección son cada vez más agresivos
y descarados. Esta vez fue un intento de golpe de Estado que pudo ser
desarticulado a tiempo. ¿Qué es lo próximo en el arsenal de la conspiración
imperialista? ¿Un ejército mercenario o los marines norteamericanos
incursionando en territorio venezolano?
Estas son interrogantes que plantean, no un escenario hipotético, sino uno
basado en antecedentes históricos, que puede muy bien tener lugar en Venezuela,
donde ya dijimos, las fuerzas contrarrevolucionarias convergen en un mismo
objetivo que no es otro que el aniquilamiento del gobierno de Maduro y con ello
todo lo que signifique la Revolución Socialista
Bolivariana.
Sobra decir que Venezuela es el foco de una amplia ofensiva
desestabilizadora dirigida desde el centro del poder hegemónico global que en
su desbocada carrera por mantener su supremacía está utilizando todo sus armas
con el fin de aplacar cualquier resistencia o amenaza a sus designios
imperiales. Washington, a pesar de lo que digan sus funcionarios y de lo que
crean otros, sigue considerando a Latinoamérica como su patio trasero. Y en la
actual confrontación mundial con sus dos grandes rivales Rusia y China por el
establecimiento y control de zonas o esferas de influencia, Estados Unidos no
está dispuesto a dejarse arrebatar su enorme zona de influencia al sur de su
frontera.
Venezuela, por sus recursos energéticos, su ubicación estratégica, la
orientación ideológica de su proceso revolucionario y su liderazgo político en
la región, constituye un obstáculo que interfiere en los cálculos políticos de
Washington para recuperar el dominio sobre lo que siempre ha considerado su
zona exclusiva de injerencia política y económica. Por esa razón muy básica de
geopolítica, Estados Unidos le ha declarado la guerra a Venezuela, y es en este
contexto de agresión imperialista que el gobierno del presidente Maduro debe
actuar y responder, tal y como lo ha hecho en esta ocasión tras el fallido
intento golpista.
El pacifismo, la moderación o los constantes llamados al diálogo únicamente
sirven para envalentonar a al enemigo que ve en esas actitudes signos de
debilidad. A caso no se ha visto en otras partes como actúa la derecha y el
imperialismo cuando el orden que han establecido y quieren preservar es
amenazado por fuerzas que buscan cambios democráticos. A caso no nos dimos
cuenta como acabaron con Ocupy Wall Street o como respondieron a las protestas
en Ferguson, o como reprimen en México, Colombia, Honduras y Guatemala a los
movimientos populares. Ciertamente las relaciones de poder determinan el grado
de respuesta, pero si se espera que esa ecuación sufra un cambio radical
favorable, mientras se está bajo ataque, lo más probable es que se llegue a un punto
cuando todo intento de reacción será demasiado tardío, y en este sentido los
ejemplos que nos da la historia son muchos.
El proceso revolucionario venezolano debe ser defendido con todo y el
presidente Maduro con su acción contra los golpistas ha demostrado que sabe que
al enemigo hay que darle duro, sin contemplaciones, sin guantes y a puño limpio,
porque en la actual coyuntura venezolana la preservación de la revolución es
asunto de vida o muerte. Ya Maduro lo acaba de decir: “yo como presidente de la
República no voy a permitir que a Venezuela le pase lo que le pasó a Chile en
el 1973”.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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