No solo la
ultraderecha citadina votó por el NO. El voto mayoritario lo hizo posible la
percepción de injusticia de sectores medios y populares, de izquierda y
derecha. No es la demagogia y la maña de Uribe el que los convenció. Los
convenció de votar por el NO el único aspecto viciado de los acuerdos de paz
sobrecargado de impunidad. Ese fue el problema. La confianza excesiva que los
Acuerdos de Paz no debían llevar afeites de injusticia.
LA IMPUNIDAD, EN LOS DELITOS DE LESA HUMANIDAD,
DESCALABRÓ LOS
ACUERDOS DE PAZ EN COLOMBIA
Y OXIGENÓ A UNA
DERECHA YA EN BANCARROTA
Por Luciano Castro Barillas
En ninguna parte del mundo, durante casi todo
el siglo XX y en la totalidad de los diez y seis años del siglo XXI, podrán
dejar de ser penalizados los delitos de lesa humanidad, es decir, los crímenes
de guerra, donde ordinariamente las víctimas de estos actos atroces,
despiadados e inhumanos, son la población civil desarmada, entre otros, niños,
mujeres y ancianos. Esos horrores perpetrados contra grandes contingentes de
seres humanos son inexcusables, y no pueden justificarse de ninguna manera, ni
por ideologías de derecha que proclaman la ley y el orden ni por ideologías de
izquierda en su lucha por la construcción de una democracia revolucionaria. Una
impunidad signada por la lenidad, por el encubrimiento tipificado en un
concepto grosero de una amnistía, no conduce sino a abonar los resentimientos
de los familiares de las víctimas que lo que piden única y exclusivamente es justicia.
De las dos clases de justicia que hay en el ámbito del derecho penal en el
mundo entero: o una justicia retributiva (castigo y cárcel para el perpetrador o
los perpetradores); o una justicia restaurativa (reparación
del daño causado).
En los casos de crímenes de guerra o muerte
masiva, la justicia penal tiene que ser
aplicada de las dos maneras, porque, sencillamente, no hay al final manera de
cómo paguen los criminales sus actos truculentos y no hay manera de disminuir
el dolor de los familiares sobrevivientes, por tantas vidas que pudieron ser de
gran utilidad para la sociedad. Todo hombre por sencillo que sea, tiene una gran
utilidad para la vida y no es un desecho para la muerte. Todos los
seres humanos somos iguales en dignidad y en derechos. Pero alguien por allí
tuvo la pésima percepción por una fuerte indigestión ideológica que hizo a
muchos seres humanos en Colombia descartables y el resultado fue más de medio
siglo de guerra interna donde oligarcas
y sectores populares, unos más, otros menos; fueron tocados por el dedo infame
de Tanatos y llevados más temprano que tarde a la sepultura.
Hubo innegable voluntad de negociación de las
partes, FARC-EP y Oligarquía; para llegar a entendidos que permitieran
implementar una verdadera democracia social en Colombia la cual conferiría mejores
condiciones de vida a las grandes mayorías del pueblo colombiano. Era un
monumental contrato social que organizaría de mucho mejor manera la vida
social, económica y política de Colombia, pero hubo una falla en el instrumento
jurídico-político, que fue el detonante real de que pasó pese a la euforia de
los Acuerdos de Paz suscritos en La Habana y la ceremonia triunfalista de
Cartagena: ningún ofendido por los dos bandos podía aceptar impunidad para los
dos bandos, pues tan graves fueron los crímenes cometidos por el
uribismo-paramilitarismo, como atroz también períodos innecesariamente
prolongados de secuestro de policías, militares y políticos en los territorios
selváticos bajo control de las FARC-EP (Fidel Castro emitió incluso
declaraciones en contra de esas prácticas inhumanas).
Esos excesos de las dos partes, de los cuadros
operativos e intelectuales de las FAR-EP y la Oligarquía-ejército colombiano,
fueron los que dieron al traste con el referendo que a duras penas gano el NO.
No solo la ultraderecha citadina votó por el NO. El voto mayoritario lo hizo
posible la percepción de injusticia de sectores medios y populares, de
izquierda y derecha. No es la demagogia y la maña de Uribe el que los
convenció. Los convenció de votar por el NO el único aspecto viciado de los
acuerdos de paz sobrecargado de impunidad. Ese fue el problema. La confianza
excesiva que los Acuerdos de Paz no debían llevar afeites de injusticia.
Los acuerdos de paz colombianos están
debidamente encarrilados y solo encontraron a su paso una profunda incisión que
les pegó un remezón a todos. Se trata ahora de darle participación al peor
convidado de piedra, el ex presidente Uribe, que en declinación por su
fundamentalismo irracional encubierto de habilidad retórica; recibió una bocanada
de aire fresco con el error aludido.
El fenómeno de la restauración conservadora
está llegando a su fin en todo el mundo y Colombia pareciera ser la excepción,
pero no se puede ir en contra de la dinámica de la historia: la conferencia
internacional de le energía celebrada en Turquía restaurará los precios reales
del petróleo y los países que viven de estas exportaciones primarias podrán,
por fin, tras cuatro o cinco años de acoso económico, fortalecer sus
estructuras financieras para que haya dinero sano y poder de ese modo sacara
adelante a sus respectivas democracias y sus modelos sociales. Uribe no tiene
futuro ante el actual movimiento y acuerdos energéticos del mundo. La
restauración conservadora ha llegado a su fin y los capitalismo encabezados por
Estados Unidos y sus satélites tienen que enfrentar, a la vuelta de la esquina,
su segunda y decisiva crisis financiera, que ahora, da la casualidad, quieren
resolverla incendiando el mundo a bombazos.
La paz en Colombia tiene un gran futuro, en
tanto se fundamente sobre la justicia. Porque, por ejemplo, hay muchos
paramilitares presos y extraditados, pero falta el principal: Alvaro Uribe, un
pequeño y hasta diminuto hombre (con complejo de Napoleón), pero revestido de
la más absoluta maldad. Ese don se tiene que ir en primer lugar en el nuevo
paquete de los Acuerdos de Paz en Colombia.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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