No transcurrió mucho tiempo,
desde que asumió la presidencia, para que Donald Trump finalmente se quitara la
máscara y mostrara ante el mundo su verdadero rostro de macho militarista
consumado, que ha caracterizado con escasas variantes a la mayoría de los
ocupantes de la Casa Blanca y su entorno de belicosos asesores fuertemente
ligados al complejo militar industrial que se alimenta del jugoso negocio del
caos y de la guerra sin fin.
MACHO TRUMP AL ATAQUE
Unos días antes del sospechoso ataque con gases químicos sobre una
población en la provincia siria de Idlib que causo varias víctimas fatales, el
gobierno de Donald de Trump había declarado que la permanencia del presidente
Assad era un asunto que correspondía al pueblo de Siria, o sea Estados Unidos
desistía de su intención de provocar la caída del presidente sirio. Enseguida
esa sa posición experimentó un abrupto cambio, Trump tras manifestarse
profundamente conmovido por las víctimas del ataque químico, acción que de
inmediato se le atribuyo a Al Assad sin pruebas concluyentes, declaró que ese
horrendo hecho era una afrenta a la humanidad y que no debía ser tolerado, dijo
además que su actitud hacia el presidente sirio había cambiado y que muchas
muchas líneas se habían cruzado, mas allá de una línea roja. Si especificar,
Trump dejó abierta la posibilidad de una represalia militar a su manera y en el
momento que él lo considerara apropiado.
Sin ninguna información previa, Trump dio la orden atacar Siria, desde
buques lanza misiles en el Mediterráneo se disparan 59 misiles Tomahawk contra
la base de la fuerza aérea siria de Al Shayrat, en la provincia de Homs, que
según el mismo Trump, justificando el ataque, era el lugar desde donde habían
despegado los aviones sirios que realizaron el ataque mortal con armas químicas
sobre la localidad de Khan Sheikhoun en la provincia de Idlib. Las reacciones
no se hicieron esperar, desde los terroristas de Al-Qaeda, la prensa
proimperialista y hasta los enemigos más acérrimos de Trump en Washington y
Europa celebraban efusivamente la muestra del poderío militar estadounidense
contra el carnicero Assad y su protector, el matón Putin. Trump, como todo buen
imperialista, invocaba la sabiduría de dios al tener que lidiar con un dictador
como Al Assad, cuyo arsenal de armas químicas era un asunto de suma importancia
para la seguridad de los EE.UU, expresó además que todos los previos intentos
de cambiar el comportamiento de Al Assad habían fracasado, pidió a las naciones
civilizadas unirse a los EE.UU y buscar detener la carnicería en Siria y acabar
con todo tipo de terrorismo.
Hasta aquí, al menos desde la perspectiva de los partidarios del cambio de
régimen en Siria, todo había sido un éxito y Trump se mostraba ante el mundo y
sus enemigos dentro del establishment estadounidense, a diferencia de su
antecesor, como un líder resoluto dispuesto a hacer valer la condición de potencia
dominante de los EE.UU en la región, detener a Al Assad, y echar por tierra la
versión difundida por sus enemigos, de ser un títere de Putin, que por mucho
tiempo lo ha tenido entre las cuerdas. Sin embargo muy pronto empezaron a
surgir algunos hechos que le colgaban un manto de duda a la operación militar
ordenada por Trump. Parecía que el sorpresivo ataque no había sido tal, Rusia
-y por lo tanto Siria- ya habían sido avisados con antelación sobre el ataque lo
que significó que tuvieran tiempo de evacuar la base aérea y poner a salvo gran
parte de su equipo militar y solo dejar algunos viejos aviones de combate que
estaban en reparación.
Al final de cuentas todo lo que se había informado a cerca de la exitosa
operación militar que había dañado seriamente las instalaciones de la base aérea militar de
Al Shayrat, que eliminaba la capacidad de vuelos de los aviones sirios y rusos,
terminó siendo una operación de escaso impacto, ya que si el principal objetivo
del ataque era poner fuera de servicio la base aérea, este no se consiguió al
quedar intacta la pista de aterrizaje, que precisamente ha sido utilizada de
nuevo por los jets sirios para atacar las posiciones de los terroristas en la
localidad Khan Sheikhoun que paradójicamente fue el escenario de los ataques
con armas químicas que condujeron a la represalia ordenada por Trump. A lo
anterior hay que añadir, según han reportado varios medios, que solo una parte
de los 59 misiles disparados (23) lograron hacer impacto, ¿qué sucedió o que
destino tuvieron los restantes? Se especula que pudieron ser derribados o
desviados de su curso por los sistemas de defensa rusos, sin embargo, es muy
posible que hayan sido derribados por los sistemas de defensa sirios, ya que en
virtud de la vigencia del Memorándum para la Prevención de los Incidentes
Aéreos con EEUU, Rusia se abstendría de interceptar los misiles Tomahawk los
cuales no iban dirigidos contra sus instalaciones militares en Siria.
Pero la cuestión más apremiante, es la que gira en torno a los motivos de
Trump para atacar Siria de manera repentina. Es improbable que la operación
militar haya sido decidida exclusivamente en respuesta al ataque con armas
químicas, más bien se trata de algo que se venía cocinando desde hace mucho
tiempo atrás y solo se estaba a la espera del momento o el pretexto adecuado
para su ejecución, el sospechoso ataque químico sirvió a ese propósito. De igual manera, es
también improbable que el gobierno de Al Assad, en momentos en que está
obteniendo importantes victorias militares contra las fuerzas terroristas, haya
perdido el buen juicio y decidido usar armas químicas que desde el punto de
vista militar y político no le iban a aportar absolutamente nada, y si la
condena total de aquellos que piden su cabeza. Por lo tanto y descartando la
teoría del ataque sorpresa y la repentización del mismo por parte de Trump, es
válido concluir que esta acción militar tenía
el objetivo deliberado de demostrarle a Rusia, el principal soporte de Assad
política y militarmente, que los EE.UU están dispuestos a profundizar su
intervención en Siria y recuperar su papel de actor dominante en el conflicto el
cual ha sido gravemente dañado a causa de la intervención rusa que ha bloqueado
su estrategia imperialista de eliminar a Al Assad y destruir a Siria. Es decir,
Trump y el Pentágono o a la inversa, quieren a Rusia fuera de Siria, el pastel
no puede ser compartido, si acaso algunas migajas para el pobre oso.
Acto seguido, y como otra muestra de que nada surgió de improviso, el
presidente Trump le informa al presidente chino, Xi Jinping, quien se encontraba de visita oficial en la
segunda Casa Blanca de Mar a Lago en Florida, que su orden de disparar una andanada
de Tomahawks contra Siria se acababa de ejecutar. El mensaje no pudo ser más
claro para el mandatario chino, o atendía las exigencias estadounidenses de
arreglar el asunto de la errática Corea del Norte, o vería como los misiles de
su linda armada llueven sobre su vecino. Es obvio que el presidente Xi Jinping entendió
a cabalidad el despliegue de arrogancia imperial del envalentonado Trump que
vio como después de su despliegue de virilidad, al mejor estilo del clásico
pistolero del viejo oeste, hacia subir los índices de popularidad de su
alicaída imagen. Pero aun había más, el jueves 13 de abril el Pentágono hacía
estallar la llamada “madre de todas la bombas” en una remota región montañosa
en Afganistán, supuestamente para eliminar la grave amenaza que representaban unos
30 terroristas del EIIL que se escondían en la cuevas de ese lugar. Según M. K
Bhadrakumar (Indian Punchline) el uso de este artefacto explosivo es análogo a
lo que hace un perro (EE.UU) cuando orina para marcar territorio (Afganistán)
de manera que los otros perros(Rusia, China e Irán) entiendan el mensaje de la
orina y las consecuencias que acarrearía el traspasar ese territorio. El
mensaje es claro, Estados Unidos no tiene intenciones en desescalar la guerra en
Afganistán, ni mucho menos abandonarlo en el corto plazo dejándolo en manos de
Rusia que viene mostrando gran interés en los asuntos de ese país, el Hindu
Kush pertenece a los EE.UU y por lo tanto no se debe infringir. Por último y
para acabar con toda pretensión de un acercamiento con Rusia, el 11 de abril,
pocos días después del ataque en Siria, el presidente Trump firma la
documentación para la admisión de la pequeña república balcánica de Montenegro,
parte de la extinta Yugoslavia, a las filas de la OTAN a la que Trump,
contrario a su opinión anterior, ya no la considera obsoleta, el cerco militar
contra Rusia sigue su curso.
No transcurrió mucho tiempo, desde que asumió la presidencia, para que
Donald Trump finalmente se quitara la máscara y mostrara ante el mundo su
verdadero rostro de macho militarista consumado, que ha caracterizado con
escasas variantes a la mayoría de los ocupantes de la Casa Blanca y su entorno
de belicosos asesores fuertemente ligados al complejo militar industrial que se
alimenta del jugoso negocio del caos y de la guerra sin fin. Como una patente
muestra de su profundo amor hacia los militares, Trump los ha premiado con un
incremento de 54 mil millones de dólares en el nuevo presupuesto del Pentágono,
y lo más significativo, les ha soltado la rienda para que puedan, sin ningún
impedimento, planear y ejecutar sus agresiones militares a placer y antojo,
sobre todo en estos momentos cuando la hegemonía unipolar estadounidense se
encuentra ante grandes desafíos que amenazan seriamente sus permanencia como la
única e indiscutible superpotencia.
Trump llegó a la presidencia prometiendo que sería el presidente de los
militares, durante su campaña por la presidencia evocaba repetidamente los
nombres de los generales Patton y MacArtur, gastar más dinero en defensa era un
punto clave de su plataforma para devolverle la grandeza perdida a los EE.UU, los 54,000 millones de dólares solicitados para
el ya exorbitante presupuesto del Pentágono forman parte de lo que Trump ha
denominado, la mayor expansión militar en la historia de los EE.UU. De acuerdo
al historiador, Stephen Wertheim, “en lugar de aislarse del mundo, Trump
promete explotarlo, lejos de limitar el área de guerra, el amenaza con
violencia despiadada contra sus adversarios globales y glorifica la victoria
militar”. En Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Somalia, Korea del Norte y
próximamente en Venezuela, cada vez más se hace evidedente el impulso
guerrerista de Trump y sus generales del Pentágono embarcados en lo que podría
ser la madre de todas las guerras con el fin de rescatar y mantener vigente el
agujereado orden unipolar estadounidense. No se sabe hasta qué punto Rusia y
China, los dos principales rivales geopolíticos de los EE.UU, serán capaces de
contener la escalada militarista de Trump, o si seguirán con su desconcertante
acomodamiento, tratando de apaciguar al enemigo que los tiene en la mira como
sus objetivos mas apetecidos.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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