Entrevista
con Renán Vega Cantor, intelectual marxista colombiano. En un país tan
reaccionario Petro es presentado como si fuera un ultraizquierdista
VEGA CANTOR: "UNA COLOMBIA SIN POPULISMO
ES NUESTRA MAYOR DESGRACIA"
Por Jorge Montero / Renán Vega Cantor
El historiador colombiano Renán Vega Cantor,
profesor titular de la Universidad Pedagógica de Bogotá, se refirió a la
situación política de su país que tendrá hoy elecciones presidenciales; al
proceso de paz y a la relación con Venezuela. Asegura que el candidato opositor
Gustavo Petro es "un socialdemócrata tibio" y agrega: "Lo que
sucede es que Colombia es un país tan conservador y reaccionario que Petro es
presentado como si fuera un ultraizquierdista y revolucionario".
- El incremento de los asesinatos de “dirigentes
sociales”, incluyendo en esta denominación genérica a no pocos militantes
desmovilizados de las FARC-EP, ¿están focalizados en las regiones donde los
insurgentes estuvieron asentados?
- En realidad, en sentido estricto no se ha incrementado el asesinato de
dirigentes sociales (un nombre genérico en que deben incluirse a líderes
populares, defensores de derechos humanos, dirigentes indígenas y campesinos,
ecologistas, jóvenes pobres, dirigentes sindicales, etcétera) sino que se ha
mantenido la tendencia que se presenta desde hace treinta años en el país, y
que no ha cesado pese a que tanto se hable de “paz”. El hecho es noticia no
porque sea novedoso para nuestro país, con el terrorismo de Estado que acá
predomina, sino porque se presenta al mismo tiempo que se presumía que se había
alcanzado la paz. Y se suponía que eso iba a significar ponerle término a este
tipo de crímenes que están ligados a la acción activa o permisiva del estado
colombiano.
El hecho es tan evidentemente criminal que hasta la delegada de la ONU ha
dicho que es una vergüenza que asesinen a esas personas, justamente en un país
cuyo presidente ha recibido el Premio Nobel de la Muerte (perdón de la “Paz”).
Esto no nos debe extrañar si recordamos que la entrega de ese premio abre el
camino para perpetrar más crímenes, como nos lo recuerdan los personajes de
EEUU (Roosevelt, Kissinger, Obama) y del estado de Israel (Simón Pérez) que han
recibido ese premio.
Los asesinatos se presentan a lo largo y ancho del país, todos los días.
Hay en promedio de uno o dos asesinatos diarios en Antioquia, Catatumbo,
Putumayo, Nariño, Caquetá, Cauca y un largo etcétera. Se han incrementado en
las últimas semanas en las zonas fronterizas con Ecuador, al sur, y con
Venezuela, en el nororiente de nuestro país.
Hay que decir que esos no son asesinatos indiscriminados, sino
perfectamente selectivos. Se mata a aquellas personas que tienen algún vínculo
comunitario, liderazgo, presencia en protagonismo social de algún tipo. El
objetivo es destruir el tejido social que pueda existir en las comunidades
locales y regionales.
A este tipo de asesinatos debe agregársele, como nuevo ingrediente, el de
los militantes del recién creado partido de las Farc (Fuerza Alternativa
Revolucionaria del Común), ex combatientes guerrilleros desmovilizados, cuya
cifra ya se acerca al centenar, si se incluyen sus familiares y allegados que
también están siendo asesinados.
Asistimos a una política de exterminio de todo aquel que pueda ser vista
para el bloque de poder contrainsurgente como un real o potencial “enemigo”, y
se procede de esa forma con la finalidad de que no se pueda construir ningún
proyecto alternativo, con una base social, sobre todo en las regiones.
¿Quién es el responsable de esos asesinatos? Pues en primer lugar el
Estado, bien en forma directa o indirecta, por su falta de protección de las
personas que son asesinadas, por su política permisiva y cómplice con grupos de
paramilitares, o bien porque actúa de manera abierta justificando los crímenes,
por la vía de negarlos, de decir que no es algo sistemático o que no son
resultado de asuntos sociales y políticos, sino líos pasionales o de faldas,
como ha dicho el Ministro de Defensa al comenzar este año.
- A esto parece sumarse la violencia preelectoral,
que incluye el reciente atentado múltiple frustrado, hacia Gustavo Petro, el
candidato de la coalición Colombia Humana, la embajada cubana y el líder del
Partido Farc, Timochenko, según la versión que llegó a Buenos Aires.
- En Colombia, y eso requeriría una explicación histórica detallada que no
podemos hacer acá por una cuestión de espacio, la violencia política es algo
cotidiano, tanto que se ha naturalizado y parece algo normal. Esa violencia
política tiene múltiples manifestaciones, que adquieren un protagonismo en
épocas electorales, y sobre todo cuando se dibuja la posibilidad de que se
imponga algún proyecto que cuestione a las formas de dominación imperantes.
Algo de eso es lo que sucede en estos momentos, cuando se ha difundido entre la
población el miedo, con una serie de mentiras e infundios, contra el candidato
Gustavo Petro, que es un socialdemócrata tibio y nada más.
Pero como en Colombia nunca ha habido populismo (en su sentido original,
como el término se empleó en América Latina desde la década de 1940, y uno de cuyos
modelos fue el peronismo), esa es una de nuestras grandes desgracias, jamás se
han tocado las fibras del poder económico, político, mediático, territorial… en
dos siglos. La estructura social, económica y política de este país es la misma
de 1820, en razón de lo cual ahora cunde el pánico ante un eventual triunfo de
un candidato de centroizquierda, como Petro. Y eso hace que la violencia se
incremente y se acuda al atentado personal (lo que sucedió en Cúcuta es una
muestra clara de eso), a diversas formas de intimidación, a la represión y
persecución -aparte de los asesinatos mencionados en la primera pregunta- de
aquellas personas, de origen popular, que puedan ser el sustento de algo
distinto a lo que representan los dueños de este país.
En esta perspectiva, lo más peligroso y sangriento es lo que puede venir en
el futuro inmediato, después de la primera vuelta de las elecciones
presidenciales del próximo 27 de mayo, cuando se sepa el resultado. Si en esa
primera vuelta Gustavo Petro obtiene una alta votación, las semanas que van a
transcurrir entre ese momento y la segunda vuelta, pueden estar untadas de
sangre, puesto que la extrema derecha no se va a quedar con las manos cruzadas
y va a incrementar sus acciones de saboteo, asesinatos, mentiras… para generar
un ambiente de pánico que se convierta en un chantaje que lleve a la gente a
votar en contra de Petro en la segunda vuelta-
- El montaje contra Jesús Santrich ¿es una
provocación a las desmovilizadas Farc-Ep?
- Lo de Jesús Santrich es un vulgar montaje y una trampa tendida por la
DEA, con la participación activa del Estado colombiano (con el presidente
Santos a la cabeza y el protagonismo de la Fiscalía General de la Nación, uno
de los principales brazos del terrorismo de Estado). Distintos escritos, entre
ellos algunos de mi autoría, han develado los mecanismos de ese montaje, que
tiene varios objetivos claros, que vamos a enumerar en forma esquemática:
* Entregar a Donald Trump un premio en el día de su programada visita a
Colombia, que estaba propuesta para el 11-12 de abril -pero que finalmente no
se realizó-, y por eso el 9 de abril se capturó a Jesús Santrich, para
entregárselo como una ofrenda de sus vasallos colombianos. Con eso se quería
apaciguar la retórica del gobierno de Trump que en reiteradas ocasiones ha
dicho que Colombia ha sido un fiasco en la lucha contra las drogas, y que debe
presentar mejores resultados.
* Ocultar varios escándalos de corrupción y desviar la atención sobre los
mismos, en los que se han visto involucrados sectores de la alta oficialidad de
las Fuerzas Armadas y los malos manejos de parte de los dineros donadas por
países europeos al Fondo Colombia en Paz. Con la captura de Jesús Santrich de
esos escándalos no se habló todo lo que ameritaban.
* Favorecer a la extrema derecha en la campaña electoral, especialmente al
candidato oficial del santismo, Germán Vargas Lleras, que marchaba, y marcha
aún, en un lugar secundario en las encuestas electorales. Santrich se convirtió
en un trofeo electoral que se le entregó en bandeja de plata a esa extrema
derecha, guerrerista y criminal, que no quiere que la guerra se termine, porque
se lucra y vive de ella.
* Matar políticamente a las Farc como partido político, quitándoles ante la
opinión pública cualquier legalidad y legitimidad como rebeldes o
revolucionarios, para presentarlos como un grupo de delincuentes y
narcotraficantes. Este creo que ha sido el objetivo supremo, y lo han
conseguido plenamente.
* No cumplir absolutamente nada de lo pactado en La Habana, para que se
materialice a cabalidad el proyecto de desarmar a las Farc (una “paz barata” la
llama Juan Manuel Santos), sin que se modifiquen las condiciones sociales,
económicas y políticas que dieron origen a la insurgencia. Es decir, mantener
las condiciones de desigualdad, opresión e injustica propias del capitalismo
salvaje a la colombiana, pero sin guerrillas.
* Llevar a la alta dirigencia de las Farc a los EEUU, mediante la
extradición, y juzgarlos y condenarlos ante la Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP), si es que esta instancia funciona, para que queden en la impunidad
los crímenes del Estado y de las clases dominantes (empresarios, terratenientes,
ganaderos, empresas multinacionales, medios de comunicación), y se imponga el
relato que los responsables del desangre que se ha realizado en este país son
aquellos que se han atrevido a levantarse en armas contra la oligarquía
colombiana.
Como podemos ver, son muchas los móviles que explican la captura de Jesús
Santrich e indican que, con este hecho, el bloque de poder contrainsurgente
(formado por el Estado y las clases dominantes) le ha dado un entierro de
quinta categoría al pretendido proceso de paz. Después de ese hecho ya no puede
decirse que el proceso está en crisis, eso es un eufemismo. No, ese proceso
está muerto y enterrado. Lo cual es una gran tragedia para este país, porque
quiere decir que hacia el futuro inmediato y mediato se va a mantener la
guerra, aunque puede ser que en peores condiciones de las que hemos vivido en
el último medio siglo.
- ¿Cuál es su valorización sobre los llamados
“acuerdos de paz” con las FARC-EP, mal visto por la derecha y por sectores de
la izquierda que cuestionan la impunidad de los crímenes de Estado? ¿Hay alguna
diferencia sustancial con las conversaciones reiniciadas en La Habana con el
ELN y su concepto de “derecho a la rebelión”?
- Creo que en alguna forma ya he respondido a esta pregunta en la última parte
de mi respuesta anterior. Como están las cosas hoy, podemos decir que el
intento de poner fin a la guerra era una buena idea, pero hoy está
completamente desdibujado, porque no existe ninguna paz, salvo la paz de los
sepulcros. Lo que ha sucedido es el desarme de la insurgencia de las Farc, sin
que el Estado haya abandonado su carácter terrorista, su dependencia servil
ante los EEUU, ni haya adelantado la más mínima reforma de tipo económico,
social o político. Pero ni siquiera esa desmovilización tiene contenta a la
derecha, porque quieren un poco como la vía peruana, la derrota absoluta para
el movimiento insurgente, la muerte o la prisión para sus combatientes y que se
olvide que este movimiento alguna vez existió.
Este resultado, por supuesto, que va a pesar sobre las conversaciones con
el ELN, que se desarrollan en este momento, y las cuales no tienen muchas
perspectivas, no solamente por el incumplimiento evidente del Estado
colombiano, sino porque se hacen en un momento en que Juan Manuel Santos ya
está de salida. Con el eventual triunfo de la extrema derecha ese proceso va a
morir.
- Respecto de las elecciones ¿representa Gustavo
Petro Urrego una alternativa para las clases populares, ante el llamado
“retorno al uribismo” representado por Iván Duque Márquez? ¿O es lo que aquí en
Argentina llamamos el “mal menor”, y que vacían de contenido cualquier intento
de salida electoral para las fuerzas de la izquierda?
- Este sí que es un asunto interesante, sobre el que deben evitarse los
malos entendidos, las falsas expectativas y el triunfalismo, que hoy se nota en
ciertos sectores de la izquierda colombiana y también del exterior. Gustavo
Petro es un socialdemócrata tibio, no es ningún radical ni mucho menos
revolucionario. Lo que sucede es que Colombia es un país tan conservador y
reaccionario en términos políticos que Petro es presentado como si fuera un
ultraizquierdista y revolucionario de carta cabal. Nada de eso. Incluso, la
trayectoria reciente de Petro, cuando fue alcalde de Bogotá no es que indique
nada radical, simplemente la posibilidad de adelantar algunas tímidas reformas,
en el mejor de los casos, pero también de pactar con algunos sectores de las
clases dominantes, como se demostró al final de su alcaldía, cuando para no ser
destituido pacto con Santos, para que este lo mantuviera en el puesto, y eso lo
hizo para desmovilizar a la gran cantidad de gente que se había organizado para
apoyarlo.
Si se mira el programa político de Gustavo Petro lo que muestra es algunas
reformas, que por supuesto para esa Colombia conservadora aparecen como medidas
propias de aquellos que quisieran tomarse el Palacio de Invierno. Entre algunas
de esas disposiciones están: defender la educación pública, tocar una regresiva
legislación que ha mercantilizado la salud, impulsar los combustibles limpios
en contra del petróleo, una “reforma tributaria equitativa”.
Más allá de este o aquel punto del programa, lo que debe uno preguntarse es
sobre las posibilidades reales que puede tener G. Petro de ser presidente y si
eso sucediese, que creo que es la hipótesis más lejana, que podría suceder. Es
sorprendente ver que el asunto de Petro es puramente electoral, es resultado de
una corriente de opinión coyuntural, que como toda calentura electoral se
desinflara en cl momento menos pensado, porque no se sustenta en la
construcción de un movimiento desde abajo, algo que Petro se ha negado a
impulsar por su carácter caudillista, aunque desde luego algunos de los
sectores que lo apoyan si tengan alguna influencia y trabajo político con
sectores de base. Incluso, Petro puede desmovilizar lo poco que se pudiera
construir cuando le convenga.
Ahora bien, el bloque de poder contrainsurgente y el terrorismo de Estado
va a hacer todo lo que sea necesario para evitar que Petro gane las elecciones,
incluyendo el atentado personal y el fraude electoral. Si eso no fuera posible,
no porque no lo quisieran hacer sino porque no pudieran, y Petro llegara a la
Presidencia, sus posibilidades de acción son mínimas, por varias razones: no
tiene respaldo parlamentario, no tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas ni de
las fracciones dominantes del capital, ni de los EEUU. En estas condiciones, su
gobierno estaría entorpecido desde antes de iniciarse, con la finalidad de
ablandarlo. Si se mantuviera consecuente con sus anuncios, asistiremos al
escenario de saboteo permanente desde todos los ángulos, hasta domesticarlo o
prescindir de él, algo así como reeditar el modelo hondureño o paraguayo.
Para completar, Petro tampoco se ha desmarcado del discurso dominante en
temas como el de la contrainsurgencia y Venezuela, donde ha tenido
intervenciones desafortunadas, ya que avaló por ejemplo la captura de Jesús
Santrich, sin que hubiera planteado nada en términos de soberanía y
autodeterminación, tal vez pensado que el imperialismo lo va a aceptar y le va
a permitir cierta margen de gobernabilidad. Y en cuanto a Venezuela ha repetido
la cartilla que dice que el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura, con un
razonamiento bastante contradictorio, porque dice que allí hay dictadura porque
hay extractivismo, lo que implica confundir cosas que son distintas. Este es un
esfuerzo de querer quedar bien con todos aquellos que llevan a cabo el proyecto
de desestabilizar a Venezuela y pretender alcanzar votos del centro derecha.
Algo que no pasa de ser optimismo electoral.
Por supuesto, como hecho político, más allá del alcance real que pudiera
tener el hipotético triunfo de Gustavo Petro sería una especie de tsunami para
este país.
- ¿Qué perspectivas ve Ud. en la situación colombiana,
se podrá romper con el círculo de desigualdad social y violencia? ¿Continuará
Colombia siendo punta de lanza de la agresión imperialista al pueblo
venezolano?
- El acuerdo entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos -que ha
fracaso estrepitosamente- fue una posibilidad para que este país se volviera
decente, pero esa oportunidad se ha perdido, lamentablemente, y por múltiples
razones, entre las cuales quiero resaltar dos: En primer lugar, la incapacidad
y miopía de todas las izquierdas (incluyendo a las Farc) para aprovechar esta
situación excepcional y darle un golpe de timón a este país, rompiendo
sectarismos y dogmatismos, e impulsar un proyecto unificado que se hubiera
podido plasmar en estas elecciones, como un hecho coyuntural, pero que
pretendiera construir algo que fuera más allá de lo electoral. Esa oportunidad
se desaprovechó en gran medida por que se vio en forma miope que el asunto de
la guerra era solo una cuestión de la insurgencia y nada más, y como esta se
desmovilizó el asunto ya no importa, que es la postura precisamente de Gustavo
Petro, que habla de paz, pero sin mencionar nunca a las Farc. En segundo lugar,
se demostró que el bloque de poder contrainsurgente no quiere efectuar ninguna
reforma, por mínima que esta sea, ni quiere romper sus vínculos de dependencia
con los EEUU, lo que indica que solo la lucha organizada y masiva de la
población colombiana puede arrancarle algo.
Como el terrorismo de Estado ha salido fortalecido con la desmovilización
de las Farc, esto ha dado pie a que el Estado colombiano se convierta en un
puntal de la ofensiva imperialista contra Venezuela. Y Santos es uno de los
peones serviles e incondicionales de esa labor agresiva, que se muestra con la
destrucción de Unasur, la creación del Grupo de Lima, el hecho de que acá se
hable de Venezuela como si fuera un protectorado colombiano y se permita que
delincuentes y prófugos de ese país operen desde el Parlamento Colombiano (como
lo hace la ex fiscal de Venezuela), que se organicen grupos paramilitares para
incursionar en territorio vecino…. En síntesis, el Estado colombiano y el
gobierno actual lo ha ratificado, ha optado por el proyecto de destruir la
revolución bolivariana, luego de haber desarmado a las Farc, sin importar el
papel que, paradójicamente jugaron Cuba y Venezuela, en ese proceso de desarme.
El Furgón
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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