La periodista y
escritora española, Rosa María Artal, funcionaria de la ciudad de Zaragoza,
España, publicó hace unos pocos días un libro por demás interesante relacionado
con el gran dilema de nuestro tiempo: la apertura de la economía o la
preservación de la vida de los seres ciudadanos.
LA BOLSA O LA VIDA…
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La periodista y escritora española, Rosa María
Artal, funcionaria de la ciudad de Zaragoza, España, publicó hace unos pocos
días un libro por demás interesante relacionado con el gran dilema de nuestro
tiempo: la apertura de la economía o la preservación de la vida de los seres
ciudadanos. Es un dilema mundial, no solo de los españoles, y que difiere en
tiempo, espacio y morbilidad en los distintos países del mundo asolados por la
pandemia. Hay una situación de espanto, paranoia y preocupación con el
contagio, cada día más imprevisible, sobre todo en los países donde la curva
está en su punto más alto como Guatemala o Brasil.
La crónica del dilema habla de los meses de
turbulencia, de convulsión social no desfogada en las calles sino cada cual en
el recinto del hogar, con el desesperante confinamiento y tedio que a las
actuales generaciones les ha toca vivir con el Covid 19 y cuya perspectiva, al
parecer, se prolongará en el tiempo pues las nuevas cepas del coronavirus han
aumentado sus bastones al 100%, lo cual no indica otra cosa que una creciente agresividad
de contagio, haciendo cada mes que pasa que las relaciones humanas sean de
mayor riesgo. Más que distanciamiento social, tendría que
hablarse de distanciamiento físico, porque las cercanías fraternales entre
las personas como el apretón de manos, el abrazo o el beso en la mejilla
quedaron para el pasado. Ya no es posible en los momentos actuales, a menos que
a uno no le importe y que sean muy profundas las tendencias autodestructivas,
hacer lo que apenas se hizo hace unos cuatro meses. Nunca se había visto tal
profundidad, tal hecatombe en las relaciones sociales de todo el mundo que como
ahora.
Esta crónica del coronavirus merece la pena
leerse y comentarse, con puntos de vista que tal vez usted no los comparta,
pero que no dejan de ser interesantes y hasta novedosos. Hay un evidente trato
inteligente de los temas y combinando estas ideas con otras, nos da la
impresión que el mundo conocido se acaba y que el fin de un sistema injusto
tendrá que modificarse inopinadamente para hacerse mejor pues la fuerza de la realidad social y económica
la impone. “La bolsa o la vida” no da lugar a las alternativas porque a ambas
las ata una sinergia ineludible. El hombre con su vida construye la economía, y
la economía igualmente da lugar a la existencia digna del hombre. Son dos
partes de un mismo ser. No puede ser la una sin la otra, entonces, siendo así,
la situación sería asunto de prioridades, de coyunturas.
La precariedad económica engendra grandes contingentes
de miserables, pero sin el hombre no tiene sentido ninguno de estos dos
conceptos sociales. Dentro de los que proponen los inmediatos retornos a la
normalidad hay personas de dos clases: los que lo hacen por la urgente
necesidad de sobrevivir por el ingreso diario, y otros, los que no tienen
necesidad apremiante, pero tienen una codicia apremiante. La pugna está
entre estas dos visiones y por los dos lados están surgiendo seres baldados:
multimillonarios que han visto reducidas sus ganancias y pobres que no tienen
que comer. ¿Cuál sería el fiel de la balanza? Dejar, creo, que los eventos se
desenvuelvan sin manos invisibles de mercado para que la vida se haga
visible por la fuerza invisible de la inteligencia humana. Nadie podrá forzar
mucho estos procesos, porque más temprano que tarde, el coronavirus muy
abundante de bastones mutantes, los hará volver al punto de partida, para
empezar de nuevo. La ciencia lucha, pero sus procesos tendrán que ser lentos
para ser seguros y de verdadero provecho. Son las turbulencias que en los días
que corren no se pueden aplacar fácilmente.
Publicado por La Cuna del Sol
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