Hablar de Felipao es
muy dañino para la salud mental. Su aura e irradiación espiritual es tan
negativa que pareciera que fuerzas profundas del averno, del mal, encabezadas
por la codicia, se posesionan de tu ser y que obviamente están en pugna, contra
la paz y el progreso social.
DE FELIPAO, EL DEMONIO,
MAGISTRADOS
Y OTRAS ABOMINACIONES
DE GUATEMALA
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
Hablar de Felipao es muy dañino para la salud
mental. Su aura e irradiación espiritual es tan negativa que pareciera que
fuerzas profundas del averno, del mal, encabezadas por la codicia, se
posesionan de tu ser y que obviamente están en pugna, contra la paz y el
progreso social. Baste decir que es un sujeto que tiene una visión muy limitada
del mundo, del hombre y de la vida y todo se reduce a un delirio de
reconocimiento miserable que lo consigue transitoriamente a través del dinero y
la instrumentalización del poder político en países como Guatemala, donde su
democracia es tan frágil, como en los Estados Unidos, que los idiotas encuentran
tierra fértil y comedida para florecer en un jardín del mal. Se debe indagar en
su interioridad cavernosa y esquiva para que existan, para que sean
posibles, personas tan ahítas de
individualismo, ansias de poder, riqueza y sobre todo figuración.
Todo lo que hay en este mundo es transitorio,
tenemos al final la posesión de las cosas, no la propiedad. Todo es prestado y
prestado lo tendrán nuestros hijos, nietos y bisnietos. La propiedad privada es
un mito que lo hizo más creíble la acumulación del tiempo histórico. Por eso
tienen estas ideas una tremenda fuerza instrumental, un gran poder de
reificación en las mentes sencillas. Las siguen pregonando los grandes brujos
de la posmodernidad en las aulas universitarias cuando insisten, entre otras
cosas, en las fuerzas invisibles del mercado, el derrame de la riqueza y la
economía social de mercado. Guatemala, definitivamente, está embrujada
por estos eficaces reproductores de ideas peregrinas. Los devaneos judiciales
de meretrices baratas no llevan a ninguna parte. El olor del El
Chino Pobre y su mala cocina se esparce por todo Guatemala.
El sistema jurídico nacional del Estado se
utiliza mucho, en exceso, pues existe un Estado sin fortaleza política, sin
respaldo popular, con precario apoyo de un poder civil organizado al margen de
la burocracia estatal, sin dirección y sin conducción, oscilando en el
oportunismo de panza y a veces con razón por el hambre que se vive en
Guatemala. Un Estado que va a la deriva, dando lugar a que sean los jueces los
que resuelvan los conflictos políticos, con la certeza política, la confianza
política, que engendrará la seguridad política y posición política firme y
ética. Con la consecuencia en lo que se dice y con lo que se hace.
Guatemala y su pueblo es una nación coherente.
Los que abundan en artificios verbales son aquellos que se creen más listos que
los demás y que, sin embargo, tan intelectuales que son, que sigue diciendo el
desfase por la desfase. La desfase de nuestra nación es la
incongruencia entre las aspiraciones del pueblo y las aspiraciones de los
politiqueros. Es el demonio que se posesiona de los presidentes de pacotilla
(les falta mucho para ser los intelectuales que den, precisamente, dirección
intelectual a una nación). Aquí solo tenemos cada cuatro años administradores
de la crisis socioeconómica de la nación. Por eso los ciudadanos se quejan que
ningún gobierno hace nada y que seguimos de mal en peor. Porque cada cuatro
años el demonio nos envía pésimos administradores de la crisis histórica del
país.
Ya no quisiéramos ver a los jueces dirimiendo
las grandes decisiones políticas de nuestro país. Pero cada día estamos más
lejos de ello cuando el presidente Giammattei responde a don Antonio Guterres,
Secretario General de las Naciones Unidas o al senador Leahy de los Estados
Unidos, que requirieron su mediación en el pleito del poder judicial y
legislativo y no erosionar aún más la débil democracia… El señor Giammattei se
lava las manos, evade su responsabilidad como magistrado superior de la nación
y afirma “que es respetuoso de la independencia de poderes públicos”.
Pero la verdad que eso dice la teoría, la práctica es otra. Existe de manera
real ligeras autonomías entre los tres poderes el Estado, no independencia, ya
que, el camino recorrido por magistrados de cortes y diputados es la acción
política.
Que mal entiende este pobre hombre su papel
presidencial. Es él la fuerza mediadora y unificadora de todos los
guatemaltecos, se llamen estos transitoriamente magistrados o diputados. Nadie
puede trascender la nacionalidad, ni sus derechos individuales y sociales. Ningún hombre sensato, de pensamiento
estratégico profundo puede dejar de entender que las leyes están al servicio de
los hombres y no los hombres al servicio de las leyes. Guatemaltecos, por favor, ya no demos lugar a
que proliferen en las esferas del Estado
leguleyos, sino auténticos
letrados, que el verdadero espíritu de las leyes los orienten en sus decisiones
y que sepan fundamentar lo que resuelvan, sus fallos, en la fortaleza
doctrinaria y técnica de nuestro sistema jurídico. Ya no más mediocres a la
presidencia, por favor, que no nos digan cínicamente al final de sus patosos
discursos: ¡Bendiciones, que Dios bendiga a Guatemala!
Publicado por La Cuna del Sol
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