Los dramáticos eventos de los últimos días que han sacudido la sociedad y la política estadounidenses han expuesto gravemente al país como una falsa democracia con un historial abominable de racismo y una desigualdad espantosa.
EL EXCEPCIONALISMO
ESTADOUNIDENSE
VUELVE A SURGIR. ¿TENDRÁ
ÉXITO?
M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline
La pobreza es la máxima negación de los derechos humanos.
Hace unos días, en una declaración que indicaba el "regreso" de
Estados Unidos al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el
secretario de Estado Antony Blinken reveló que la Administración Biden está
posicionando la democracia y los derechos humanos en el centro de la política
exterior estadounidense.
Todo está claro ahora. Estados Unidos está en un declive relativo y hay
escasez de recursos. No existe una visión positiva para la humanidad, ya que el
país está en una lucha contra sus propios demonios. Los dramáticos eventos de
los últimos días que han sacudido la sociedad y la política estadounidenses han
expuesto gravemente al país como una falsa democracia con un historial
abominable de racismo y una desigualdad espantosa donde el 0.1 por ciento de la
población más acomodada ostenta aproximadamente la misma proporción de la
riqueza del país que el 90 por ciento menos privilegiado.
Pero la resurrección del excepcionalismo estadounidense no tendrá
receptores, y Estados Unidos, que carece de la capacidad y la autoridad moral para
promover una agenda unificadora en la arena internacional, está ensamblando un
conjunto de herramientas para su diplomacia, con objetivos geopolíticos.
El potencial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU debería estar
dirigido a contrarrestar la furia de la pandemia del coronavirus, que ha
socavado los cimientos sociales y económicos de los estados. El más fundamental
de los derechos humanos, el derecho a la vida, se ha visto amenazado, y la
recesión económica mundial ha provocado un gran aumento del desempleo y ha
agravado la inseguridad social. La brecha del desarrollo entre naciones y
regiones se está ampliando.
Sin embargo, Estados Unidos se encuentra en una categoría especial, incluso
entre los países ricos. Las muertes por Covid-19 por cada millón de habitantes
se han disparado en los EE.UU en comparación con sus propios aliados -se sitúa
en 1541.7 por millón en los EE.UU. La espantosa realidad es que en los EE.UU el
número de muertos por la epidemia de COVID-19 ha superado los 500 000. Irónicamente,
las muertes per cápita por Covid-19 en algunos de los países que Blinken
castiga por el déficit en democracia y derechos humanos avergonzarán a Estados
Unidos: Siria 59.4; Venezuela 46.78; Cuba 27.53; Sri Lanka 21.05.
Pero para Blinken, tan espantoso nivel de muertes entre sus compatriotas no
es un problema de derechos humanos. Ni un solo funcionario estatal en Estados
Unidos ha sido responsabilizado por una tragedia de tal magnitud.
Basta decir que Estados Unidos está ocasionado descrédito y vergüenza a
todo el mundo occidental al hacerlos parte de un juego tan cínico pavoneándose
como defensores de los derechos humanos cuando, según una estimación reciente,
más de la mitad de todas las vacunas contra COVID-19 ha sido reservada para una
séptima parte de la población mundial. ¿No es eso una cuestión de derechos
humanos?
Según consta, solo el Reino Unido ha obtenido suficientes vacunas para
administrar cinco dosis a cada uno de sus ciudadanos. Si se cumple con los
requerimientos, la UE y los EE.UU podrían vacunar a sus poblaciones tres veces,
mientras que Canadá tendría suficiente para hacerlo nueve veces. Esto es
obsceno, Sr. Blinken.
Al mismo tiempo, la competencia a causa de la disminución de los
suministros de vacunas puede provocar un alza espectacular de los precios y más
fricciones. Debido al déficit en la producción de vacunas la animadversión ha
explotado entre la UE, el Reino Unido y AstraZeneca. Mientras tanto, en
cualquier situación en la que los suministros sean escasos y se dé un aumento
de la demanda, son los países más pobres los que más sufrirán.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov acertó cuando dijo en la reunión del CDH el
miércoles: “La pandemia ha exacerbado viejos problemas como el racismo y la
xenofobia, así como la discriminación contra las minorías nacionales y
religiosas. Las protestas masivas en los Estados Unidos y Europa han puesto de
manifiesto las continuas desigualdades sistémicas en estos países, al tiempo
que han puesto de relieve los riesgos de tolerar las ideologías extremistas".
Es una completa bancarrota moral que Estados Unidos y sus ricos aliados en
el mundo occidental -el llamado "golden
billion" del planeta tierra- ingresen al CDH y comiencen a pontificar
sobre los derechos humanos y persigan enfoques coercitivos y métodos ilegales
de intimidación y presión con objetivos geopolíticos mezquinos y egoístas.
Una vez más, ¿acaso las políticas de las plataformas de redes sociales no
son también una cuestión de derechos humanos? Estados Unidos, en particular,
asumió compromisos para garantizar la libertad de acceso a la información para
todos los ciudadanos, pero ahora se esconde detrás de las políticas
corporativas para evitar cumplir con estos compromisos. En cuanto a las
plataformas de redes sociales, estas han comenzado a manipular descaradamente a
la opinión pública en los países en desarrollo prohibiendo o censurando el
contenido de los usuarios a su propia discreción. Ahora, bajo la protección de
Estados Unidos, están pisoteando los derechos humanos de los ciudadanos del
mundo, ¿no es así?
El conjunto de herramientas de derechos humanos es de aplicación universal
y no hay un solo país en la tierra, incluido Estados Unidos, que no tenga un
problema con la democracia y los derechos humanos. ¿No es una vergüenza que un
estadounidense negro promedio viva seis años menos que sus compatriotas
blancos? ¿No se encierra en las cárceles a los afroamericanos en un número
mucho mayor que a los blancos? Pero las normas de derechos humanos de Estados
Unidos son muy selectivas: es la "carga del hombre blanco".
Evidentemente, los derechos humanos
se convierten en un arma potente para estigmatizar a los adversarios de Estados
Unidos, Rusia y China; presionar a los países pequeños que no se ajustan a las
políticas regionales de Estados Unidos (como Sri Lanka, Cuba o Venezuela); o
para obtener concesiones de países a través del chantaje (como Arabia Saudita).
Los derechos humanos también se han utilizado como herramienta para lograr cambios
de régimen, es decir, derrocar gobiernos establecidos y reemplazarlos con
regímenes títeres. Los ejemplos más conocidos son Ucrania y Georgia. Un intento
reciente en Bielorrusia fracasó. Un proyecto de ensayo en Rusia en las últimas
semanas fue simplemente aplastado por el Kremlin. Pero es una historia en
desarrollo. Los países de la periferia de Rusia están siendo sistemáticamente
desestabilizados y convertidos en escenarios de disputa geopolítica para que el
gran adversario de Estados Unidos quede atrapado en un atolladero.
La administración Biden está utilizando este conjunto de herramientas para
tratar de restablecer el liderazgo transatlántico de EE.UU, con el que Europa
ya no se siente cómoda. Europa está experimentando los encantos ocultos de la
“autonomía estratégica”. Pero Estados Unidos tampoco puede esperar ejercer la
hegemonía global sin el respaldo del sistema de alianzas occidentales. En este
teatro de sombras, Biden estima que la plataforma de derechos humanos sobresale
como la mejor opción para atraer a los aliados occidentales de Estados Unidos
bajo su liderazgo.
El regreso de Estados Unidos al CDH no se debe a intenciones nobles. Se
debe principalmente a la preocupación por la creciente influencia de China en el
organismo de la ONU durante la ausencia de Estados Unidos en los últimos años.
En concreto, China se adelantó a Estados Unidos al controlar la pandemia y se
ha convertido en un asunto desagradable. Asimismo, la posición de China sobre
los derechos humanos tiene cada vez más resonancia entre los países en
desarrollo -que los derechos humanos deben ser relativos a la situación de los
países en desarrollo; que el concepto de derechos humanos debería
diversificarse, ya que no existe un enfoque único para el desarrollo de los
derechos humanos; y que los países no deberían exportar su propio modelo ni
utilizar las cuestiones de derechos humanos para interferir en los asuntos
internos de otros países.
De hecho, el concepto occidental de derechos humanos, centrado
estrictamente en la libertad de expresión o religión y las elecciones
democráticas, tiende a pasar por alto que el derecho básico para la mayor parte
de la humanidad se trata de la vida y el desarrollo. Los países occidentales se
niegan a aceptar el hecho de que existen varios caminos hacia el desarrollo y
la prosperidad para los países en desarrollo, y su camino es solo una de ellos
y, quizás, ni siquiera el mejor o el más adecuado.
En pocas palabras, los derechos humanos están siendo utilizados como una herramienta
para imponer y perpetuar el orden global actual de acuerdo con los intereses
occidentales. Sin embargo, es una batalla perdida. Un nuevo orden mundial está
tomando forma con una agenda humanitaria global muy diferente, que
inevitablemente se convertirá en la corriente principal de la sociedad humana.
Según un plan emitido conjuntamente hace unas semanas por el Comité Central
del Partido Comunista de China y el Consejo de Estado, el gabinete de China,
sobre el diseño integral de la red de transporte de China, el país apunta a
construir en todo el mundo 200 000 kilómetros de vías férreas, 460 000
kilómetros de autopistas, y 25 000 kilómetros de vías marítimas de alto nivel
con 27 puertos costeros importantes, 400 aeropuertos de transporte civil y 80
aeropuertos exprés para el 2035, lo que
hará del país no solo un centro de producción global sino “un centro logístico,
comercial, de compensación y financiero, sentando una base sólida en el
trayectoria para convertirse en el centro económico del mundo ”, como lo
expresó un experto.
¿Cómo podría la Administración Biden contrarrestar este último desafío
chino? Como era de esperar, Estados Unidos no sabe como lidiar con el
formidable crecimiento de China. En 2020, el PIB de China con relación al
tamaño del PIB de Estados Unidos era del
70 por ciento. El pronóstico actual es que superará a los EE.UU para
convertirse en la economía más grande del mundo en 2028. Los EE.UU se han
percatado de que la carrera económica ya está prácticamente perdida.
Publicado por La Cuna del Sol
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