Si algo hemos aprendido en este mar de tormentos y lágrimas que es Guatemala, es a no confiar en lo legal, ni asumir lo lógico. Aquí pasa cualquier cosa por imprevisible, extrema, ilegal y contradictoria que parezca.
45 DÍAS Y 3 ESCENARIOS
PARA EL 14 DE ENERO
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
Crónica
Falta mes y medio para conocer si Bernardo y
Karin asumen formalmente, al igual que los candidatos de Semilla que fueron
electos. Las opiniones van desde las expectativas más cándidas, hasta las
premoniciones más oscuras y fatalistas. Algo lógico en este terruño tan
dado al maniqueísmo de: todo blanco o todo negro.
Si algo hemos aprendido en este mar de
tormentos y lágrimas que es Guatemala, es a no confiar en lo legal, ni asumir
lo lógico. Aquí pasa cualquier cosa por imprevisible, extrema, ilegal y
contradictoria que parezca.
La historia está plagada de ejemplos que
lastimosamente no se aquilatan ni dimensionan para formar criterios serios
sobre lo que pasa y lo que podría pasar en el futuro inmediato.
La inocencia de un Jacobo Árbenz en
1954 quien creyó que, con su renuncia, los norteamericanos no
invadirían ni reprimirían a la población, dándose con ello un retroceso
espantoso que aún no hemos logrado superar. Los lodos de hoy, provienen de
aquellos polvos.
Qué decir de la ilusoria expectativa del
Partido Revolucionario (PR) y su candidato, después presidente, Julio
César Méndez Montenegro, cuando se atrevieron a mercadear un “tercer
gobierno de la revolución”. Sin embargo, los resultados en sangre por la
violencia desatada en esa época (1966-1970), así como el descubrimiento del
famoso “Concordato”, dejaron uno de los peores gobiernos que, utilizando una
fachada civil, consolidaron la continuidad militar. Ya he mencionado cómo el
“Concordato” fue un pacto que los militares habían obligado a suscribir al
partido y candidatos ganadores (presidente y vicepresidente) mediante el cual
el control principal se mantenía en manos castrenses, quienes decidirían (y así
fue) todas las cuestiones importantes, dejando al gobierno civil para actos
administrativos intrascendentes.
Otro pasaje que muchos creyeron podría haber
cambiado la historia política de este territorio, lo constituyeron los dos
golpes de Estado seguidos del 23 de marzo de 1982 y el 8 de agosto de 1983. La
continuidad militar se consolidó por medios civiles y preparó el terreno para
lo que se dio en llamar la apertura democrática desde 1984 (Asamblea Nacional
Constituyente) y 1985, nueva constitución y victoria del primer gobierno civil
después de una larga dictadura militar de 1954 a 1985.
También se generaron expectativas cuando
fracasó el serranazo y la ilusoriamente aglutinadora
Asamblea de Sectores Civiles, la cual apoyó la llegada del único presidente que
asumió sin partido y sin elecciones: Ramiro De León Carpio.
No está demás indicar que los empresarios manipularon –como sucede siempre–
tanto el serranazo, su fracaso, la fusión de sectores del
poder económico con los civiles y luego el “vacío”; todo lo cual concluyó con
una reforma constitucional a la medida del gran capital y un presidente gris
que allanó el camino de las reformas estructurales impulsadas por Washington e
implementadas en Guatemala por Álvaro Arzú (1996-2000) con el
Partido de Avanza Nacional (PAN).
Ni qué decir de la gran decepción con los
Acuerdos de Paz que se suscribieron en 1996 pero tardaron 9 años en
convertirse en Acuerdos de Estado hasta 2005, y que nunca llegaron a
implementarse. Luego vino La Plaza en 2015 y como todo
movimiento basado en emociones, su efervescencia cedió muy pronto.
La gran lección aprendida fue que el Estado
oligárquico no está dispuesto a ceder un ápice, así se trate de movimientos
reformistas light, representados en el socialcristianismo o la
socialdemocracia.
Hoy estamos ante una sorpresa que ninguno
previmos, pero que desató –nuevamente– los temores del capital tradicional
monopólico y ultra conservador. En contubernio con sus operadores políticos de
alto nivel (los 3 poderes del Estado) han financiado e impulsado todo tipo de
agresiones en contra del voto democrático, el cual fue ejercido dentro de un
sistema que ellos mismos diseñaron y han patrocinado por muchas décadas.
Toda la experiencia histórica acumulada
debiera servirnos para enfrentar lo que se viene, con base a los tres
escenarios/planes que visualizo:
- La
alianza criminal seguirá presionando de tal forma que, si bien permitiera
la toma de posesión de los legítimamente electos, estos lleguen totalmente
debilitados y
la gobernabilidad se vuelva inviable, debiendo ceder ante el poder
económico, como es costumbre. Esta “aceptación” para que asuman
respondería al plan macabro de asestar el golpe final mediante la Lawfare,
ya con Arévalo como presidente. Algunas fuentes ligadas al empresariado
afirman que Giammattei les habría comunicado esta “solución final”
mediante la frase: “Dejemos que asuman, pero en marzo los bajamos”.
Por increíble que parezca, muchos todavía no
dimensionan lo que sería un nuevo gobierno sin partido oficial. Y, dentro de la
estrategia general, la táctica es cancelar otros partidos, para que no se vea
como un ataque directo a Semilla.
El desgaste sufrido hasta el momento, habrá
alcanzado para sembrar dudas y distraer en torno a una insulsa transición que
solo legitimó a los golpistas, desviando los esfuerzos principales sobre las
cuestiones torales para hacer gobierno y agenda legislativa. Se insiste en
desgastar y debilitar sin perjuicio del plan inicial para que no asuman.
- Sigue
en marcha el golpe y lo concretan. Consolidan el escenario tipo Nicaragua.
- EE.
UU. somata la mesa, se distancia de su postura diplomática y mediante
fuertes sanciones económicas y persecución penal internacional, doblegan a
las narcoélites y sus operadores.
Ahora bien, las grandes preguntas que se derivan de estos escenarios aún no tienen las sólidas respuestas que se requieren, por lo que solo dejo una provocación general: ¿Responderemos como pueblo organizado y articulado a lo que se viene o dependeremos de lo que haga o deje de hacer EE. UU.?
Publicado por La Cuna del Sol
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