En estos momentos estamos "viendo cómo se desarrolla un genocidio", una "condición genocida" acumulada durante décadas. Lo vemos en la embestida estadounidense/israelí contra Gaza. Mis recuerdos retornan y me hacen reflexionar sobre la conexión de Israel con la práctica genocida, no sólo en Gaza, sino también en Guatemala.
ISRAEL Y EL GENOCIDIO:
NO SÓLO EN GAZA
Mark Lewis Taylor
Counterpunch
Fue en las calles de Ciudad de Guatemala, en
1987, cuando empecé a darme cuenta de la colaboración que Israel mantenía con
Estados Unidos en facilitar el genocidio.
En estos momentos estamos
"viendo cómo se desarrolla un genocidio", una "condición
genocida" acumulada durante décadas, como sostiene la profesora israelí de Cultura Moderna y Medios de Comunicación,
Ariella Aisha Azoulay. Lo vemos en la embestida estadounidense/israelí contra
Gaza. Mis recuerdos y conciencia retornan y me hacen reflexionar sobre la
conexión de Israel con la práctica genocida, no sólo en Gaza, sino también en
Guatemala.
En la Guatemala de los años ochenta, una campaña contrainsurgente llevada a cabo por gobiernos militares respaldados
por Estados Unidos masacró a indígenas mayas y a decenas de miles de disidentes
y de otros sospechosos de serlo. No existían las redes sociales para darle cobertura.
La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no sabían nada de ello. La matanza
de este periodo en Guatemala ha sido reconocida como "genocidio" por
analistas oficiales y por un exhaustivo informe de investigación de 12
volúmenes (CEH, 1999). Este último estudio dejó claro lo
apropiado de la frase "actos de genocidio" para denominar los
crímenes de los militares guatemaltecos contra los mayas, a pesar de la
afirmación de los militares de que carecían de "intención" de cometer
genocidio, que sólo estaba motivado por cuestiones económicas, políticas o
militares (CEH, 1999, cap. 2, vol.3). Al igual que con
Israel en Gaza, Palestina, así mismo con las élites guatemaltecas en relación
con los indígenas mayas, es el registro histórico de décadas de asesinatos
acumulativos, ocupación, traslado forzoso y deshumanización, lo que establece
los actos y condiciones como los de un genocidio.
Los estudios sobre el genocidio de Guatemala,
como mostraré, revelan también el papel especial de Israel en esa matanza bajo
la égida de los intereses imperiales de Estados Unidos.
Estuve por primera vez en Guatemala en 1987
para entrevistar a educadores y activistas que eran importantes para mi
investigación sobre el papel de las creencias religiosas entre los pueblos
indígenas mayas al mismo tiempo que llevaban a cabo la resistencia en contra de
la represión en curso. 1987 era una fecha en la que la última serie de
gobiernos militares de Guatemala acababa de finalizar lo peor de la violencia
masiva contra las comunidades mayas, la peor ocurrió entre 1981 y 1983 (véase
el historiador Grandin y el antropólogo Schirmer). A este periodo suele llamársele
"holocausto oculto/silencioso", "holocausto de Guatemala" u
"holocausto maya". Y éste es sólo un lugar en donde Israel ha estado
envuelto en la violencia y el terrorismo de estado masivos en toda América
Latina. Yo había estado trabajando con guatemaltecos y otras personas en
Estados Unidos para buscar el fin de la ayuda militar estadounidense a
Guatemala.
Simultáneamente a mi investigación, también
estuve en Guatemala para poner en marcha un programa para estudiantes, el cual
dirigí en el Seminario Teológico de Princeton durante casi 15 años. Este
programa colocaba a nuestros estudiantes en América Central, normalmente en
Guatemala, durante ocho semanas de programas de aprendizaje de verano, no para
misiones o proyectos de construcción, sino principalmente para acompañamiento,
escucha y comprensión mutua. La creación de este programa a través de consultas
con muchos guatemaltecos, y luego orientar a los estudiantes a través de este
programa, sigue siendo una de las experiencias más valiosas de mis más de 40
años de enseñanza en Princeton.
Un día de 1987, mientras el polvo y el smog
de una calle de Ciudad de Guatemala se arremolinaban a mi alrededor, entablé conversación con un amigo que era activista y mentor a la vez. Nos
vimos interrumpidos, sobresaltados por una orden en voz alta dada por alguien
con mucha autoridad, proyectada por un altavoz que vibraba estruendosamente. Un
sonido parecido al de Darth Vader, pero más agudo, ligeramente más agudo, más
amenazador a todo volumen.
"¿Qué?" grité con irritación.
"Ah, sí", aclaró mi colega,
"sean testigos de nuestros nuevos vehículos policiales, cortesía del
Gobierno israelí".
"¿Israel en Guatemala?" Esto me
perturbó e inicié una forma de pensar, que
persistió en mi investigación y escritos durante décadas. La destrucción por
parte del Estado israelí de más de 400-500 aldeas en Palestina en 1947/1948
estaría vinculada en mi mente durante décadas posteriores con la destrucción de
un número similar de aldeas destruidas en Guatemala a principios de la década
de 1980. Mi pensamiento sobre esta parte de la intrincada red de sucesos genocidas
en el mundo se convirtió en una preocupación de por vida en mis investigaciones
y publicaciones (y aquí).
Poseía algún conocimiento de la historia sobre
la guerra y represión de Israel en Palestina, pero en ese entonces no sabía, en 1987, sobre
sus conexiones con el suministro de equipo policial y militar, así como de
asesores en tecnología y vigilancia a Guatemala. Las instituciones policiales
del país estaban interconectadas con agencias militares y de vigilancia. Estos
agentes armados del Estado se convirtieron en temibles amenazas para sus
ciudadanos y en actores brutales, especialmente tras el golpe de Estado orquestado por la CIA en 1954 contra el último
gobierno democráticamente elegido de Guatemala.
Las peores masacres en las aldeas mayas
formaron parte de grandes "barridas" militares en las tierras altas
del norte y oeste de Guatemala. El coronel estadounidense George Maynes le
confió al periodista Allan Nairn que había trabajado con el general
guatemalteco Benedicto Lucas García para desarrollar esta táctica de barrido.
Durante la presidencia del general pentecostal Efraín Ríos Montt, esta táctica
de barrido se convirtió en marzo de 1982 en una estrategia sistemática contra
los mayas, considerados el principal "enemigo interno" del Estado
guatemalteco. Nairn también informa que el Boina Verde de EE UU., el capitán
Jesse García fue aún más específico sobre cómo "estaba entrenando a las
tropas guatemaltecas en la técnica de cómo 'destruir pueblos'". Los
indígenas mayas sufrieron más de 625 masacres y también, según admite el propio
gobierno, la destrucción casi total de más de 600 pueblos en las tierras altas
rurales de Guatemala. 100 000 huyeron a México y más de un millón fueron desplazados dentro de Guatemala.
Los indígenas mayas no fueron los únicos en sufrir
tales atrocidades. Los disidentes o sospechosos urbanos no indígenas también
fueron apresados y a menudo interrogados, torturados y desaparecidos. Más de un
millón de páginas de informes de los archivos policiales guatemaltecos -sí, más
de un millón de páginas ahora recuperadas- lo confirman. En total, más de 200 000 personas murieron o
desaparecieron en esta guerra en Guatemala entre 1960 y 1996.
En una visita posterior con estudiantes del
seminario, en 1988, y acompañado por mi familia y mis dos hijos pequeños,
visité la unidad forense del Grupo de Apoyo Mutuo en un pequeño edificio de
Ciudad de Guatemala dirigido por las madres de los desaparecidos del país. A la
mañana siguiente, vimos en los periódicos que el edificio había sido
bombardeado por las fuerzas policiales. Familias que buscaban a sus seres
queridos desaparecidos (lo hacían con el apoyo de delegaciones internacionales
de las que yo formaba parte), todos en busca de información forense que pudiera
desenmascarar a los culpables de los desaparecidos: esto era considerado un
crimen en la Guatemala de esos años. La omnipresencia de la violencia en
Guatemala, y el papel de Estados Unidos apoyándola, me marcaron profundamente.
La conexión de Israel con todo esto ha sido
ampliamente documentada.
El involucramiento de Israel con el gobierno
militar de Guatemala fue muy extenso, especialmente cuando el presidente
estadounidense, Jimmy Carter, cortó en 1977 la mayor parte de la ayuda militar
estadounidense a Guatemala debido a su notorio historial de abusos contra los
derechos humanos. El periodista de investigación George Black, en sus reportes
escritos para NACLA, informaba que Israel entusiasmadamente había sustituido
a Estados Unidos, convirtiéndose en "el principal proveedor de
Guatemala". En 1980, el Ejército fue completamente reequipado con fusiles
Galil [de fabricación israelí] a un costo de 6 millones de dólares". En
años subsiguientes, las élites militares guatemaltecas se enorgullecían de
haber sofocado la insurgencia en gran medida sin ayuda estadounidense. Israel
había desempeñado un papel muy apreciado como sustituto de los proveedores
militares estadounidenses.
En una de las tantas infames masacres, la de
la aldea Dos Erres, el 6 de diciembre de 1982, la conexión israelí estuvo
claramente presente. Comandos entrenados por Israel quemaron la aldea en su
totalidad, después de tirotear, torturar y/o violar a más de 200 aldeanos. Un
equipo de investigación de la ONU informó: "Todas las evidencias balísticas
recuperadas correspondían a fragmentos de bala de armas de fuego y casquillos
de fusiles Galil, fabricados en Israel" (Traducción del informe en español, volumen 6, apéndice 1, p. 410).
Esto fue sólo en la aldea de Dos Erres. La misma investigación de 12 volúmenes
informa de que se utilizaron fusiles Galil de fabricación israelí en todo el
altiplano, mientras que helicópteros de fabricación estadounidense
transportaban tropas al altiplano para lo que, de acuerdo a lo que el informe
sostiene, fueron "actos de genocidio" (informe, volumen 2, 314-423).
Desgraciadamente, tardé demasiado en
enterarme de cuántas eran las otras maneras en que Israel había estado
implicado en la masiva violencia estatal en Guatemala. El politólogo, Bishara
Bahbah, formado en Harvard, en su libro, Israel y América Latina: The
Military Connection (1986) calificó la ayuda militar israelí a Guatemala
como "un caso especial" dentro de un escenario más amplio de ventas
de armamento de Israel a América Latina a lo largo de décadas. Otros trabajos
señalan aspectos similares, como el estudio de Milton Jamail y Margo Gutiérrez,
It's No Secret: Israel's Military Involvement in Central America.
Los académicos siguen estudiando la
contribución militar de Israel a la militarización del orden mundial actual.
Israel tiene experiencia en promocionarse como proveedor de tecnología para la
"pacificación" de los focos de conflicto que aquejan el orden
mundial. El antropólogo israelí, Jeff Halper, lo documenta ampliamente en su
libro War Against the People: Israel, The Palestinians, and Global
Pacification (2015). Halper señala que, en Guatemala, la ayuda y el
entrenamiento militar de Israel fueron fundamentales para la creación de
comunidades de reasentamiento forzoso, "readaptación", o "aldeas
modelo" diseñadas para supervisar a los supervivientes de las masacres.
Los oficiales militares guatemaltecos incluso se refirieron a ello como la
"palestinización" de las tierras mayas de Guatemala posterior a las
masacres, donde las campañas de conmoción y pavor y de tierra arrasada dejaron
un pueblo devastado (Halper, 154-155). El periodista
guatemalteco, Víctor Perera, describió el resultado como "una réplica
distorsionada del Israel rural". Ian Almond, que relató lo descrito por
Perera, declaró que el coronel guatemalteco Eduardo Wohlers, entrenado en
Israel y encargado del Plan de Asistencia a las Zonas en Conflicto, admitió:
"El modelo del kibbutz y el moshav está firmemente plantado en nuestras
mentes" (Bahbah, 164).
A continuación, algunas notas más sobre la
conexión entre Israel y Guatemala:
Ya en 1978, las discusiones conjuntas que
tuvieron lugar en Israel, entre los ministros de defensa israelí y
guatemalteco, se centraron en "el suministro de armas, municiones, equipo
de comunicaciones militares (incluyendo un sistema informático, tanques y
carros blindados, cocinas de campaña, otros artículos de seguridad e incluso el
posible suministro del avión de combate avanzado, el Kfir. También se habló de
enviar personal israelí... para entrenar y asesorar al ejército guatemalteco y
a la policía de seguridad interna (conocida como G-2) en tácticas de
contrainsurgencia" (Rubenberg,
n.33).
En noviembre de 1981, cuando se iniciaban las
campañas de tierra arrasada contra los mayas en
Guatemala, Estados Unidos e Israel firmaron el Memorando de Entendimiento sobre
Cooperación Estratégica. Se centraba en sus esfuerzos conjuntos "fuera de
la zona del Mediterráneo oriental".
Israel empezó a entregar sus aviones
utilitarios Arava STOL en 1977, supuestamente sólo para transportar suministros
no militares, pero según lo anunciaban los israelíes los aviones son
"rápidamente convertibles" para otros fines, incluso para servir como
"un sustituto del helicóptero". Los aviones se utilizaron para
actividades de contrainsurgencia en el altiplano de Guatemala (Bahbah, 71,96, 100, 145-7).
El General Benedicto Lucas García, jefe del
Estado Mayor del ejército guatemalteco y quien implementó las barridas
genocidas, expresó su agradecimiento por " 'el asesoramiento y la
transferencia de tecnología electrónica' de Israel: cuando hablaba en una
ceremonia especial para la apertura de la Escuela de Transmisión y Electrónica
del Ejército de Guatemala (Bahbah, 163, citando a Lucas García según
lo citado en el Manchester Guardian, enero de 1982).
Según un amplio resumen sobre el papel de
Israel en "la guerra sucia de Guatemala", el periodista Gabriel
Schivone escribió en The Electronic Intifada sobre cómo Israel desempeñó
este papel de proxy de EE UU. Yaakov Meridor, un exministro de economía de
Israel, declaró: "Le diremos a los estadounidenses: No
compitan con nosotros en Taiwán; no compitan con nosotros en Sudáfrica; no
compitan con nosotros en el Caribe o en otros lugares donde no puedan vender
armas directamente. Dejad que lo hagamos nosotros… Israel será vuestro
intermediario".
Fijémonos en el general israelí, Mattityalu
Peled que fue un combatiente de la primera organización paramilitar de élite sionista Haganá, administrador militar de la Gaza ocupada a
finales de la década de 1950 y también general durante la guerra de 1967. Peled
fue muy franco al explicar el papel de Israel en el mercado mundial de armas:
"Israel ha dado a sus soldados formación práctica en el arte de la
opresión y en métodos de castigo colectivo. No es de extrañar, pues, que tras
su salida del ejército, algunos de esos oficiales opten por poner sus
conocimientos al servicio de dictadores y que esos dictadores estén encantados
de acoger a los expertos israelíes" (Rubenberg
n.6).
El golpe del presidente Ríos Montt, en 1982,
como él mismo explicó a ABC News, tuvo éxito porque "muchos de nuestros
soldados fueron entrenados por los israelíes". El número de instructores y
asesores israelíes, tanto para acciones militares como policiales, ascendía a
150-200, y algunos informes hablaban de 300 (Bahbah, 161). Cuando la matanza en el
altiplano estaba en su punto álgido, el jefe del Estado Mayor de Ríos Montt, el
general Héctor López Fuentes, admitió: "Israel es nuestro principal
proveedor de armas y el amigo número uno de Guatemala en el mundo" (Rubenberg,
n.61).
Un asesor israelí que trabajó extensamente en
Guatemala, el teniente coronel Amatzia Shuali, se había tomado muy en serio el
mensaje del gobierno israelí. Shuali mencionó a un colega israelí: "No me
importa lo que los gentiles hagan con las armas. Lo importante es que los
judíos se beneficien". El entrevistador añadió: "Shuali fue demasiado
cortés para hacer semejante comentario a un no
israelí". (Shuali citado de la entrevista de los Cockburn en Dangerous
Liaison, p.
221, 381.n10). La actitud de Shuali era similar a la que salía de los labios de
un antiguo jefe del comité de relaciones exteriores de la Knesset. Sobre la
relación de Israel con Guatemala, el miembro de la Knesset explicó:
"Israel es un Estado paria, no podemos permitirnos hacer preguntas sobre
ideología. El único tipo de régimen al que Israel no ayudaría sería uno que
fuera antiamericano" (Rubenberg,
n.1).
Otro estratega israelí clave, Pesakh Ben Or,
"tal vez el israelí más prominente en Guatemala" en la década de
1980, era un agente de Industrias Militares de Israel y de Tadiran (un grupo
israelí de telecomunicaciones que prestaba servicios de vigilancia a los militares
y al Palacio Nacional de Guatemala). También se las arregló para mantener
"una villa cerca de Ramlah en Israel, completa con sirvientes
guatemaltecos, piscina y establo para siete caballos de carreras" (Dangerous Liaison, 221 de entrevistas del
31 de octubre de 1988 y de Aluf Ben, escribiendo en Ha'ir, septiembre de
1987).
Gran parte de la ayuda militar de Israel
forma parte de una red de asistencia que incluye ayuda agrícola. Un informe de
NACLA realizado por el periodista de investigación George Black resumía desde
Guatemala: "... hay un mosaico entrelazado de programas de asistencia:
armas para ayudar al ejército guatemalteco a aplastar a la oposición y arrasar
el campo, asesoramiento en seguridad e inteligencia para controlar a la
población local y modelos de desarrollo agrario para construir sobre las
cenizas del altiplano".
Según el Instituto Internacional de Investigación
para la Paz de Estocolmo y como Bahbah lo resume, "Con ayuda israelí,
Guatemala incluso construyó una planta de municiones para fabricar balas para
fusiles de asalto M-16 y Galil". Esta planta se abrió en la ciudad
guatemalteca de Cobán, un lugar que mis estudiantes y yo habíamos visitado para
entrevistar a activistas y líderes eclesiásticos. (Bahbah, 162).
Quince años de investigación y consultas con
académicos con mucha más experiencia en Guatemala me han mantenido en sintonía
con las conexiones militares entre Estados Unidos, Israel y Guatemala. Existe
más investigación sobre las conexiones durante los años del genocidio en
Guatemala de la que puedo resumir aquí. He encontrado patrones similares de la asociación
entre Israel y Estados Unidos al visitar otros lugares en los que se han
producido intervenciones militares estadounidenses, tanto abiertas como encubiertas
(en Perú, Colombia, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Chiapas, México). Estos
países también -pero especialmente y siempre Guatemala- me proporcionaron una
primera visión de Estados Unidos e Israel como socios en el genocidio. Ahora,
especialmente dentro de EE.UU., como ciudadano tengo que reconocer mi parte de
responsabilidad en todo esto, dados los 3, 800 millones de dólares anuales en
ayuda militar que EE.UU. envía a Israel para preservar estas formas de
violencia contra palestinos y guatemaltecos.
Nuestros movimientos propalestinos deben
alzarse para desafiar, de una vez por todas, esta asociación entre Estados
Unidos e Israel en este escenario genocida.
Mark Lewis Taylor imparte la cátedra Maxwell
Upson de Teología y Cultura en el Seminario Teológico de Princeton.
Publicado por La Cuna del Sol
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