La vida de Adriana no ha sido fácil. Lampos brevísimos de felicidad en una larga vida marcada por el dolor. Pero no es un dolor cualquiera, de los que solemos experimentar la mayoría de los seres humanos. Este dolor es extremo. Tan aparatoso. Tan incuantificable.
ADRIANA PORTILLO-BARTOW:
EL TRIUNFO DE LA TENACIDAD Y LA CONVICCIÓN
EN LA LUCHA POR LA JUSTICIA Y LA VERDAD
Luciano Castro Barillas
Escritor y Analista Político
La Cuna del Sol
La vida de Adriana no ha sido fácil. Lampos
brevísimos de felicidad en una larga vida marcada por el dolor. Pero no es un
dolor cualquiera, de los que solemos experimentar la mayoría de los seres
humanos. Este dolor es extremo. Tan aparatoso. Tan incuantificable. Cuarenta y
tres años de penas e indiferencia, pues las personas llamadas a ser solidarias
con ella volvieron la cara para otro lado. Por miedo algunos. Por cobardía sin
control otros. Por mezquindad muchos más, ante la idea que su lucha por los
derechos humanos y sus declaraciones a la prensa escrita, y televisiva de
Guatemala y otros países era para hacer notorio un martirologio exhibicionista,
nunca deseado por nadie que tenga sensatez.
Sus sistemáticas denuncias en los años del
conflicto armado interno sobre lo que acontecía en Guatemala fueron motivadas
por convicciones políticas e ideológicas, pero sobre todo porque había sido
víctima de un crimen atroz. Seis de sus familiares fueron secuestrados y
desaparecidos el 11 de septiembre de 1981. Su padre, don Adrián Portillo, de 70
años, sus dos hijas Chagüita y Glenda de 10 y 9 años de edad, una hermanita,
Almita, de 18 meses de edad; su madrastra, su cuñada. Todas estas personas se
esfumaron de este mundo sin dejar el mínimo rastro.
Todos los archivos (al menos los disponibles)
del ejército y la policía no registraron nada en absoluto, quizá por la
recóndita e infame vergüenza de haber masacrado hasta una bebé de año y medio
de vida, uno de los tantos niños masacrados en este país. Solo la prensa,
diario El Gráfico, informó del operativo conjunto de las fuerzas de seguridad
contra una casa de seguridad en la zona 11, donde se celebraría una fiesta
infantil. De ese evento, hasta hoy, nunca se supo nada de estas seis personas.
El pueblo de Guatemala se enteró de los
sucedido gracias a las denuncias nacionales e internacionales de Adriana, de lo
contrario se ignoraría todo. Pero Adriana no solo perdió a parte de su familia.
Lleva en el alma otro dolor profundo: la pérdida de su país. Tuvo que huir
indocumentada, primero a México y luego a Estados Unidos, a donde llegó
atravesando desiertos inhóspitos y mortales, fracturada de un brazo. La
solidaridad norteamericana de esos años le dio la oportunidad con el Movimiento
Santuario. Aprendió rápido el inglés y paulatinamente su vida y la de sus hijas
fue mejorando. Encontró también el abrigo y el amor negado en Guatemala con una
buena persona, el señor Jeffrey West Bartow, de allí la incorporación legal de
su segundo apellido.
Conocí a Adriana cuando ella tenía 15 años y
yo 13. Ellos recién llegados de Escuintla, porque don Adrián vino a instalar a
Jutiapa un moderno negocio de pompas fúnebres de la transnacional empresa
mexicana “Gayoso”. Su madre, descendiente de un padre español salvadoreño, era
una mujer bella de intensos ojos verdes y cejas tan delineadas como plumas de
clarinero. Murió muy joven, este hecho hizo que la familia zozobrara ante la
pérdida de la principal conductora del hogar.
Eso la orilló a casarse muy joven y desde ese momento empezó a conocer
la amargura, hasta alcanzarla la gran tragedia del año 1981. No podía imaginar
aquella señorita de quince años, agraciada, de peluquita volandera por los
eternos aires de Jutiapa, que su felicidad iba a ser brevísima.
Hoy, el gobierno democrático del doctor
Bernardo Arévalo reconoce su lucha en el acto solemne que tendrá lugar en el
Palacio Nacional al rendirle un sincero homenaje por su incansable lucha por la
justicia y la verdad el viernes 21 de junio. Ella ha hecho suyo aquél viejo
apotegma que dice: “Las únicas luchas que se pierden son las que se abandonan”.
Adriana nunca se ha dado por vencida y luce victoriosa de la mano de quienes la
aprecian y valoran.
Publicado por La Cuna del Sol
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