sábado, 24 de septiembre de 2011

MANUEL JOSÉ ARCE: DOS MODELOS DE PROSA POÉTICA


Manuel Josè Arce,  poeta y dramaturgo guatemalteco. Una de los referentes morales de nuestro país en una época de alta corrupción, crimen, antidemocracia y antipoesìa. Fue miembro del Concejo Municipal en la administración del malogrado Colom Argueta. Ante el peligro de muerte tuvo que tomar el camino del exilio en Francia, donde murió. De gran prestigio literario, fue requerido por muchas universidades americanas y europeas para dictar conferencias, pese a que se ganaba la vida en el país galo como electricista. Trasladaremos a los lectores de nuestro blog, La Cuna del Sol, sus inolvidables artículos literarios que su publicaron en la década de los 70 y 80 en el desaparecido diario El Gràfico de la ciudad de Guatemala.---- Luciano Castro Barillas.



Y NO QUISIERA SER DE AQUÌ

                

Yo no quisiera estar aquí.

Amo, con todo lo que soy, este suelo y su gente. Por eso mismo, sufro de manera atroz. Por eso mismo me duele hasta el aire que pasa. Por eso mismo no quisiera estar aquí.
                
No quisiera ser de aquí. No quisiera amar tanto a este país, a esta gente.  El amor se me transforma en dolor. Y eso no es justo. El amor ha sido siempre alegre, constructivo, sinónimo de felicidad y de optimismo. Yo amo mi país. Y es un amor triste, impotente, infeliz, que me duele, que todos los días tiene nuevas llagas, que siempre està màs y màs crucificado.

Veo su mapa cercenado, una y otra vez. Veo su historia de burlas crueles, sangrientas. Veo su geografía amenazada por el planeta. Veo a sus moradores misérrimos, ignorantes, enfermos, raquíticos, hambrientos. Veo su suelo ubérrimo, inútilmente ubérrimo, para la mayor parte de sus habitantes. Veo su violencia progresiva, galopante. Veo, siento, vivo su tragedia incesante.  Y me duele. Me duele tanto como me duele decir: “Yo no quisiera estar aquí”, “yo no quisiera ser de aquí”.
                
Porque ser de aquí es una enfermedad incurable. Uno se va, y  entonces, la nostalgia. Uno se va, pero las noticias lo persiguen, los ojos buscan siempre un algo de aquí, la distancia castiga. Uno se va. Pero aunque se vaya, no se va: uno anda llevando su Guatemala adentro, como un amado cáncer, como una idea fija, como un verde corazón que siempre duele al palpitar y que palpita siempre. Yo no quisiera estar aquí. Yo no quisiera ser de aquí. Y aunque me duele el dolor del mundo, perdóneseme, pero me duelen menos otros países, que èste.
                
Me voy, a veces. Me meto en un libro y me voy. Tomo un pasaje de canción o recuerdo y me voy. Tomo un pasaje de canción o recuerdo y me voy. Escribo una carta, me meto con ella en el sobre, me pongo en el correo y me voy. Pero dura muy poco mi viaje: desde adentro de mì mismo este país  -este pequeño y cruel país- , se me hace presente, me sangra, me duele.
                
Cuànto amor en el dolor. Cuànto dolor en el amor.  Que dura eres Guatemala.



A QUIEN ENCUENTRE UNA LLAVE EXTRAVIADA

                
Una vez, hace ya muchos años  -“Hace ya tanto tiempo que me parece ayer”-, abrì mi corazón de par en par y le dije: “Entra, esta es una casa. Està un tanto en desorden debido a mi torpeza, pero es igual: llena de amor espera. Entra, entra en esta roja casa càlida y palpitante. Haz de ella tu reino. Ponla en orden, gobiérnala. ¿Ves estos calendarios? Son mis días: aquí hay un dolor, aquí una dicha, aquí un remordimiento, aquí hay una alegría, aquí un rìo de sueños. Son mis días. Entra en mi corazón: te està esperando”.
                
Entrò y no se dio cuenta. Creyò que estaba en un museo de cera, en un cine, en una casa de espejos, de espantos o en cualquier sitio asì.  Recorriò las amplias salas luminosas en donde atesoro todo lo hermoso, lo noble, lo bello, lo bueno. Paseò por los oscuros tùneles y pasillos secretos en donde ocultè mis humanas miserias, mis derrotas, mis caídas calladas, las cosas que duelen y avergüenzan. Estuvo en el santuario de mis gentes amadas, de los momentos dulces de mi vida: allì estaba su sitio. Pero no pudo verlo porque no se dio cuenta: estaba alucinada por el mundo exterior.
                
Veìa todo aquello con ojos de turista. Rozaba apenas la superficie con prisa juvenil. Recorriò aquella casa  -aquella profunda mina-   con impaciencia. Ojeò los calendarios sin detenerse, sin percatarse de que aùn quedaban páginas en blanco en las que yo intentaba escribir su nombre.  “¡Quèdate!   -le pedí-, ¡quèdate!
                
Pero salió. Saliò dando un portazo. Tuvo miedo. Y se llevò la llave. Y la perdió.  Hace ya muchos años. Muchos años. Y el vacìo me duele pecho adentro, sueños adentro, días adentro, vida adentro.
                
Tal vez tù has encontrado esa llave. Ven: abre este corazón que es una casa. Y entra en èl. Entra: esta es una casa: està un tanto en desorden debido a mi torpeza, pero es igual. Llena de amor espera.







Publicado por: Marvin Najarro.
CT., USA.

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