La brutalidad policial se define como el uso indiscriminado de fuerza
excesiva, ya sea física, verbal o de intimidación psicológica llevada a cabo
por un oficial de policía. Es una entre varias formas de conducta indebida por
parte de la policía, que incluye: falsos arrestos, intimidación, perfil racial,
represión política, vigilancia excesiva, abuso sexual y corrupción policial. La
brutalidad policial esta largamente extendida aun en aquellos países que la
tipifican como un delito y en donde es castigada, como en los Estados Unidos.
Un caso reciente que ha atraído la
atención nacional es el de un grupo de policías de la ciudad de East Haven,
Connecticut, que según noticia publicada por el New York Times (25/01/12) ha tiranizado a los latinos vecinos de esa
comunidad. De acuerdo a dicho medio de prensa, ese grupo de policías a quienes
designa como una pandilla conocida
como los Miller’s boys (los
muchachos de Miller) han sido arrestados por la autoridades del FBI después de
que una investigación del Departamento de Justicia determino en su reporte, que
el sargento Jonh Miller y tres de sus subordinados (los Miller’s boys) habían
cometido los delitos de conspiración, falsos arrestos, uso de fuerza excesiva y
obstrucción de la justicia. En lo que el Departamento de Justicia describió
como años de maltrato a individuos, especialmente hispanos, así como los intentos de los agentes policiales por encubrir tales actos criminales. Los oficiales
eran más que bien conocidos en la comunidad, quienes de acuerdo a las versiones
de los residentes y de las autoridades federales, eran muy temidos. Ellos
paraban y detenían a la gente, particularmente inmigrantes, sin razón alguna.
Les daban bofetadas, los golpeaban o los pateaban cuando ya estaban esposados y
en una ocasión estrellaron la cabeza de un hombre contra una pared. Perseguían
y arrestaban a los residentes, incluyendo al cura párroco de la localidad que
trataba de documentar el comportamiento de la policía. Seguidamente en una
conferencia de prensa el Fiscal General de Connecticut, David B. Fein dijo lo
siguiente: “no hay lugar para el uso excesivo de fuerza en una estación de
policía o en las calles, no hay lugar para falsedades en los reportes de la
policía.” “Ninguna persona está sobre la ley, y ninguna persona aun cuando haya
sido arrestada por un crimen, le debe ser negada la protección de la ley.”
Las palabras expresadas por el Fiscal General simple y sencillamente no se
ajustan a la realidad de los hechos, ya que el caso de abuso de autoridad por
parte de la policía en la localidad de East Haven es tan solo uno entre miles
que se reportan cada año a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos, y
en los que la policía actuando y abusando de todo el poder que le otorga la
ley, la arremeten contra todo aquel o aquellos, que según su concepción del orden; son un peligro para el orden establecido, es decir el orden
establecido por quienes detentan el poder real. Según datos estadísticos del
The National Police Misconduct Stactistics and Reporting Project (NPMSRP),
entre abril del 2009 y junio del 2010 se cometieron en todo el país 5,986 actos
de brutalidad policial, resultando en 382 fatalidades como consecuencias de las
acciones criminales de los agentes del orden. La brutalidad policial como
herramienta represiva y de control poblacional en manos del estado, es un
fenómeno que a diario se manifiesta en aquellas ciudades en donde habitan
grandes sectores de personas de color (termino eufemístico que se utiliza para
designar a negros, latinos y asiáticos). Esas personas de color, jóvenes en su
mayoría, diariamente son sometidas al acoso, asalto, arrestos ilegales y en no
pocos casos la muerte a manos de los agentes del orden; como lo ejemplifica el
caso del joven de 24 años de edad Everardo Torres, residente en la
localidad de Madera, California, quien el 22 de octubre del 2002 resulto muerto
de un disparo cuando ya estaba esposado en la parte trasera de un vehículo de
la policía de Madera. El joven Everardo Torres era un excelente boxeador quien
había sido designado para integrar el equipo olímpico de los Estados Unidos. El
1 de enero del 2009, en otra muestra de brutalidad policial, el joven
afroamericano de 22 años de edad Oscar Grant, fue muerto a sangre fría de un
disparo en la espalda por un policía en la ciudad de Oakland, California. La
escena capturada en las videocámaras de teléfonos celulares horrorizo a mucha
gente. Inmediatamente después y como siempre sucede en este tipo de fatales
incidentes en los que se ve involucrada la fuerza policial, el sistema (la
policía, sus abogados, el fiscal de distrito, la ciudad, y los medios de
prensa) propaga toda clase de explicaciones (desinformación): que el policía matón
era un novato pobremente entrenado, que quiso utilizar el taser
(electroshocks), que estaba asustado, que es un racista solitario, que fue un
terrible e inexplicable error. Pero lo que estos eventos muestran en realidad,
es que, esas “explicaciones” son mentiras designadas para encubrir la verdad de
que, el abuso policial y las muertes resultantes del mismo, no son simples
errores o accidentes aislados provocados por oficiales indisciplinados, es la
culminación de una orgía de violencia perpetrada por pandillas de
policías en contra de personas de color (latinos y negros) que incluye el
perfil racial, insultos, amenazas con tasers, asaltos y detenciones ilegales.
Inmigrantes, vendedores callejeros y jóvenes (negros y latinos) son un
blanco fácil debido a la escasa protección que tienen para protegerse de los
abusivos policías quienes sienten que pueden aterrorizar e intimidar a estas
personas con total impunidad. Bajo el pretexto de la guerra contra el crimen,
la guerra contra las drogas y la guerra contra el terrorismo, existe una guerra
en contra de las minorías. En contra de los pobres, los inmigrantes, los jóvenes,
los trabajadores y de aquellos que protestan en contra de las injusticias del
sistema capitalista - los manifestantes en Wall Street y en otras localidades
como en Oakalnd - . La fuerza policial y la brutalidad que esta despliega como herramienta
represiva, ha sido diseñada por el sistema, no para proteger al pueblo, sino
para mantenerlo oprimido y bajo control. En muchos casos, como en el de East Haven,
Connecticut, la policía cuyos miembros mayormente blancos viven en la zonas
suburbanas, actúa como fuerza de ocupación en aéreas minoritarias. Esto,
conjuntamente con la crisis social en los Estados Unidos, ha creado las
condiciones para la epidemia de brutalidad policial.
La última muestra de brutalidad policial ha tenido lugar en la ciudad
de Oakland, California, en donde una manifestación de Indignados ha sido
violentamente reprimida por la policía con más de 300 personas arrestadas.
Marvin Najarro
Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.
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