INTRODUCCIÓN
Como lo habíamos manifestado anteriormente en
este espacio (30 de marzo 2012) un diario
norteamericano informaba a cerca de la cumbre de presidentes centroamericanos
en Guatemala, reunidos para discutir la propuesta de despenalización de
la droga del presidente Otto Pérez Molina, puntualizaban también que el
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en una movida sin precedentes;
ha puesto en la agenda de discusiones para la próxima Cumbre de las Américas,
la legalización y despenalización de la droga, sugiriendo dicho diario (Los
Angeles Times) que de alguna manera, Santos le había comido el mandado al
presidente guatemalteco. Efectivamente, eso es lo que ha sucedido y ahora
Santos que, como su antecesor Uribe, ambos fieles sirvientes de los intereses de
Washington, se encargará de diluir la propuesta de la despenalización y
presentarla como una opción menor ya que él claramente
favorece la opción militar -Plan Colombia- a la cual atribuye
"éxitos" en la erradicación de los carteles de la droga colombianos.
Convenientemente, Santos, obvia mencionar los estragos que el Plan Colombia ha
causado a su país, que ahora se ha convertido en una cabeza de playa para el
intervencionismo militar norteamericano en Suramérica. A pesar de manifestar
nuestro apoyo a la propuesta del presidente Perez Molina, pues la consideramos
muy digna y nacionalista, y porque no decir, la más realista; no dejamos de
percibirla con cierto escepticismo. No porque fuera, como se ha dicho hasta el
hartazgo; una cortina de humo o que no hubo una bien concertada campaña
diplomática de parte del gobierno guatemalteco. No, nuestras dudas tienen bases
históricas, pues sabido es que los Estados Unidos no acepta ni ha aceptado
propuestas que atenten contra sus intereses hegemónicos, vengan estas de donde
vengan. En su reciente periplo por Latino America, el vicepresidente Joe Biden,
dijo que: (...) no existía ninguna posibilidad de que el gobierno de
los EEUU apoye propuesta alguna encaminada hacia la legalización de las drogas. Otro
oficial antinarcóticos estadounidense dijo: (...) le hemos dado una
mirada a la descriminalización y legalización y, simplemente, eso no trabaja
para nosotros.” Más claro no canta un gallo. Y para aquellos que
ingenuamente creen que la diplomacia es un buen recurso para negociar con
nuestro buen vecino del norte, lo anterior es una muestra de que el imperio no
negocia, impone; que la única diplomacia que ha practicado desde siempre es el
de las cañoneras (gun boat diplomacy). Finalmente y como una triste
realidad patente en toda la región latinoamericana, este debate de la
despenalización de la droga, no ha hecho más que poner de relieve la desunión
que priva en muchos de los actores políticos de la región, como ha quedado
evidenciado en el boicot de tres de los presidentes centroamericanos
a la propuesta de su hermano presidente guatemalteco. Razón tuvo Simón
Bolívar al escribir (antes de morir desilusionado ante la desintegración de la
Gran Colombia) que: “América Latina es ingobernable…he arado en el
mar.” Marvin Najarro
LOS RÉGULOS Y EL
TESTAFERRO
Por Luciano Castro Barillas
La historia de América, pero principalmente la
de Centro América, está signada, desde siempre, por la disgregación, el
sectarismo, el personalismo, el hegemonismo y los dislates recurrentes. Es algo
ancestral, ya que los señoríos indígenas, a despecho de sus epatentes
descubrimientos en las ciencias y las artes, nunca dejaron el pleito entre
ellos; al punto que los kakchiqueles no vacilaron en aliarse con los españoles
para destruir a los quichés. O los tlaxcaltecas contra los aztecas. Esas naciones prehispánicas mayenses bastante
chicas fueron la precuela de lo que serían, en actitud, las cinco provincias
centroamericanas (Chiapas incluida, como parte del territorio de Guatemala) durante
la época independiente, gobernadas por auténticos régulos o reyezuelos, de
origen peninsular algunos y criollos
otros, cuyas disputas no eran por definiciones o celos de nacionalidad sino
por visibles y pocos disimulados
intereses económicos. A nadie le importó Centro América como patria, país o
nación; importaron sí sus cosas y asuntos propios, como hasta la fecha. De allí
que el “centroamericanismo”, esa instancia de integración en todos los
órdenes de la vida social y económica nunca ha pasado de lo que es: una chata
declaración de principios sobre propósitos y voluntades que nunca han existido.
El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica siempre rivalizaron con
Guatemala. Guatemala no. Rivalizaron, claro está, sus élites dominantes y en su personalismo y
sectarismo arrastraron a la naciones enteras hacia la debilidad, el localismo y
la falta de identidad. Los ricos guatemaltecos siempre fueron más poderosos que
los de las otras provincias pues por trescientos años centralizaron el poder y
la riqueza, de allí la explicación del porqué la oligarquía guatemalteca es la
más despiadada y conservadora de América Central, es decir, por la reificación
del dinero. Esas rivalidades afloran de cuando en cuando y lo del boicot con la
iniciativa de Pérez Molina es lo más reciente. Guatemala indudablemente está
urgida de encontrarle una solución a la espiral de violencia porque no es la
misma presión social y política un país que cuenta con 14 millones de
habitantes, contra los 4 millones de Costa Rica, los 5 millones de Nicaragua o los 7
millones de Honduras. Independiente de la tasa de homicidios por cada cien mil
habitantes, Guatemala tiene una alta acumulación de variados ilícitos como
corresponde a esa “enorme” cantidad de personas para su realidad fiscal, que es
la más baja de Centro América. La presión social guatemalteca es al 250% más
que la de Costa Rica, por ejemplo. ¿A qué país puede interesarle más encontrar
salidas alternativas al problema del narcotráfico? Es, indudablemente, la
política exterior emblemática de un gobierno de derecha que de tener éxito les
redituará políticamente en prestigio y la posibilidad de hacer un segundo
gobierno. Pero la verdad es que no hay salida para la crisis de
ingobernabilidad e inseguridad con la confrontación armada. ¿Quiénes mejor que
los guatemaltecos para entender que los 36 años de guerra interna fueron un
desastre? La solución armada tampoco la encontrado Colombia con mas de 40 años
de guerra, virtualmente ocupada por el ejército norteamericano disfrazado de
asesores. Ni México con los seis años de confrontación contra los poderosos
carteles de la droga que han arrojado miles de personas asesinadas y
desplazadas. Los costos económicos y sociales son altísimos y no hay indicios
de debilitamiento de los narcotraficantes que han aprendido de la manera debida
técnicas militares, como rehuir el posicionamiento bélico por la movilización
geográfica. Guatemala es la plaza ganada y la que se debe retener, a costa de
todo, pues la vecindad mexicana con los Estados Unidos da a las fuerzas de
seguridad de ambos países facilidades operativas. Tenemos que entender esto
para comprender la posición de Pérez Molina, preocupado o asustado posiblemente
por la magnitud del problema, De allí que los guatemaltecos no debemos esperar
nada -una iniciativa regional,
digamos- porque a los demás países
centroamericanos les importa muy poco, ya que no sufren de igual manera. O
harán, para no malquistar, lo que ordene los Estados Unidos, tal como lo hizo como fiel lacayo Funes u Ortega con su
acomodaticio antiimperialismo. La iniciativa guatemalteca sobre la
despenalización de la droga la pudo hacer un gobierno de URNG, de LIDER o del
Partido Patriota, que la misma actitud imperial habría encontrado. Regularizar
la producción, tránsito y consumo de la droga significa afectar seriamente el
sistema financiero, la economía total de los Estados Unidos. El dinero negro
tiene una senda de desfogue que, precisamente, está al interior de los Estados
Unidos. ¿Cuáles son los nombres de los carteles gringos? ¿Cuáles el ritmo y
magnitud de los decomisos de la policía mejor dotada y entrenada del mundo? La
iniciativa de la despenalización de la droga propuesta y divulgada en el mundo
entero por el presidente guatemalteco con su sentido nacionalista y candoroso
de independencia, no encontrará respaldo. La encontrará el presidente Santos de
Colombia, porque el cumple mejor el papel de testaferro, subordinado e
incondicional. ¿Acaso no es el procónsul de los yanquis en tierra sudamericana?
Santos rebalsaba de contento en tiempos de Uribe -su mentor-
y con sonrisa de oreja a oreja, como El Guasón, con la muerte del
dirigente histórico de las Fuerzas Armadas de Colombia, FARC, el señor
Marulanda. No lo disimulaba ante los medios noticiosos internacionales, sin el
mínimo asomo de humanidad. Luego de Briceño y por último de Reyes. ¿Ese es el
rostro de la democracia? Santos es la caja de resonancia, el muñeco de
ventrílocuo del imperialismo y quiere construirse un liderazgo inexistente en la Cumbre de las Américas que se celebra en los actuales
momentos en la ciudad de Cartagena de Indias. La política represiva de Uribe y
ejecutada por Santos durante sus dos períodos de gobierno ha hecho que Colombia
ocupe el segundo lugar mundial en ciudadanos colombianos desplazados. Hay en
marcha una política de aniquilamiento contra las fuerzas revolucionarias
colombianas y no es Santos el que podría proponer métodos alternativos a los
problemas del narcotráfico, ya que su política es y será de confrontación,
desde el momento que la política contrainsurgente colombiana se tipifica como
narcoterrorismo, término por cierto acuñado por los gringos y replicado a la
perfección por El Ñato, que es el apodo de Santos. Él no decide nada, lo hace
los Estados Unidos, país que no tiene ni
nunca ha tenido diplomacia. Sus embajadores son procónsules en todo el
mundo donde tienen, digamos, sedes diplomáticas. Allí van a pedir permiso los
gobiernos serviles. La única diplomacia conocen los Estados Unidos son la de
las cañoneras, el gran garrote o el dólar. Ya lo dijo Fuster Dulles, al ser
apabullado retóricamente por el Canciller
de la Dignidad ,
Toriello Garrido, en Caracas en 1954: “Los Estados Unidos no tiene amigos, sólo
intereses”. Y todo es igual hasta
la fecha. Mientras la crisis financiera siga haciendo estragos en los Estados
Unidos y la economía no salga del marasmo productivo, el dinero sucio o negro
de la droga es la mejor captación de inversiones. Ahora bien, la Sexta Cumbre de las
Américas es más de lo mismo, con la sola dignidad del presidente Correa de
Ecuador quien, por razones de principios
-tal como él lo afirmara- no
quiso asistir a esos cónclaves improductivos, eso sí, de amplia exposición
mediática de las transnacionales reaccionarias de la noticia.
Guatemala, pues, está siendo aniquilada por el
narcotráfico y urge encontrar soluciones por el debilitamiento de sus
instituciones públicas, cooptación de los poderes legales por los subrepticios,
muertes constantes y cada vez más sanguinarias, alta corrupción política donde
los procesos electorales, que financiados por la droga y, pérdida casi absoluta
de la seguridad y la tranquilidad. Guatemala es el más presionado y el más
indicado a buscar sin tardanza soluciones, dado que sus indicadores de
desarrollo humano son de los peores del mundo. ¿Qué lo haga la derecha? ¿Qué es
una cortina de humo? ¿Qué no aborda los problemas de fondo de la sociedad
guatemalteca que son estructurales? En todo lo dicho hay verdades relativas,
pero algo se tiene que hacer y no es precisamente la izquierda y los
revolucionarios los que lo podemos hacer por el momento. La sartén la tienen
por el mango otros y si bien la lucha popular se debe impulsar, la correlación
de fuerzas es desproporcionada, desfavorable. No obstante, el porvenir, el
futuro es y será del pueblo y aunque por el momento las fuerzas democráticas
guatemaltecas no tengan éxitos políticos, el no tener éxito no quiere decir que
no tengan la razón, que son históricas y eso es lo que vale. “Nuestra
recompensa se encuentra en el esfuerzo, no en el resultado. -decía Gandi- Un esfuerzo total es una victoria
completa”.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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