En días recientes se anunció la captura por parte de las Farc de un mercenario
de los Estados Unidos, Kevin Scott Sutay, en el sur de Colombia. De manera
inmediata, el Embajador de los Estados Unidos, Michael McKinley, sostuvo que
este personaje es un ex militar que se “encontraba en el país como turista”
cuando fue capturado, a lo que agregó que “es un ciudadano privado que nada
tiene que ver con el conflicto”. El mismo Embajador reconoció que Kevin Scott
Sutay fue miembro de las fuerzas armadas de los Estados Unidos entre el 2009 y
marzo del 2013, y en su “hoja de vida” (o mejor “su hoja de muerte”) se destaca
su participación en la guerra de Afganistán, donde se desempeñó como experto
explosivistaviii.
Como debe descartarse la hipótesis de la ingenuidad, lo que puede
concluirse es que este es un acto premeditado de provocación y de infiltración.
Por esta razón, lo que allí ha sucedido no puede ser catalogado como un
secuestro, como lo repiten como papagayos amaestrados los medios de
desinformación de Colombia y el mundo.
RAMBO DE TURISMO POR
SU
PATIO TRASERO
Renán Vega Cantor
“Los marines solamente estamos realmente motivados dos veces. Una es cuando
estamos de permiso.
La otra es cuando vamos a matar a alguien”.
Palabras de Randall Carter, Brigadier de los Marines en Irak, 2 de abril de
2004. Citado en Jeremy Scahill,
Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo,
Editorial Paidos, Barcelona, 2008. p. 161.
Que se pudiera viajar libremente por Colombia fue de lo que más presumió el
régimen criminal del uribismo y todos sus epígonos y en torno a ello se generó
una campaña mediática con el lema “Colombia es Pasión: vive y viaja por ella”,
con el que se anunciaba en tono triunfalista la “recuperación de la seguridad”
en todo el territorio nacional, un eufemismo para ocultar la inseguridad que
produce la terrible militarización de la vida cotidiana, en campos y ciudades.
Hasta tal punto se impuso esta falacia en el imaginario de la gente común y
corriente que, en un país con un puñado insignificante de terratenientes, todo
el mundo alardea de poder ir a descansar a su finca, para huir del ruido y la
miseria de las grandes ciudades.
Junto con esta propaganda mediática de consumo interno, también se pregona
que el país es un atractivo para la inversión extranjera, porque se conceden
todo tipo de prebendas y garantías a los capitalistas que quieran invertir en
este lugar paradisiaco para los negocios, con salarios chinos y con una
frontera abierta a la destrucción ambiental, como en el lejano oeste yanqui del
siglo XIX. Con esto simplemente se ha querido legitimar la entrega de las
riquezas naturales del país a las trasnacionales para que se las lleven sin
ningún obstáculo.
La pretendida seguridad que convierte a Colombia en uno de los lugares más
atractivos para el capital foráneo ha venido acompañada del incremento de la
presencia militar de los Estados Unidos, hasta el punto que nuestro país es el
portaviones terrestre más grande e incondicional con el que cuenta el
imperialismo en América Latina, si se tiene en cuenta que tropas y asesores de
aquel país se encuentran en más de 30 sitios del territorio colombiano.
Y junto con el Plan Colombia, las bases militares, los aviones de guerra ,
los drones y todo tipo de instrumentos para matar también nos llegaron los
Rambos, es decir, los “matones profesionales” Made in USA. La propaganda
oficial del régimen se exalta la presencia de militares y mercenarios –¡perdón
contratistas! – como imprescindibles para resguardar la seguridad de los
colombianos. Y vaya seguridad que nos proporcionan como se evidencia con una
serie de hechos que vale la pena recordar.
Violaciones de los marines y
pornografía infantil
En el departamento del Tolima, en límites con Cundinamarca, se encuentra el
caluroso pueblo de Melgar, localizado a escazas dos horas de Bogotá. A pocos
kilómetros de distancia se localiza la base militar de Tolemaida, donde se
encuentra un contingente de militares y mercenarios de los Estados Unidos. El
27 de agosto de 2006 dos de estos militares salieron de esa base y se
dirigieron a Melgar, obligaron a ingerir licor a una niña de doce años, a la
que luego raptaron e introdujeron en un vehículo con placas diplomáticas de los
Estados Unidos, la llevaron hasta las instalaciones de la Fuerza Aérea, allí la
violaron y la filmaron. Después de consumado ese atroz delito, la niña fue
encerrada en el cuarto de uno de los agresores y luego fue sacada de las
instalaciones del batallón en la misma camioneta diplomática y tirada en la
calle, al frente de la iglesia de Melgar. La madre de la niña se atrevió a
denunciar el hecho, por lo cual sufrió amenazas y atropellos que la obligaron a
abandonar su casa y a convertirse en otra de las miles de desplazadas que
deambulan en la ciudad de Bogotái.
Este no es ningún hecho aislado, puesto que en el año 2006 se denunciaron
26 casos similares en la Comisaria Familiar de Melgar y en el 2007 otros 13
casos. Aparte de violar a las niñas y a las jóvenes del lugar, militares de los
Estados Unidos han hecho videos pornográficos que han dado a conocer
públicamente. Una de las niñas filmadas, de 16 años de edad, se suicidó poco
después de enterarse que aparecía en uno de estos videos pornográficos, que fue
grabado por un sargento activo del Ejército de Colombia y un exmilitar de los
Estados Unidos que formaba parte del Plan Colombiaii.
Por supuesto, los soldados de los Estados Unidos gozan de inmunidad (es
decir, impunidad) de tipo diplomático, lo que impide que siquiera sean
demandados en instancias judiciales del país, y sin ningún recato siguen
cometiendo crímenes de este tipo, tanto en Colombia como en otros países. No
sorprende que uno de los militares estadounidenses le hubiera dicho a la madre
de la niña que comentamos en este vergonzoso episodio: “Sí la violé. ¿Y?
¡Demándeme!… a nosotros no nos pueden hacer nada”iii.
Guardaespaldas de Obama en
juerga sexual en Cartagena
Un segundo hecho que produjo algún revuelo mediático aconteció en abril de
2012 en el marco de la Cumbre de las Américas que se realizó en Cartagena. En
esa ocasión, una docena de los quinientos guardaespaldas de Barack Obama, se
vio involucrada en un hecho típico de imperialismo sexual –un término usado
para referirse a los desmanes de los marines yanquis en Filipinas-, en el cual
consiguieron a veinte trabajadoras sexuales las llevaron a los aposentos del
Hotel Caribe, disfrutaron de una noche de juerga, pero al otro día se negaron a
pagar lo que correspondía por el servicio. Este hecho cotidiano en el
comportamiento de los militares, mercenarios y agentes secretos que se
encuentran en Colombia no se hubiera conocido, si no es porque lo realizaron
guardaespaldas de Obama, en el contexto de la Cumbre de las Américas en
Cartagena.
A raíz de este acontecimiento, se pudo establecer que en cada una de las
giras que realiza Obama o algún funcionario de alto rango del gobierno de los
Estados Unidos, el “servicio secreto” se transforma en el “circo secreto” que
opera de noche y al cual todo se le permite todo tipo de tropelías en los
países a donde lleguen, entre ellas sus intrépidas “conquistas” sexuales, a
punta de dólares. Esto es tan evidente y tolerado que el senador Joe Lieberman
apuntó, no sin cierta dosis de cinismo, que “si uno de los agentes (Arthur
Huntington, de 41 años, casado y con hijos) no hubiera discutido con una de las
mujeres sobre cuánto le debía, el mundo no lo habría sabido, pero ahora el
mundo lo sabe y por eso la reputación del cuerpo depende de esta
investigación”iv.
El revuelo que causo el escándalo mediático intentó ser disimulado por
parte de funcionarios de Washington con el argumento que en verdad lo que les
preocupaba era que las trabajadoras sexuales de Cartagena hubieran sido
utilizadas como señuelo por “enemigos de los Estados Unidos” para tener acceso
a información secreta. Afortunadamente, acotó uno de estos personajes, “es
irónico que nos sintamos aliviados al comprobar que eran simplemente prostitutas”
v, con lo que se demuestra el valor que los funcionarios del imperio le
atribuyen a los seres humanos del mundo periférico, todos y todas consideradas
como puros sirvientes, en el caso mencionado como sirvientes sexuales.
La DEA en la “Zona Rosa” de
Bogotá
La penetración de los organismos militares y de agencias de espionaje de
los Estados Unidos alcanza tales niveles, que se ha naturalizado su presencia
en nuestra vida cotidiana, como se demuestra con lo acontecido hace pocas
semanas en Bogotá, en la denominada “zona rosa”, un sitio de diversión de la
clase media y de la “gente bien” de la capital del país. El 20 de junio, un
agente de la Agencia Antinarcóticos de los Estados Unidos (DEA) murió luego de
subirse a un taxi en donde intentaron someterlo a lo que en la jerga
delincuencial de la ciudad se conoce como el “paseo millonario” -una práctica
cotidiana que se vive en este país desde hace muchos años y que consiste en
robar a los pasajeros- y que no genera ninguna noticia cuando lo sufren
anónimos ciudadanos. Pero en este caso el hecho trascendió porque el
involucrado era Terry Watson, quien según informes oficiales del propio
embajador de los Estados Unidos fue “víctima de un atraco”, cuando se
encontraba en una “misión especial”, sobre la que no proporcionó detalles.
Inmediatamente después de conocido el deceso del agente yanqui, el Director
de la Policía Nacional ofreció una recompensa de 50 millones de pesos (unos 25
mil dólares) a quien diera información para capturar a los responsables. Y al
otro día, Juan Manuel Santos lamentó la muerte del miembro de la DEA –lamento
que nunca se ha escuchado cuando se trata de la muerte de un campesino en El
Catatumbo, en El Cauca o en cualquiera otra región del país. Como algo raro en
este país, con una celeridad pasmosa a las pocas horas del suceso, la policía
reportó las primeras capturas y 72 horas después afirmó que se había
esclarecido el crimen. Como un muerto del imperio vale más que cualquier muerto
de la periferia, y además debe demostrarse quiénes son los que mandan y quiénes
son los súbditos, el gobierno de los Estados Unidos ordenó que fueran
extraditados a los Estados Unidos los presuntos responsables de la muerte del
agente, sin ningún juicio previo en Colombia, a donde seguramente van a ser
juzgados y condenados los colombianos a los que se inculpa de ese delito.
Esta exigencia que, entre paréntesis pone de presente nuestro carácter de
una neocolonia en la que manda el embajador de los Estados Unidos, como
cualquier virrey, indica el grado de dependencia de la mal llamada justicia
colombiana, como lo registra sin eufemismos una noticia de prensa, que en otros
tiempos no dejaría de causar estupor, por su descaro: “Un gran jurado federal
del estado de Virginia acusó a seis ciudadanos colombianos por el secuestro y
posterior asesinato de un agente de la DEA en Bogotá el mes pasado durante un
intento de robo, informó el Departamento de Justicia de EE.UU”. En la misma
noticia se agrega, que, léase bien, Eric Holder, el mismísimo Secretario de
Justicia y Fiscal General de los Estados Unidos –no de Colombia donde se
cometió el delito- señaló en forma textual: "Estamos dando un paso
importante para garantizar que los presuntos responsables de su asesinato sin
sentido comparezcan ante la Justicia", la de Estados Unidos, por supuesto
que es la única válida para ellos. Para darle el tono de superioridad que no
puede faltar en el caso de los Estados Unidos, el Fiscal General remató
diciendo que "el agente especial Watson era un valiente servidor público
que dedicó su vida a la protección del país que amaba. Era un héroe, en todo el
sentido de la palabra, al que nos han arrebatado demasiado pronto”vi. ¡Que la
divina providencia nos libre de este tipo de héroes!
Este hecho confirma la dependencia absoluta del Estado colombiano con
respecto al de Estados Unidos, como se evidencia con varios elementos que deben
recalcarse: uno, que un delito común y frecuente en Bogotá, en la que
diariamente se realizan decenas de “paseos millonarios”, en los que nunca se
captura a los responsables, se haya clarificado en una forma tan rápida y la
policía –que en forma frecuente está involucrada en ese y otros delitos- haya
sido tan efectiva; dos, que la investigación haya sido coordinada en forma
directa por la DEA en Bogotá y Washington, como si estuviéramos no en Colombia
sino en territorio de los Estados Unidos; tres, que los señalados como
responsables del homicidio sean acusados directamente desde los Estados Unidos,
se ordene su extradición y el Estado colombiano lo vaya a aceptar y que pronto
los entregue en manos de la “justicia yanqui”, en violación flagrante de la
legislación vigente, que indica que un delito como el “paseo millonario” debe
ser tramitado en el país y los culpables deben pagar su pena acá y no en una
cárcel del extranjero. En estas condiciones, es bueno recordar que hasta el
momento después de muchos años de haber vuelto a imponer la extradición ningún
ciudadano de los Estados Unidos que haya matado colombianos, tanto en suelo de
su propio país o en el nuestro, ha sido extraditado a Colombia. Tampoco han
sido extraditados los funcionarios de la empresa bananera Chiquita Brands,
financiadores y responsables directos del asesinato de miles de colombianos por
parte de sus paramilitares y que fueron condenados por una corte federal de los
Estados Unidos a pagar una multa de 25 millones de dólares al fisco de ese
país, por patrocinar grupos paramilitares. Y tampoco sorprende que en Colombia
la Fiscalía los haya exonerado por los mismos delitosvii.
Sobre el suceso reciente del agente de la DEA es importante hacerse una
serie de preguntas elementales, que, sin embargo, aquí nunca se formulan por
parte de los periodistas de los medios de desinformación masiva: ¿Qué hace un
agente de la DEA en Bogotá o en cualquier lugar del país? ¿Cuántos agentes de
la DEA hay en todo el territorio colombiano? ¿Cuál es la misión secreta que
estaba realizando un individuo de larga trayectoria, que incluso estuvo
presente en Afganistán, donde se dice que realizó “tres misiones” con éxito?
Rambo de turismo en la selva
Todo lo antes mencionado nos sirve de contexto para referirnos a un caso
que sucede en este momento, sobre el cual la desinformación da la vuelta al
mundo. En días recientes se anunció la captura por parte de las Farc de un mercenario
de los Estados Unidos, Kevin Scott Sutay, en el sur de Colombia. De manera
inmediata, el Embajador de los Estados Unidos, Michael McKinley, sostuvo que
este personaje es un ex militar que se “encontraba en el país como turista”
cuando fue capturado, a lo que agregó que “es un ciudadano privado que nada
tiene que ver con el conflicto”. El mismo Embajador reconoció que Kevin Scott
Sutay fue miembro de las fuerzas armadas de los Estados Unidos entre el 2009 y
marzo del 2013, y en su “hoja de vida” (o mejor “su hoja de muerte”) se destaca
su participación en la guerra de Afganistán, donde se desempeñó como experto
explosivistaviii.
En la información que se ha dado a conocer se afirma que, tras su reciente
retiro de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el exmilitar inició una
gira por todo el continente latinoamericano que comenzó en México y continuó
por América Central hasta llegar a Colombia, a donde se internó en territorios
del sur del país, en una zona selvática del Departamento del Guaviare, un
candente teatro de guerra. Si este es el escenario geográfico al que llegó
Kevin Scott Sutay, resulta un poco cándido –por decir lo menos- el cuento que
circula sobre sus andanzas por Colombia, que citamos en forma directa:
“Comenzó su viaje en México. El 8 de junio estaba en Panamá desde donde
tomó un avión a Bogotá. En la capital permaneció dos días y desde allí tomó un
bus que lo llevó a San José de Guaviare, en donde se hospedó en el hotel Las
Palmas. Equipado con un morral con poca ropa y una cámara fotográfica, se quedó
una semana visitando los alrededores de la capital de Guaviare.
Su presencia no pasó desapercibida y a pesar de su escaso español logró
hacerse entender por los lugareños. Allí conoció al pastor evangélico Norberto
Mendoza quien lo hospedó durante dos días en su vivienda. Sutay le contó que
quería viajar hasta algunos de los resguardos indígenas y que planeaba caminar
hacia el municipio de El Retorno.
El pastor, así como las autoridades locales, le informaron que esa travesía
era extremadamente peligrosa no sólo por las complejidades propias de la selva,
sino porque en la zona había presencia de dos frentes de las Farc. El joven le
respondió que por haber sido marine estaba entrenado en técnicas de
supervivencia y que lo único que necesitaba era un machete, que procedió a
comprar en el pueblo.
Los policías del lugar hablaron con él, al igual que el personero, entre
otros, para intentar persuadirlo. Todo fue en vano. A lo único que accedió fue
a firmar y a poner su huella en un documento en el que consta que fue
ampliamente advertido de los riesgos.
En la mañana del 20 de junio se despidió de su amigo el pastor y se tomó
algunas fotos, las cuales fueron reveladas en exclusiva el jueves pasado por
Semana.com. Unas horas más tarde, cuando caminaba cerca de la vereda Puente
Tabla se encontró con la guerrilla y hasta ahí llegó la aventura de este joven
e ingenuo exmarine”ix.
Por lo pintoresca y poco verosímil, la noticia merece algunos comentarios.
Estamos hablando de una persona con experiencia militar en un escenario como el
de Afganistán, que se retiró hace escasos tres meses –según lo dice el
Embajador de los Estados Unidos- y no hace décadas y que llega a meterse, cual
mansa oveja, a una de las zonas más conflictivas de Colombia y persiste en su
actitud de irse selva adentro, a pesar de que un “pastor protestante” y la
policía del lugar le advierta del riesgo que corre al proseguir su pretendida
aventura. Realmente este cuento solamente lo pueden creer los guionistas de
Hollywood, o los periodistas colombianos, que cada vez se diferencian menos.
Que se inventen otra película de vaqueros, porque nada cuadra en este cuento
tan reforzado.
El asunto es todavía menos creíble si se recuerda que en forma frecuente
"El Departamento de Estado recuerda a sus ciudadanos el peligro de viajar
a Colombia”. De esta forma se inicia un comunicado del gobierno de Obama en
donde se brindan instrucciones a sus ciudadanos si vinieran a este país y se
dice que si bien “la embajada no posee información específica y preocupante
sobre amenazas en contra de los ciudadanos americanos, recomendamos ser
precavidos y estar vigilantes”. En forma concreta, les recomienda a sus
connacionales no utilizar buses intermunicipales y no viajar "fuera de
áreas urbanas por la noche"x. Si estas advertencias son hechas a
ciudadanos comunes y corrientes de los Estados Unidos, es de suponer que en el
caso de un ex soldado recientemente retirado del servicio, luego de haber
peleado como Rambo en Afganistán, se le redoblan las advertencias. Si eso es
elemental, por qué un individuo con tales antecedentes aparece de súbito en una
zona de guerra en el sur de Colombia y se introduce en un territorio en donde
hay frentes de la insurgencia, como cualquier persona lo sabe.
Como debe descartarse la hipótesis de la ingenuidad, lo que puede
concluirse es que este es un acto premeditado de provocación y de infiltración.
Por esta razón, lo que allí ha sucedido no puede ser catalogado como un
secuestro, como lo repiten como papagayos amaestrados los medios de
desinformación de Colombia y el mundo. Tal es la brutalidad mediática que
ciertos literatos –que se supone deberían ser personas sensatas, con distancia
crítica frente a cualquier hecho- han llegado a decir, como lo hace Juan
Gabriel Vásquez, que “las Farc secuestran a un norteamericano y luego dicen que
lo van a soltar como gesto de buena voluntad”xi.
En qué país vive un individuo que puede decir tamaña estupidez -la misma
que se pregona desde el Ministerio de Defensa y repite la mayor parte de
“opinadores” de escritorio-, que no tiene la más mínima idea de lo que es una
guerra y lo que representa en estos tiempos de bombardeos aéreos, guiados por
satélite, la infiltración de un espía en las filas de la insurgencia.
Columnistas como este, que son casi todos los que escriben en la “gran prensa”
de este país, con su crasa ignorancia, su mala fe y su analfabetismo político
–el peor de todos los analfabetismos como lo afirmó Bertold Brecht- poco aporte
le hacen al conocimiento y resolución de los grandes problemas del país –como
el de la guerra-, en un momento en que se requiere mesura, en lugar de decir
cuanta torpeza sin fundamento se les ocurra.
Al parecer todos estos “ilustrados” comentaristas creen en la leyenda
hollywoodense de Rambo, en la que se nos muestra, según la primera película de
1982, a un ex soldado de los Estados Unidos, que viene de una guerra –la de
Vietnam- y que deambula pacífica e inocentemente por el mundo y se ve obligado
a defenderse por los ultrajes recibidos, que es exactamente el mismo guion que
se nos ofrece en este momento en Colombia. En la vida real, e incluso en la
historia fílmica, rápidamente esta imagen de Rambo desapareció para dar paso al
héroe de los Estados Unidos que enfrenta a malvados y comunistas, y los derrota
en forma espectacular, por aquello que siempre ganan los “buenos”.
Todo este asunto sirve para develar que Rambo está en Colombia, pero no
desde hace pocas semanas, sino desde hace varias décadas. Y Rambo sí que aplica
al pie de la letra el lema uribista: “Colombia es pasión: viaja, mata, tortura
y masacra por ella”.
Notas:
vi. EE.UU acusa a seis colombianos por la muerte de un agente de la DEA en Bogotá, en http://globovision.com/articulo/ee-uu-acusa-a-seis-colombianos-por-la-muerte-de-agente-de-la-dea-en-bogota
vii. Esto no huele bien: el caso chiquita, en http://www.semana.com/nacion/articulo/esto-no-huele-bien-caso-chiquita/255731-3
viii. EE.UU., preocupado por bienestar de
estadounidense (en) poder de las Farc, en http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/eeuu-preocupado-bienestar-de-estadounidense-poder-farc-articulo-435326
ix. El marine (r) gringo que se fue selva
adentro, en http://www.semana.com/nacion/articulo/el-marine-r-gringo-selva-adentro/352255-3
x. Estados Unidos advierte a sus ciudadanos sobre los problemas de seguridad
en Colombia, febrero 21 de 2012, en http://www.larepublica.co/economia/estados-unidos-advierte-sus-ciudadanos-sobre-los-problemas-de-seguridad-de-colombia_2133
xi. Juan Gabriel Vásquez, “Instrucciones para tragar sapos”, El
Espectador, julio 25 de 2013.
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor
titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor
y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial
Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes),
Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad;
El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio
Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Capitalismo y
Despojo.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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