El hecho de que a su muerte
el déspota rey Abdullah sea alabado por Occidente, especialmente los EE.UU,
haciendo caso omiso de las enormes
violaciones a los derechos humanos cometidos contra sus propios cuidándonos y
al vasto reino del terror implantado durante su reinado en países como Siria,
Iraq, Yemen y Bahréin, explica no solo el nivel de cinismo, descaro y demagogia
de occidente, sino también pone al descubierto la podredumbre del andamiaje que
sostiene sus valores democráticos.
LOS DÉSPOTAS AL SERVICIO DEL
OCCIDENTE IMPERIALISTA
SON HOMBRES ILUMINADOS,
PROMOTORES DE LA PAZ
Si queremos tener una idea del estado de decadencia en el que se encuentra
actualmente la llamada democracia liberal occidental, bastará con dar una mirada
a algunos de los sucesos más relevantes de lo que va de este incipiente 2015
para darse cuenta que sus líderes viven inmersos en un mundo orwelliano donde
la realidad, con total impunidad y
descaro, es constantemente distorsionada ante nuestro propios ojos e impuesta como
si fuéramos una multitud de autómatas programados únicamente para obedecer
ciegamente y no cuestionar nada.
Lo vimos en París en esa grotesca escena donde mandatarios del mundo libre
y algunos de sus títeres del mundo menos civilizado, marchaban del brazo en
solidaridad por los atentados y en defensa de la libertad de expresión bajo ataque del terrorismo fundamentalista
islámico. Sobra decir que muchos de esos líderes hace rato que debieron ser
enjuiciados por los tribunales internacionales de justicia por crímenes
cometidos contra la humanidad, pero como ya sabemos, esas instancias
internacionales sirven únicamente para castigar a aquellos criminales
designados por occidente, que por lo general resultan ser aquellos que en un
momento fueron sus títeres antes de convertirse en sus enemigos.
Un déspota árabe ha muerto y la escena orwelliana se repite de nuevo. Los
mandatarios de las democracias occidentales en coro expresan sus condolencias
por la terrible perdida del querido rey quien se distinguió, ante los ojos de
sus incondicionales aliados, por ser un ejemplo de sabiduría, moderación y un
proponente de la paz. John McCain, el senador estadounidense amigo y defensor
de los terroristas que buscan derrocar al gobierno de Assad en Siria, elogió al
desaparecido líder por expresarse contra la violencia en el Medio Oriente y haber
sido un defensor de la paz. John Kerry, lamentó la muerte del tirano rey
diciendo que el mundo había perdido a un líder venerado que se había
distinguido por ser un valiente aliado en la lucha contra el terrorismo y un
proponente de la paz. En el palacio de Buckingham en Inglaterra, las banderas
ondean a media asta como una muestra de respecto al fallecido dictador árabe.
Pero todo este torrente de adulaciones e irrealistas caracterizaciones
chocan con la realidad de las acciones de un déspota taimado y cruel que estuvo
a cargo de una de uno de los reinos petroleros más obscurantistas y reaccionarios
del mundo árabe, donde las decapitaciones y los azotes son formas comunes de
castigo contra aquellos que se atrevan a cuestionar la autoridad de la
monarquía. El ahora fallecido rey Abullah de Arabia Saudita, al contrario de lo
que dicen sus aduladores, no fue un hombre promotor de la paz o un férreo
luchador contra la violencia terrorista. Durante su reinado de 20 años, aunque
oficialmente asumió el trono en el 2205, el rey Abdullah fue un agente de
desestabilización y un promotor de la violencia terrorista a lo largo de toda
la región.
De acuerdo a un cable del Departamento de Estado de los EE.UU dado a
conocer por Wikileaks, el rey abogó directamente por el inicio de más guerras por
parte de los EE.UU en la región. En un cable diplomático del 2008, el rey es
citado exhortando a funcionarios estadounidenses a “cortarle la cabeza a la
serpiente” lanzado nuevas acciones militares contra Irán. Todo esto en medio de
la sangrienta guerra en Irak demostrando con ello que no le preocupaba en lo
más mínimo un mayor escalamiento de la guerra en la región. Es pertinente
mencionar que fue precisamente en el trascurso de la guerra en Irak donde el
tirano rey Abdullah vio la valiosa oportunidad para promover la más extrema y
perversa forma del Islam de su reino; la ideología terrorista del Wahabismo.
El régimen despótico del rey Abdullah fue un gran instigador de conflictos
utilizando el sectarismo religioso como instrumento para crear desastrosas
divisiones entre sus rivales en su búsqueda por la supremacía regional
poniéndose al mismo tiempo al servicio de los intereses hegemónicos
imperialistas de los Estados Unidos y sus aliados occidentales. Los sangrientos
conflictos en Siria y en Iraq son un ejemplo de ello, como también lo son en el
surgimiento y el apoyo brindado a los diferentes grupos de terroristas islámicos
que están plagando de terror, destrucción y muerte esos países, cuyos gobiernos
son considerados como enemigos del reino petrolero saudita.
El hecho de que a su muerte el déspota rey Abdullah sea alabado por
Occidente, especialmente los EE.UU, haciendo caso omiso de las enormes violaciones a los derechos humanos
cometidos contra sus propios cuidándonos y al vasto reino del terror implantado
durante su reinado en países como Siria, Iraq, Yemen y Bahréin, explica no solo
el nivel de cinismo, descaro y demagogia de occidente, sino también pone al
descubierto la podredumbre del andamiaje que sostiene sus valores democráticos.
Son esos valores, que en la práctica se traducen en la primacía de sus intereses
hegemónicos sobre cualquier noción de derechos humanos y libertades
democráticas, a los que el difunto rey saudita se plegó muy lealmente
durante el tiempo que ejerció su dictadura. Esta es la razón por la que algunos
dictadores son considerados iluminados, hombres visionarios y promotores de la
paz, mientras que aquellos que se resisten a las maquinaciones imperialistas,
aun cuando cuenten con el amplio respaldo de sus pueblos, son consideradores
autoritarios, antidemocráticos y enemigos de la paz.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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