La caída de los precios del
petróleo desmintió la teoría del «pico de Hubbert»
y ahora parece que no debería producirse en este siglo la anunciada
escasez en el sector de la energía. El derrumbe de los precios
también inició probablemente el desmantelamiento de la teoría sobre el «origen humano del calentamiento climático»
y ha convertido en no rentables las fuentes alternativas de energía
y las inversiones en hidrocarburos de esquistos, así como
las perforaciones en aguas profundas. Al alterar el panorama
geopolítico, ese factor podría traducirse en un regreso de los
militares estadounidenses al Medio Oriente y obligar el Pentágono a
renunciar definitivamente a la teoría del «caos constructor».
LA CAÍDA DE PRECIOS DEL
PETRÓLEO
ALTERA EL TABLERO
GEOPOLÍTICO
Por Thierry Meyssan
El año pasado, los patrones de las compañías
petroleras más importantes del mundo occidental aconsejaban reducir las
emisiones de dióxido de carbono. Así esperaban obtener ayudas públicas para
desarrollar fuentes de energía alternativas al petróleo. Ante
los actuales precios del petróleo, esas inversiones han dejado de ser
rentables.
En dos años, el mercado mundial de las fuentes de energía ha sido
presa del desorden. En primer lugar, la oferta y la demanda
cambiaron considerablemente. Cambiaron después los flujos comerciales y,
finalmente, también cambiaron los precios, que se derrumbaron
estrepitosamente.
El mito de la escasez
La pérdida de impulso de la economía de los países occidentales y de
algunos países emergentes provocó una reducción de la demanda mientras que
la continuación del crecimiento en Asia, por el contrario,
la hizo aumentar. Resultado: la demanda global prosigue su lento
desarrollo. En materia de oferta, no sólo ningún Estado productor
ha visto derrumbarse sus capacidades de producción sino que algunos
incluso las han visto aumentar, como China, que ahora reúne importantes
reservas estratégicas. En definitiva, el mercado dispone de amplios
excedentes.
Esta primera constatación contradice lo que fue la verdad
supuestamente irrebatible de los medios científicos y profesionales de los
años 2000. Según ellos, la producción mundial de hidrocarburos
estaba a punto de alcanzar su punto más alto [el llamado «pico»]
y el mundo se encaminaba hacia un periodo de escasez en el que
algunos Estados se derrumbarían y estallarían guerras por los recursos
naturales.
Al regresar a la Casa Blanca, en enero de 2001,
el vicepresidente Dick Cheney formó inmediatamente un grupo de trabajo
para el desarrollo de la política nacional en materia de energía (National
Energy Policy Development o NEPD), grupo que el Washington
Post calificó de «sociedad secreta» [1]. En medio de
reglas de seguridad draconianas, los consejeros de la presidencia
organizaron audiencias a las que citaron a los patrones de las grandes
empresas del sector de la energía, a los científicos más reconocidos y
los jefes de los servicios de inteligencia. Y llegaron a la conclusión de
que no había tiempo que perder: el Pentágono tenía que garantizar la
supervivencia de la economía estadounidense apoderándose sin demora de los
recursos del «Medio Oriente ampliado». No se sabe
con precisión ni quién participó en ese grupo de trabajo, cuáles
fueron los datos utilizados, ni tampoco las etapas que siguió en su
reflexión. Todos sus documentos internos fueron destruidos para que
nadie conociera las estadísticas que había utilizado.
Fue ese grupo el que aconsejó iniciar las guerras contra Afganistán, Irán,
Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia y Sudán –programa oficialmente adoptado por
el presidente Bush Jr. en una reunión realizada
en Camp David… el 15 de septiembre de 2001.
Recuerdo que vi en Lisboa, en un congreso de la AFPO [2],
al secretario general de aquel grupo de trabajo de la Casa Blanca.
El hombre había presentado un informe sobre el estudio de las
reservas anunciadas, la inminencia del «pico de Hubbert» y
las medidas que había que tomar para limitar el consumo de energía en
Estados Unidos. En aquel momento, me convencieron
su razonamiento y su seguridad al exponerlo.
Con el tiempo comprobamos que ese análisis es completamente falso y
que las 5 primeras guerras (contra Afganistán, Irak, Irán, Líbano,
Libia y Siria) fueron, por consiguiente, inútiles, a pesar de
tratarse de un programa que aún se mantiene en marcha
actualmente. Este enorme error en materia de previsión no debe
resultarnos sorprendente. Es simplemente consecuencia del «pensamiento
de grupo»: una idea se impone poco a poco dentro de un
grupo sin que nadie se atreva a cuestionarla, ya que nadie
quiere arriesgarse a verse excluido del «círculo de la razón». Es lo que
se ha dado en llamar «el pensamiento único». En este caso,
los consejeros de la Casa Blanca partieron de la teoría malthusiana que
dominó la cultura anglicana del siglo XIX… y se mantuvieron
dentro de esa teoría, según la cual la población aumenta a un ritmo
exponencial mientras que los recursos sólo aumentan a un ritmo aritmético.
A la larga, no puede haber suficientes recursos para todos.
Thomas Malthus pretendía oponerse a la teoría de Adam Smith, quien afirmaba
que el mercado, cuando se mantiene libre de toda reglamentación,
se regula por sí mismo. En realidad, el pastor Malthus
encontraba en su teoría –no demostrada– la justificación de
su propio rechazo a contribuir a resolver las necesidades de los innumerables
pobres de su parroquia. ¿Para qué alimentar a aquella gente si
los numerosos hijos de aquellos infelices ya estaban condenados a morir
de hambre en el futuro? El gobierno de George W. Bush
se componía entonces fundamentalmente de WASP e incluía a numerosas personalidades
provenientes de la industria del petróleo, comenzando por el vicepresidente
Cheney, ex patrón de Halliburton, compañía productora de equipamiento
destinado a la explotación de hidrocarburos.
Si bien es cierto que el petróleo es un recurso no renovable, y
por ende destinado a agotarse, nada permite creer actualmente que ya
esté a punto de terminarse. En 2001 se razonaba en función
del tipo de petróleo que se extrae en Arabia Saudita, el que
se sabía refinar en aquel entonces. No se pensaba que podían
explotarse, por ejemplo, las reservas de Venezuela, de las que
hoy se sabe que bastarían para satisfacer el conjunto de las
necesidades mundiales al menos durante un siglo.
Hay que observar que la teoría del «origen humano del calentamiento
climático» probablemente no es mucho más seria que la del pico
petrolero. Como mínimo también tiene el mismo origen malthusiano, además
de tener también la ventaja de enriquecer a sus promotores
a través de la Bolsa de derechos de emisión creada en Chicago [3]
y popularizada para enseñar a los occidentales a reducir su consumo
de energía proveniente de fuentes fósiles, o sea a prepararse para vivir
en un mundo donde el petróleo sería escaso y caro.
El fin de los precios
artificiales
El alza del precio del barril hasta 110 dólares pareció confirmar la
teoría del equipo de Dick Cheney, pero su posterior caída a
35 dólares muestra que se trata de un razonamiento erróneo.
Al igual que en 2008, la caída de los precios comenzó con las
sanciones europeas contra Rusia, que desorganizaron los intercambios
a nivel mundial, provocaron un desplazamiento de los capitales y,
en definitiva, hicieron estallar la burbuja especulativa del
petróleo. Esta vez la caída de los precios se vio estimulada por
Estados Unidos, que vio en ella otro instrumento capaz de llevar al
hundimiento de la economía rusa.
La caída se agravó cuando Arabia Saudita la creyó favorable a sus
propios intereses. Al inundar el mercado con su petroleo, Riad
mantenía el precio del barril de Arabian light entre
20 y 30 dólares. Con ello destruía la rentabilidad de las inversiones
en las fuentes alternativas de energía y garantizaba a largo plazo
su propio poder y sus propios ingresos. Incluso logró convencer
a sus socios de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) para
que apoyaran esa política. Los miembros de ese cártel decidieron preservar
su autoridad a largo plazo aunque esos les costara ganar mucho
menos dinero durante algunos años.
Así que los bajos precios del petróleo, inicialmente estimulados por
Washington en el contexto de su ofensiva contra Moscú, acabaron por
afectar también la economía de Estados Unidos. En dos años
se perdieron en todo el mundo más de 250 000 empleos en el
sector de la energía, pero cerca de la mitad de esos puestos de trabajo
desaparecieron precisamente en Estados Unidos y el 78% de las plataformas
petroleras estadounidenses han sido cerradas. Aunque el retroceso de la
producción no ha sido tan espectacular, lo cierto es que
Estados Unidos probablemente ha perdido su independencia energética, o
está a punto de perderla.
Y no es Estados Unidos el único país en esa situación. Todo el sistema
capitalista se ha visto afectado. En 2015, las pérdidas de Total
ascendieron a 2 300 millones de dólares, las de ConocoPhillips
alcanzaron los 4 400 millones, BP perdió 5 200 millones,
Shell 13 000 millones, Exxon 16 200 millones y Chevron
cerca de 23 000 millones.
Esta situación nos devuelve a los tiempos de la «Doctrina Carter»,
en 1980. En aquella época, Washington se atribuía el derecho a
intervenir militarmente en el Medio Oriente para garantizar su propio
acceso al petróleo. Posteriormente, el presidente Reagan creaba el
CentCom, para aplicar aquella doctrina.
Hoy en día se extrae petróleo en casi todo el mundo, y
en formas bastantes diferentes, y ha desaparecido el espectro
del «pico de Hubbert». Esto permitió al presidente Obama ordenar el
desplazamiento de las tropas del CentCom hacia la región del PaCom (teoría
del «giro hacia Asia». Según puede observarse, ese plan se ha
modificado con la acumulación de tropas en el este de Europa (EuCom). Y
puede sufrir nuevas modificaciones si los precios del petróleo se estancan
en 20 o 30 dólares por barril. En ese caso, cesará la explotación de
nuevas fuentes de hidrocarburos y se producirá un regreso al petróleo
del tipo Arabian light. Se plantea, por consiguiente,
la cuestión del reposicionamiento de las fuerzas de Estados Unidos en
el Medio Oriente.
Si Washington sigue ese camino, también tendrá probablemente que modificar
los métodos del Pentágono. La teoría straussiana del «caos constructor»,
aunque permite gobernar inmensos territorios con muy pocos hombres en el
terreno, exige mucho tiempo antes de permitir la explotación de grandes
recursos, como ya puede verse en Afganistán, Irak y Libia. Quizás haya
entonces que volver a una política más sensata, renunciar a la
organización del terrorismo y aceptar la paz, para poder comerciar con los
Estados… o con lo que aún quede de ellos.
[1] “Energy Task Force Works in
Secret”, Dana Milbank y Eric Pianin, Washington Post, 16 de abril de 2001.
[2] La AFPO fue una asociación, ya desaparecida actualmente, creada por
geólogos que estudiaban el tema del llamado «pico del petróleo».
[3] «1997-2010: La ecología financiera», por Thierry Meyssan, Оdnako
(Rusia), Red Voltaire, 28 de abril de 2010.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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