Según un sofisticado
análisis que apareció el año pasado en JAMA, las "condiciones
socioeconómicas" representan solo alrededor de dos tercios de la conexión
Trump-opioides, es decir, el declive económico no es suficiente para
explicarlo.
LAS ADICCIONES A LOS
OPIOIDES Y A TRUMP:
SÍNTOMAS DEL MISMO MAL
Por Marshall Sahlins
El periodista y autor, Sam Quinones, se dio cuenta de ello incluso antes de
las elecciones de 2016, cuando vio todos esos carteles de Trump / Pence en toda
la región de los opioides. A los pocos días de la victoria electoral de Trump, Quinones
publicó la inquietante historia, al igual que lo hizo la historiadora Kathleen
Frydl bajo el acertado título de "The Oxy Electorate".
Donald Trump obtuvo muy buenos resultados, mucho mejores que los de Mitt
Romney en 2012, en las áreas más afectadas por una arrasadora epidemia de
drogas. De hecho, uno podría describir a las principales víctimas de los opioides
exactamente en los mismos términos demográficos que los expertos usan para
caracterizar el núcleo del apoyo electoral de Trump: blancos no hispanos, en su
mayoría de clase trabajadora, sin educación universitaria que viven en áreas
rurales y ciudades pequeñas. Las adicciones a los opioides y a Trump, una
individual y la otra colectiva, son síntomas del mismo mal.
En primer lugar, son impulsadas por poderosas y sensatas fuerzas económicas,
empleadas con fines lucrativos para atormentar a una población vulnerable. El
capitalismo rapaz y no regulado del tipo que ahora da forma a la agenda de
Trump, preparó el terreno de la crisis de los opioides en la Appalachia, el
Rust Belt del Medio Oeste y en otros lugares al engendrar las desigualdades y
las dificultades que llevan a tantos a la desesperación.
Purdue Pharma, la compañía de la tristemente célebre familia Sackler, ampliamente
reconocida por desencadenar la epidemia de opioides a fines de la década de
1990, comercializa esa desesperación con su exitoso medicamento OxyContin. En
el transcurso de 2018, hubo más de 50,000 muertes al año por sobredosis de
opioides orgánicos y sintéticos.
Quizá hasta sea correcto que los artificios narcóticos promovidos por
Purdue Pharma y otras compañías sean la consecuencia de las prácticas
igualmente ficticias y criminalmente fraudulentas que han ideado para expandir
progresivamente el número de usuarios. Purdue Pharma, lanzó OxyContin afirmando
falsamente a los médicos y pacientes que el medicamento era más débil que la
morfina y, aunque ligeramente eufórico, era improbable que resultara adictivo.
La introducción de opioides en las comunidades en cantidades
desproporcionadas a la población local se convirtió en una práctica común de la
industria, lo que también ofrecía beneficios lucrativos –por prescribir en
exceso– a médicos y clínicas, algunas de los cuales eran básicamente "fábricas
de píldoras" que dispensaban los medicamentos en grandes cantidades, con
poco o ningún pretexto médico. Como lo argumentaron los demandantes en
documentos judiciales recientemente revelados del 2006 a 2012 relacionados a las
demandas presentadas por más de cien gobiernos estatales y locales contra toda
la cadena de suministro, entre los que destacan minoristas nacionales como,
Walgreens, CVS y Walmart, que formaban parte del negocio ilícito.
Tomado en conjunto, el efecto es el de una autentica economía del
sufrimiento: por el lado de la oferta, las grandes corporaciones generando
cantidades indecorosas de dinero al inundar estos mercados con cantidades cada
vez mayores de altas dosis de opioides; por el lado de la demanda, las personas
pobres sin seguro médico para quienes las píldoras analgésicas son la forma más
barata y rápida de aliviar su sufrimiento.
Según la sabiduría popular y varios estudios sociológicos, la razón
principal por la que las comunidades afectadas por la crisis de los opioides
también son adictas a Donald Trump, es la angustia económica que subyace en
ambos. Estas personas una vez vivieron mejores días, pero las industrias se
fueron y las minas cerraron, y se quedaron con "trabajos de mierda" o
ninguno en absoluto, solo pobreza y resentimiento.
Sin embargo, según un sofisticado análisis que apareció el año pasado en
JAMA, las "condiciones socioeconómicas" representan solo alrededor de
dos tercios de la conexión Trump-opioides, es decir, el declive económico no es
suficiente para explicarlo.
Por otro lado, muchas comunidades, negras e hispanas, igualmente precarias
en otras partes del país no han recurrido masivamente a Trump ni a los
opioides. Claramente, hay algo diferente en la cultura de la tierra de los
opioides.
Lo que es inmediatamente diferente para las personas indigentes en las
zonas rurales de Kentucky o en el Valle de Mahoning en Ohio es que, en lo que a
ellos respecta, ellos simplemente no perdieron sus trabajos, los negros los
obtuvieron, porque el Gobierno favorece a los negros.
Como informó, Sean Mcewee, en el portal Salon durante la campaña de 2016,
estos partidarios de Trump experimentaron su sufrimiento como discriminación y
victimización. "El racismo es el verdadero impulsor del éxito de
Trump", escribió, "el sufrimiento social es entendido a través del
cristal de la animosidad racial". Eran negros principalmente, pero también
podían ser mexicanos, inmigrantes o extranjeros; en otros contextos, las
personas victimizadas expresaron igual animosidad hacia musulmanes, gays,
lesbianas, élites costeras, Harvard y Washington. Más allá del declive
económico que lo desencadenó, la amenaza era existencial: como si toda su forma
de vida fuera una especie cultural en peligro de extinción.
Una historia de décadas de cambio radical en las normas sociales,
respaldada por decisiones judiciales, pasó por alto en gran medida la región
central de los EE.UU, haciendo que las personas allí experimentaran su
deteriorada situación económica como discriminación cultural absoluta –orquestada
por los poderes en beneficio de otros. La revolución cultural que comenzó en la
década de 1960 trajo la liberación de las mujeres, la liberación gay, la
liberación sexual, Roe v. Wade y una Ley de Derechos Civiles que abrió la senda
para que un hombre negro se convirtiera en presidente de los Estados Unidos.
Y aun y cuando estas nuevas normas socavaron los valores tradicionales de
la región central, muchas fueron impuestas y sancionadas por la ley federal –el
“gobierno”. Fue suficiente para enlazar a los opioides con el make America
Great Again, el primero destruyendo el presente y el segundo restableciendo el
pasado. Esto convirtió a Donald Trump en el opio de las masas.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario