Donald Trump no es un sujeto imprevisible como dicen, pese a sus indesmentibles trastornos mentales. Es un hombre que sabe perfectamente a lo que está jugando. A lo que le apuesta.
VENEZUELA
EN EL JUEGO
POLITIQUERO
DE DONALD TRUMP
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La Cuna del Sol
El jueves, por la noche, apareció Pompeo, el
Secretario de Estado de los Estados Unidos, en Surinam, en un vuelo nocturno.
Casi de incógnito. Luego irá a Brasil y
después a Colombia. Anda en pura ocurrencia electoral, con eso de que las
elecciones presidenciales en la potencia imperial están matizadas por la incertidumbre
y entre algunos colectivos sociales por el temor. Donald Trump no es un sujeto
imprevisible como dicen, pese a sus indesmentibles trastornos mentales. Es un
hombre que sabe perfectamente a lo que está jugando. A lo que le apuesta.
En ese entrecruzamiento de coordenadas para
causar alteración en diferentes lugares de la tierra (el portaviones Nimitiz
está en las aguas del Golfo Pérsico con sus escoltas; se reforzó en hombres y
equipo militar a las tropas del norte de Siria ocupado por Estados Unidos,
Turquía y los mercenarios kurdos). Pero hay algo verdaderamente escandaloso y
relevante del Brasil de Bolsonaro, si es que no se tenía eso planeado. El
gobierno brasileño ordenó la cancelación el sábado 19 de septiembre, o sea
ayer, de los pasaportes del cuerpo diplomático venezolano, lo que de hecho
significa un rompimiento de las relaciones diplomáticas, solo que de esa manera
tan atípica. Lo que se traduce en que sedes consulares y embajadas quedaron
inoperantes ante la dificultad de movilización en el territorio brasileño del
personal venezolano.
La medida es de suyo absurda pues no lo precede
ninguna declaración de parte del gobierno venezolano que haya ofendido la
dignidad nacional de Brasil. Tampoco está de por medio alguna acción de franca
o disimulada enemistad. Se trata de parte de Bolsonaro y su gobierno de un acto total de servilismo ante el
procónsul imperial, Pompeo, a favor de su Emperador, Donald Trump.
No podemos adivinar qué hará Iván “El Embutido” Duque cuando llegue
esa visita a tierra colombiana donde se libran desde hace 24 horas fuertes
combates en el occidente del país entre las fuerzas insurgente, el ejército y
los grupos paramilitares de apoyo. Hay en el escenario de guerra aviones y
helicópteros y todo equipo moderno, por cierto, para esos propósitos. Esa visita le llega a Duque en el peor
momento de su vida política pues las calles de pequeñas y grandes ciudades,
principalmente Bogotá, se han visto retacadas de manifestante, unos pacíficos y
otros violentos, con saldos de detenidos, heridos, desaparecidos y muertos.
Donald Trump no hace otra cosa que sacar
músculo político con enviar a Pompeo a la región pues los brazos los tiene
famélicos con tanto error cometido que lo ha hecho un sujeto despreciable hasta
para sus mismos correligionarios. Muchos de sus votantes en las elecciones
pasadas ya no votarán por él, exceptuando los supremacistas blancos que adoran
su racismo y un sector bastante curioso de negros, igualmente supremacistas,
pero no por razones de blancura, sino porque son otros adoradores de la
violencia y opresores de latinos vulnerables.
En Estados Unidos el racismo está presente para
blancos y negros, pero estos últimos tienden a victimizarse cuando a su vez
estos negros son victimarios de las minorías étnicas. Donald Trump no ganará
las elecciones, pero tiene todavía energía para meter a la sociedad
estadounidense en grandes problemas y crispación luego de los resultados
electorales. La alegación de fraude electoral la está preparando hace ya
algunos meses ante su eventual fracaso, pero este loco señor, a mi entender, de
veras, ¡ya está despedido! Y ojalá
sea así, porque la derecha del partido demócrata es tan irracional como la del
partido republicano, pero unos la disimulan, los otros no.
Los demócratas se moderan en ocasiones por
aquello de “el qué dirán”. Los republicanos no. No guardan apariencias. Les
encanta aparecer como verdaderos brutos, como un mustang salvaje galopando en
la pradera, sin esquilar y sin herrar. O como un albañil el día lunes en
Guatemala, que se pasa llevando con el pecho cuanta pared encuentre en su
camino por la terrible resaca que sufre…
Publicado por La Cuna del Sol
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