Guatemala despertó con la noticia de la muerte del ex sacerdote jesuita Luis Eduardo Pellecer Faena quien, el 30 de septiembre de 1981, luego de desaparecido por varios meses y sometido a bárbaras torturas que lo quebraron, dio una conferencia de prensa por televisión, en cadena nacional y acompañado de altos mandos militares, donde hacía un mea culpa por su adhesión a la violencia revolucionaria como militante del Ejército Guerrillero de los Pobres.
FALLECIÓ POR COVID,
HACE 72 HORAS,
EL MÁS INFAME DELATOR:
LUIS EDUARDO PELLECER FAENA
Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La Cuna del Sol
El covid se ha llevado a muchas personas.
Buenas y malas. Guatemala despertó con la noticia de la muerte del ex sacerdote
jesuita Luis Eduardo Pellecer Faena quien, el 30 de septiembre de 1981, luego
de desaparecido por varios meses y sometido a bárbaras torturas que lo
quebraron, dio una conferencia de prensa por televisión, en cadena nacional y
acompañado de altos mandos militares, donde hacía un mea culpa por su adhesión
a la violencia revolucionaria como militante del Ejército Guerrillero de los
Pobres.
Fue un tipo listo que supo tomarle el pelo al
ejército para salvar su vida, haciéndose pasar como un responsable de la
guerrilla urbana, propiamente del Frente Urbano o Metropolitano “Otto René
Castillo”, lo cual no era cierto. Pero su habilidad retórica, es decir, su gran
habilidad de dar paja, hizo muy creíble lo confesado. Fue, en realidad, un
colaborador, es decir, un simpatizante del movimiento que conocía algunos
detalles de revolucionarios que habían vulnerado un principio fundamental de
supervivencia, la compartimentación, o sea la información que no debían conocer,
no más allá, de cuatro o cinco personas, lo cual evitaba las caídas o bajas en
cadena, como piezas de dominó, máxime en las condiciones de la lucha urbana,
donde cada casa, al final, más que casa de seguridad, se constituía en
una trampa mortal de la cual era casi imposible escapar pues era totalmente
sitiada por fuerzas combinadas del ejército y la policía, de civil y
uniformados.
Pero el caso de Pellecer Faena es totalmente
atípico. Él no fue capturado sino voluntariamente se entregó al entrar en
pánico y experimentar un incontrolable miedo, un ahuevamiento tal, que lo llevó a la cobardía de la delación y la
colaboración con quienes hacía pocos meses los percibía como “el enemigo”.
Aunque algunas personas afirman que Pellecer Faena siempre fue un infiltrado
del ejército en las filas guerrilleras. Nada raro, si eso no hubiera sido por
un aspecto muy especial de su personalidad: su egocentrismo, su creencia
paranoica de considerarse un superdotado y su búsqueda, nunca lograda, de ser
un ideólogo cristiano, guatemalteco, de
la teología de la liberación.
Pellecer Faena, lamentablemente, su vanidad lo
hizo irse por el sumidero, pero, si en algo vale una justificación por las
infamias cometidas por este despreciable sujeto, permítame contarle lo
siguiente: de joven tuvo un severo trauma en su lóbulo frontal que, según los
médicos, produce serios trastornos de la personalidad. Pellecer Faena tenía en
el hueso frontal de su cabeza una severa lesión lo suficientemente visible,
como para que definitivamente, le fallara la cabeza y no tuviera suficiente
capacidad de discernimiento. Es decir, era, en su descargo, quizá un loco
funcional. Aunque loco malvado. Sus delaciones empezaron con Mario Solórzano
Foppa, periodista que por esos años dirigía un telediario de gran audiencia,
“Estudio Abierto”. Solórzano Foppa era también editorialista en diario El
Gráfico y director del diario “Nuevo Diario”.
Aparte de sus actividades periodísticas
abiertas, Mario Solórzano era el responsable nacional de propaganda del
Ejército Guerrillero de los Pobres, sin obviar que era igualmente combatiente
de la guerrilla urbana que por esos años asolaba la ciudad capital entre
bombas, ejecuciones de esbirros y emboscadas de camiones con personal militar.
Pellecer Faena conocía de las actividades de Mario pues hubo algo fundamental
que hizo que confiaran en él: los jesuitas de El Salvador y Nicaragua estaban
comprometidos con los procesos revolucionarios de esos países, tal el caso del
padre Hoyos, quien murió combatiendo contra las tropas del ejército de
Guatemala. ¿Por qué dudar de Pellecer Faena si muchos curas españoles jesuitas
estaban militando en las guerrillas centroamericanas?
Este delator despreciable traicionó a todos: a
monseñor Gerardi, a combatientes a los cuales él fingía ayudar y hasta el
Colegio Belga, donde las religiosas sufrieron el efecto de la represión. El
mundo, pues, ahora está mejor. Pellecer, por cierto, proviene de una familia de
soberbios y de traidores, su otro familiar, Carlos Manuel Pellecer, autor del
libro “Renuncia al comunismo” y “Útiles después de muertos” hizo lo
mismo, pero del geniecillo “comunista”, Carlos Manuel Pellecer, nunca se supo
más de él…
Publicado por La Cuna del Sol
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