Esto es totalmente nuevo para mí. La frase “los chinos” o simplemente “chinos”, empecé a oírla con más frecuencia en los centros de trabajo, tiendas y mercados del país, principalmente del oriente de Guatemala.
LOS “CHINOS” DE
GUATEMALA,
UNA NUEVA FORMA DE
RACISMO
Luciano Castro Barillas
Escritor y Analista Político
La Cuna del Sol
Esto es totalmente nuevo para mí. La frase “los
chinos” o simplemente “chinos”, empecé a oírla con más frecuencia en los
centros de trabajo, tiendas y mercados del país, principalmente del oriente de
Guatemala. Y le pregunté a una señora del porqué llamaba chinos y chinas a los
vendedores y vendedoras de los centros populares de Guatemala. Me dijo que
ahora ya no se les puede decir “Marías” o “Pedros”, pues ello equivale a
decirles indios, palabra cuya connotación racista está tipificada actualmente
en el Código Penal. Tampoco se les puede decir “marchantes”, porque es otro
término racista que crea problemas penales a quien lo profiere.
Pero el término “chino” que se empleó en el
2021 e inevitablemente seguirán empleando muchas personas en el año 2022, es
una variante o palabra derivada del término “chinto”, que era la palabra usada por los sectores mestizos
urbanos para referirse a los indígenas. Chintón,
si era un indígena robusto. Chintío si
el indígena era menudo. Y simplemente chinto,
si estaba su talla en medio de esos dos extremos. Le quitaron la T a la palabra
chinto y transformaron la palabra en chino. Yo suponía que les decían chinos
por sus rasgos asiáticos, rasgados. Pero me explicaron que no era así. Que los
racistas quieren seguirles diciendo indios, pero ahora de una manera
disimulada.
Y así, con toda la normalidad del mundo, oí a
la señora que le preguntaba al vendedor de papas: “Chino ¿cuánto cuesta estas
dos grandes papas?”. A lo que el vendedor, sin inmutarse, respondió: “Dos quetzales para vos, ahora si la querés
con zanahoria son cuatro”. Ante lo
cual la señora le dirigió una mirada demoledora, pero la verdad es que el
indígena tenía a la par su pequeño bulto de zanahorias. ¿Cómo interpretar lo
dicho por el vendedor que, posiblemente, se haya ofendido por las expresiones
de la señora racista? ¡Vaya usted a saberlo porque yo no lo sé!
Aquí en Guatemala, ciertamente, ya nadie se
deja fastidiar. Y ya lo decía antes en un ensayo de hace pocos días. Todo mundo
hace su propia ley. Nadie cree en los tribunales de justicia, a sabiendas que
los jueces no resisten los cañonazos de cincuenta mil quetzales, no digamos los
de cien mil. Los jueces de Guatemala, con raras excepciones, administran
justicia. La aplican, eso sí, a discreción, a su manera y es tal la laxitud de
las leyes que pareciera que las implementó el Hombre Elástico. Por eso gente
ofendida y decidida hacen justicia por mano propia. Practican la vieja venganza
privada. Eso se vio hace menos de 48 horas cuando a la señorita Keyla Villeda,
de 34 años, fue ejecutada en plena vía pública en la ciudad de Chiquimula, a
plena luz del día y el bandido desembozado, descarado; lo cual le permitió a la
familia identificarlo y 12 horas después el sicario era difunto, con tal granizada
de plomo que tuvo que subir algunas libras de peso el cadáver.
Así estás las cosas en la Guatemala
ingobernable de hoy. Sin rumbo. Y quien con el mínimo de sensatez quisiera
estar en cualquier parte del mundo, menos en esta tierra que nos vio nacer. Es una
vorágine de violencia e imparable efusión de sangre. Para los paisanos que
están fuera, pasando penas también (“A dónde no va el buey que no are”, dice un
refrán popular) lo único que puedo decirles que traten de olvidarse de esta
tierra. No es la Guatemala que usted dejaron hace 30 años. Esta nación es ahora
irreconocible. Invivible. Con todas las miserias juntas: pobreza y violencia.
Sin educación, sin cultura, sin valores y apenas creencias. Busque una tierra
más generosa que los adopte porque el sistema social guatemalteco hace algunos
años murió.
Publicado por La Cuna del Sol
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