miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿Para Qué Escribir?




En cierta ocasión hurgando a través de las páginas de una de esas publicaciones que se editan para servir a los requerimientos o a los gustos de la elite bien educada, me entere al leer uno de esos largos artículos publicados por dicha revista, que el autor, miembro por supuesto, de la crema y nata de la “intelligentsia” mundial y con cátedra en la prestigiosa Universidad de Harvard argumentaba que: La globalización económica había producido enormes beneficios para la población mundial y como prueba manifestaba que la población mundial sobreviviendo con 1 dólar diario se había reducido de 400 millones a 200 millones que ahora sobreviven con 2 dólares diarios. Si uno no se indigna ante semejantes aseveraciones es porque uno tampoco tiene madre. Una cosa es escribir a cerca de la pobreza y la miseria desde la comodidad del espacio que uno habita, otra muy distinta es escribir basado en la cruda realidad y como sujeto afectado por la incidencia de tales calamidades humanas. Una cosa es escribir basado en apreciaciones subjetivas de la realidad y sin cuestionar nada, otra muy distinta es escribir basado en la realidad concreta de las cosas, cuestionando y denunciando las injusticias y arbitrariedades de todo un sistema, que como el neoliberalismo económico tiene sumida a casi la mitad de la población mundial en la miseria, el hambre y la pobreza. Recién hoy me he  enterado que en Somalia un niño muere de hambre cada 6 minutos y que probablemente 750,000 somalíes podrían morir de hambre al finalizar el año. Se estima que unos 12 millones de seres humanos sufren de hambre en el Cuerno de Africa. Si los que tenemos las posibilidades de escribir no denunciamos estas atrocidades causadas por la ambición desmedida del Capitalismo y contribuimos  no a reformarlo sino a destruirlo, entonces como lo sugiere el Profesor Luciano Castro Barillas en el siguiente ensayo ¿Para qué escribir?----Marvin Najarro.









¿PARA QUÉ ESCRIBIR? A VECES PIENSO Y SIENTO QUE ESTE  EJERCICIO INTELECTUAL ES UNA INCONSECUENCIA
EN PAÍSES COMO GUATEMALA

Por Luciano Castro Barillas


Los resultados electorales  (54.16% del Patriota y LIDER con el 45.84%) son los esperados, no por esa especie de futurología en que han caído los lucrativos negocios de las encuestadoras; sino por la desastrosa gestión “socialdemócrata” de la UNE que volvió a cumplir por enésima vez lo dicho por la historia de la despreciable posición política de los izquierdistas: desprestigian a los revolucionarios, neutralizan las inconformidades de las masas populares  - o sea su potencialidad revolucionaria- , pero lo peor de todo es que meten en atolladeros momentáneos la marcha de la rueda de la historia, es decir, atrasan la consecución de la justicia y la libertad de que tan urgida está el mundo entero.Por ello bien está que hayan sido defenestrados del poder por su deficiente operatividad política y su flagrante y descarado oportunismo, corrupción y alianzas inescrupulosas que refleja  exactamente lo que son. En fin, a cambio de hablar sobre los lugares comunes de un proceso electoral con suficiente cobertura mediática  -y que a la gran mayoría de los 14 millones de guatemaltecos importa menos que poco-  me pregunto cuando veo al más humilde de los ciudadanos guatemaltecos, un indígena vendedor de cromos religiosos enmarcados que tiene su mísero negocio instalado en la Calle Real de Jutiapa (hoy Calle 15 de Septiembre) y que son los mismos durante semanas; si le importan las elecciones. Si se siente representado por los diputados. O si le importa quién sea presidente. Creo que no. Sentado al borde de la acera del comedor de pollo frito (rico en colesterol y  no en sabor)  y con los pies calzados con caites sobre la calle, ya no tiene aliento para ofrecer su precaria mercancía. El hambre, la tristeza, navega por sus ojos. Hermético, sumido en la soledad y la indiferencia, pasan frente a él las personas, en un ir y venir, viendo sin ver a aquél hombre inmóvil que pareciera que llevara todas las penas del mundo; con su raído y fungoso sombrero chichicasteco, que vino a la vida a este país  -Guatemala-  que no le ha dado nada. Solamente las calles y una fracción de banqueta. Vida sombría y desesperada ésta. Con breves acomodos de su espalda adolorida y anciana sobre la pared, por momentos mueve sus ojos, sin rumbo, como adivinando, como queriendo ver por algún punto que se aparezca la esperanza. ¿Qué pensará este humilde hombre cuando ve a diario la ostentación, la vanidad y la arrogancia que circula ante sus ojos calmos? Allí, al ver ingresar al comedor de pollo frito niños rechonchos con incontrolables berrinches e inconfundible malacrianza, acostumbrados indudablemente a deglutir alimentos chatarra. Es asunto de educación el lugar que usted selecciona para comer, no importa que sea humilde. Pero los nuevos riquillos de nuestro país pecan de mal gusto y buenas costumbres para alimentarse: comen como marranos y enseñan a comer de igual modo a sus marranillos, como me dijera en una ocasión un maestro español. Son los nuevos ricos sin pedigrí social y medianamente instruidos. Los ricos aburguesados consumen aceites más finos. Comen sano y son delgados, pues ahora lo chic (imitando a los Estados Unidos, como siempre) es lucir flaca, con carnes magras y huesos mondos. Ese no es el mundo del anciano vendedor de cromos. Él sería profundamente feliz con que llegara   -no a su mesa-  sino a sus manos, sobre sus dos tortillas de maíz (hoy tan delgadas y no es porque sigan las modas y estén a dieta) una alita rostizada de pollo o una simple pata. Y es que este ciudadano, amigo lector, almuerza todos los días quizá, con la suculenta vianda de sus dos tortillas, un tomate crudo y unos granitos de sal. Cruel espacio buscó. Terrible y desconsoladora ubicación para vender que ha de atormentar su estómago, pues las emanaciones de pollo frito se filtran cruentas y despiadadas, directas, a su hambre. A su apremiante necesidad de guatemalteco marginado. Guatemalteco que luchó toda su vida por ser honrado y que de poco le ha servido. Los ladrones están en el poder y no los honrados. Que trabajó en lo que pudo y como pudo y que a la vuelta de tantos años, con sus piernas flojas, la vista corta y el oído escaso; acabó sufriendo el tormento de estar haciendo inhalaciones de Pollo Campero. A un hombre como él, pienso, qué pueden importarle los políticos, sus partidos, sus candidatos y sus proyectos de codicia. Pienso también que, ante la suprema necesidad del ser humano de alimentarse, este oficio de escribir es un lujo y hasta tal vez innecesario, un modo suntuario de existir y hasta una inconsecuencia. Estos ciudadanos, al parecer, no tienen problemas psicológicos de bipolaridad o depresión, no padecen de sobrepeso, ni de angustia existencial por el ser o no ser. Esas patologías emocionales si las tienen los pobres, como el vendedor de cromos, las ponen bajo control. No corren con el psicólogo para que los oriente o con el psiquiatra para que los medique. Los pobres de este país no tienen tiempo para eso. Los ricos y riquillos, como no tienen enfermedades reales, pues sencillamente se las inventan. La gran mayoría de guatemaltecos no tienen problemas de sobrepeso ante la escasez de comida. Ahora la lucha es por no desaparecer, por no invisibilizarse  por la desnutrición. Creo que los guatemaltecos barrigones van en camino de desaparecer, igual como lo hacen las muchachas pijas de la burguesía que van y vienen con el nutricionista, cuidándose de la bulimia y la anorexia.  Los tripones se van haciendo menos. Serán para la historia una obsolescencia adiposa. Un bidón o una lata de manteca abandonada a quien poco le importa lo que diga Pérez Molina con su lenguaje sincopado de militar  -positivo, negativo, mi coronel-  o la cháchara engolada y huera de Baldizón y su sonrisa de bufón, además de vulgar. O poco le importaría también lo que diga o escriba un poeta o escritor que pergeña versos, frases precisas o sintaxis ocurrentes. Todo está demás cuando se vive en la miseria extrema. Escribir es un lujo e insulto ante la existencia llena de sombras. Escribir es un abuso no una catarsis ante el hambre. No seamos cursis. Escribamos y seamos sinceros, por las razones que tenían el escritor mexicano Efraín Huerta: “Escribo por amor, por odio, por obligación que nadie me impone y por el pan que nunca alcanza”. Esas expresiones que dicen que escribir es un acto de rebeldía, frustración, consuelo; son argumentos propios de la pequeña burguesía y de los grandes burgueses. Escribamos los pobres ¿de acuerdo? para hacerle la guerra a este infeliz sistema capitalista. Contribuyamos a destruirlo y no creamos esas frases hechas y de gran prestigio de los escritores del sistema. Los pobres, sí, debemos esforzarnos por equivocarnos menos, porque no tenemos tiempo ni lugar para eso. No nos defraudemos entre nosotros. No pensemos que conquistamos el mundo por un éxito literario, fama o prestigio. Los pobres tenemos que luchar por autoeducarnos y comunicarnos porque no podemos llegar a los grandes centros de reproducción de la ideología capitalista como lo son Harvard o la Sorbona. Seamos entre los pobres los mejores amigos y no digamos “mucho gusto de verte” cuando en realidad nos repudiamos y no nos toleramos. A veces pienso  -ante un mundo y necesidades así-  si realmente merece la pena ser escritor. ¿O acaso es una cháchara burguesa más y no nos hemos dado cuenta?

Saludos, lectores amigos, y hasta la próxima semana en La Cuna del Sol.








Publicado por Marvin Najarro
Ct, USA.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La palabra escrita lejos de como piensan algunos es acción, tienen su mente tan corta que señalan al escribiente "que no hace nada", por no dejarse llevar como ellos por la marea.
Para que escribo no lo sé, pero después si que me siento mejor...

purou22 dijo...

y si ese vendedor de chácharas puediera leer, ¿tendría una vida mejor?
Con comodidades quizá no, pero si una vida más plena, y quien sabe tal vez el fuera un buen escribiente