Esta investigación fue
publicada el domingo 2 de noviembre de 2011 en “elPeriódico”. Es el primer
reportaje de investigación que trabaja “elPeriódico” en conjunto con la Fundación MEPI.
El texto íntegro se publicó posteriormente en diversos medios de comunicación
impresos y electrónicos de México, Argentina, Chile, entre otros países.
También fue difundido -en español y en
inglés- en medios especializados en
periodismo de investigación como CIPER y The Global Investigative Journalism
Network.
EL DOLOR DE CABEZA DEL
PRÓXIMO PRESIDENTE
DE GUATEMALA
Por Paola Hurtado / Fundación MEPI, México
La misma madrugada de julio que un grupo de
sicarios asesinó en el bulevar más transitado de la capital al cantante Facundo
Cabral, un escuadrón de fuerzas especiales irrumpía silenciosamente en una
finca de Ixcán, Quiché, cerca de la frontera con México. Mientras en la ciudad
se buscaba a los asesinos del trovador argentino y la noticia rebotaba en todo
el mundo, el comando encubierto rodeaba la finca donde años atrás se descubrió
un campo de entrenamiento de los Zetas con 500 granadas. Las autoridades sabían
que ese fin de semana los altos jefes de los Zetas en Guatemala festejarían a
lo grande. La remota finca en Ixcán, un área clave para trasladar droga hacia
México, permitiría a los miembros de la organización divertirse con relativa
libertad sin temor a ser detectados.
Estarían
en el festejo los comandantes mexicanos William o Comandante W y su mano
derecha David Solórzano Ortiz, alias El Chombo. El invitado especial era el
cobanero Horst Walter Overdick, más conocido como El Tigre o El Canche,
principal socio de los Zetas en Guatemala. Participaron los jefes de las
células en el país, como Oscar Tiul, El Cherry, Sebastián Choc, Machucazo y Kevin
Overdick, el hijo de El Tigre. Estarían El Iñaki (supuesto Z 200) y Miguelillo,
los mandos que quedaron libres tras las recientes detenciones de los
comandantes de las Verapaces, Petén, Jalapa y Huehuetenango.
Agazapada
afuera de la finca, estaba la Fuerza Interinstitucional
Antinarcótica y Antiterrorista (FIAT). El grupo élite de kaibiles,
francotiradores, paracaidistas, policías especiales y pilotos habían tomado la
comisaría local y dejado a los agentes sin armas ni celulares para evitar que
filtraran información. Sin embargo, algo falló. La única empresa que presta
telefonía móvil en la escabrosa región suspendió ese día el servicio para
realizar tareas de mantenimiento. El escuadrón quedó incomunicado. Las fuerzas
en tierra no podían hablar con los pilotos de los tres helicópteros. Por un día
las fuerzas especiales esperaron afuera de la fiesta, escondidos en el monte.
Adentro, más de 20 hombres rechonchos y sombrerudos, incluidos los más buscados
en Guatemala, bebían cerveza, bromeaban con señoritas mexicanas sentadas sobre
sus piernas, regalaban dólares, apostaban a los gallos y los caballos,
cantaban. Mientras la fiesta transcurría, en unos toldos en medio de un
descampado, los pobladores de la aldea observaban alrededor del grupo. Cada
tanto, alguno corría a recoger los gallos vencidos en las peleas para hacerlos
caldo.
Estos
detalles se saben porque, además de un círculo de guardaespaldas, los narcos
tenían camarógrafos. Los videos quedaron tirados en la finca cuando las fuerzas
de seguridad finalmente irrumpieron al amanecer del 10 de julio. No hubo ni un
disparo, no fue necesario. Al llegar al descampado, los grandes jefes ya no
estaban allí. Una avioneta despegaba, presuntamente con Overdick y W a bordo,
mientras la selva se tragaba a los que lograron escapar en carros. Los únicos
detenidos en la finca fueron cuatro hombres y una veracruzana. El operativo no
falló del todo. En las siguientes dos semanas, catorce zetas que participaron
en la fiesta fueron enviados en helicóptero a la capital después de ser
capturados en hoteles, cantinas y buses extraurbanos. Entre ellos estaban El
Chombo, El Cherry, el hijo de El Tigre, Machucazo y cuatro jóvenes mexicanas.
El W, El Tigre, El Yanki, Miguelillo y los otros jefes se esfumaron.
Tras
apoderarse a sangre y fuego de un tercio de las rutas de la droga en México,
los Zetas ven a Guatemala como parte de un territorio sin fronteras en el que
buscan consolidar un imperio de tráfico de drogas, armas y personas. Por ahora,
esa región se extiende desde Guatemala hasta la frontera entre México y Estados
Unidos. Se sabe que ya han penetrado Belice y Honduras, los países a donde,
según la inteligencia estadounidense, llega buena parte de los cargamentos de
droga vía aérea desde América del Sur. Este año, las autoridades guatemaltecas
han declarado estados de sitio en Alta Verapaz y Petén por varios meses.
Contuvieron a los Zetas, pero siguen ahí. La inteligencia gubernamental da
cuenta de que uno de los puntos donde más fuerte están operando es en Poptún,
Petén. Poptún es un pueblo ganadero semiselvático al principio de la ruta maya.
Aunque pocos se han dado cuenta, podría ser el nuevo escenario de la guerra
entre el gobierno guatemalteco y los Zetas. En Poptún se encuentra la escuela
kaibil y el centro de adiestramiento del ejército donde oficiales
estadounidenses entrenan, desde el 2007, a militares y policías guatemaltecos del
Grupo Especial de Interdicción y Rescate (GEIR). Les enseñan a combatir el
terrorismo y el narcotráfico.
Para
los Zetas, los kaibiles son elementos de mucho valor. No requieren
capacitación, están entrenados para matar y sobrevivir en las condiciones más
adversas y conocen el terreno guatemalteco. Un ejemplo típico es La Bruja : fornido, ladino, de
mirada dura y rostro inexpresivo. Alvaro Gómez Vásquez, dado de baja en el
ejército en el 2004, era un soldado de tropa con alto rendimiento en las
pruebas físicas, según los describió un alto oficial kaibil que trabajó con él.
La Bruja tenía
una jefatura de Petén. El 14 de mayo de este año (2011), dicen las autoridades,
ordenó y participó en la masacre de 27 campesinos en la finca La Libertad. Lo capturaron una
semana después. Desde 1975, el ejército guatemalteco ha graduado más de 6 mil
kaibiles. Hay alrededor de 360 activos, de los cuales menos de 50 tienen grado
de oficial. El resto son soldados de tropa y especialistas. Entrenar a kaibiles
es un territorio zeta es como criar pollos en tierra de coyotes. Los soldados
guatemaltecos ganan en promedio menos de 2,000 quetzales al mes y si son kaibiles
reciben 300 quetzales adicionales de bono de transporte. El sueldo no es
equiparable con los 15 mil seiscientos quetzales que ofrecen los Zetas por
trabajar para ellos. En el 2008, radios piratas de Petén, convocaron a ex
militares, especialmente kaibiles, para “prestar seguridad a vehículos que
transportan mercadería a México” con la promesa de “oportunidades de
superación”. Los Zetas también reclutan a civiles para que exmilitares los
entrenen dos semanas en México o Guatemala en tiro y lucha cuerpo a cuerpo. Las
convocatorias, aunque ya no se publicitan, siguen abiertas.
Poptún
puede convertirse en el nuevo Cobán, una ciudad donde el estado de sitio y la
veintena de Zetas capturados este año no bastaron para que el Estado retomara
el control. Los Zetas mantienen ahora un perfil bajo y menos ostentoso. Pero
Poptún ofrece, además, el pase de ingreso a Petén, el área a conquistar por los
Zetas. La organización debe expulsar de Petén a los carteles locales para tomar
control de la ruta por la que se transportan los cargamentos desde Honduras a
México. Ya se han apropiado de fincas y terrenos y desde hace dos meses están
operando en Poptún y “cobrando piso”. El miércoles 14 de septiembre fue atacada
con granadas la estación de los buses “Rosita”. El 16, un día después de la
celebración de la independencia, ardió en llamas la estación de buses Fuente
del Norte, cuyo representante es Milton Oswaldo Mendoza, empresario del
nor-oriente vinculado extraoficialmente al narcotráfico de la región. Según la
inteligencia realizada en Petén, el ataque a Fuente del Norte lo perpetraron
Los Halcones Zetas (la parte operativa de la organización) y el grupo se está
alistando para más operaciones armadas. Soborna a mandos medios y altos de la
policía y autoridades locales para operar con libertad. Hace dos semanas, el
gobierno se vio obligado a prorrogar por 30 días el Estado de Alarma en Petén. Cuando
los Zetas se asientan en un lugar aumentan las extorsiones, los secuestros, las
violaciones y la delincuencia común, incluidos los asaltos a bancos, explica el
Ministro de Gobernación, Carlos Menocal. Las unidades Zetas llegan sin dinero y
deben generar sus propios ingresos a través del cobro de cuotas a los
comerciantes y lugareños. Infundir terror es una de sus tácticas. Además del
usual incremento de la violencia que implica la llegada de los Zetas a una
región, los ataques en Poptún pueden entenderse como una ofensiva a la cuna de
la elite militar guatemalteca. No es una coincidencia que los Zetas y las
fuerzas de seguridad entrenadas para repelerlos convivan en Poptún, ni que
ambos tengan en sus filas aguerridos kaibiles. Es el augurio de una cruenta
batalla que aún no ha comenzado.
En
uno de los videos de la fiesta en la finca, El W -el jefe Zeta en Guatemala- y El
Tigre, el socio principal de la organización, posan y ríen ante la cámara. Los
Zetas acostumbran a grabar en videos sus actividades, desde celebraciones hasta
masacres, porque son los informes visuales que les envían a su jefe máximo,
Heriberto Lazcano, El Lazca. De hecho, lo que la cámara registro es la nueva
cara del narcotráfico mexicano en Guatemala. Los Zetas traen un estilo militar
al crimen organizado: controlador y fulminante, sin respeto por las estructuras
de los narcos “civiles” cuyos territorios conquistan. Los primeros Zetas eran
militares de inteligencia mexicanos entrenados por Estados Unidos. El uso de
unidades militarizadas les ha dado resultados, indica un oficial
estadounidense. Tienen estructuras bien definidas, con comandantes, jefes de plaza
y escuadrones operativos que llaman estacas y halcones (vigilantes).
Eso explica por qué en Guatemala reclutan ex kaibiles. Según los registros del
Ministerio de Gobernación, de los 80 Zetas y colaboradores de la organización
detenidos desde el 2008, al menos dos eran miembros de esa unidad de elite
militar. Sin embargo, se sabe que hay ex kaibiles entrenando Zetas y dirigiendo
células. Los comandantes mexicanos como W se van y vienen a Guatemala en
avionetas o por tierra, a través de puntos ciegos de la frontera. Guatemala no
es un premio. Según las indagaciones de la inteligencia del gobierno, venir
aquí es una prueba. Los comandantes que la superan son promovidos a plazas como
Cancún. Los comandantes Zetas designan en Guatemala a jefes (subcomandantes) de
grupos como La Bruja
que operaba en Petén; El Cherry en Ixcán, Lombriz en Jalapa y El Manchas en
Cobán (todos capturados). Los jefes reciben directrices desde México, donde
siempre se toman las decisiones estratégicas y si son capturados o fallan en las
misiones son reemplazados rápidamente. En Guatemala, los Zetas pelean una
extensión de la guerra que sacude a México. Allí, los grandes carteles están
divididos en dos bloques: los tradicionales
-Sinaloa y El Golfo- enfrentados
con los emergentes, como los Zetas y la Familia Michoacana.
Los grupos venidos a menos, como el de Juárez, el de los Beltrán Leyva y el de
Tijuana tratan de sobrevivir. En los últimos cinco años, los Zetas han
adquirido en México prácticamente un tercio de las rutas del narcotráfico hasta
superar el control territorial del capo multimillonario Joaquín El Chapo
Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, el más poderoso del mundo. Para los
Zetas, Petén no es un departamento y Guatemala no es un país. Es un punto a
conquistar entre Belice y México, los países por donde entra y sale buena parte
de la cocaína hacia Estados Unidos.
El
crimen organizado lleva 30 años en Guatemala, pero había mantenido una relación
pacífica con las familias de narcos guatemaltecos. Ese entendimiento no vale para
los Zetas. Desde su separación del cartel del Golfo, en enero de 2010, los
Zetas se ocuparon de ganarse los territorios heredados del Golfo, y también se
embarcaron en una gran conquista, desplazando a narcos guatemaltecos o
aliándose con ellos. Un mapa elaborado por inteligencia los ubica en 14 de los
22 departamentos del país. La penetración es mayor que la del cualquier grupo
de narcos. La DEA
en México calcula que controlan el 75% del territorio guatemalteco y el
trasiego de 250 a
300 toneladas de cocaína anuales. En su intento de controlar Guatemala han
abierto varios frentes de batalla. Hace dos años, intentaron tomar el
territorio de Aler Samayoa, capo de Huehuetenango y socio de Sinaloa. El
enfrentamiento terminó con un tiradero de más de 50 muertos, la mayoría Zetas. El
Chapo ganó esa batalla. Guatemala les funciona a los Zetas como retaguardia y
refugio. El Chapo Guzmán, uno de los hombres más ricos del globo, ha estado
varias veces en la capital guatemalteca el último año, según el gobierno guatemalteco.
Estaría preocupado porque sus aliados locales están fragmentados. Cuatro de sus
socios importantes fueron a la cárcel y son extraditables a Estados Unidos:
Mauro Salomón Ramírez, Juan Alberto Ortiz López, alias “Chamalé”, Waldemar
Lorenzana Lima y Byron Linares Cordón. Mientras tanto, en Veracruz, el bastión
anterior de los Zetas en México, la pelea es a muerte. La semana pasada
aparecieron 35 cadáveres en una transitada avenida, todos presuntos Zetas o
colaboradores de ese grupo. La guerra que se libra entre los carteles rivales
en México, tendrá un impacto directo en Guatemala. Mientras más sanguinarias
sean las batallas allá, más probabilidades hay de que repliquen aquí similares
niveles de violencia.
El
8 de abril de 2008, 9:30 de la noche. Daniel Pérez Rojas, El Cachetes, ingresa
a una residencia de Mixco y pide en la garita la llave de la casa número 2. No
sabe que ese día el Ministerio Público allanó la vivienda. Su llegada alerta a
los cuatro policías que hacen guardia. Lo siguen en la calzada Roosevelt y en
la 52 calle detienen la camioneta y a sus cinco tripulantes, con un gran
arsenal y agendas de contactos. No saben que están capturando al primer jefe
que nombraron los Zetas para abrirse brecha en la plaza Guatemala. La detención
del Cachetes les mostró a las autoridades guatemaltecas cómo operan y se
organizan los Zetas. Pérez Rojas era el jefe de la escuadra que dos semanas
antes asesinó al narcotraficante guatemalteco Juan José Juancho León y otros
diez hombres en Río Hondo, Zacapa. La investigación de esa matanza sirvió para
entender cómo llegan los Zetas a ocupar una plaza: alquilan casas en puntos
clave para moverse, compran y roban motocicletas y automóviles, obtienen
cédulas y licencias de conducir falsas, pasan varias semanas sin llamar la
atención y realizan inteligencia para cubrirse las espaldas. Después empiezan a
cobrar piso y aumentan los hechos delictivos. En las siete casas de Zetas
allanadas tras la matanza de Zacapa, los investigadores encontraron libros de
contabilidad con el detalle de pagos de planillas y la lista de los miembros de
la organización con nombres, apodos y estatus. H, por herido, M por muerto, D
por detenido. También estaban divididos entre operativos, sicarios y
contadores. Hallaron celulares activados en México, recibos de remesas enviadas
desde allí y más de 50 trajes uniformes, como para distinguir a un ejército.
Los libros de contabilidad muestran el tamaño de la organización y el riguroso
control que llevan de sus gastos e ingresos. Días después de la narcofiesta en
Ixcán, la policía detuvo a un contador Zeta alojado con su novio en un hotel de
Antigua Guatemala, con documentos que detallaban pagos de planillas mensuales
por US$ 350 mil.
“Y de violencia, Chombo, no tengas miedo de
nada. Alista bien los muchachos, también los lanzagranadas (…) porque la carga
es sagrada”, cantaba desafinado un hombre grandote en un video incautado en
Ixcán. Era el comandante Chombo, David Solórzano Ortiz. La canción era un
mensaje para la tropa: un buen Zeta no pierde territorio ni mercadería.
Guatemala es un país en la ruta de la droga hacia Estados Unidos y, a
diferencia de los carteles tradicionales, ellos están dispuestos a sembrar el
terror para dominarlo, sin resignarse a perder lo que les “tumban” o les
decomisan. Las mejores pruebas son Juancho León y el fiscal Allan Stowlinsky.
El cuerpo desmembrado de Stowlinsky apareció en mayo de 2011. El fiscal
auxiliar había ayudado a contar 453 kilos de cocaína decomisados a los Zetas en
Baja Verapaz. La forma en que fue asesinado paralizó al sistema de justicia en
el norte del país y planteó varias interrogantes: ¿por qué dejaron la cabeza en
un mercado y el cuerpo frente al edificio de Gobernación Departamental y qué
significa matar a alguien que sólo contó droga, pero no llevaba la
investigación del caso?
El
caso de Juancho León en 2008 fue otra lección para Guatemala. El entonces jefe
del cartel de Los Leones, aliado con los carteles colombianos y operador de
Sinaloa, controlaba buena parte del tráfico de drogas, armas y personas en
Petén y le robaba cocaína al cartel del Golfo desde hacía años. Los jefe del
Golfo y su entonces brazo armado, los Zetas, se aliaron al cobanero Horst
Walter, El Tigre Overdick, un empresario agrícola relativamente nuevo en el
tráfico de drogas que también había perdido cargamentos “tumbados” por León.
Los Zetas estaban en Cobán para comprar cocaína. Sus contactos colombianos les
habían cerrado el crédito por el impago de cargamentos incautados por el
gobierno mexicano, que incrementó ese año sus operaciones antidrogas. El 25 de
marzo de 2008, las fuerzas de El Cachetes y de Overdick acordaron reunirse con
Leon en su propio territorio, en un descascarado balneario de Río Hondo,
Zacapa. Juancho llegó a las dos de la tarde con cinco guardaespaldas y dos
acompañantes, confiado de que negociarían un cargamento de cocaína. No tuvo
tiempo de reaccionar cuando comenzó la balacera y explotaron las granadas. En
la escena quedaron 10 cadáveres, incluido el de Juancho, 3 Zetas con los que se
haría la negociación y 4 custodios calcinados dentro de 2 vehículos
incendiados. Se contaron 400 cascabillos. La alianza que nació allí entre Zetas
y Overdick alteró el mapa de la droga en Guatemala. Overdick, que ya conocía a
los Zetas por su trabajo con el Golfo, les aportaba una estructura logística y
financiera y ellos le daban seguridad. Lo que no podía anticipar era que en
2010 los Zetas se separarían de sus antiguos jefes y él quedaría asociado con
la mejor protección armada, que le permitiría acumular poder en Guatemala.
Los
Zetas ingresaron a territorio guatemalteco en el 2008, con el comienzo del
gobierno de Alvaro Colom. Cuatro años después la organización más feroz de
México se ha extendido por casi todo Guatemala y buscan controlar el territorio
al costo que sea. El territorio que asedian es Petén, una región con la que
ambos candidatos presidenciales tienen vínculos directos. Otto Pérez Molina,
general retirado, fue fundador y jefe de la escuela kaibil, y el empresario y
abogado Manuel Baldizón construyó su fortuna en ese departamento. Quien asuma
la presidencia en enero de 2012 tendrá que decidir cómo enfrentará en el
corazón de la Biosfera Maya
y del narcotráfico a una de las principales amenazas para la seguridad
nacional, con una policía y un ejército débiles y corrompidos y una fuerza
elite -los kaibiles- en la mira del enemigo.
La
estrategia de México, que hace 5 años le declaró la guerra al narcotráfico y
emprendió una ofensiva militar que lleva registradas más de 40 mil muertos, no
pareciera ser el mejor referente para Guatemala. Y las acciones implementadas
aquí, tampoco. Con la ayuda -y
presión- de agencias estadounidenses,
las autoridades guatemaltecas han detenido a decenas de Zetas, pero la
estructura principal sigue intacta. Por cada tentáculo que le cercenan, al
pulpo le brotan dos. Hasta ahora, la gran oportunidad que han tenido las
autoridades de golpear la médula organizativa de los mexicanos se perdió la
mañana de julio cuando despegó aquella avioneta, en el soleado cielo de Ixcán.
Publicado por: Marvin Najarro
USA.
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