El
siguiente artículo es la tercera y última parte de un reportaje especial sobre
un documento recientemente descubierto el cual revela que el presidente Reagan
y su equipo de seguridad nacional en 1981 aprobaron el exterminio tanto de las
guerrillas izquierdistas como de su “sus mecanismos de apoyo civil” en
Guatemala. El reportaje fue publicado en su totalidad el 21-02-2013 en el
website de la revista electrónica Consortiumnews.com por el reportero
investigativo Robert Parry quien en 1980 dio la primicia sobre muchas de las
historias del escándalo Irán-Contras para Prensa Asociada y la revista Newsweek.
CÓMO REAGAN PROMOVIÓ EL GENOCIDIO
Por Robert Parry
Tercera parte
La participación de Israel
Públicamente, los oficiales de alto rango de la administración Reagan
continuaban mostrando una cara alegre. En junio 1983, el enviado especial
Richard B. Stone elogió “los cambios positivos” en el gobierno de Ríos
Montt quien presionaba al gobierno de los Estados Unidos para que le hiciera
entrega de los 10 helicópteros UH-1H y seis lanchas patrulleras, que serían de
gran ayuda en la persecución de la guerrilla y sus simpatizantes.
En vista de que Guatemala carecía del dinero en efectivo o el crédito para
comprar los helicópteros al U.S Foreign
Military Sales, el equipo de asesores de seguridad nacional de Reagan se las
arregló para encontrar formas no convencionales de hacer entrega del equipo que
le daría al ejército de Guatemala gran accesibilidad a las áreas montañosas en
donde la guerrilla y sus simpatizantes civiles se escondían.
En agosto 1, 1983, los asesores del Consejo de Seguridad Nacional, Oliver
North y Alfonso Sapia-Bosch reported,
reportaron al Cosenejero de Seguridad Nacional, William P. Clark que, su
adjunto Robert “Bud” McFarlane estaba planeando aprovechar sus conexiones con
los israelitas para garantizar la entrega de los helicópteros a Guatemala.
[Para mayor información sobre las conexiones de McFarlane con los israelitas,
ver Consortiumnews.com's "How Neocons Messed Up the Mideast."]
“Con respecto al préstamo para los diez helicópteros, es de [nuestro]
entendimiento que Bud se encargará de discutirlo con los israelitas”,
escribieron North y Sapia Bosch. “Hay expectativas de que ellos seran muy
atentos”. Otra posibilidad es tener un ejercicio con los guatemaltecos.
Entonces haremos uso de los mecánicos de EEUU y de los repuestos guatemaltecos
para poner los helicópteros al máximo”.
Sin embargo, más cambios políticos estaban en marcha en Guatemala. El
vengativo fundamentalismo Cristiano de Ríos Montt se había salido fuera de
control, aun para los estándares de Guatemala, lo que provocó que el
general Oscar Mejía Victores arrebatara el poder en otro golpe de Estado el 8 de
agosto de 1983.
A pesar del cambio de poder, las fuerzas de seguridad guatemaltecas
continuaron asesinando con impunidad, excediéndose tanto que finalmente hasta
la propia embajada de EEUU objetó tal comportamiento. Cuando tres guatemaltecos
que trabajaban para la Agencia
Internacional de Desarrollo fueron asesinados en noviembre de 1983, el
embajador de los Estados Unidos, Frederic Chapin, sospechó que los escuadrones de
asesinos de los “Archivos” le estaban enviando un mensaje a los Estados Unidos
para que le restara a la presión, aunque moderada, sobre los derechos humanos.
A finales de noviembre, en una breve
muestra de desaprobación, la administración de Reagan pospuso la venta de
repuestos para helicópteros por valor de $2 millones. Sin embargo, el siguiente
mes, Reagan de todas maneras, ordenó que
se hiciera el envío de las piezas de repuesto. En 1984, Reagan, también tuvo
éxito al presionar al congreso para que aprobara $300,000 en entrenamiento
militar para el ejército de Guatemala.
Para mediados de 1984, Chapin, quien se había vuelto muy crítico debido a la terca
brutalidad del ejército guatemalteco, se había ido, siendo reemplazado por un
político del ala derecha, de nombre, Alberto Piedra, quien todo el tiempo
estuvo a favor del incremento de la ayuda militar a Guatemala. En enero de 1985,
Americas Watch emitió un reporte declarando que el Departamento de Estado de la
administración Reagan “aparentemente esta mas preocupado en mejorar la imagen
de Guatemala que en mejorar sus derechos humanos”.
De acuerdo a documentos desclasificados de EEUU, la realidad guatemalteca
incluía métodos de tortura sacados de la Edad Media. Un cable de la Agencia de
Inteligencia de Defensa reportó que el ejército
de Guatemala hacia uso de una base aérea en Retalhuleu como centro de
coordinación de la campaña contrainsurgente en el suroeste de Guatemala a
mediados de 1985.
En la base, los
sospechosos capturados eran mantenidos en agujeros que habían sido llenados con
agua. “Según consta, habían jaulas encima de los agujeros y el nivel del agua
era tal que los individuos detenidos dentro de ellos estaban forzados a cogerse
de los barrotes para mantener sus cabezas sobre el agua y evitar así ahogarse”,
manifestaba el reporte de la DIA. Posteriormente los agujeros fueron rellenados
con concreto para borrar toda evidencia.
De acuerdo al
reporte de la DIA, los militares guatemaltecos usaron el Océano Pacífico como
otro vertedero para las víctimas políticas. Los cuerpos de insurgentes que
habían sido torturados hasta morir y de prisioneros con vida marcados para ser
“desaparecidos” eran cargados en aviones que luego sobrevolaban sobre el océano
donde los soldados empujaban a las victimas al agua.
Matanza regional
Por supuesto que
Guatemala no fue el único país de Centro América en donde Reagan y su
administración apoyaron las brutales
operaciones contrainsurgentes –y luego buscó ocultar los sangrientos
hechos.
Los intentos de
la falsificación del record histórico por parte de Reagan fue un sello
distintivo de los conflictos en el Salvador como también en Nicaragua. En un
caso, Reagan personalmente la arremetió contra un investigador particular de
los derechos humanos de nombre Reed Brody, un abogado de Nueva York que había
colectado declaraciones juradas de más de 100 testigos de las atrocidades
cometidas por los rebeldes Contras, apoyados por EEUU, que combatían para
derrocar al gobierno Sandinista de izquierda.
Furioso por las
revelaciones a cerca de sus consentidos “combatientes por la libertad”, Reagan
en un discurso en abril 15, 1985, denunció a Brody. El presidente llamó a Brody
“uno de los partidarios, un simpatizante del dictador [Daniel] Ortega, quien
abiertamente ha abrazado el Sandinismo”
En privado,
Reagan tenía un entendimiento mucho más exacto de la verdadera naturaleza de
los Contras. En un momento de la guerra de los Contras, Reagan acudió al
oficial de la CIA, Duane Clarridge y demandó que los contras fueran usados para
destruir algunos de los helicópteros que habían arribado a Nicaragua suministrados
por los soviéticos. En sus memorias, Clarridge recuerda que “el presidente
Reagan me sacó a un lado y me preguntó, ‘Dewey, puedes hacer que esos vándalos
tuyos hagan este trabajo’”. [Ver Clarridge's A Spy for All Seasons.]
No fue sino hasta
1999, una década después de que Reagan había dejado la presidencia, que la
chocante dimensión de la espeluznante realidad sobre las atrocidades en
Guatemala fueron reveladas por la comisión de la verdad que se apoyó
grandemente en los documentos desclasificados por orden del presidente Clinton.
El 25 de febrero
de 1995, la Comisión de Clarificación Histórica estimó que los 34 años de
guerra civil habían cobrado la vida de unas 200,000 personas, ocurriendo lo más
salvaje del baño de sangre en los años 1980. El
panel estimó que el ejército era el responsable
del 93 por ciento de las muertes y la guerrilla izquierdista del 3 por
ciento. Un cuatro por ciento quedó sin resolver.
El reporte
documentó que en los años 1980, el ejército cometió 626 masacres contra las
poblaciones mayas. “Las masacres que
eliminaron comunidades mayas enteras … no
son alegatos pérfidos como tampoco productos de la imaginación, sino un
capitulo autentico de la historia de Guatemala”, concluyo la comisión.
El ejército
“exterminó completamente a las comunidades mayas, destruyó su ganado y
cosechas”, decía el reporte. En el altiplano norteño, el reporte calificó la
matanza, como “genocidio”. [Washington Post, febrero 26, 1999].
De acuerdo al
reporte, aparte de llevar a cabo asesinatos y “desapariciones”, el ejército
rutinariamente torturaba y violaba. “La violación de mujeres, durante la
tortura o antes de ser asesinadas, era una práctica común” del ejército y las
fuerzas paramilitares.
La culpa de los Estados Unidos
El reporte
agregaba que “el gobierno de los Estados Unidos, a través de varias agencias
incluyendo a la CIA, proveyó apoyo directo e indirecto para algunas [de estas]
operaciones de Estado”. El reporte concluyó que el gobierno de EEUU también le
facilito dinero y entrenamiento a los militares guatemaltecos que
cometieron “actos de genocidio” contra
la población Maya.
“Creyendo que los
fines justificaban todo, los militares y las fuerzas de seguridad del Estado ciegamente
se embarcaron en la lucha anticomunista, sin respetar cualquier principio legal
o los más elementales valores éticos y religiosos, y de esta manera, perdieron
completamente cualquier semblanza de la moral humana”, dijo el encargado de la
comisión, el jurista alemán, Christian Tomuschat.
“En ciertas
regiones del país y dentro del marco de las operaciones contrainsurgentes llevadas
a cabo entre 1981 y 1983, las fuerzas de seguridad del Estado guatemalteco
cometieron actos de genocidio en contra de grupos de gente Maya”, indicó
Tomuschat [NYT, Feb. 26, 1999].
El reporte no
señaló a individuos culpables tanto en
Guatemala como tampoco en los Estados Unidos. Pero el oficial estadounidense
más directamente responsable en la reanudación de la ayuda militar de EEUU a Guatemala
y de alentar a su gobierno durante los años 1980, fue Ronald Reagan.
Los grandes
periódicos de los Estados Unidos dieron cobertura, aunque fugazmente, al
reporte de la comisión de la verdad. El
New York Times lo público el
siguiente día como la historia principal. El
Washington Post lo hizo en la página 19. Ambos citaron el problemático
papel de la CIA y de otras agencias del gobierno de EEUU en la tragedia
guatemalteca. Pero, nuevamente, ningún oficial de los Estados Unidos es
mencionado por su nombre como responsable.
En marzo 1, 1999,
el neoconservador consejo editorial del Washington
Post abordó los resultados de la
investigación, pero no los confrontó, excepto para culpar al presidente Carter
por haber cortado la ayuda militar a Guatemala en los años 1970, supuestamente, con ello, previniendo a los Estados Unidos frenar la horrorosa
conducta mostrada por Guatemala hacia los derechos humanos.
El editorial
argumentó que el embargo de armas removió “el más mínimo control que aún una
débil presencia estadounidense podría haber suministrado”. El editorial no hizo
ninguna referencia a la sustancial evidencia que mostraba que la reanudación de
la ayuda militar por parte de Reagan, había hecho al ejército guatemalteco más
eficiente en su campana de masacres contra sus enemigos armados y desarmados.
Sin ningún sentido aparente de la ironía, el editorial del Post finalizó enunciando: “Necesitamos nuestra propia comisión de
la verdad” –aunque no hubo seguimiento de esa idea.
En marzo 10, 199,
durante una visita a Centro América, el presidente Clinton se disculpó por el
pasado apoyo de los Estados Unidos a los regímenes derechistas de Guatemala que
data desde 1954. “Para los Estados Unidos, es importante que lo deje muy en
claro que el apoyo a fuerzas militares y unidades de inteligencia las cuales se
embarcaron en actos de violencia y represión generalizada fue un error, y los Estados
Unidos no debe repetir ese error”, dijo Clinton. [Washington Post, marzo 11,
1999].
Sin embargo, en
Washington, no hubo interés, mucho menos determinación, en hacer a alguien
responsable por complicidad en la carnicería. La historia del genocidio
guatemalteco y la complicidad de la administración de Reagan desaparecieron
rápidamente dentro del gran agujero de la memoria estadounidense.
Por crímenes
contra los derechos humanos en los Balcanes y en África, los Estados Unidos ha
demandado tribunales internacionales para arrestar y enjuiciar por crímenes de
guerra a los violadores y sus patrocinadores políticos. En Iraq, el presidente
George W. Bush celebró el juicio y la ejecución del dictador Saddam Hussein por
muertes políticamente motivadas.
Inclusive Ríos
Montt, ahora de 86 años de edad y después de evadir la justicia bajo varias amnistías,
fue finalmente acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad en Guatemala
en el 2012. Él está a la espera del juicio.
Sin embargo, y
aun cuando la precarias democracias de Latinoamérica han dado pasos tentativos
para hacer responsables a algunos de sus peores violadores de los derechos humanos,
ninguna discusión sustantiva ha tenido lugar en los Estados Unidos a cerca de
tener que hacerle frente al horrendo record de los años 1980 y a la
culpabilidad de Reagan.
En vez de debatir
sobre Reagan como un criminal de guerra quien ayudó en el genocidio, al ex
presidente se le rinden honores como un icono del conservadurismo, con su
nombre adherido al Aeropuerto Nacional de Washigton y a un sinnúmero de
espacios públicos. Chris Matthews de MSNBC no para de hablar con entusiasmo
sobre Reagan, como “uno de los grandes de todos los tiempos”, y los Demócratas
elogian regularmente a Reagan en comparación
a los miembros actuales de la derecha del partido Republicano.
Cuando la prensa
de los estados Unidos, brevemente reconoce las barbaridades de los años 1980 en
Centro américa, es el contexto de como los pequeños países valerosamente le
están haciendo frente a su violento pasado. No hay nunca una sugerencia de que
los Estados Unidos deban hacer lo mismo.
Hasta este día,
Ronald Reagan –el presidente de EEUU que les indicó a los generales
guatemaltecos que sería correcto exterminar a los “guerrilleros marxistas” y
sus “mecanismos de apoyo civil” –permanece como una figura muy querida dentro
de la oficialidad de Washigton y en muchas partes de los Estados Unidos.
Traducido del inglés por Marvin Najarro
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA. Auff!
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