Estaba segura que Vladímir,
el águila de las montañas, el gran revolucionario ruso, estaba ahí, lo sentía
entre ellos gozoso y feliz de su gente, con su gorra y su sonrisa, su optimismo
de clase, caminando por la explanada de la inmensa y bella, emotiva e
inolvidable plaza Roja.
LENIN, EL ÁGUILA DE LAS
MONTAÑAS
Por Maité Campillo
Un corto paseo y encontrarán dentro del corazón
del barrio OtxarKoaga, los bustos de Marx y Lenin, rodeados del empeño
insistente de Pa. . .Ya, eta Boltxe Kolektiboa.
El capitalismo es el genocida más respetado del mundo, el socialismo
económico sin la moral comunista no me interesa (Ernesto Guevara,
"Che", internacionalista, héroe de la revolución cubana)
Desde este lado del mundo que les estoy escribiendo. . .
Fluye emotiva la vida entre el impulso de los sueños, más allá de los
brazos de Marijaiak que abarca el botxo de la ciudad entre puentes y ría, ubico
fugaces los personajes que representan el “que hacer” de estas notas,
personajes de carne y hueso que van curtiendo la historia dentro de un
barrio obrero combativo; ahí es que podrán encontrarles este 15 de noviembre,
una y mil veces les podrán encontrar año tras año, rindiendo homenaje emotivo
al águila de las montañas; entre las faldas de la ciudad llamada Bilbo, o
Bilbao, en otras épocas conocida como la ciudad de hombres y mujeres forjadores
del hierro. Un paseo por sus alrededores, al margen de la
pintoresca estampa del museo modernista de cuyo nombre no quiero acordarme; lo
dicho, un corto paseo y encontrarán dentro del corazón del barrioOtxarkoaga,
los bustos de Marx y Lenin, rodeados del empeño insistente de Pa. . .Ya, eta
Boltxe Kolektiboa. Lenin Eguna (2014), es un día en que los
claveles rojos se sienten en su ambiente de purito frescos, entre edificios
colmena y un pequeño parque sobre el que revolotean los sueños de una parte de
sus habitantes. Es empeño leninista, el que carga de amistad internacionalista
una de sus alas, mientras agitan la otra que revolotea a ritmo aurresku;
ojito, pues, que en ocasiones aparece el xirimiri, pero siempre en son boltxe;
asoma entre las montañas de la ciudad, reverdeciendo cosechas que deberían
seguir siendo, para que broten sobre el asfalto. Ahí es que podemos encontrar a
Lenin, en el trajín de esos pasos. Hablamos de la buena gente, de
amistad internacional reivindicativa, alternativa, cultural, festiva, de
carácter tan social como popular, un akelarre de ilusiones y desenfreno de
compromisos con la libertad. . . ¿De qué sirve decir la verdad sobre el
fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo
origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica
(Bertolt Brecht).
Era la víspera de la Revolución de Octubre, cuando millones de
obreros, campesinos y soldados, empujados por la crisis en la retaguardia y en
el frente, exigían la paz y la libertad; cuando los generales de la burguesía
preparaban la instauración de una dictadura militar, con el objetivo de llevar
la guerra ‘hasta el fin’; cuando toda la supuesta ‘opinión pública’ y todos los
supuestos ‘partidos socialistas’ eran hostiles a los bolcheviques y los
calificaban de ‘espías alemanes’; cuando Kerensky tentaba hundir al Partido de
los bolcheviques en la ilegalidad y ya lo consiguió en parte; cuando los
ejércitos, todavía poderosos y disciplinados, de la coalición austro-alemana,
se erguían ante nuestros ejércitos cansinos y en estado de descomposición, y
los ‘socialistas’ de Europa occidental continuaban manteniendo tranquilamente
el bloque con sus gobiernos, con el objetivo de proseguir ‘la guerra hasta la
victoria completa’. . . ¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel
momento? Desencadenar una insurrección en esas condiciones era arriesgar todo.
Mas Lenin no temía arriesgarlo, porque sabía y veía con su ojear clarividente
que la insurrección era inevitable, que la insurrección vencería, que la
insurrección en Rusia prepararía el fin de la guerra imperialista, que la
insurrección en Rusia pondría de pie a las masas agotadas de Occidente,
que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra
civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets, que la
República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario del
mundo entero (lósif Vissariónovich Stalin)
Existen hilos conductores que convergen en desesperada lucha en el mundo,
contra el gran capital del derroche y la opulencia degenerativa, símbolos de la
heroicidad histórica de nuestros días donde se forja la denuncia artística,
literaria, paisajista, ideológica, compromiso político y futuro como pan de cada
día. Desde esa siembra abrazan el mundo saltando mugas, vinculándose entre
océanos como hermanos de la misma condición; son calcio de historia, vitamina
D, su internacionalismo. Astro entre las estrellas, que en otros tiempos fueron
portadoras de amistad, militancia, y compromiso. Astro que abrirá las puertas
de los pueblos a la libertad, por ello, a los que lucharon y siguen luchando se
les aclama y recibe; la txalaparta es protagonista, trina en manos de otro
mundo posible, donde la marginación sirva para apartar el terror del terrorismo
de estado. Astro iluminando estrellas, personajes con esencia marina entre
valles, caseríos y montañas que recorren sus frentes en estampidas de sudor y
lucha por el réquiem de la memoria, todo está guardado en la memoria. Arropa la
música hasta el lamento, Euskal Herria es cantera entre Zorzico,
Ariñari, txalaparta, trikitixa, cantos, gorak, txupinazo y txikiteo. . .
En 1988 me encontraba en lo que hasta entonces aún se llamaba la Unión
Soviética (URSS). El gobierno lo presidia el más traidor y vendido de los
últimos presidentes que había tenido la URSS, Mijail Gorbachov; su paz,
democraciaUSA, derrapó sobre su frente señalando al traidor por entonces más
relevante por antisocial. Ya para entonces el país estaba más vendido que el
Sahara a la dinastía parásita de Marruecos por los no menos parásitos
españoles; yanquis y alemanes andaban 'como Pedro' por su casa. Ahhhhh. . .
Pero no sólo había un traidor en el Kremlin! No. Traidores hubo en la Duma,
en el propio Partido Comunista y organización juvenil, por igual la corrupción
en los sindicatos e indudablemente en el llamado ejército rojo. . .¿Existía un
ejército rojo?, ya tiempo que la URSS no era la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, ya tiempo que sólo existían mafiosos en el poder, ya tiempo que en
el poder de los soviets predominaban los vendidos al imperio gringo, ya tiempo,
mucho tiempo, que estaban alejados de la clase trabajadora, del sentido
revolucionario de la palabra, de las capas más marginales, de los pueblos de
las repúblicas, del internacionalismo. Serían por supuesto los que más tarde
dominarían la economía, política, medios informativos y los que se quedaron con
las mejores empresas, petroleo, edificios, transporte, comunicaciones, armas,
sanidad, con todo lo que olía a dinero se quedaron; ¿y al pueblo?, capitalismo
duro de purito crudo, sus fieles desertores del ejercito ruso, esos mandos
mimados por el actual capitalismo, veranean varios meses seguidos del lado del
sol d`esa España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía.
En la fecha señalada me encontraba en Moscú, acompañaba un grupo numeroso,
mayoría gipuzkoanos, bizkainos y mas culturas; aún se podía disfrutar en
determinados ambientes un oxígeno que pudo haber sido en tiempos de Lenin, y
conocer lo que aún merecía la pena conocer por su rebosante sensibilidad
receptiva y cariño: al pueblo moscovita, su historia, su cultura; en una
palabra, lo que aún quedaba del glorioso octubre rojo, que además de la
impactante hermosura histórica, aún presentes 'casi intactos' sus
impresionantes museos, librerías, las inolvidables sin parangón tiendas de
música con precios accesibles, el multitudinario rastro, en el que ya se
empezaba a vender 'la rapiña', banderas históricas y otros símbolos preciosos,
artesanía impactante, también chaspas históricas como si fuera chatarra que ya
no servía a la Perestroika, ese invento yanqui para desbaratar el Estado de los
soviets. Lo más impresionante, inolvidable para mi, el primer día que presencié
por vez primera la plaza Roja, y participar en una manifestación de miles de
personas reivindicando a los históricos, cientos de pancartas y estandartes,
decenas de banderas rojas a la entrada de la plaza Roja y del mausoleo de
Lenin, cantar la internacional puño en alto con todos ellos en ruso, hojas con
la canción y fecha en la que se tomó el Palacio de Invierno, presidida por
varios de sus héroes históricos, francamente conmovedor. Estaba segura que
Vladímir, el águila de las montañas, el gran revolucionario ruso, estaba ahí,
lo sentía entre ellos gozoso y feliz de su gente, con su gorra y su sonrisa, su
optimismo de clase, caminando por la explanada de la inmensa y bella, emotiva e
inolvidable plaza Roja.
Iban pasando los días de mi instancia, entre encuentros, reuniones,
vivencias emotivas, presentaciones, y caminatas por los barrios más alejados de
la puntillita de los popes que se percibía como canto a la expansiva burocracia
capitalista que ya se olfateaba; gracias al excelente, limpio y rápido metro
moscovita, museo bajo tierra. Conocí la ciudad de Leningrado, hoy llamada por
la gracia perestroika y sus tenebrosos popes, San Petersburgo, igualmente
llamada Petrogrado hasta la muerte de Lenin. Leningrado, conocida como la
Venecia rusa por los canales que surten la ciudad. Fundada por el zar Pedro el
Grande, el 16 de mayo de 1703, con la intención de convertirla en la 'ventana
de Rusia hacia el mundo occidental'; a partir de entonces, fue capital del Imperio
ruso por más de doscientos años. . . Y, con el estallido de la Revolución rusa,
se convirtió en el centro de la rebelión. En marzo de 1918 la capital fue
trasladada a Moscú. En enero de 1924, tras la victoria bolchevique, la creación
de la Unión Soviética (1922) y el fallecimiento de Lenin (1924), San Petersurgo
cambió su nombre a Leningrado, en honor al gran dirigente de la revolución.
Durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el cerco de Leningrado, que
se mantuvo por 29 meses, en los cuales los nazis bombardearon constantemente la
ciudad y la bloquearon para que no pudiera abastecerse, murieron más de un
millón y medio de personas. Tras la derrota de Alemania, en 1945, la ciudad fue
nombrada Ciudad heroica por los revolucionarios soviéticos. En 1917, San
Petersburgo, vio los primeros movimientos de la Revolución rusa; se destituyó
al zar Nicolás II de su cargo y se instaló en la ciudad el Gobierno
provisional; en octubre una segunda fase de la revolución hizo que el poder
pasase a los Sóviets y se formó el primer gobierno soviético de bolcheviques y
socialistas revolucionarios (SR) de izquierda, el Sovnarkom.
También me impresionó enormemente el primer día que pisé sobre la entrada
hacia la Plaza del Palacio de Invierno, por esa puerta tan emblemática e
histórica de aquél domingo sangriento de 1905, y la Revolución Boltxevique del
1917; no tanto el Hermitage, dónde te pierdes entre salas y más salas, enormes
salones, pasillos, sótanos llenos de cuadros y esculturas. . . Lo gratificante,
es que allí indudablemente, también estaba Lenin al frente de los Sóviets
avanzando hacia la toma del palacio; y yo dejándome llevar por el pasado
arrollador, quizá de escenas fílmicas, de aquel acontecimiento histórico que
marcó la vida de miles de revolucionarios de todo el mundo.
Mi recuerdo se posa como alas de mariposa sobre el camino rojo, tren además
de bonito y cómodo, idílico en cuanto ambiente; a través de él empecé a revivir
la revolución rusa, con sus banderas rojas en cabeza irrumpiendo sobre vías,
caminos, atravesando pueblos cercanos a las montañas, desiertos, bosques;
muchas horas de tren, de convivencia entre vagones, recorriendo parte de las
tierras rusas para llegar a la Ucrania (aún) soviética. En Kiev, conocí un
pueblo tranquilo, más campesino, alegre y trabajador, dónde en la plaza (ahora
de los nazis), se discutía en alegres asambleas públicas sobre lo humano y lo
divino, sobre política, deportes, cultura, se leía y analizaba enormes carteles
y convocatorias; en fin, la vida fluía como manantial caudaloso de agua fresca;
allí también estaba Lenin entre ellos, en la sonrisa de sus habitantes el líder
de la revolución, entre los trabajadores cantando se encontraba entre las
cosechas y los cientos de flores que se vendían, flores entre las barandas de trenes,
metro, esculturas, en todas las partes, mis manos se llenaban de flores tan
sólo con mirar los ojos de aquellas mujeres campesinas.
Volví a Moscú para asistir a varias de las obras de teatro y danza
programadas; Moscú irradiaba aún de espectáculos asequibles para todos, de
circo y música dónde el pueblo moscovita asistía entusiasmado para recibir su
dosis de cultura prácticamente gratuita. El tiempo pasa, cargada de libros,
discos e instrumentos musicales, empecé a despedirme, triste, nostálgica, sabía
que no habría ya de volver al corazón del mundo hasta entonces. Había llegado
la hora de despedirme de algunas de las abuelas de la república exiliadas con
hijos y nietos ya rusos, viejitas pero con una memoria del carajo; también de
algunos de los llamados niños de la guerra, seres entrañables, difícil de
describir su sentimiento, sensibilidad, educación, su mirada y cariño
trasmitido. Salí de la tierra de Lenin llena de ilusión, y mucha pena (la
decadencia era ya una evidencia a voces), no fue fácil, ver lo que estaban ya
maniobrando con un pueblo tan digno como valiente; el que logró vencer al
ejército más potente y sanguinario de Europa, el que luchó hasta derrocarlo, a
pesar de sufrir la muerte de más de veinte millones de personas. . .
La palabra aclama hechos e historia, testimonio que alumbra irguiendo el
machete campesino, bosquejos que fertiliza otoños con la revolución rusa como
protagonista; asaltar los cientos, miles de palacios de invierno en el mundo,
es una puesta en común sin etiquetas, se es o no se es, para que echar a volar
no cueste tan caro. Pelear la paz de hoy no incluye cargar con la paloma de la
“democracia”. El sistema del método capitalista no favorece nuestras
trincheras, como supervivencia sirve luchar. No al impulso colorista o
folclorista que siembra al capitalismo en nuestros campos. No a los
pastorcillos ni patroncillos Wojtyla. Ya nos ha cagado bastante en la historia
la paz importada de Roma al mundo; contra la impotencia, que genera la ley
genocida de la imposición, ninguno te pregunta si tienes o no trabajo, sólo que
les conviertas en protagonistas del sistema que te aliena, ¿eso qué es,
progresismo, o feudalismo? Las lluvias avanzan en puñal rojo de esperanza;
brota sobre los 'cuentos chinos' nuestra historia, la historia revolucionaria,
no hay marcha atrás.
El pacifismo y la prédica abstracta de la paz, son
una forma de embaucar a la clase obrera y que no se rebele contra su opresor,
la verdad es siempre revolucionaria (Vladimir Lenin)
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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