Los estadounidenses se han
otorgado a sí mismos la licencia para matar sin preocuparse en ver si acaso
podrían estar excediendo su autoridad. Debemos esperar, entonces, que a medida
que su poder se escurre, su licencia para matar será revocada, y se encontraran
reclasificados de hegemones mundiales, a meros asesinos.
LICENCIA PARA MATAR
Por Dimitry Orlov
La historia es la misma todas las veces: alguna nación, debido a una
confluencia de circunstancias afortunadas, se vuelve poderosa -mucho más
potente que el resto- y, por un tiempo, es dominante. Pero las circunstancias
de la suerte, que a menudo equivalen a no más de unas cuantas peculiaridades
ventajosas de la geología, ya sea Welsh coal o West Texas oil, en su momento
llegan a su fin. Mientras tanto, la antigua superpotencia es corrompida por su
propio poder.
Cuando se acerca el final del juego, aquellos todavía nominalmente a cargo
del imperio que colapsa recurren a todo tipo de medidas desesperadas, todas
menos una: se negarán a tener en cuenta el hecho de que su superpotencia
imperial esta llegando a su fin, y que en consecuencia deben cambiar sus
comportamientos. En una ocasión, George Orwell ofreció una excelente explicación
para este fenómeno: conforme se acerca la etapa final imperial, se convierte en
una cuestión de auto-preservación imperial criar una clase dominante con un
propósito especial -una clase que sea incapaz de comprender que la etapa final
se acerca. Porque, verán, si tuvieran la menor idea de lo que está pasando,
ellos no tomarían su trabajo tan en serio como para seguir con el juego durante
el tiempo que sea posible.
El colapso imperial que se avecina puede ser visto en los resultados cada
vez peores que el imperio obtiene por sus esfuerzos imperiales. Después de la
Segunda Guerra Mundial, los EE.UU fue capaz de realizar un trabajo respetable
ayudando a reconstruir Alemania, junto con el resto de Europa occidental. Japón
también lo hizo bastante bien bajo el tutelaje estadounidense, al igual que
Corea del Sur después de la final de la lucha en la península coreana. Con
Vietnam, Laos y Camboya, todos los cuales fueron gravemente dañados por los EE.UU,
los resultados fueron significativamente peores: Vietnam fue una derrota
absoluta, Camboya vivió un período de genocidio, mientras que el increíblemente
resistente Laos -el país más bombardeado en el planeta- se recuperó por su
cuenta.
La primera Guerra del Golfo resulto aún más desastrosa: temerosos de
emprender una ofensiva terrestre en Irak, los EE.UU no llegó a concretar su práctica regular de
derrocar al gobierno e instalar allí un régimen títere, y lo dejó en el limbo
durante una década. Cuando los EE.UU finalmente invadieron, tuvieron éxito -después
de matar a un sinnúmero de civiles y destruir gran parte de la infraestructura-
en dejar a un país como cadáver desmembrado.
Resultados similares se han obtenido en otros lugares en los que los EE.UU
buscó motivos para involucrarse: Somalia, Libia y, más recientemente, Yemen. No
vamos ni siquiera mencionar Afganistán, ya que todos los imperios han fracasado
en lograr buenos resultados allí. Así que la tendencia es inconfundible:
mientras que en su apogeo el imperio destruyó con el fin de reconstruir el
mundo a su propia imagen, conforme se acerca su final destruye por el mero
hecho de destruir, dejando montones de cadáveres y ruinas humeantes a su paso.
Otra tendencia inconfundible tiene que ver con la eficacia de gastar dinero
en "defensa" (que, en el caso de los EE.UU, debe ser redefinida como
"ofensa"). Tener a unas fuerzas armadas pródigamente dotadas a veces
puede conducir al éxito, pero aquí también algo ha cambiado con el tiempo. El famoso,
voluntarioso espíritu estadounidense que
era evidente para todos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los EE.UU
empequeñeció al resto del mundo con su poderío industrial, ya no existe. Ahora,
cada vez más, el gasto militar en sí mismo es la meta -no importa lo que logra.
Y lo que logra es el último avión de combate F-35 que no puede volar; el
último portaaviones que no puede lanzar
aviones sin destruirlos si están equipados con los tanques auxiliares que
necesitan para volar misiones de combate; el tecnológicamente más avanzado destructor
AEGIS que puede ser puesto fuera de servicio por un solo jet ruso desarmado que
llevaba una cesta de equipos de guerra electrónica, y otro portaaviones que
navega asustado de las aguas profundas y es obligado a anclar por unos
submarinos rusos en patrullaje de rutina.
Pero a los estadounidenses les gustan sus armas, y les gusta a repartirlas
como una muestra de apoyo. Pero muy a menudo estas armas terminan en manos
equivocadas: las que le dieron a Irak están ahora en manos de ISIS; las que le dieron
a los nacionalistas ucranianos han sido vendidas al gobierno sirio; las que
dieron al gobierno de Yemen se encuentra ahora en manos de los hutíes que
recientemente lo dispusieron. Y así también ha disminuido la eficacia de los
excesivos gastos militares. En algún momento puede llegar a ser más eficiente
modificar el proceso de impresión del Tesoro estadounidense para disparar fajos
de dólares estadounidenses en la dirección general del enemigo.
Con la estrategia de "destruir con el fin de crear" ya caducada,
pero todavía con la ambición ciega de tratar de prevalecer de alguna manera en
todas partes en el mundo todavía parte de la cultura política, todo lo que
queda es el asesinato. La principal herramienta de la política exterior se
convierte en el asesinato político: ya sea Saddam Hussein o Muammar Gadafi, o Slobodan Milošević, u Osama
bin Laden, o cualquier número de objetivos menores, la idea es simplemente
asesinarlos.
Si bien tener como objetivo al jefe de una organización es una técnica
favorita, la población en general también obtiene su dosis de asesinatos.
¿Cuántos funerales y fiestas de boda han sido aniquilados por los ataques con
aviones no tripulados? No sé qué alguien en los EE.UU realmente lo sepa, pero
estoy seguro de que aquellos cuyos familiares fueron asesinados lo recuerdan, y
lo recordarán durante los próximos siglos por lo menos. Esta táctica generalmente
no es propicia para la creación de una paz duradera, pero es una buena táctica
para perpetuar y escalar el conflicto. Pero eso es ahora un objetivo aceptable,
ya que crea la justificación para el aumento del gasto militar, haciendo posible
engendrar más caos.
Recientemente, un general retirado estadounidense apareció en televisión declarando
que lo que se necesita para revertir la
situación en Ucrania es simplemente "empezar a matar a los rusos".
Los rusos escucharon eso, se maravillaron de su idiotez, y luego procedieron a
abrir una causa penal en su contra. Ahora bien, este en general no será capaz
de viajar a un número cada vez mayor de países de todo el mundo por temor a ser
arrestado y deportado a Rusia para ser juzgado.
Esto es en gran parte un gesto simbólico, pero gestos no simbólicos de
carácter preventivo seguramente vendrán. Verán, mis compañeros viajeros
espaciales, el asesinato sucede ser ilegal. En la mayoría de las
jurisdicciones, incitar a otros a asesinar también suele ser ilegal. Los
estadounidenses se han otorgado a sí mismos la licencia para matar sin
preocuparse en ver si acaso podrían estar excediendo su autoridad. Debemos
esperar, entonces, que a medida que su poder se escurre, su licencia para matar
será revocada, y se encontraran reclasificados de hegemones mundiales, a meros
asesinos.
Conforme los imperios colapsan, se vuelven hacia adentro, y someten a sus
propias poblaciones a los mismos malos tratos a los que sometieron a los demás.
Aquí, Estados Unidos no es excepcional: el número de estadounidenses que es asesinado
por su propia policía, con repercusiones mínimas para aquellos que cometen la
matanza, es bastante impresionante. Cuando los estadounidenses se preguntan
quién en realidad es su enemigo, ellos no necesitan ir muy lejos.
Pero eso es sólo el principio: el precedente ya ha sido establecido para el
despliegue de tropas estadounidenses en suelo estadounidense. Conforme la ley y
el orden se rompen en más y más lugares,
vamos a ver más y más soldados estadounidenses en las calles de las ciudades de
los EE.UU, diseminando muerte y destrucción al igual que lo hicieron en Irak o
en Afganistán. La última licencia para matar a ser revocada será la licencia
para matarnos a nosotros mismos.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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