Lo sucedido en estos últimos
cuatro meses en Guatemala ha sido, ante todo, una clara manifestación del poder
intervencionista de los EE.UU que ha sido capaz de influenciar y movilizar
instancias claves de presión política que le permitieron articular una versión
de revolución de color -“el despertar guatemalteco”- no contra un régimen
ideológicamente hostil, sino contra una retahíla de corruptos disfrazados de
gobernantes, que su torpeza política, arrogancia y prepotencia no les
permitieron ver que sus mezquinos intereses jamás podrán anteponerse o ser
superiores a los del dueño de la finca.
ESTADOS UNIDOS RATIFICA
QUIEN ES EL MANDAMÁS DE LA
FINCA
No se trata de las fincas de Pérez Molina y Roxana Baldetti obtenidas
ilegalmente, es la parcela que comprende Guatemala, donde desde el estallido de
la crisis política resultante de los escándalos de corrupción gubernamental,
los EE.UU en su rol hegemónico ha sido el principal actor externo. Para nadie
es un secreto el papel protagónico que los EE.UU por medio de su embajada han
venido jugando desde el inicio de los problemas políticos como también del papel que instancias como la
CICIG, el Ministerio Publico y el CACIF (la segunda Línea) han desempeñado
colaborando con los planes norteamericanos en la tarea de llevar a cabo una “limpieza” del Estado
guatemalteco plagado de corrupción e impunidad. Por supuesto que todo esto nada
tiene que ver con las supuestas nobles intenciones democratizadoras de los
EE.UU, pues como es conocido todos esos valores no son más que meros conceptos
de los cuales se vale el imperialismo para imponer su agenda de dominación en
el mundo, Iraq, Afganistán y Libia son solo algunos de los ejemplos.
En realidad, la crisis política guatemalteca desatada y administrada en
buena parte por Washington, gira en torno de los planes del gobierno de Obama
para el área centroamericana en donde busca implementar el Plan para la
Prosperidad del Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) que tiene
como meta invertir 1000 millones de dólares en ayuda al desarrollo y la
seguridad que serían la base, se dice, para frenar los flujos migratorios hacia
el norte. Sin embargo, esta iniciativa que en esencia sería una copia del Plan
Colombia, busca en realidad (como en México con el Plan Mérida), con el
pretexto de declararle la guerra abierta al narcotráfico, la militarización (eufemísticamente
pacificación) de la región, haciéndola más propicia a la agenda empresarial neoliberal
a ultranza que se proyecta para el aérea del Triángulo Norte . Por otra parte,
en el plano estratégico, el Plan para la Prosperidad significa el afianzamiento
del dominio estadounidense en la región en momentos que se agudiza el
enfrentamiento con China y Rusia, sus rivales geoestratégicos que buscan
disputarle a Estados Unidos su rol dominante en esa región considerada como su
esfera natural de influencia o lo que ellos mismos llaman su patio trasero.
Para el gobierno de Obama la implementación de ese plan reviste gran
importancia ya que se sumaría a sus otros logros en el campo dela política
exterior; el acuerdo nuclear con Irán y la apertura de relaciones diplomáticas
con Cuba que, además de servirle para contrarrestar la influencia china y rusa,
pasan a formar parte de su legado en materia de política exterior. Sin embargo,
la implementación del Plan para la Prosperidad enfrenta la oposición de varios
congresistas estadounidenses que cuestionan la falta de transparencia y la
rampante corrupción e impunidad gubernamental como serios obstáculos que
dificultarían que la proyectada ayuda económica obtenga los resultados
deseados. Esto ha causado preocupación al seno del gobierno de Obama que ha
decidido poner en práctica una serie de medidas a fin de corregir ese
insoportable estado de cosas y así impresionar y convencer al Congreso para que
aprueben el plan en los próximos días del verano.
Todo lo sucedido desde el mes de abril con el desmantelamiento de la
red criminal que operaba en el sistema
de aduanas hasta el reciente apresamiento de la vicepresidenta Roxana Baldetti
y el pedido de antejuicio contra el presidente, Otto Pérez Molina, al ser
acusados ambos por la CICIG y el Ministerio Publico de ser los cabecillas de la
red mafiosa la Línea, son maniobras que se enmarcan dentro de la estratagema estadounidense
dirigida a exponer y castigar con pruebas en la mano, al gobierno de Pérez
Molina evidenciándolo como un régimen corrupto y criminal. Pero también,
desprestigiar y hacer fracasar a varios de los principales líderes políticos y
sus respectivas organizaciones políticas en las elecciones del 6 de septiembre,
ya que estos son percibidos como indeseables por corruptos y sus nexos con el
crimen organizado. En esencia se trata de limpiarle un poco la imagen al
corrompido sistema político guatemalteco -una limpieza superficial- que no toca
a fondo las estructuras criminales del poder oligárquico y militar que son
ultimadamente las deseables para mantener la primacía de los intereses
norteamericanos. Todo esto de cara a las próximas elecciones que serán
presentadas ante el Congreso como un manifestación de que las cosas están
mejorando y por lo tanto es el momento propicio de apoyar la democracia
guatemalteca y que mejor, como prueba de buena voluntad, que aprobar el Plan
para la Prosperidad.
En cuanto al enorme caos político que se vive en Guatemala, es necesario
entender que Estados Unidos como el mayor artífice del mismo ha sabido mover
muy bien sus piezas conduciendo el desarrollo de la crisis y logrando los
resultados buscados. En este esfuerzo el trabajo de la CICIG (creada a
instancias de la ONU y que cuenta con el decidido apoyo de los EE.UU), del
Ministerio Publico y de la clase oligárquica agrupada en el CACIF, ha sido
fundamental colaborando puntualmente con la agenda injerencista y desestabilizadora
de los EE.UU que a través de su embajada ha podido, incluso, manejar para su
propio beneficio el movimiento social de protesta pacifico que por momentos
parecía que escapaba a su control. En este sentido, es importante observar que
el movimiento de protesta que en sus inicios daba la impresión de enrumbarse por
la ruta de la radicalización, exigiendo una depuración profunda del sistema
político, terminó siendo funcional a los intereses de la embajada y el CACIF, limitando
sus demandas a la tibias reformas electorales (rechazadas), la renuncia y el
castigo de los culpables, pero sobre todo haciéndose eco de la campaña de
desprestigio montada por la clase empresarial (ella misma la principal entidad
corruptora), contra el principal contendiente al cargo de nuevo presidente que
efectivamente ha visto reducidas grandemente sus posibilidades, abriendo el
camino para el surgimiento de aspirantes al poder presidencial más amenos a los intereses del imperialismo, de la clase
oligárquica criolla y de los militares que buscan con esta maniobra preservar
las viejas estructuras del poder del que nutren sus desaforadas ambiciones en
detrimento del bienestar de la mayoría del pueblo.
Lo sucedido en estos últimos cuatro meses en Guatemala ha sido, ante todo,
una clara manifestación del poder intervencionista de los EE.UU que ha sido
capaz de influenciar y movilizar instancias claves de presión política que le
permitieron articular una versión de revolución de color -“el despertar
guatemalteco”- no contra un régimen ideológicamente hostil, sino contra una
retahíla de corruptos disfrazados de gobernantes, que su torpeza política,
arrogancia y prepotencia no les permitieron ver que sus mezquinos intereses
jamás podrán anteponerse o ser superiores a los del dueño de la finca. Ha sido
una amarga lección para la clase política delincuencial guatemalteca a la que
su falta de sapiencia la tiene entre la espada y la pared. Por un lado sufren
el repudio generalizado del pueblo y por el otro tiemblan ante la real
posibilidad del enjuiciamiento, la cárcel y la extradición a los Estados
Unidos. De haber procedido con más inteligencia y cautela en sus sucios
negocios no estarían ante semejante y vergonzosa situación, ya que al Patrón
del Norte lo que le molesta en extremo es la falta de sumisión de sus lacayos y
no la corrupción que tolera y promueve para comprar lealtades en todas partes
del mundo.
Está claro ahora, con la renuncia de OPM, que la intención de los Estados
Unidos siempre fue la de provocar su caída, aunque no de manera abrupta, porque
de haber sido así, se hubiera materializado en las fases tempranas de la crisis
y no se le hubiera permitido a Pérez Molina aferrarse al poder por tanto
tiempo, aun en medio del enorme rechazo de la población que ha venido exigiendo
su cabeza. Como ya lo hemos apuntado, Estados Unidos ha mostrado mucha destreza
en manejar, para su propio beneficio, los actores y los tiempos de la crisis
política creada en Guatemala, hasta el punto que el actual sustituto de OPM, que también había sustituido a la
vicepresidenta Baldetti, tuviera la suficiente preparación antes de tomar posesión
del cargo de nuevo presidente de Guatemala.
No se sabe cuánto tiempo más se prolongará el calvario del régimen caído en
desgracia de OPM, sin embargo, todo indica que esto no será un obstáculo para
que se realicen las elecciones del domingo próximo, las cuales Estados Unidos
siempre ha favorecido, sin importar cuan espurias sean, porque entiende que son
el mecanismo ideal que garantizará la continuidad del sistema político
fundamentado en el poder de las elites reaccionarias y entreguistas que históricamente
le han servido a sus intereses. El próximo gobierno que produzca este sistema
será uno de extrema derecha, una continuación del anterior, con menos
corrupción, al menos no tan descarada, pero lo más importante es que será un
gobierno que tendrá que plegarse muy obedientemente y no interferir con los intereses
de su amo, de lo contrario sus días no serán nada felices.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario