Sin ánimo de ironizar sobre
algún problema de salud mental del mandatario guatemalteco, resulta muy preocupante
que la decisión de expulsar del país al Comisionado contra la Impunidad de la
ONU, don Iván Velásquez, haya sido dictada por un espíritu chocarrero que se le
reveló en una de sus tantas noches de angustia por andar ligado con malas
amistades y le dio severísimas y equivocadas instrucciones que, sin tardanza,
debía mandar patitas a la calle al Comisionado Iván Velásquez. Pareciera esto
broma, pero no lo es.
¡CUIDADO, SU PRESIDENTE
PUEDE ESTAR LOCO!
Por Luciano Castro Barillas
El republicanismo del siglo XVIII hizo muy bien al separar la Iglesia del
Estado. Son dos puntos de vista, dos ideas, dos concepciones del mundo y de la
vida totalmente opuestas, pues la Fe es irreconciliable con la Razón. Y eso lo
vemos, ya a nivel de práctica política, en estos días revueltos de Guatemala,
cuando el presidente de la república, señor Jimmy Morales, no logra delimitar
de la manera debida si es el Primer Magistrado de la Nación o un Ministro
Evangélico. Ante tal ambivalencia conceptual y vivencial, es muy lógico que un
Estado acompañado de su Nación se vaya con relativa facilidad al más profundo
barranco de ingobernabilidad.
Sin ánimo de ironizar sobre algún problema de salud mental del mandatario
guatemalteco, resulta muy preocupante que la decisión de expulsar del país al
Comisionado contra la Impunidad de la ONU, don Iván Velásquez, haya sido
dictada por un espíritu chocarrero que se le reveló en una de sus tantas noches
de angustia por andar ligado con malas amistades y le dio severísimas y equivocadas
instrucciones que, sin tardanza, debía mandar patitas a la calle al Comisionado
Iván Velásquez. Pareciera esto broma, pero no lo es. Él lo ha dicho que en una
de sus habituales oraciones, tuvo un arrebato místico y Dios le indicó lo que
tenía qué hacer, sin embargo, pudo haber sido también un Diablo Chingón que le
hizo caer en ese pecado constitucional de expulsar, con abuso de autoridad y
por encima de normas de la Constitución de la República, tal los artículos 182
y 194, que dicen: (...) el presidente de la República actuará siempre con los
Ministros, en Consejo, o separadamente, con uno o más de ellos.
Pero el decreto o acuerdo ejecutivo lo firmó solo él, solito en su tontera.
(...) velar por el estricto cumplimiento de las leyes, la probidad
administrativa... De lo cual adolece el presidente, porque con la emisión del
acuerdo de expulsión actuó como juez y parte. Es decir, obstruir la justicia y
socavar la democracia porque la investigación criminal va contra él por haber,
disculpe usted, "indicios racionales en la comisión de un delito". Y
no es invención ni del Comisionado, ni de la Fiscal General, ni de la prensa, a
la que culpa de no arropar sus muladas. Todo está debidamente sustentado pues
ambos son profesionales de amplia experiencia, no pasantes de derecho
inexpertos. Nadie lo está condenando, aunque tendrá que demostrar que lo que se
presume de él, no es así. Molesta también su cinismo al afirmar que su acción
de expulsión de don Iván Velásquez responde a su preocupación "por el Estado
de Derecho, la soberanía y la democracia". Realmente, por acción de la
ley, el presidente ha sido reducido en el momento actual en que la Corte de
Constitucionalidad resolvió el amparo definitivo a favor del Comisionado; en un
pobre hombre sin futuro, porque es inevitable su procesamiento judicial y la
renuncia al cargo, más temprano que tarde, de presidente de Guatemala.
Preocupa de igual manera la clase de personas que se solidarizaron con él
en esta pena y que, por supuesto, no lo acompañarán en la cárcel, como el
inefable Ricardo Méndez Ruiz de la Fundación contra el Terrorismo, los alcaldes
mañosos que son pródigos en esta tierra bendita de Guatemala y los diputados
patosos, de delincuencia incompetente, que van igualmente por el camino del
desaforo porque la sombra ominosa de Oderbrecht, la gran transnacional corrupta
del Brasil, se cierne sobre sus cabezas como la espada de Damocles por el
dinero que recibieron de buena gana bajo su curul. Incluso resultó otro loco en
el pandemónium de estos días: Alvaro Arzú que ofreció al pueblo alzarse en
armas y hacer la guerra. ¿Fue otra broma como la que se gastó hace meses atrás
al ofrecerles garrote a los vendedores vandálicos y verdaderamente callejeros
de la ciudad? Ojalá así sea, porque ahora sí puede ser procesado por
reincidente al convocar y exhortar a la violencia.
Este pueblo no necesita ya de guerras, ni de señores de la guerra. En fin,
don Iván se queda y sale fortalecido de este encontronazo porque ahora ya no se
le quitará el sueño solo al presidente sino a esa morralla de mañosos que
abundan en el tinglado nacional, con los cuales no se puede impulsar nada (por
si acaso hay algunos ingenuos que creen que dialogando con ellos se puede
llegar a acuerdos), a no ser acuerdos sobre tropelías y deshonestidades. La
sangre, pues, no llegó al río y no queda de otra que empezar a reconstruir lo
que irremediablemente quedó averiado por las acciones irresponsables del
mandatario y sus adláteres. Es un hecho que se le dio tremenda trompada a la
confianza, a la seguridad, a la democracia, a las buenas costumbres y a la
paz.-
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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