viernes, 5 de octubre de 2012

GUATEMALA, EL ESTADO…




Los 48 alcaldes comunales de Totonicapán se cansaron ya hace varios años de esperar, de pedir educadamente, de andar hablando tonterías en las mesas de diálogo y hoy pasó lo que se columbraba pasaría: seis muertos y treinta y cuatro heridos. ¿Qué hubo un provocador? Sí lo hubo. ¿Qué sea una política represiva por parte del gobierno? Probablemente lo sea porque el CACIF ha dicho al gobierno subalterno de Pérez Molina que ya no quiere tapones en las calles porque ese tipo de paralizaciones de los caminos les ocasiona pérdidas económicas. ¿Qué las manos del narcotráfico andan en las movilizaciones? Es probable, porque muchos actos de desobediencia civil e invasiones de la selva petenera, por ejemplo, son acciones orquestadas para crearse esas organizaciones una logística adecuada para sus acciones criminales. En fin, el saldo invariable es el de siempre: muerte de los pobres y justificaciones superficiales del gobierno.






GUATEMALA, EL ESTADO FALLIDO,
SE ABONÓ AYER CON SEIS MUERTOS














Por Luciano Castro Barillas

Esas acciones de violencia en Guatemala no son algo insólito. Es el pan de cada día. Es una sociedad que vive un terrible y casi insuperable desencuentro. Un abandono de los poderes públicos de un Estado que, irremisible, es totalmente fallido. Es un Estado desmantelado por años de desgobierno, por más de medio siglo de corrupción, por infames falacias como el “aporte democrático” de los Estados Unidos que en 1954 destruyó nuestro futuro, nuestros sueños e hipotecó para siempre la felicidad de un pueblo noble, trabajador y pacífico que por el momento desconozco su rostro y se asoma por aquí y por allá, a lo largo y ancho de la geografía nacional; como una nación monstruosa donde a nadie le importa nada. La basura politiquera que tiene por guarida el Congreso de la República destruye paso a paso, con consistencia, la vida nacional. Una y mil maniobras de diputados para aprobar una ley contra el enriquecimiento ilícito, precisamente expediente al que todos los desaprensivos de este país apelan para no vivir en la pobreza. Allí andan alampados, sin discernimiento,  buscando enquistarse en una clase social a la que no pertenecen; imitando el estilo de vida de los ricos y famosos, cuyo desborde de opulencia y ostentación se asume como la mejor manera de ser y realizarse. Las comunidades indígenas por siempre marginadas se han organizado, mal que bien, para defender sus intereses de clase (sin que conceptualicen nada ni haya izquierdistas de por medio), los mueve una especie de “instinto social”, un instinto natural, porque conociendo de tanto régimen de derecha que se coopta cada cuatro años con las elecciones y que ofrece de todo y no cumple nada, han optado por ejercer su poder comunitario. Hacer uso del derecho consuetudinario indígena porque el derecho de los blancos y los mestizos no sirve, al final, para nada. Sirve sí, para casi liberar de culpa a un presidente del congreso  -la gran porqueriza nacional- como el señor Eduardo Meyer que se coludió con otro ladrón para vaporizar 82 millones de quetzales. Tres años por pena y diez mil quetzales de multa. ¿Qué funcionario no va a querer ser ladrón en Guatemala con penas así? Sin embargo, a los indígenas que reclaman un precio más favorable de las tarifas eléctricas en manos de empresas españolas constantemente incrementándose, que reclaman sus institutos normales para seguir formando maestros  -aunque sea mediocres-  porque la razón de esa mediocridad pasa por la debilidad del Estado ocasionado por los neoliberales de las cámaras empresariales nacionales. Que por espacio de debate (porque aprendieron que las mesas de diálogo que impulsan el gobierno en cada conflicto social que revienta son tácticas mediatizadoras que nunca llevan a ningún lado) tienen las carreteras del país y que están en contra (sin subversivos que los mal aconsejen) de las reformas constitucionales promovidas por Pérez Molina porque de antemano saben que no los beneficia en nada, antes bien saldrán perjudicados como aquí siempre ocurre. Los 48 alcaldes comunales de Totonicapán se cansaron ya hace varios años de esperar, de pedir educadamente, de andar hablando tonterías en las mesas de diálogo y hoy pasó lo que se columbraba pasaría: seis muertos y treinta y cuatro heridos. ¿Qué hubo un provocador? Sí lo hubo. ¿Qué sea una política represiva por parte del gobierno? Probablemente lo sea porque el CACIF ha dicho al gobierno subalterno de Pérez Molina que ya no quiere tapones en las calles porque ese tipo de paralizaciones de los caminos les ocasiona pérdidas económicas. ¿Qué las manos del narcotráfico andan en las movilizaciones? Es probable, porque muchos actos de desobediencia civil e invasiones de la selva petenera, por ejemplo, son acciones orquestadas para crearse esas organizaciones una logística adecuada para sus acciones criminales. En fin, el saldo invariable es el de siempre: muerte de los pobres y justificaciones superficiales del gobierno. Este país, al parecer, por el momento; no tiene futuro. ¿Qué deben respetar los ciudadanos a las autoridades, a los policías y al ejército? Bueno, es poco probable con tanto antecedente negativo. Esas acciones son resultado de la pérdida de fe en el futuro, de la desesperación y la frustración. Nos esperemos, pues, los guatemaltecos, nada bueno en los años que vienen, para desgracia nuestra.








Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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