“Se han dado cuenta,
por ejemplo, de que los tiranos más refinados y sanguinarios, comparados con
quienes los Atila y los Stenka Razins equivalen a simples niños de coro, son a
menudos exquisitamente civilizados. En realidad, si no resultan tan notables es
porque hay demasiados de ellos, y porque se nos han vuelto demasiado familiares. La civilización ha hecho al hombre, si no siempre más sediento
de sangre por lo menos más furioso, más horriblemente sanguinario. En el pasado
se veía justicia en el derramamiento de sangre, y se mataba, sin mayores remordimientos
de conciencia, a aquellos a quienes se consideraba necesario matar. Hoy, aunque
consideramos espantoso derramar sangre, seguimos haciéndolo, y en escala mucho
mayor que nunca antes. ¿Cuál es más peor? Decidan por ustedes mismos”. Memorias del hombre del subsuelo, Dostoievski
UN HOMBRE SIN BALANCE:
NO ES EL CANCILLER
CADEJO,
ES EL CANCILLER BURRO
Por Luciano Castro Barillas
Esa obra dramática de Manuel Galich se intituló
con el nombre del mítico animalito de la tradición oral guatemalteca, protector
de ebrios, de trotecito equino, olor a espino blanco y de maléficos designios
provenientes del mundo del arcano cuando, siendo objeto de malos tratos por un
beodo desatinado; se vengaba de la ingratitud al lamerle la boca cuando éste
dormía, dejándole en los labios una guedeja de pelos y babas. Sin embargo, en
los tiempos del neoliberalismo decrépito, los guatemaltecos nos asomamos al
caso de un canciller burro, según se destaca en las redes sociales. Expresión
chocante -si se quiere- aunque no alejada de la realidad, que le hizo perder el
balance al canciller guatemalteco, doctor Harold Caballeros, quien contestó
poco menos que enfadado en los mismos términos. Uno se pregunta ¿cómo puede
detentar el más alto cargo diplomático una persona totalmente carente de
balance que sucumbe ante la menor provocación? ¿Imagínese usted si en las manos
de este canciller estuviera el botón atómico? Si se apela a su condición de
cristiano evangélico su actitud es todavía más incomprensible pues la muerte
violenta de un solo ser humano es un hecho repudiable y conmovedor, no una fría
estadística criminal al afirmar sin desparpajo y mucha estolidez que “no
era para tanto lo de los ocho muertos, pues en Guatemala morían diariamente el
doble”. Una justificación al desaguisado gubernamental que
lamentablemente no pasa por el buen uso del discernimiento de una persona con
amplia formación académica -posee tres
doctorados- y que confirma el viejo
refrán popular que “letra no quita tontera”.
Ahora bien, lo de las personas fallecidas en la
manifestación, cuyos pormenores no se han explicado debidamente, de alguna
manera nos trae al pasado represivo de las dictaduras militares y alecciona a
las personas muy inclinadas en proveer protagonismo a los militares en las
instancias civiles que eso no es recomendable. ¿Se involucra al ejército en
tareas de seguridad porque no hay capacidad presupuestaria de parte del Estado
de crear más plazas de policías? ¿O se hace por una oculta fascinación
fascista? Por el lado de los manifestantes ¿quién o quiénes fueron los de la
imprudencia de intentar desarmar a los militares? ¿Es eso exactamente así? En
ninguna parte del mundo una fuerza de seguridad
-sea de un Estado fascista o democrático- puede permitir ser desarmada. Un soldado o un
guerrillero que permite ser despojado de su arma de reglamento no
vale nada. Y conste, no se defiende en este caso a los militares
guatemaltecos a quien les sobra un pasado bochornoso: trato de explicar el
sentido de fuerza con el uso de las armas de cualquier ejército o policiía del
mundo. ¿O vamos a ver como correcto a los contrabandistas que hace como un mes
desarmaron a los policías y negociaron la liberación de los agentes del orden
público por un camión de huevos? Definitivamente eso no deber ser así. Debe
darse una investigación profesional para saber la verdad de los hechos y
castigar severamente a los responsables si hubo una extralimitación en sus
funciones. Posibilitar el diálogo franco y directo y mandar al diablo las
llevadas y traídas mesas de diálogo, donde solo se toman acuerdos ficticios,
falaces y contraproducente a la paz, la democracia y a las ingentes necesidades
de los sectores populares de este país.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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