Lo cierto es que en la coyuntura actual, las reformas
al sistema político son apenas el punto de partida para la renovación del
país, también la única forma que el país
no nos estalle en las manos y entonces que dios nos agarre confesados. Las
protestas hasta hoy día han sido pacíficas, lúdicas, pero todo tiene un límite,
especialmente cuando se trata de un pueblo despierto que sabe que tiene
derechos y los exige por las buenas hoy, no sabemos mañana.
¿Y AHORA HACIA DONDE VAMOS?
Por: Miguel Ángel Sandoval
Sobre la corrupción no hay nada nuevo que decir. Está demostrado que no hay
institución del estado que se libre de la corrupción. Ejecutivo, legislativo,
judicial y organismos descentralizados como el IGSS o la SAT, han sido a su
turno evidenciados por grandes o súper grandes escándalos de corrupción. No hay
misterio. De la misma manera, no quedan dudas del peso de la corrupción en los
principales asuntos nacionales. La educación va mal pues hay demasiada
corrupción y los fondos no llegan al ministerio respectivo pues se quedan en
las redes de corrupción. Igual con la salud, pues las medicinas no alcanzan y
los recursos menos, por el robo hormiga y por los contratos lesivos que se
establecen sin ningún rubor.
Es lo mismo con la seguridad ciudadana. Hasta hace poco tiempo supimos de
la ausencia de controles en los centros de detención por negligencia policial.
Que las patrullas no circulaban en previsión del delito pues no tenían gasolina
y los fondos para ésta eran desfalcados. En suma, que el país se jodiera. Esa
ha sido la divisa del actual gobierno. Lo que falta es que la Cicig nos diga el
nivel de corrupción en altos mandos militares y entonces se cierra la vuelta.
Por supuesto que esto hace alusión al gobierno. Falta ver lo que toca al
sector empresarial, que son los beneficiarios del escándalo de la línea, del
contrabando de cientos de furgones, de toneladas de mercadería, de millones de
quetzales de defraudación fiscal.
Es cierto que hay más de 50 detenidos, que la justicia toma su tiempo, que
la presunción de inocencia es una regla de oro en este terreno, pero, siempre
hay uno, estamos con la leve sospecha que se está dando otro giro a la
impunidad, que la corrupción está solo agazapada y que de un momento a otro nos
enteramos que solo se recicla.
Todo ello porque existe desconfianza en la investigación criminal, en el
desempeño de la justicia y en el hecho comprobado, de jueces y magistrados
cómplices de la impunidad, o acaso, actores de primer nivel en este caos
nacional. De igual manera existe no solo desconfianza en la llamada clase
política, sino que existe hartazgo de la misma y sus prácticas llenas de
transa, doblez, ausencia de escrúpulos, venalidad. Son tantas las muestras de
ello que no hace falta enumerarlas.
Lo cierto es que en la coyuntura
actual, las reformas al sistema político son apenas el punto de partida para la
renovación del país, también la única
forma que el país no nos estalle en las manos y entonces que dios nos agarre
confesados. Las protestas hasta hoy día han sido pacíficas, lúdicas, pero todo
tiene un límite, especialmente cuando se trata de un pueblo despierto que sabe
que tiene derechos y los exige por las buenas hoy, no sabemos mañana.
Es tiempo de reformas sin duda. Pero para ello hace falta mucha voluntad
política y ello no aparece en el ejecutivo, en el judicial y en el legislativo.
Tampoco en el sector empresarial y en sectores de los medios de comunicación. A
decir verdad, la libertad de empresa y de expresión está bajo el reflector y
demandan renovarse. El estado debe ser en este terreno mucho más cuidadoso. Los
sectores sociales tienen enormes posibilidades para hacer avanzar las reformas
y eventualmente un gran acuerdo nacional, antes o después de las elecciones.
Finalmente reitero mi planteamiento: primero reformas y luego elecciones.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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