El investigador social,
analista político y consultor en temas de seguridad y militares, Héctor Rosada,
fue el primer Secretario de la Paz que tuvo Guatemala, uno de los principales
negociadores de los Acuerdos que pusieron fin al conflicto armado. Dentro de
los mandos medios del Ejército, asegura, existe descontento hacia la alta
jerarquía, por corruptos. El temor de un golpe de Estado es latente. Rosada habla
en esta entrevista sobre las divergencias dentro de las filas militares, el
grupo detrás del candidato Jimmy Morales y analiza cuál es el papel de las
fuerzas armadas en esta época.
“¿ESTAMOS A PUNTO DE
UN GOLPE DE ESTADO? SÍ”
Por Sebastián Escalón
Entrevista
El apartamento de Héctor Rosada Granados, pulcro, luminoso, está atestado
de caballos. Pinturas de caballos, esculturas de caballos; caballos de bronce,
de piedra, de peluche y de trapo; relojes caballo, pisapapeles caballo,
juguetes caballo. Este hombre delgado, de gestos seguros, un tanto marciales,
quizás prefiera los equinos antes que a los hombres. Se lanza en amplias
digresiones que lo conducen por más de 50 años de política guatemalteca, o que
lo retrotraen a su adolescencia tempestuosa en la Zona 1 capitalina. En contra
de las leyes tácitas de la entrevista, muchas veces prefiere formular sus
propias preguntas, para contestarlas enseguida.
De joven, Héctor Rosada quería ser militar. Intentó matricularse en la
Escuela Politécnica, pero un problema en el corazón le cerró las puertas de la
institución armada. Más tarde, al emprender estudios de sociología, conoció al
general José Luis Cruz Salazar, exintegrante de la junta militar que sustituyó
al depuesto Jacobo Arbenz Guzmán, diputado y embajador de Guatemala en
Washington. Este encuentro cambió la vida de Héctor Rosada, descubriéndole los
secretos mejor guardados del Ejército de Guatemala. Hacia allí llevó sus
investigaciones, que culminaron en 1999 con la publicación de Soldados
en el poder, un libro clave para entender la historia del país.
En 1993, a pedido del presidente Ramiro de León Carpio, representó al
gobierno de Guatemala en las negociaciones de paz entre guerrilla y Ejército.
Durante este tiempo tuvo bajo su autoridad a varios militares, incluido Otto
Pérez Molina. Este puesto, así como su trabajo de sociólogo y antropólogo del
Ejército, lo llevó a granjear amistad con varios oficiales, a quienes tutea y
llama por sus motes. Pero esta familiaridad con los altos rangos nunca ha
atenuado su sentido crítico. Héctor Rosada participó en el juicio por
genocidio en contra de Efraín Ríos Montt, y su peritaje aportó pruebas que
apuntalaron el caso del genocidio perpetrado por las Fuerzas Armadas a
principios de los 80.
En un país como Guatemala, sin amenazas externas,
¿de qué sirve tener un Ejército con tanques, artillería, aviones y miles de
hombres armados?
Desde un principio, el Ejército fue el perro guardián de la oligarquía, del
bloque de poder que decidió armarlo en la época de Justo Rufino Barrios. Nunca
se creó el Ejército para defendernos de una guerra externa, o quizás en la
época de (Manuel) Estrada Cabrera, cuando se metieron en líos con Honduras y El
Salvador. Durante el gobierno Kjell Laugerud, sí hubo el propósito de invadir
Belice, pero alguien les hizo reflexionar recordándoles que los ingleses nos
harían pedazos en cinco minutos. Pero a parte de esta intencionalidad, nunca se
ha diseñado al Ejército para pelear una guerra externa.
¿Si no fue diseñado para un conflicto externo, su
razón de ser siempre han sido los conflictos internos?
Exactamente. El objetivo fundamental que le dio la estructura de poder al
Ejército, fue combatir a un enemigo interno. No hay pierde. El Ejército siempre
fue el responsable de hacer el trabajo sucio. Fueron los que se mancharon en
las guerras, los que asesinaron, los genocidas, y lo hicieron en nombre de la
estructura de poder. Hay un detalle que no hay que dejar de ver, y es la
amenaza militar que se dio cuando se metieron los ejércitos del narco mexicano,
los Zetas, en 2002 y 2003. Ellos tuvieron control territorial en Alta y Baja
Verapaz, Petén e Izabal. Pero eso ya disminuyó. Ahora, no veo amenaza de
carácter exterior, y mucho menos de carácter interior que requiera que el
Ejército combata. No le veo justificación a la existencia de un Ejército de ese
tamaño y con esta capacidad.
¿Y si un gobierno quisiera seguir los pasos de
Costa Rica y Panamá, es decir, disolver el Ejército? ¿Se podría?
El que quisiera hacer eso, tendría que pensarlo muy bien. La eliminación de
un Ejército no se da de la noche a la mañana. Las grandes decisiones políticas
en Costa Rica, cuando José Figueres disolvió el
Ejército, tienen que ver con su historia y su pasado. Nunca llegaron a tener un
ejército como el de Guatemala, ni una oligarquía terrateniente como la nuestra.
Sería complicado seguir esa senda…
Lo veo tremendamente difícil. No puedo disolver el Ejército de la noche a
la mañana. Si lo disuelvo, me dan golpe de Estado. Y además, ¿qué va a hacer
toda esta gente en la calle? Guardias de seguridad, talvez, pero también se van
con el narco. Eso es lo primero que van a hacer, irse con el crimen
organizado. Para ir por esa vía, habría que poner en pie un sistema
seguridad y justicia adaptado a una sociedad democrática. Primero, hay que
entender que mi seguridad exterior depende más de una buena relación
diplomática con los demás países que de un Ejército grande, y esto es
responsabilidad de la Cancillería. Luego, tengo que analizar, ¿qué tipo de
amenaza tengo a lo interno para crear una fuerza más eficaz y experimentada? No
puedo enfrentar al narco con la policía actual. Me la matan. Entonces hay que
hacer tres cuerpos de policía: una de investigación, una preventiva, y fuerzas
especiales para combatir el crimen organizado y la narcoactividad. Para esta
última, tomaría lo mejor del Ejército y lo pasaría por un adiestramiento de
Fuerzas Especiales. Necesito desarrollar las fuerzas de defensa de la
ciudadanía en función de la agresión real que tengo.
La Constitución reza que el Ejército de Guatemala
es apolítico, obediente y no deliberante. ¿Qué tan cerca estamos de este ideal?
Ese es el poema. Pero se lo pasan por el arco del triunfo. Cuando se armó
la Constitución, Manuel de Jesús Girón Tánchez, secretario de Óscar Mejía Víctores, les
dijo a los constituyentes: “la parte del Ejército la trabajamos nosotros, ahí
se las traigo”. Cuando terminaron de redactar la Constitución, alguien les
trajo los seis artículos sobre el Ejército y les dijo: “el jefe de Estado les
manda el texto. Dice que si le cambian una letra los disuelve.”
¿Pero en qué sentido el Ejército sería político,
deliberante y no obediente?
Es político porque han obligado a Presidentes civiles a tomar decisiones o
les han impedido tomar otras decisiones.
¿Tiene ejemplos?
Muchísimos. El que aguantó al Ejército durante el gobierno de Ramiro de
León Carpio, fui yo. Me acostaba todas las noches pensando que al día siguiente
habría golpe de Estado. Otro ejemplo clarísimo es la salida de (Jorge) Serrano.
No es cierto que la Corte de Constitucionalidad pidió la intervención del
Ejército… ¡Mi sombrero! Eso lo tenían arreglado. El Ejército decidió: “este se
va”. Yo te podría dar una decisión de ellos de tipo general que se ha dado en
todos los gobiernos: el incremento del crimen organizado. Ellos apoyaron las
decisiones políticas y favorecieron circunstancias que hicieron más amplio el
espacio de lo corrupto y de lo impune.
¿Tiene aún el Ejército poder de veto?
En este momento existen estructuras de poder que tienen al Ejército como ultima
ratio regis, el último recurso del Rey. Mientras no crean que necesitan
ejercer fuerza, no los usan. Pero si sigue la investigación penal a la
velocidad a la que va, llegará un momento en que llamen al Ejército. El
Ejército está quieto ahorita. ¿Por qué? Todos sus mandos son unos corruptos, y
tienen miedo a que los saquen. Sí, pero la tropa y los subalternos que no son corruptos
ya no quieren seguir subordinándose o defendiendo a esos mandos.
En 1963, el coronel Enrique Peralta Azurdia
justificaba de esta manera el golpe de Estado que dio al general Miguel
Ydígoras Fuentes: “Conviene recordar que el país sufría las consecuencias de
una administración desequilibrada, estancamiento de la labor legislativa, y lo
que es más grave, corrupción en proporciones intolerables en el manejo de los
asuntos del Estado”. Hoy, un militar golpista podría decir lo mismo. ¿Es
posible, en la Guatemala de 2015, un golpe de Estado militar, similar a los de
1963 y 1982?
¡Dios guarde! No hay quien los guíe. Los golpes de Estado siempre
principian por una iniciativa de las juventudes militares. Las juventudes
militares de hoy no han visto ni lo verán, un mando militar digno de entregarle
el poder. Los mandos son tan corruptos, que los mandos superiores ya bajaron la
corrupción a los mandos intermedios; y tropa sola no se anima a hacer golpe de
Estado.
Pero hay un descontento extendido en las filas del
Ejército, e incluso se ha hablado de intentos de golpe de Estado.
¿A quién favorecen las jornadas de protesta ciudadana? Indirectamente a
Otto Pérez. Por eso el Ejército no se ha atrevido a dar un golpe de Estado.
Cuando ven que la gente joven, mujeres jóvenes, les están gritando corruptos,
ladrones y ven señoras que nunca habían salido de su casa manifestando,
piensan, esto va a ser una matadera, yo no me quiero meter en esto. ¿Quién se
va a animar a un golpe de Estado cuando el embajador de Estados Unidos se va a
meter frente al Congreso de la República; cuando el Presidente le cede el podio
al embajador; cuando sale la presidenta de la Corte de Constitucionalidad y
dice que los magistrados están resolviendo políticamente y no jurídicamente?
¿Cree usted entonces, que el Ejército no se va a
mover?
Si tu pregunta es ¿estuvimos al borde de un golpe de Estado?, la respuesta
sigue siendo ¡No! Si la pregunta es, ¿estamos a punto de un golpe de Estado?,
la respuesta es ¡Sí! En el gobierno, lo esperan en cualquier momento. Pero
podría ser un golpe no para deponer al Presidente, sino para mantenerlo a él,
algo que nunca se ha dado en la historia. Poner a una junta, y mantenerlo a él
sin poder en el puesto. Hay un sector del Ejército de mandos no corruptos, un ave
rara en el Ejército que piensa que es el momento de salir de los mandos
corruptos. Y para eso no es necesario salir del comandante general. Dejándolo a
él, no existe el riesgo de que otro se ponga por encima en la línea de mando.
¿Está desgastada la figura del general Otto Pérez
Molina dentro del Ejército?
Uf, uf. Es que realmente no existe figura de Otto Pérez en el Ejército.
Nunca fue un héroe; hay una equivocación en eso. Otto Pérez fue siempre leal al
de arriba, pero preparado a meterle la puñalada en cuanto fuera posible. Cuando
llegó a (la Dirección de) Inteligencia, traicionó el convenio que había hecho
con Paco Ortega (Francisco Ortega Menaldo) y “Gota” (Marco Antonio González
Taracena), y metió a los “Titos”, los (oficiales) que habían estado con él en
el Quiché. La carrera de Otto no fue una carrera de dirigente. Él era especial
en su promoción, en el “Sindicato”, pero la suya es una promoción de crápulas,
corruptos, incapaces. ¿Por qué fracasó Otto? Porque necesita jefes para no
equivocarse. Ahora no tiene jefe, y fue tan estúpido como para rodearse de lo
más corrupto que hizo carrera con él. Lo peor de lo peor. Escogió entre el
mando militar lo peor.
¿Qué busca la élite militar actual? ¿Negocios,
prebendas, privilegios?
No podemos hablar de una única élite militar, sino de segmentos de la élite
que están con temor por lo que está pasando. Mientras sea más amplio el
espectro de investigación penal, más posibilidades hay de que algo los vincule
con ciertos negocitos. Eso no les gusta. Otro sector es el de Inteligencia.
Inteligencia es una élite, porque maneja información, tiene la posibilidad de
chantajear, de extorsionar, y fueron durante la guerra el eje principal de las
políticas contrainsurgentes. Hay otro sector de la élite que recela del
hecho de que se esté politizando las Fuerzas Armadas y se aprovechen espacios
de la institución para el ascenso a cargos políticos de oficiales que fueron
visibles durante la guerra. No les gusta el hecho de que algunos entren en la
participación político electoral. Léase FCN (Frente de Convergencia Nacional) y
Jimmy Morales. Morales quiere tomar distancia, pero el FCN empezó con lo peor.
Son los del MIO, el Movimiento Integral de Oportunidades (el pequeño partido,
hoy suspendido, fundado por el cuñado de Otto Pérez Molina, Rualdo Leal, y cuyo
secretario era Alfredo Rabbé, hermano del Presidente del Congreso Luís Rabbé).
El partido no es de Jimmy, es de ellos. Es un sector que ve blindaje allí.
Dentro de la violencia electoral posible o probable, va a haber un sector que
sabe manejarla y sabe utilizarla de manera productiva.
¿Cuáles son las ideologías presentes entre la
oficialidad?
El contenido ideológico del Ejército entre 1963 y 1996, era el de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Tenían claramente planteados principios
tremendamente concretos: era una guerra antagónica entre el bien y el mal,
entre democracia y comunismo. Y se lo creían. Y otro principio era: esta guerra
es contra el Estado. Pero no el Estado visto como la concreción del orden
político aceptado por una totalidad ciudadana. No. El Estado era la estructura
de poder, ellos. Cumplían una función: guardianes y ejecutores, y aceptaban
entrar en ese juego ideológico. El concepto de la seguridad nacional evolucionó
en los 90 hacia algo distinto. Hubo sectores, yo los llamé “cuadros
intelectuales”, que creyeron que esa doctrina estaba mal pensada porque leía
mal el momento que atravesaba Guatemala. El vicealmirante Ángel Arturo
Mazariegos, ya fallecido, diseñó la tesis de la estabilidad nacional. Planteó
una serie de principios ideológicos, éticos y morales básicos: respetar la ley.
Tenemos que ser una institución en donde vale el cargo y no la persona. Metió
un código de conducta en el que se hablaba del respeto a los Derechos Humanos.
A Gramajo (General Héctor Gramajo Morales 1938-2004, Ministro de la Defensa
durante el mandato del presidente Vinicio Cerezo) le encantó y lo apoyó. Algo
se había avanzado. Pero ahorita, ya lo dudo. Ya hay muy pocos que puedan
sostener un pensamiento así.
Cuando se escucha a exmilitares como Ricardo
Méndez Ruiz, Raúl Minondo Ayau u Óscar Platero Trabanino, se tiene la impresión
de que la Doctrina de la Seguridad Nacional está de regreso, y que ha
encontrado a su enemigo en las protestas sociales, sociedad civil y
organizaciones campesinas ¿Son estas posiciones mayoritarias dentro del
Ejército ahora?
A los militares no les molestó la negociación de paz, pero sí les
molestaron los Acuerdos, los informes de Minugua y el gobierno de Álvaro Arzú.
Esto se manifestó con la maduración de los extremos. No son muchos. La mayoría
están en el FCN y la totalidad en Avemilgua (Asociación de Veteranos Militares
de Guatemala). Son extremistas, con un discurso de hace años, que encuentran
empate con los extremistas de la Marro (Universidad Francisco
Marroquín),¿Tienen la posibilidad de incidir? Sí la tienen. Pero es complicado,
porque ya están en situación de retiro.
¿Cómo se relacionan los oficiales de baja y de
alta? ¿Los que están de baja ejercen influencia sobre la jerarquía militar?
Una vez me dijo Gramajo: “Mire tocayo, hay una cosa clarísima en el
Ejército: entrar a retiro, es como estar muerto”. El militar que está en activo
tiene mucho cuidado con que no lo vinculen con retirados. En el momento en que
ponés el pie como recluta o como cadete en la Politécnica, sabés que la
estructura de Inteligencia te está observando. Y si Inteligencia llega a decir
que andás en entendimientos con fulano de tal que es retirado, y peor si este
llegó a tener una cuota de poder en el Ejército, te quedas allí.
¿Cómo afecta a los militares que no conocieron la
guerra el estigma del genocidio?
La última promoción que sale a la guerra lo hace en 1992-1993. Fueron parte
de una compañía, de un regimiento, estuvieron en un destacamento, pero ya no en
el fragor del enfrentamiento. La población ya estaba masticando los efectos de
lo que pasó. No hay en la cabeza de ellos, creo yo, esto del genocidio. También
preguntaría ¿cuál genocidio? Un tipo de genocidio fue el de Chimaltenango,
donde entraba la tropa y masacraba. Otro tipo es el que ocurrió en Rabinal, en
el que lo hicieron patrulleros, los judiciales o los mismos pobladores de las
aldeas. El Ejército estaba detrás, y los soldados veían, pero los que mataron
fueron civiles. Para mí, hubo viarios genocidios. Antes de hacer el peritaje,
hice entrevistas en Nebaj. Un exkaibil, me dijo: “Yo no maté a nadie, yo no le
metí el cuchillo en la panza a ninguna mujer, yo no le corté la garganta a
nadie. Fue el demonio. Porque desde que entré al Ejército, se me metió el
demonio. Ahora ya acepté a nuestro Señor Jesucristo”. ¿Qué piensan los oficiales
ahorita? Es muy difícil para ellos ponerse a estudiar lo que significa el
genocidio. Y más complicado entender por qué sus mandos hicieron eso.
¿Pero logran entender la magnitud de lo ocurrido?
No lo quieren pensar. El tema del genocidio se va a conocer en tanto que
vaya madurando con el tiempo.
Para un militar, casos como Dos Erres, Plan de Sánchez, no pueden ser un orgullo. Mataron gente
desarmada
Niños, ancianos. Los quemaron…
Pero ¿por qué no hay una sola voz en el Ejército
que diga que esa gente no murió en combate, que no fue resultado de un
enfrentamiento con la guerrilla, que fue una decisión de arriba, una política
de terror?
No sabría decirte. No he conocido a ninguno de ellos que reconozca que las
cosas fueron así. Nunca. No quiere decir que no exista. Hubo un oficial de
Inteligencia que una vez me pidió hablar del genocidio. Le dije que sí. Pero se
arrepintió el día en que habíamos quedado. Me llamó y me dijo: “No tengo el
valor de llegar ahora.”
Ni siquiera en privado son capaces hablar de eso…
Es que no es fácil. Procesar eso debe ser muy difícil, sobre todo para el
que sabe que estuvo en la cadena de mando que provocó eso. Y ni hablo de los
que lo hicieron, que fueron tropa o patrulla. ¿Usted cree que la iglesia está
orgullosa de la Inquisición? ¿Cuántos años le costó a la iglesia decir que fue
incorrecto lo de la Inquisición? Todavía hay cardenales que dicen que fue para
salvar a la santa iglesia católica.
¿Podría darse un nuevo brote de represión por
parte del Ejército?
Depende de las circunstancias
Por ejemplo, teniendo organizaciones campesinas
más fuertes y organizadas.
Ellos no van a decidir, van a esperar que les den la orden. La pregunta es,
¿en este momento hay alguien tan estúpido y criminal para poner a funcionar de
nuevo ese aparato de muerte? Sí, sí hay posibilidades. ¿Cuándo van a plantearse
como necesario habilitarlo de nuevo? Yo diría que en el momento en que haya una
legislación en contra de las megainversiones, en el momento en que haya un
retroceso en los procesos de acumulación de capital, en el momento en que haya
un mecanismo de distribución del ingreso y de las fuentes para generarlo, en
cuanto los bloques de poder ya no se vean en la posibilidad de negociar
condiciones favorables para ellos.
¿La masacre de Alaska tiene que ver con esto?
No. Eso fue una casualidad, una estupidez. El coronel metió la pata. No
tenía que avanzar. Se lo dijeron los policías del operativo conjunto: “acaba de
venir la orden de que retrocedamos”, y él siguió adelante. Yo se los he dicho
miles de veces: tratar de manejar seguridad interior con militares es
arriesgarse a que uno agarre un automático y mate a no sé cuántos. Pienso en
las tomas de las calles y carreteras, en las manifestaciones de los sábados: si
matan al primero, ya perdimos el control.
En Soldados en el poder, usted dice
que en los años 70 y 80, una forma de tener al Ejército tranquilo y satisfecho
era permitir cierto nivel de corrupción, y otorgar a los militares de rango
prebendas, tierras, casas y otros privilegios. ¿Se mantiene esta práctica hoy
en día?
Este gobierno no les dio. Este hizo millonarios a los corruptos de los
mandos superiores. El general Carlos Arana Osorio fue listo: les creó el
Comisariato del Ejército, les creó la colonia Lourdes, el Hospital Militar.
Dios guarde al que se le ocurriera robar con Arana.
¿Existe dentro del Ejército un movimiento para
adecentarlo?
No lo sé, porque no es visible. Hay un sector inconforme, pero la
inconformidad puede provocar o no protesta. Un corrupto de mucho tiempo se
calla; pierde el ascenso, pero no pierde pisto. El problema es que la
estructura militar genera condiciones de corrupción: les da poder, control
territorial y los hace importantes.
¿Talvez los jóvenes, la juventud militar?
En este caso, la juventud militar más se identifica con la juventud no
militar. La juventud militar está viendo a los universitarios que no se metían
en nada de esto, y ahora salen a manifestar, y eso le ha de llamar la atención.
¿Es viable una depuración del Ejército?
Ya la han hecho varias veces, y es lo peor que pueden hacer. Si sacan a los
malos, alimentan al crimen organizado. Si sacan a los buenos, dejan la
porquería dentro. Es complicado porque los buenos, porque sí hay oficiales y
mandos buenos, ante esas circunstancias no se sienten bien estar allí.
¿Entonces, qué se puede hacer con el Ejército?
Tiene que darse un proceso para resolver problemas de seguridad interna en
el que se utilice este recurso que está capacitado. Puede ser la formación de
fuerzas policiales especiales, con mandos civiles. Se habló también de un
programa de acción militar para control de los territorios del narco. Lo peor
que puede pasar es que no les den nada que hacer, y estén vegetando en un
cuartel. Para mí son buenas las misiones de paz con Naciones Unidas, porque los
sacan de aquí y aprenden algo en otro lado. De lo que sí estoy seguro es que el
Ejército que tenemos ahorita, cuantitativa y cualitativamente hablando, no debe
continuar. No hay ninguna razón para que siga como está.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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