INTRODUCCIÓN
Miembros de la administración Obama están
contentos y hasta han elogiado a las autoridades guatemaltecas por autorizar la
extradición del ahora extraditable ex presidente, Alfonso Portillo, acusado en
la Corte Federal de la ciudad de Nueva York de lavado de dinero y malversación
de 1.5 millones de dólares provenientes de una donación de Taiwán, la
cual estaba destinada para la compra de textos escolares. Lo anterior,
pone de nuevo de manifiesto el largo alcance del brazo de la justicia
estadunidense, sobre todo cuando se trata de personas de otras nacionalidades
acusados de crímenes que atentan contra sus intereses. Todo lo contrario sucede
cuando sus propios ciudadanos, acusados de crímenes en otros países, son
requeridos en extradición para ser juzgados. Aunque existan convenios o
tratados a ese respecto, simple y sencillamente estos, a la hora de la verdad,
no son reconocidos por las cortes estadounidenses. Que Alfonso Portillo se
encuentre en esta situación, aunque merecida y justa, no deja de ser lamentable
tratándose de un hombre que llegó a la cúspide del poder y en vez de
actuar con serenidad y dignidad propias de un depositario de la confianza de un
pueblo, el hombrecito se emborrachó con el poder y en lugar de cumplir con
sus promesas electoreras, aunque fueran mínimas, optó por corromperse a tal
grado que ahora se le considera un delincuente internacional a disposición de
la justicia de un país a cuyos intereses, él de seguro se plegó. Y ahora
¿quién podrá salvar al plumífero Robin Hood guatemalteco? Tendrá que estar
tostado o loco si piensa que un levantamiento popular encabezado por el
delirante hombre de los bigotes hirsutos lo rescatara. Aquí ya no hay vuelta de
hoja y lo que le espera es el frio de una tenebrosa prisión norteamericana.
"Preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en los Estados
Unidos", proferían los extraditables de los carteles colombianos. Marvin
Najarro.
ALFONSO PORTILLO ESTÁ
LOQUITO
Por Luciano Castro Barillas
Septiembre 7, 2012
Convengamos, estimados lectores, que este
sujeto fue hecho a la medida del demonio mayor del averno nacional, el siempre
propietario de la retórica enrevesada, Efraín Ríos Montt, persona capaz de
provocarle a la mente más serena vértigos incontenibles por la sarta de
disparates que fluyen incesantes de su boca. Me imagino que si él era, en
efecto, el que diseñaba los planes militares contrainsurgentes durante los dos
años que tuvo la jefatura del Estado guatemalteco (porque el restirador de
diseños presumo estaba en Washington), razón hay que sus oficiales subalternos
metieran tanto la pata. “Cada oveja busca su pareja”, dice
el refrán popular. Y nadie mejor para ser candidato presidencial por el FRG que
el Gran Embaucador, Alfonso Portillo, quien hasta la fecha sigue manejando su
lenguaje populista -de aparente
sensibilidad por las causas populares- pero realmente pateando con la derecha.
El aliado estratégico de clase de este proverbial demagogo fue la oligarquía
nacional y los sectores más retrógrados del ejército. Sus orígenes modestos
(sus padres fueron maestros) le dieron la pauta para sorprender a los crédulos
ciudadanos que por su extracción de clase iba a tener los consecuentes
compromisos proletarios. El sujeto había nacido y crecido contradictorio. Tuvo
en algún momento simpatía por la lucha revolucionaria pero luego, en su
ilimitada glotonería por el dinero y el poder, se dio cuenta que por ese lado
la vida no lucía promisoria. Y se le metió la angurria, la cual a la vuelta de
los años se lo llevaría al barranco, con el anticipo de ser presidente de
Guatemala. He hizo lo contrario a lo dicho por el Che (una de las personas que
más admira por haber sido un revolucionario “puro”): “Un revolucionario se va de lado
de donde está el deber, no la necesidad”. Pese a su formación -estupenda por cierto, pues es licenciado en
derecho y doctor en economía- los
conceptos no pudo reificarlos de la manera debida para hacer de él una buena
persona. Las malas amistades acabaron por perderlo -aunque de patojo dicen sus familiares era
como las cabras, siempre tiraba para el monte, es decir ya traía en la sangre
lo chueco-[1] porque
en la práctica actuaba como un lustrador del parque central, de los lustradores
de antes (disculpe que me ponga romántico), porque ahora se ven señores mayores
muy decentes muy alejados de las palabrotas. Era procaz, enamorado,
insatisfecho de la incertidumbre de su voz (por eso el apodo Pollo Ronco) y de
sus bien dotados cachetes. Pero todo tenía un resentimiento profundo: el ser
pelado. Ahora resulta que este divertido sujeto tiene un nuevo atributo. Posee
una cara sardónica, mirada de loco de atar y pensamientos anclados en un
inexistente pasado. Amenazó con una insurrección nacional si lo mandan
deportado a los Estados Unidos porque no quiere responder por el dinero robado
a los guatemaltecos. Pero no quiere irse, porque allá indudablemente no gozará
de ninguna ventaja y le esperan buenos años a la sombra. Créame, realmente
sentí pena por él. Por la mediocridad actual de su mundo. Por sus ínfulas de
gran dirigente. Por su pérdida absoluta de contacto con la realidad. Pero
también ofende su arrogancia, porque sencillamente, en su vanidad, sigue
considerando tontos a muchos guatemaltecos. Hoy, este granuja, quiere que lo
apañen las antiguas “glorias” del caudillo acobardado. Pero Ríos Montt a estas
alturas de su vida está para no irse al bote él, no para darle una mano a
Portillo, “su muchacho”, como solía llamarlo en los buenos tiempos. La
suerte, pues, está echada para este oscuro personaje y es una lección que todos
debemos aprender, porque como un ser humano que tuvo la oportunidad de
ilustrarse, de veras, que triste es ese final. Solo y en su laberinto.
Publicado por LaQnadl Sol
CT., USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario