INTRODUCCIÓN
Este año se cumplirán 45 años del asesinato del
Che en la ínfima escuela rural que le sirvió durante algunas horas de cárcel.
Después de ser capturado herido por el impacto de bala en una pierna luego de
horas de combate en la quebrada del Yuro, el inolvidable comandante -parafraseando la expresión de “el
inolvidable Frank País” dicha por Fidel Castro- murió como Cristo, herido en un costado por
otro impacto de bala, descerrajado con un revólver. Larga agonía se
experimenta, para quien no lo sabe, toda herida inferida en el vientre o en el
costado. Se muere lentamente y con terribles dolores, tal como lo sabían sus
asesinos. Ignoraban que, ciertamente, a partir de este momento empezaba a vivir
y a consagrarse en la conciencia mundial de todas las personas que luchan por
un mundo mejor y que les duele, como propia, toda injusticia perpetrada contra
cualquier ser humano. El trabajo impulsado por la Fundación Che Guevara de
Vallagrande es un pequeño e importante esfuerzo por desmercantilizar la figura
del Che llevado a cabo por los innúmeros negocios de “tours” en Bolivia que
ofrecen su propia “ruta del Che”, aséptica de contenidos ideológicos y políticos.
Un turismo ramplón concebido para lucrar y que se ha generalizado en todos los
rincones del mundo, al punto que como anécdota, permítame contarle que en una
aldea guatemalteca, un maestro rural le preguntó a un atorrante que lucía una
playera negra con la efigie blanca del Che Guevara si sabía quién había sido
esa persona. No pudo realmente responder, aunque se atrevió a decir: “Dicen
que este hombre barbudo era un mariguanero, un drogo… por eso me gusta”.
Por cierto este muchacho ignorante acababa de ser deportado de los Estados
Unidos y esas playeras las traía de las tierras del Tío Sam”. Luciano Castro Barillas.
“TRAS LA PISTA DEL CHE GUEVARA”
La ruta que Ernesto
Guevara siguió en las últimas semanas de su vida
El Che Guevara en Bolivia en 1967
|
Marcello Musto
Vallagrande
Una fría y estrellada noche me lleva a Vallagrande. Voy en un viejo y
destartalado autobús, como todos los destinados a estos remotos trayectos, y
comparto el largo viaje iniciado en Santa Cruz, por una carretera de montaña a
ratos sin pavimentar, con lugareños que vuelven a casa después de un fatigoso
domingo de mercado. A mi alrededor los rostros curiosos de niños envueltos en
coloreados sayos y los rostros de adultos marcados por el cansancio. Todos
saben porque estoy allí. He venido a realizarLa ruta del Che, los
lugares donde Ernesto Guevara transcurrió las últimas semanas de su existencia.
Aquellos lugares que yo buscaba en el atlas geográfico de mi abuelo durante el
verano en que leí, por primera vez, Diario en Bolivia.
A la entrada del pueblo hay una gran estatua de Jesús, bajo la cual, a
pesar del enorme retraso del coche de línea y de la temperatura por debajo de
cero, me espera Anastasio Kohmann. Alemán de nacimiento, llegó a Paraguay en
los años sesenta, cuando entró de muy joven en una orden franciscana. Expulsado
del país durante la dictadura fascista de Alfredo Stroessner, por su compromiso
social en favor de la comunidad indígena guaraní, vive aquí desde entonces.
Nunca más ha abandonado la “opción preferencial por los pobres” de la Teología
de la Liberación y, desde hace algunos años, coordina las iniciativas de la
Fundación Che Guevara en Vallagrande. Quien conoce América Latina bien sabe que
esto no es una contradicción.
Con anterioridad, en Santa Cruz, me he encontrado con un hombre luchador y
de gran simpatía. Debido a su baja estatura, desde siempre lo llaman el
chato (el pequeño). Es un doctor que ha hecho de revolucionario y en
su casa los libros de medicina se alternan con los de marxismo. Algunos de
ellos, por ejemplo Un hombre de Oriana Fallaci, Senior
Service de Carlo Feltrinelli o La Mujer Que Vengó Al Che
Guevarade Jürgen Schreiber, cuentan la historia de su familia. Osvaldo
Peredo es, en efecto, el hermano de Inti y Coco, los revolucionarios que
acompañaron al Che en su campaña de Bolivia (Inti, uno de los combatientes más
cercanos a Guevara, era el lugarteniente de las operaciones militares) y, desde
hace años, el presidente de la Fundación Che Guevara de Bolivia.
Juntos, Anastasio y Osvaldo, me conducen a la lavandería del hospital
Nuestro Señor de Malta, donde el cuerpo del Che se expuso al público por última
vez y fue fotografiado, ya sin vida, pero con los ojos aun abiertos. Aquí, como
en otros lugares de la zona, trabajan grupos de médicos cubanos llegados en los
últimos años, gracias a un proyecto solidario impulsado por Fidel Castro, con
el objetivo de crear nuevos y avanzados centros sanitarios que han mejorado
notablemente los estándares de asistencia en la región.
En las afueras del núcleo habitado se encuentra la fosa común –
transformada en museo – donde el Che, a quien fueron amputadas las manos como prueba
definitiva de su muerte, fue sepultado en secreto, junto con otros guerrilleros
de su columna, la noche del 10 al 11 de Octubre de 1967. El lugar se encuentra
a poca distancia del puesto de mando militar y del pequeño aeropuerto desde
donde rangers bolivianos y agentes de la CIA dirigieron las
operaciones de rastreo por todo el territorio para capturarlo. Los restos han
reaparecido treinta años después gracias a las investigaciones efectuadas por
un grupo de antropólogos cubanos y argentinos en el lugar exacto de la
inhumación. Hoy se conservan, en un mausoleo dedicado al Che, en Santa Clara,
la ciudad cubana donde, en Diciembre de 1958, él dirigió la batalla decisiva
que marcó la victoria de la revolución y el fin del régimen de Fulgencio
Batista. En torno a la hipotética recuperación de estos lugares, hace algunas
semanas, se han reunido representantes del los gobiernos argentino, boliviano y
cubano con el ambicioso objetivo de realizar un itinerario con las etapas más
significativas de la vida de Ernesto Guevara: esto es,la ruta del Che.
Es de esperar que el proyecto, ya iniciado en Argentina, prosiga ahora en
Bolivia, para rescatar la memoria del Che del monopolio mercantil de las
agencias de viajes.
POR LA MONTAÑAS DE AMERICA LATINA
Para llegar a la Higuera se necesitan cerca de tres horas. Se accede solo
con jeep ya que la carretera que conduce a este minúsculo pueblo, de apenas 50
casas y a más de 2000 metros de altitud, está totalmente sin asfaltar y llena
de curvas. Es un sitio desolado, aislado del mundo. A lo largo del trayecto
encuentro algunos campesinos1. Cruzan la carretera interrumpida,
caminando a paso lento. Melancólicos, con sus aperos de trabajo en la espalda.
No parecer que haya cambiado mucho desde que el Che, que entró en el país a principios
de Noviembre de 1966, durante la dictadura militar de general René Barrientos,
atravesó estos valles. Él escogió Bolivia no porque estuviera guiado, como
ingenuamente se le atribuyó, por la idea de aplicar de manera mecánica, en
un contexto distinto, la estrategia política y militar operada en Cuba. Aún
menos por perseguir un objetivo meramente nacional, sino porque estaba
convencido de la necesidad de emprender un proceso revolucionario que abarcase
todo elCono Sur. Un proyecto supranacional, que de Bolivia se debería
haber extendido rápidamente a Perú y Argentina, como única posibilidad de
impedir a los Estados Unidos de intervenir golpeando a muerte los aislados y
débiles núcleos de resistencia local. Este era su proyecto: “Crear dos, tres …
muchos Vietnam” como había escrito en su artículo entregado a laTricontinental algunos
meses antes de su muerte. Por esta razón, Bolivia, en el centro del continente
y colindante con cinco países, le pareció el lugar más adecuado para iniciar la
formación de un grupo de cuadros a quien confiar, una vez adiestrados, la tarea
de organizar varios frentes de lucha en toda América latina.
Junto a él 46 guerrilleros participaron en la creación del Ejército de
Liberación Nacional de Bolivia (Eln). Por ello Fidel Castro escribió, en la Introducción que
acompañó la publicación del Diario en Bolivia “Nunca en la
historia se ha visto un número tan reducido de hombres emprender un tarea tan
gigantesca”.
La muerte llegó inesperadamente, 11 meses después del inicio de la guerrilla.
El ocho de Octubre de 1967 el Che, sorprendido junto a 16 compañeros más en una
garganta llamada la quebrada del Yuro, fue herido en la pierna izquierda y
capturado después de tres horas de combate. Trasladado a la cercana La Higuera,
fue asesinado al día siguiente, por orden de Barrientos y de la CIA, por el
militar Mario Terán, el mismo que, en el 2006, será operado gratuitamente,
recuperando la vista, por uno de los médicos cubanos llegados a Bolivia, con el
proyecto solidario Operación Milagro, tras la elección de Evo
Morales. El periódico Granmade La Habana escribió a propósito:
“Cuatro decenios después de que Terán intentara destruir un sueño y una idea,
el Che ha vuelto a vencer otra batalla. Ahora Terán puede apreciar de nuevo el
color del cielo y del bosque y disfrutar de la sonrisa de sus nietos”.
UN ICONO IMPERECEDERO
La noticia de la muerte del Che dejó a todos perplejos, pero sus ideas se
difundieron con una rapidez que en la historia del siglo XX hay pocos ejemplos
que se le puedan comparar. A sus hijos les dejó sólo una carta, en la que,
haciéndoles la recomendación de no olvidar que “cada uno de nosotros, solo, no
vale nada”, les exhortó a ser “siempre capaces de sentir en lo más profundo
cualquier injusticia cometida, contra quien fuese, en cualquier parte del
mundo”. Un mensaje que apareció en las banderas del movimiento obrero
internacional y que, aun hoy, habla a las generaciones jóvenes del planeta
entero.
En Diciembre de 1964, El Che intervino en la Asamblea general de la ONU.
Habló de América latina y de la lucha de liberación de sus pueblos, exponiendo
la convicción de que esta no llegaría solo con la contribución de sujetos,
aunque importantísimos, como partidos políticos e intelectuales progresistas.
Junto “a los obreros explotados – dijo – esta epopeya que tenemos delante la
escribirán las masas de indios y campesinos sin tierra”. A la mayoría les
pareció el enunciado de un nuevo Quijote, a otros, incluso en la
izquierda, las palabras de un visionario. Sin embargo, hoy, tras la derrota de
las dictaduras militares que han martirizado un continente entero y con el
avance, en aquellos mismos lugares, de una participación social – desde las
organizaciones indígenas de Ecuador y Bolivia al Movimento dei Sem
Terra2 en Brasil – impensable hasta hace pocos años, la
herencia de su pensamiento se representa más actual que nunca.
Traducción para Marxismo Crítico de Carlos Soriano
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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