Nada ejemplifica mejor la
preocupante situación y el sufrimiento que la conversión de alimentos en
combustibles está generando sobre los pobres de Guatemala que el sentimiento
expresado por uno de los líderes de la organización campesina C.U.C. quien
dice: “Los biocombustibles tienen sus pros y sus contras, pero no aquí. Esta gente no tiene suficiente para comer.
Ellos necesitan comida. Ellos necesitan tierra. Ellos no pueden comerse los
biocombustibles, y ellos no manejan carros”.
LOS “BIOFUELS” ESTÁN DEJANDO
SIN LAS
Por Marvin Najarro
Literalmente eso es lo que está pasando con ese sagrado y básico alimento en
la dieta de la mayoría de los guatemaltecos, la industria de los
biocombustibles, como monstro de mil cabezas está devorando a su paso cada
espacio de tierra útil para la
producción de alimentos tan básicos como el maíz. Hoy en día la entrada en vigencia de leyes en Estados
Unidos y en Europa que ordenan el incremento del uso de biocombustibles en automóviles,
está teniendo efectos devastadores especialmente en los países pobres como
Guatemala, pues la tierra antes dedicada a la producción de alimentos para los
humanos está siendo ahora utilizada para el cultivo de productos agrícolas más
rentables, como la palma africana, cuyo aceite es uno de los productos con más
demanda mundial para su conversión en biocombustible. Y aunque hace dos décadas
el cultivo de la palma africana era prácticamente inexistente en Guatemala, el
aceite de palma es ahora, después del azúcar y bananas, el tercer producto de
exportación que de acuerdo a las estadísticas sobre el comercio de las Naciones
Unidas, se incrementó en más de un tercio en el 2011.
En un reciente artículo publicado por el The New York Times el cual enfoca
principalmente el efecto negativo que la agroindustria de los biocombustibles está
teniendo en el modo de vida de la mayoría pobre en Guatemala, este menciona,
por ejemplo, las constantes quejas de la gente ante la subida del precio del
maíz, de que hace tan solo un año atrás se podían comprar ocho tortillas con un
quetzal mientras que hoy en día apenas alcanza para comprar cuatro, por otra
parte los huevos han triplicado su precio ya que las benditas gallinas se
alimentan de maíz. Esto es alarmante por que siendo Guatemala un país con una
economía cuya base principal es la actividad agrícola y en donde el maíz, un
legado ancestral de los mayas, ha ocupado un lugar preferencial en la
producción agrícola como ingrediente principal en la dieta básica de la mayoría
de la población del país que, desde la década de los 90 se ha vuelto
dependiente del maíz importado desde Estados Unidos, que a causa de los
subsidios que recibe hace que los agricultores locales no puedan competir, lo
que ha provocado una caída en la producción del cereal de aproximadamente un 30
por ciento per cápita entre 1995 y el 2010
Guatemala que alguna vez se aproximó a un nivel de autosuficiencia en la
producción de maíz, está experimentado los efectos de la expansión a nivel
global de la industria de los biocombustibles, que ha contribuido a una subida
en los precios de los alimentos y a la escasez de tierra para el cultivo de
productos agrícolas básicos en la cadena alimentaria humana en regiones pobres
de Asia, África y América Latina, debido a que la materia prima se cultiva donde
resulte más barato.
Según reporta el New York Times citando a un experto dela Universidad de Tufts que trabaja con
Actionaid, en ninguna parte, quizás, la presión es más fuerte que en Guatemala,
que está “siendo golpeada desde ambos lados del Atlántico” en sus campos y en
sus mercados. Con su dieta basada en el maíz y la proximidad con Estados
Unidos, Guatemala y el resto de los países Centroamericanos han sido por mucho tiempo
vulnerables a los vaivenes relacionados con la política del maíz en los Estados
Unidos. Esto es más que evidente ahora que los EUA están usando el 40 por ciento de su
cosecha de maíz en la producción de biocombustibles y por lo tanto no es
sorpresa que los precios de la tortilla se hayan duplicado en Guatemala, que
importa casi la mitad del maíz que consume.
Adicionalmente, las tierras más fértiles del país, que estan en posesión de
un puñado de familias latifundistas, han probado ser las ideales para la
producción de materia prima necesaria en la elaboración de los biocombustibles.
Así por ejemplo, el departamento de Suchitepéquez que hace cinco años se
destacaba por ser una región productora de maíz esta ahora cubierto con caña de
azúcar y palma africana. Pequeños agricultores que antes hacían uso de la
tierra rentada para cultivar maíz para el consumo propio, ahora la dedican al
cultivo de la caña de azúcar para una compañía que exporta bioetanol a Europa.
En un país donde la mayoría de las familias deben de gastar aproximadamente
dos tercios de sus ingresos en alimentos, “el guatemalteco promedio esta ahora
más hambriento a causa del desarrollo de la industria de los biocombustibles”,
esto de acuerdo a la investigadora Katja Winkler que trabaja para la
organización guatemalteca sin fines de lucro Idear, que estudia cuestiones del
área rural. Aproximadamente 50 por ciento de los niños enfrentan problemas de
desnutrición crónica, siendo según las Naciones Unidas, la cuarta tasa más alta
en el mundo.
Debido a mandatos emitidos en los Estados Unidos y Europa para que se
aumente anualmente el volumen de biocombustibles que debe ser mezclado con los
combustibles fósiles para reducir las emisiones de dióxido de carbono de los
automotores y para fortalecer la seguridad energética nacional, se ha dado un
incremento en la demanda de biocombustibles. Esta situación ha sido aprovechada
por grandes compañías como el Ingenio Pantaleón, líder en la producción de
azúcar en Guatemala, para incrementar el monto de sus ganancias dado el
crecimiento de más de 30 por ciento en la demanda anual. Y aunque el Banco Interamericano de
Desarrollo afirma que la nueva industria de los biocombustibles si se
desarrolla propiamente podría significar una buena infusión de dinero y trabajos
para la economía rural, hasta ahora la industria azucarera provee unos 60,000
trabajos y la industria de la palma africana 17,000 en plantaciones con bajo
costo laboral.
Nada ejemplifica mejor la preocupante situación y el sufrimiento que la
conversión de alimentos en combustibles está generando sobre los pobres de
Guatemala que el sentimiento expresado por uno de los líderes de la
organización campesina C.U.C. quien dice: “Los
biocombustibles tienen sus pros y sus contras, pero no aquí. Esta gente no tiene suficiente para comer.
Ellos necesitan comida. Ellos necesitan tierra. Ellos no pueden comerse los
biocombustibles y, ellos no manejan carros”. El uso doméstico de
biocombustibles en Guatemala es casi inexistente.
Según un análisis de un economista agrícola de la Universidad Estatal de
Iowa, de no ser por las políticas de los Estados Unidos, orientadas hacia los
combustibles renovables (incentivos y subsidios a la producción de biocombustibles)
los precios del maíz en el 2011 se habrían reducido un 17 por ciento.
Pero una vez los Estados Unidos empezó a hacer uso del maíz para cumplir con los estándares en el uso de
los biocombustibles las importaciones de maíz barato terminaron y países como
Guatemala que se volvieron dependientes de la importaciones de ese grano han
tenido que sufrir la consecuencias, pues los precios se han ido por las nubes y
como dice Guy Gauvreau, jefe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en
Guatemala, “el uso del maíz para hacer biocombustibles ha hecho que los precios
sean una locura” lo que según él “ no es éticamente aceptable”. Por otra
parte, agrega el funcionario, debido a que el principal suplemento alimenticio
de la agencia es una mezcla de maíz y soya, esta no puede permitirse ayudar a
todos los niños guatemaltecos necesitados, la agencia no puede cumplir con su política
de comprar maíz localmente pues ya no hay maíz producido aquí y los
guatemaltecos no pueden cultivar esas tierras porque muchas de esas tierras están
dedicadas al cultivo de productos para los biocombustibles.
La aldea, La Ayuda es ahora una isla compuesta de desvencijadas viviendas
en las inmediaciones de una gigantesca plantación de palma africana. Félix, un
campesino de 51 años de edad, acostumbraba a cultivar maíz, frijoles y frutas
en una pequeña parcela atrás de su casa, ahora él tiene que caminar varios kilómetros
hacia un terreno de mala calidad en las faldas de un cerro que él
renta por cuatro meses al año. “Cada día es más difícil sobrevivir ya
que vivimos de la tierra y, cada vez hay menos y menos”, agrega el campesino.
La producción de caña de azúcar que por mucho tiempo fue un pilar de las
cosechas en Guatemala se ha disparado al abrirse nuevas oportunidades en el
mercado de los biocombustibles. El Ingenio Pantaleón que exportaba mayormente
productos alimenticios, ahora utiliza el 13 por ciento de su producción para
combustibles, como resultado, los precios del azúcar se han incrementado al
doble.
Para los grandes latifundistas guatemaltecos el negocio de los
biocombustibles les ha representado jugosas ganancias pues prefieran firmar
contratos para rentar la tierra a las grandes compañías de la industria de los
biocombustibles que dedicarlas al manejo de ganado vacuno o rentarlas a los pequeños
agricultores con fines de subsistencia.
Mientras
que los ambiciosos empresarios de la industria de los biocombustibles se llenan
de dinero proveniente del negocio, los pobres de Guatemala tienen que sufrir más
hambre pues los magros ingresos económicos apenas y si alcanzan para suplir sus
ingentes necesidades alimentarias. Los pobres campesinos anta la voracidad de
los latifundistas y de la empresas, tienen enormes dificultades para encontrar
en donde sembrar sus semillas y en casos como el de la pequeña comunidad de san
Basilio, reportado por el New York Times, tienen que hacerle frente a las
presiones de las empresas para que renten sus tierras y, sus cultivos
tradicionales, como el maíz, sean sustituidos por los que proveen la materia prima
para los biocombustibles como la palma africana. “Estoy tratando de no hacerlo
porque necesito la tierra para cultivar maíz, dice un agricultor. Y luego
agrega que la agricultura se ha vuelto más difícil porque las plantaciones en
las cercanías están desviando y mermando el caudal de los ríos para los
sistemas de irrigación a gran escala. La ceniza resultante de la quema de los
campos de caña después de la cosecha también daña su cosecha de
maíz e irrita los pulmones de sus hijos.
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