En uno de los párrafos del reportaje, “La nueva doctrina de Obama: Un plan de seis
puntos para la guerra global”, publicado en el sitio (en inglés) Tomdispatch.com, por
Nick Turse (leer aquí versión completa en español), se lee lo siguiente:
De vuelta en el patio trasero
“Desde su fundación, EE.UU. ha interferido
frecuentemente cerca de casa, ha tratado al Caribe como su lago privado y ha
intervenido a su gusto en toda Latinoamérica. Durante los años de Bush, con
algunas notables excepciones, el interés de Washington por el “patio trasero”
de EE.UU., perdió importancia en comparación con guerras más alejadas.
Recientemente, sin embargo, el gobierno de Obama ha estado incrementando sus
operaciones al sur de la frontera utilizando su nueva fórmula. Eso ha
significado misiones de drones del Pentágono en México para ayudar en la
batalla de ese país contra los cárteles de las drogas, mientras los agentes de
la CIA y agentes civiles del Departamento de Defensa fueron enviados a bases
militares mexicanas para participar en la guerra contra la droga de ese país”. En 2012, el Pentágono también reforzó sus
operaciones contra las drogas en Honduras. Trabajando desde la Base Mocorón y
otros campos remotos de ese país, los militares de EE.UU. apoyan las
operaciones hondureñas con los métodos que perfeccionó en Iraq y Afganistán…. Los militares de EE.UU. también se han mostrado
activos en otros sitios de Latinoamérica: finalizaron los ejercicios de
entrenamiento en Guatemala, auspiciaron misiones de “construcción de la
cooperación” en la República Dominicana, El Salvador, Perú y Panamá y llegaron
a un acuerdo para realizar 19 “actividades” con el ejército colombiano durante
el próximo año, incluyendo ejercicios militares conjuntos”.
Con referencia a la “Operación Martillo” (Hammer)
en la que actualmente están participando marines estadounidenses en Guatemala,
el website del Comando Sur de los Estados Unidos la describe como un esfuerzo
estadounidense, europeo y de las naciones del hemisferio occidental cuyo blanco
principal son las rutas del tráfico de drogas a lo largo de las aguas costeras
del istmo centroamericano. La participación militar estadounidense está siendo
liderada por la Joint Interagency Task
Force South, un componente del Comando Sur de EE.UU. Según el mismo website, la
“Operación Martillo” es un componente crítico en la estrategia
interinstitucional de seguridad regional coordinada del gobierno de los Estados
Unidos en apoyo de la estrategia de la Casa Blanca para Combatir el Crimen
Transnacional Organizado y de la Iniciativa de Seguridad Regional para Centro
América (CARSI). En esta operación participan 14 países: Belice, Canadá,
Colombia, Costa Rica, El Salvador, Francia, Guatemala, Honduras, Holanda,
Nicaragua, Panamá, España, Gran Bretaña, y los Estados Unidos.
Aunque se ha mantenido en secreto en Guatemala, la
participación de tropas estadunidenses en dicha operación fue confirmada por el
Comando Sur el 9 de febrero del 2012.
En septiembre del 2010, Hillary Clinton advirtió públicamente
que las pandillas de narcotraficantes en México y Centro América se están
transformando en una insurgencia similar a lo que sucedió en Colombia hace 20 años. LaQnadlSol.
OCUPACIÓN MILITAR EXTRANJERA EN GUATEMALA
Douglas Fraser, jefe del Comando Sur
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Por Mario Sosa
Rebelión, agosto 23, 2012
Desde la invasión estadounidense y mercenaria, que derrocó en 1954 al
Presidente guatemalteco Coronel Jacobo Árbenz Guzmán, la clase dominante, el
ejército y sucesivos presidentes de facto o electos, han sido fieles
cumplidores de una política de sumisión y entreguismo hacia el imperio de
influencia regional: EEUU.
Dicha supeditación se ha expresado en materia militar. La Política de
Seguridad Nacional y sus ejecutorias de genocidio, desaparición forzosa,
asesinatos políticos, desplazamiento poblacional, etcétera, han sido parte de
las consecuencias de la supeditación de la política nacional a los designios de
EEUU en nuestro país. En específico, de las acciones implementadas a través del
ejército de Guatemala y la policía “civil” en sus distintos momentos, en
función de garantizar los intereses de la clase dominante local y los intereses
de EEUU en el país.
Las excepciones fundamentales en esa política de sumisión entre 1954 y
2012, fueron dos: A) La acción militar de los cadetes de la Escuela
Politécnica, que resistiéndose a la invasión en 1954, le propinaron una derrota
a las fuerzas “liberacionistas” e imperialistas de ocupación; y b) la
sublevación de militares nacionalistas, como Luis Turcios Lima y Marco Antonio
Yon Sosa, quienes contribuyeron a fundar el movimiento revolucionario en la
década de los años 60. Estos hechos han sido objeto de negación y ocultamiento
en la literatura y práctica educativa de distintos gobiernos y segmentos
oligárquicos y conservadores del país.
Posterior a la vuelta a la constitucionalidad en 1985, sucesivas gestiones
en el organismo ejecutivo y legislativo, han validado la presencia militar de
EEUU en el territorio nacional, especialmente en regiones de su interés
estratégico; la justificación oficial ha sido la supuesta ayuda en salud,
construcción de infraestructura y combate al narcotráfico. Esta presencia ha
complementado la del personal diplomático, de inteligencia y la llamada
“cooperación” intergubernamental y no gubernamental, cuyas ejecutorias es bien
sabido que son en función de sus exclusivos intereses de control de los
recursos estratégicos, de los gobiernos, de las políticas y de liderazgos
conservadores y “progresistas”, que forman parte del tejido para reproducir el
domino que ejercen en el llamado “patio trasero de EEUU”.
De las ejecutorias reales de esta presencia militar estadounidense nada se
sabe y es posible que ni el propio Estado guatemalteco lo sepa, siendo que la
autorización de su presencia ha sido la concesión de un cheque en blanco. Ni un
sólo gobierno local ha informado a los ciudadanos guatemaltecos de carácter y
consecuencias reales de tal presencia extranjera. Tampoco se ha conocido que
desde las filas castrenses haya habido algún atisbo de indignación nacionalista
ante el papel de su institución en esta concesión de poder a un ejército
extranjero.
La gestión gubernamental actual confirma la “norma”: 171 marines
estadounidenses serán parte la “Operación Martillo”, maniobra conjunta con el
ejército guatemalteco en el Océano Pacífico, que tendrá una duración mínima de
120 días, y que permite amplia movilidad territorial a dichas fuerzas de
ocupación. Esta operación, que ya ha sido realizada en las costas del
Atlántico, es justificada por quienes la avalan, en el combate al narcotráfico
que se desplaza por dichas costas y –seguramente en corrillos gubernamentales y
militares– en la pretensión de compra de armas a EEUU, la cual sería posible
una vez se apruebe el insultante incremento del 45% al presupuesto del
ejército, propuesto por el organismo ejecutivo para el período fiscal 2013.
Dicha operación militar tiene como antecedente la venida al país del jefe
del Comando Sur de EEUU, general Douglas Fraser, a inicios de este año. Fraser
es el encargado de hacer avanzar los planes regionales y subregionales de
control de EEUU, tales como el desplazamiento de la IV Flota (parte del Comando
Sur) por aguas de América Latina, la implementación del Plan Colombia y el Plan
Mérida (donde se contextualiza a partir del 2008 la presencia militar en
Guatemala), los cuales avanzan a partir del supuesto combate al terrorismo y el
narcotráfico que realiza dicho país, pero que intenta sobretodo: A) Persuadir
la insurrección que está experimentando la Patria Grande en contra de sus
designios imperiales; B) Ser parte en el combate de los focos de subversión
armada en países como Colombia, y; C) Mantener la ocupación militar en
territorio latinoamericano.
Esta presencia de las fuerzas armadas de EEUU en Guatemala es complementada
con la permanente presencia del llamado “Grupo Militar de Estados Unidos en
Guatemala” en áreas como Petén, Zacapa, San Marcos, Alta Verapaz y Antigua
Guatemala. En ellas mantiene actividades de entrenamiento y asesoría militar y
de inteligencia, utilización de aeropuertos y, es de suponer que también actividades
de control político y social, control sobre recursos estratégicos, entre otras.
Es indudable que los planes de esta “Operación Martillo” y la conducción de
los mismos –como suele ser– estarán a cargo del ejército extranjero y no del
ejército guatemalteco. Adicionalmente, dicha presencia militar constituye una
ilegalidad al registrase desde hace dos semanas, siendo que el acuerdo que les
permite su estancia en nuestro territorio fue publicado apenas el lunes 20 de
agosto, cuando entró en vigencia.
Esta presencia permanente y eventual de un ejército extranjero, nos
convierte en un país ocupado. Esa ocupación hace que nuestra soberanía y
dignidad nacional estén cuestionadas y comprometidas estratégicamente. Y dicha
responsabilidad está en el gobierno de Guatemala y en sus fuerzas armadas.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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