lunes, 13 de agosto de 2012

TERRIBLES PARADIGMAS…



 INTRODUCCIÓN

“Durante esta experiencia, ustedes conocerán cómo funciona el Estado, con la idea principal  que conozcan el quehacer del  Congreso de la República, ya que esta actividad cívica se hace con el ánimo de que cada día más jóvenes se interesen por conocer el trabajo legislativo, considerando que son el futuro de Guatemala”. Las anteriores palabras fueron expresadas por el entonces presidente del congreso, Roberto Alejos, al conversar con los estudiantes de distintos establecimientos educativos del país con motivo de la inauguración (2011) del Programa Cívico Permanente Niña-Niño Diputado por un día. Ciertamente la premisa es válida si se deriva de un Estado responsable uno de cuyos compromisos y metas más importantes haya sido el elevar el nivel educativo de sus ciudadanos en todos los niveles. No es ese el caso de Guatemala, uno de los países con los peores niveles educativos en Latinoamérica superado únicamente por Haití. Acaso creen nuestras flamantes autoridades que la profesión de diputado y el congreso como institución, en Guatemala,  gozan o son merecedores de un prestigio digno de emular por las actuales generaciones de jóvenes escolares. Sin duda que la desfachatez de nuestras autoridades no conoce límites. Pretender convertir la casa de los horrores, la institución política nacional más corrupta y desprestigiada en centro de enseñanza, aunque sea por un día, es más que un terrible paradigma, es ante todo un acto inmoral. Marvin Najarro.







TERRIBLES PARADIGMAS EDUCATIVOS
PARA LA NIÑEZ GUATEMALTECA




Por Luciano Castro Barillas
Agosto 13, 2012

La ingobernabilidad generada por la propuesta gubernamental de reforma a la carrera de magisterio -que lleva años de venirse impulsando y nunca puede concretarse- no es, realmente, un rechazo per se a la carrera como tal. Es el rechazo a un sistema educativo en su conjunto, agotado a tal punto, que no genera expectativas de superación profesional, laboral e intelectual que se desmarquen de la mediocridad. Todos los ciudadanos, jóvenes y adultos, están conscientes de la perentoria necesidad de mejorar la calidad de la educación guatemalteca, cuyos resultados en cuanto a didácticas de enseñanza, infraestructura, gestión administrativa  y rendimiento, han hecho del currículo teórico y material guatemalteco, un instrumento totalmente desafilado que se encuentra a la zaga,  en todo sentido, de los estándares pedagógicos internacionales. A esa falta de autocrítica de las autoridades educativas de los sucesivos gobiernos de derecha y que funcionó perfectamente en tanto la población no fuera de casi 15 millones como ahora, por fin explotó en la cara de todos aquellos que, condescendientes con el poder de turno,  hicieron oídos sordos a las urgencias sociales en educación, cuyo referente de riqueza nacional invertida del infame 2.5% del Producto Interno Bruto, tenía, para colmo, dificultades de ejecución presupuestaria por los trámites engorrosos de una burocracia de ineptos y oportunistas. La educación, por cierto, pasa porque las naciones tengan un guía solvente  -el presidente, para empezar-  capaz de dar orientación intelectual y motivación emocional capaz de tomar las propuestas de su programa de gobierno como un gran ideario ciudadano, pero principalmente de la juventud. Eso no ocurre en este país, que incapaz de hacer avances políticos importantes, transformaciones profundas que necesita; vive un estado autocomplacencia con los mínimos y magros resultados que, a la larga, han redundando en la crisis profunda que ahora nos toca vivir y enfrentar todos los guatemaltecos. La infraestructura ideológica del Estado en cuyo interior tiene un lugar privilegiado la educación, encuentra en propuestas pedagógicas como “Diputado por un día” del Ministerio de Educación, la peor de las proposiciones educativas para la niñez guatemalteca. ¿Acaso no es el Organismo Legislativo la institución de excelencia espuria del Estado guatemalteco? ¿Acaso no son los diputados el peor modelo ciudadano de la Nación guatemalteca? ¿Acaso no es ese alto organismo del Estado el lugar indicado e idóneo para las personas que no tienen lugar? Aspirar a ser diputado en un país como Guatemala no es asumir el papel de dignatario, de una persona investida de dignidad. Es todo lo contrario. Ser diputado actualmente en Guatemala  es el ejercicio del oficio más vil y despreciable, porque la politiquería y los politiqueros tradicionales han echado a perder la alta dignidad que en el pasado tuvo ese cargo resultado de la voluntad popular. Enseñar a la niñez guatemalteca que como resultado de un logro estudiantil el va a ser Diputado por un día en el Congreso de la República no es estimularla sino ofenderla. ¿Cómo puede, entonces, entender un niño que ese cargo tan vituperado por la gran mayoría de guatemaltecos y sinónimo de deshonestidad puede ser un paradigma, un ejemplo pedagógico propuesto por sus maestros? ¿Qué le pasa a este país y a su gente? Promovamos, por favor, autoridades educativas; acciones de compromiso conscientes con la educación nacional y que las orientaciones técnico-pedagógicas sean realmente eso, no solo un rimbombante nombre.  Porque ilusionar a los niños con ir al Congreso a ejercer de diputados, como premio a su esfuerzo formativo sabiendo lo que son casi todos los diputados es, en verdad, un absoluto fracaso educativo nacional, porque esa iniciativa se impulsa en todo el país y a lo ancho y largo de todo el territorio nacional se tiene la misma percepción de esa clase de burócratas. Lo último, autoridades educativas, que se le podía proponer a un niño es querer ser diputado. La nueva generación de oradores que eventualmente pudieran surgir en los centros escolares de Guatemala deben ser premiados con otras cosas: con libros, no con dinero ni estar en una curul por un día.









Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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