La descripción de la
despiadada e inhumana explotación de los campesinos del Petén y del valle del
Polochic tiene un nombre concreto: la familia Widmann y la Berger, ambas emparentadas
y coludidas en sus acciones expoliadoras y explotadoras. Este ex presidente de
la Gran Alianza Nacional, GANA, partido ultraconservador; durante sus cuatro
años en el poder aprovechó esta circunstancia para impulsar a un ritmo
frenético el despojo de las tierras indígenas en absoluta impunidad e
incontenible voracidad. La sed internacional de bíocombustibles degrada los
campos de Guatemala y agota el agua, pues su ritmo de crecimiento en la
plantación de la palma africana pasó en menos de 24 meses de 31 mil a 90 mil
hectáreas, con ganancias netas de 125 mil millones de dólares. Sin embargo, el despojo de la tierra indígena
no es nada nuevo. Primero lo hicieron los españoles con la encomienda, las
mercedes reales, el repartimiento y el censo enfitéutico. Ya en la época
independiente, en 1931, Mariano Gálvez,
hizo la primera reforma liberal decomisando las tierras realengas (o sea
las que pertenecían al rey de España pero que no habían sido asignadas por el
monarca a ninguna persona y de las cuales no se podía hacer uso por constituía
un delito), pero no para dárselas a los mestizos ni mucho menos a los
indígenas. Esas tierras estaban destinadas para los criollos o españoles
peninsulares que llegan recomendados. Luego la segunda reforma liberal, de 1871, de Justo Rufino Barrios; decomisó otra enorme
cantidad de tierras vía confiscación: las grandes haciendas de la Iglesia, la
nacionalización de las tierras indígenas que el decretó como baldías y la
supresión del censo enfitéutico para darle estas propiedades a sus
incondicionales y serviles y estimular a los migrantes alemanes. Por ello lo
que pasa a los campesinos indígenas del Petén y Alta Verapaz es una variación
del mismo tema: los expoliadores son los mismos (los Widmann descendientes de
alemanes) y los Berger que al principio del siglo XX llegaron de Bélgica como
dependientes de tienda y como criados de los Arzú. De allí la razón del odio y
envidia de Oscar Berger para con Alvaro
Arzú: los Berger fueron los limpiabotas de los Arzú, familia de vieja prosapia
encomendera. Luciano Castro Barillas.
LA PROSPERIDAD DE LA PALMA AFRICANA Y
Por Ollantay Itzamná
Guatemala, 2 de junio, 2012
Según los últimos informes oficiales, Guatemala se constituye en una
referencia mundial en la producción de aceite de palma por hectárea cultivada.
En el mundo, el promedio es de 3.2 toneladas métricas por hectárea, mientras
que en Guatemala se saca 5 toneladas de una hectárea. Esta “eficiencia”
agroindustrial estimula a que cada año se amplíe en 8 mil hectáreas las
fronteras de las plantaciones de la palma africana en el país. Pasando de 31
mil hectáreas en el 2003, a 90 mil hectáreas para el 2010, generando un negocio
de 125 mil millones de dólares por la exportación, y 17 mil fuentes de empleo.
Los promotores de la palma africana prevén que cerca de 700 mil hectáreas de
tierras de cultivo de Guatemala tendrían vocación para este cultivo. Pero
callan sobre los costos socioambientales de este monocultivo. Las comunidades
indígenas y campesinas son despojadas de sus tierras y fuentes de agua para ser
convertidos en peones sobreexplotados. Las fuentes de agua se secan. La tierra
se vuelve estéril (se requiere un cuarto de siglo para su regeneración). Se
aniquilan los ecosistemas y desaparece la biodiversidad. La milpa y los
frijolares desaparecen en un país que ya subsiste a las puertas de la hambruna.
Siglo XVI, el trabajo indígena y la economía
colonial
En el siglo XVI, cuando la Corona Española, a petición de los misioneros,
estableció las reducciones de indios “para preservar a éstos de los abusos de
los invasores, y evangelizarlos”, las comunidades indígenas mayas ingenuamente
cooperaron en la construcción de los más de 700 pueblos indios (unidades
territoriales bajo la jurisdicción del encomendero, vigilado por el doctrinero
del lugar). Pero este mecanismo sólo sirvió para asegurar la mano de obra
esclava de los indígenas, la servidumbre en las haciendas y los conventos y
para recaudar con facilidad el tributo real (cada indio pagaba 2 pesos, y las
indias, un tostón (0.50) anuales. En la medida que los indígenas se acumulaban
en los pueblos de indios, los territorios que abandonaban eran distribuidos entre
los invasores. Así, los indígenas eran convertidos en “pobres sin tierra” en
sus propias tierras y estaban obligados legalmente a salir a trabajar
humillados en las haciendas aledañas. A este sistema de distribución de indios
labradores se denominó repartimiento. ¿Cree Ud. que este sistema desapareció
con la República?
Testimonios escritos como los de fray Miguel Agia (siglo XVII) describen lo
indescriptible del sistema de explotación de aquel entonces. Todos los
domingos, los indios mayores de edad, eran reunidos en las plazas para ser
repartidos bajo lista e ir a trabajar por una semana al mes en las diferentes
haciendas. Salían en fila los domingos (mientras otros retornaban) bajo la
vigilancia de los caporales, cargando consigo sus comidas e instrumentos de
trabajo. De lunes a sábado tenían que cumplir con las tareas agrícolas
asignadas, cuyas extensiones variaban de acuerdo a la emoción del patrón.
Para garantizar los 2 pesos (16 reales en los bolsillos de los indios) para
el tributo real, la ley establecía el pago de un real por la jordana de trabajo
en el sistema del repartimiento. Pero casi ningún indígena sacaba los 4 reales
a la semana (2 días caminaban para llegar y volver de las haciendas, 4 días
trabajaban, y el séptimo debían acudir a la Iglesia para su adoctrinamiento).
En el siglo XVII, en Guatemala, con un real se podía comprar la mitad de
una gallina, o un cuartillo de miel, o un cuarto de fanega de maíz. Pero, casi
siempre sucedía que los hacendados jamás pagaban lo establecido, mucho menos a
tiempo. Si se enfermaban o reaccionaban a los abusos de los capataces, se los
despachaba sin pago alguno. Además, los pagos, de realizarlos, se hacían muchas
veces en especie o simplemente eran obligados, bajo violencia, a comprar
mercancías innecesarias para ellos. Como, por ejemplo, medias de seda para
indígenas que desconocían los zapatos.
Este sistemático despojo y humillación material y espiritual, obligó a los
indígenas a huir de los pueblos indios hacia las montañas y establecerse
escondidos en las montañas (paujiles, los denominaban). Pero, igual los alcanzaba
la mano del doctrinero, preocupado por la salvación de las almas y los
restituía en los pueblos indios. A nadie convenía un indio libre, pero tampoco
muerto. Se los requería para exprimirlos en sus propias tierras, con trabajo
forzado y tributos. El indio era el complemento de las tierras usurpadas. La
fuerza del indio era el combustible que movía los engranajes de la maquinaria
de la economía colonial.
En pleno siglo XXI, cuando uno ve y escucha los testimonios de los
trabajadores de las “pujantes” agroindustrias en Guatemala, no sólo le invade a
uno la indignación, sino que con amargura y vergüenza se confirma que para los
gobernantes y empresarios, los indígenas mayas siguen siendo el combustible
necesario para mover la “pujante” economía neoliberal. Aquí, no sólo se
evidencia que jamás hubo independencia, Estado, mucho menos, liberación para
los indígenas, sino que la postura filosófica de Sepúlveda (siglo XVI), sobre la
condición no humana del indígena, sigue vigente en Guatemala. De esta
manera, el Estado mestizo se confabula con los agroindustriales para exprimir
no sólo las tierras sino también a sus habitantes para producir
agrocombustible. Igual o peor que hace 5 siglos atrás.
El indígena combustible para el agrocombustible
del siglo XXI
Conozcamos el costo social sobre el que se sostiene este frenético y
“próspero” negocio inhumano de la palma africana en las palabras de un
trabajador indígena q’echí, de la empresa palmera Nacional Industrial Sociedad
Anónima (NAISA).
Él es Vicente Saquic Coch, q’echí hablante. Quien en el marco de una
capacitación comunitaria de CODECA (Comité de Campesinos), en la comunidad de
Nueva Esperanza, Municipio de Sayaxché, departamento de Petén, nos concedió una
entrevista con traductor.
Ollantay (O) ¿Cómo se llama Ud., dónde y en
qué condiciones trabaja?
Vicente Saquic (VS). Soy Vicente Saquic Coch,
del caserío Semoxan, municipio de Sayaxché. Tengo 35 años y 6 hijos. Soy
trabajador de la empresa NAISA. Trabajo como peón, y me pagan 0.50 quetzales
por chapear (limpiar con machete) una mata (extensión de 4 metros cuadrados).
Por quincena a veces sacamos 650 quetzales. Por día, a veces nos pagan hasta 50
quetzales si sacamos la tarea, pero debemos trabajar sin levantar la cabeza.
Los caporales no nos dejan descansar. Comenzamos a trabajar desde las 6 de la
mañana hasta las 2 de la tarde sin descansar. Si no sacamos la tarea completa
que el caporal nos deja, no nos pagan completo el día. La tarea consta de 150 a
180 matas de palma, dependiendo del ánimo del caporal. Si no logramos con las
tareas se nos descuenta el jornal. Si nos enfermamos o nos cortamos con el
machete, o nos sucede algo, los caporales simplemente nos mandan para la casa.
No nos dan ningún medicamento, ni nos reconocen la jornada. El salario que nos
pagan no alcanza para nada, pero no hallamos hacer otra cosa. Tengo que
mantener 6 hijos. Ya hicimos tres huelgas solicitando el aumento de salario,
transporte en camionetas (buses), medicinas. Ahorita nos trasladan en camiones.
Como ver ganados nos tienen, jalados en los camiones. A veces, salimos cansados
en el trabajo más el camión nos viene rebasando en el camino.
O. ¿A qué hora
sale de su casa y cuántos trabajadores son en la empresa?
VS. El camión pasa a recogerme a las 4 de la madrugada. A otros que viven
más lejos los recogen a las 3 o 2 de la madrugada. Somos como 2000 trabajadores
aproximadamente en la empresa NAISA. Cada quien lleva su comida y sus
herramientas de trabajo. La empresa no nos da comida. No hay descanso. Comemos
al terminar la jornada (frijoles con tortillas). Luego viajamos de retorno
otras tres a dos horas en camiones. Una vez que llegamos a la casa, sino
tenemos leña vamos a jalar leña o maíz, lo que haga falta. Todos los días
trabajo en la empresa. Para sembrar maíz y frijol dedicamos uno o dos días, o
los domingos.
O. ¿Conoce Ud. al dueño de la empresa y sabe qué hacen con la palma
y dónde lo venden?
VS. No conocemos al dueño de la empresa. Sólo conocemos a los caporales. La
única vez que vimos al mero dueño fue en Flores. Sólo lo vimos una vez en una
reunión. No sabemos, no estamos enterados para qué lo producen, dónde se vende.
Sólo trabajamos por trabajar. La verdad que ciertamente nosotros sabíamos que
antes estas tierras eran de nuestros abuelos, donde sembraban maíz y frijol.
Ahora, se cultiva sólo palma. Ahorita estamos en oscuros, sin luz, sin saber a
dónde va la palma y para qué sirve.
O. ¿Qué siente Ud. al ver que, al igual que vuestros abuelos, Uds.
son explotados en sus propias tierras?
VS. Siento que nos están matando. En aquel tiempo nuestros abuelos
trabajaban en la finca, bajo órdenes del patrón. Ahora es igual o peor. Yo
logro ayudarme un poquito porque aún tengo mi parcelita donde siembro milpa.
Esas tierras grandes que tienen las empresas son tierras de los mismos
campesinos que vendieron sus tierras a los finqueros, ahora esa misma gente
están trabajando como peones comprando maíz y frijoles para comer.
O. ¿Quiénes
y de dónde provienen los caporales?
VS. Los caporales vienen de
nuestras mismas comunidades. Son nuestros vecinos. Ellos fueron contratados
porque tienen estudios y hablan castilla un poquito más que nosotros. Los
caporales nos distribuyen las tareas por día a los trabajadores. A veces, por
caerle mal a la gente, hacen solitos sus leyes, son abusivos, nos dan una terea
más grande de lo que indica el patrón. Los supervisores vienen de Cobán.
Existen como 40 o 50 caporales en la empresa. Un caporal controla como a 40
peones. Sobre ellos cae el supervisor técnico.
O. ¿Qué esperanzas tienen vuestros hijos en estas condiciones de
vida?
VS. La gente va quedándose sin tierra cada día que pasa, y las empresas
adquieren más tierras. La verdad, nosotros ya nos estamos dando cuenta de que
estas empresas ya nos van a sacar de nuestro departamento. Ya se están haciendo
dueño del departamento. Incluso ya tienen comprado casi la mitad de nuestro
departamento Petén. Las pocas milpas que tenemos los tienen rodeados con palma.
En el caso del Municipio de Sayaxché, casi todo el territorio del municipio ya
tienen comprado. Los ganaderos, otros grandes billetudos, se están apropiándose
de nuestras tierras. La verdad que esto nos molesta mucho. Ya no hallamos qué
hacer en nuestra vida. Creo que hoy no nos queda de otro que luchar y salir
para adelante. Las leyes dicen que tenemos derechos, pero aquí no hay derechos
para nosotros.
No hay futuro para nuestros hijos. Lo único que nos queda es darle
estudios. Ahorita ellos están creciendo. En unos diez años no sabemos. Si Dios
nos presta la vida podremos verlos. Si no, pues, sólo Dios sabrá.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
1 comentario:
¿Qué pasaría si se unieran, dejaran de trabajar para sus explotadores e hicieran una denuncia internacional y nacional?
¿Qué pasaría si piden asesoría jurídica al Jimmy, que tanto quieren aqui en Guatemala?
¿Qué pasaría si piden ayuda a las instancias internacionales que dicen que velan por los derechos de los pueblos?
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