INTRODUCCIÓN
En marzo de 1954, el Secretario de Estado
norteamericano, John Foster Dulles, viajó a Caracas con motivo de la 10ª
Conferencia Interamericana, determinado a ganar el apoyo de los países de
América Latina para que se emitiera una resolución condenando la intervención
extranjera en la versión del Comunismo Internacional. Era evidente, sin
embargo, que lo que quería Dulles no era una discusión sino el explícito apoyo
para una intervención armada de los Estados Unidos, para castigar a Arbenz. El
canciller guatemalteco, Guillermo Toriello Garrido, desafiando al prepotente y
arrogante Dulles, valientemente argumentó que los Estados Unidos (…)
quería encontrar la manera más expedita de mantener la dependencia económica de
las repúblicas americanas y suprimir las legítimas aspiraciones de su gente,
catalogando de “Comunista” toda manifestación de nacionalismo, de independencia
económica y el deseo de progresar socialmente, curiosidad intelectual y
cualquier interés en reformas progresistas o liberales. El aplauso de
los congregados fue unánime y sonoro, lo que terminó por enfurecer al
arrogante imperialista, Foster Dulles. Contrastaba la posición intervencionista
con la gallarda actitud del “Canciller de la Dignidad” con la de aquellos
serviles, antipatriotas y faltos de dignidad; quienes al mando del traidor
Carlos Castillo Armas, alias “Cara de Hacha” y de su Ejército de Liberación
Nacional compuesto de traidores y mercenarios no vacilaron en traicionar el
proyecto revolucionario del pueblo de Guatemala, poniéndose al servicio de su
gran amo del norte, quien a pesar de promover y financiar esas actitudes
entreguistas y antipatrióticas, sabían que la dignidad es una virtud de
los grandes hombres, misma que no tienen esos hijos de puta, de quienes el
maléfico Henry Kissinger dijo (…) esos no cuentan, porque son nuestros
hijos de puta. Esos son los Yanquimaltecos, especie que no se extingue
y continúan bajo el conjuro de una sombra del averno atizando la llama de la
discordia y del entreguismo. Marvin Najarro.
Guillermo Toriello Garrido, “El Canciller de la Dignidad” |
LOS YANQUIMALTECOS
Por Luciano Castro Barillas
Ese término compuesto formado de las palabras
yanqui y guatemalteco, fue muy popular en 1954, cuando Guatemala sufría la peor
embestida imperialista personificada en John Foster Dulles, Secretario de
Estado de los Estados Unidos, cuya familia era uno de las más importantes
inversionistas de la United Fruit Company y cuya nacionalización del inmenso
latifundio fue el desencadenante de la vergonzosa y descarada intervención del
país del norte en la vida de los guatemaltecos. En un cónclave diplomático que tenía lugar
en Caracas; la intervención del doctor Guillermo Toriello Garrido, “El
Canciller de la Dignidad” -epónimo con el que se le conoció por muchos
años- sacó de control, al punto de
furia, al prepotente y autoritario Secretario de Estado, Foster Dulles, ante el despliegue de dignidad
del representante de una nación pequeña y digna que defendía hasta el final su
convicción en la libertad y la democracia.
El término yanquimalteco retraba de la mejor manera la actitud
antipatriótica de aquellos ciudadanos guatemaltecos que se prestaban en ese
momento, igual que ahora, a las maniobras de los Estados Unidos por destruir la
democracia guatemalteca, que ocioso resulta decirlo, era un proyecto
democrático burgués que en ningún momento perjudicaba la seguridad de los USA y
mucho menos la seguridad hemisférica o mundial, como se divulgó tan ampliamente
por esos meses en la prensa nacional e internacional. Nunca había estado un
país pequeño sometido a un sistemático ataque del terrorismo mediático, que por
esos años se hacía en papel, radio y un muy por la televisión. No había día que
no se hablara en los diarios de los Estados Unidos y América Latina sobre la
“conspiración del comunismo internacional” que tenía su punta de lanza en
Guatemala y que de un modo u otro había que expulsar o erradicar “esa cabeza de
playa” de la Unión Soviética -Guatemala- que pretendía expandir el comunismo y
destruir las libertades y democracias de América Latina, por cierto en esos
años, cundida de dictadores militares y civiles.
La palabra yanquimalteco nunca ha dejado de
estar vigente en contenido político, aunque sí en desuso lingüístico porque
pocas veces se pronuncia o se le ve escrita en los medios de comunicación
gráficos, sea en papel o digitales. Fue
una palabra satanizada y condenada al ostracismo del lenguaje coloquial en la
Guatemala trágica que surgió después de 1954. Los yanquimaltecos eran los
traidores a la Patria. Los yanquimaltecos fueron los que se coludieron con
fuerzas extranjeras para destruir las conquistas sociales, económicas y
políticas alcanzadas por los guatemaltecos en 10 años de democracia. Los
yanquimaltecos de entonces fueron todos aquellos que empujaron la rueda de la
historia en reversa y que entregaron a los Estados Unidos las prerrogativas que
la Revolución de 1944 empezaba a rescatar.
Pero, aunque la palabra ya nunca se usó, los
yanquimaltecos están vigentes entre los que defienden las inversiones mineras,
los que favorecen la instalación de hidroeléctricas que solo reporta beneficio
al 0.1 por ciento de la población; los yanquimaltecos son aquellos que
celebraron un Tratado de Libre Comercio desfavorable para nuestro país, son
también yanquimaltecos los que favorecen la impunidad apañada por los Estados
Unidos durante el conflicto armado interno y yanquimaltecos son todos los
guatemaltecos renegados, inmigrantes que residen en los Estados Unidos que no
quieren saber nada de Guatemala, porque afirman
-resentidos que son- (…) que Guatemala nunca les dio nada.
Pero hay una nueva variedad de yanquimaltecos, surgidos apenas hace unos 15
días: los que quieren una Reforma Constitucional, guardada en el rincón de las
inmundicias por Manuel Ayau, hecha a su medida, o sea, de los oligarcas y sus
amos internacionales.
Lo yanquimalteco, pues, siempre ha estado
vigente.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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