“Nosotros, el pueblo” no somos soberanos y los Estados Unidos de América no es una nación soberana. El pueblo existe para el bien de la economía del robo, y cuando la nación complete su declive y colapse, nuestros mercaderes y aquellos en la profesión económica que les ayudaron convirtiéndose en cómplices, cargaran con la culpa.
Por Prof. John Kozy
Bien, estamos escalando de nuevo el volcán. Aunque físicamente nada ha cambiado, la confianza de los negociantes ha sido sacudida por el intento de los Estados Unidos de hacer que otras naciones paren de comprar petróleo a Irán, en apoyo de Israel que teme que Irán desarrolle armas nucleares. Pero hasta el momento el flujo de petróleo no se ha reducido ni tan solo una gota. Sin embargo, la ley de la oferta y la demanda está siendo invocada anticipadamente en caso se dé una caída en la oferta del crudo y como una excusa para la subida en los precios de la gasolina tanto en los Estados Unidos como en muchas otras partes el mundo. ¡Cuán conveniente!
En un artículo publicado anteriormente con el título, “Los defectos de la
oferta y la demanda” se demostraba que la llamada ley no era más que una noción
sin soporte que funciona como una práctica de negocios en algunos segmentos de
la economía. El artículo demostraba que la “ley” descansa, en lo absoluto, en
ningún tipo de datos, como tampoco tiene; ni una gota de soporte empírico. De
hecho, la refutación de la “ley” es tan simple que al menos algunos economistas
a lo largo de todo el trayecto del capitalismo deben haberse dado cuenta. Sin
embargo, los economistas le han dado a la “ley” un lugar prominente en los textos
de economía, generación tras generación, como si fuera un edicto divinamente
inspirado. ¿Cómo puede alguien entender por qué esto es así? ¿Por
qué los economistas persisten en afirmar una noción sin sentido como una ley
económica?
Démosle una mirada a lo que en verdad sucede cuando la ley es invocada.
Asumamos que la oferta de petróleo (o cualquier otra materia prima) cae. Según
la ley, los ofertantes suben el precio. ¿Por qué? Para reducir la demanda,
se nos dice. ¿En serio?
Vamos a hablar a cerca de la demanda. En el contexto de la ley de la oferta
y la demanda, hay ambigüedad. Digamos que la oferta de agua potable se encoje. ¿Disminuiría
el número de personas demandando agua? No, en lo más mínimo. En los Estados
Unidos, en donde los medios de transporte alternos al automóvil hacen falta, ¿disminuiría
el número de personas necesitadas de gasolina relativo al número de personas
anterior al encogimiento de la oferta? Unas cuantas, quizás, pero no muchas. De
esta manera, cuando un economista dice que la demanda disminuye al subir los
precios, todo lo que ella/él está en verdad diciendo es que unas pocas unidades
de la mercancía están siendo compradas. Por lo tanto, la ley entonces significa
que cuando los precios suben debido a la caída de la demanda; el precio es
incrementado con el objetivo de vender menos unidades de la mercancía en
cuestión. ¿Pero por qué querría cualquier vendedor vender menos unidades
de una mercancía? Después de todo el negocio de los vendedores es vender
la mercancía que ofrecen. Por lo tanto esta explicación no tiene ningún
sentido. Los precios no se incrementan para reducir las ventas. Se
aumentan para incrementar las ganancias. Eso es todo lo que hay en ello.
¿Qué función económica tiene entonces la ley de la oferta y la
demanda? Al elevarse los precios no se produce una simple gota más de petróleo,
por ejemplo. La gasolina disponible es vendida al más alto precio a cualquier
comprador hasta que la oferta disponible es agotada. Lo mismo sucederá sin
tomar en consideración el precio. Aquellos que puedan permitirse pagar un
precio más alto comprarán todo lo que quieran, aquello que no, compraran menos
o desistirán de hacerlo. ¿Qué papel juega la ley en la economía?
Simple y sencillamente provee a los ofertantes con la excusa para aumentar los
precios y levantarles la cartera del bolsillo a los consumidores.
Tranquilos, dirá seguramente alguien. Precios más altos crean un
incentivo para que entren al mercado nuevos ofertantes. ¡No necesariamente! No
si la ley de la oferta y la demanda funciona de verdad.
Observe como rápidamente los ofertantes suben los precios cuando se percibe
una reducción en la oferta y como lentamente los precios bajan cuando la oferta
se incrementa. Los precios de la gasolina están subiendo diariamente sin que se
dé la reducción de tan siquiera una gota de petróleo en el mercado.
Observen cuan lentamente los precios bajan, si acaso sucede. Pero ahora,
considere esto. Suponga que un nuevo ofertante empieza a producir petróleo con
la esperanza de participar en el mercado y ser parte de las ganancias
incrementadas a raíz del aumento en los precios. Si la ley de la oferta y la
demanda funciona de verdad, por lo tanto, en el momento en que su oferta
adicional de petróleo llega al mercado, el precio tendrá que bajar. ¿No es eso
lo que la ley dice? Si ese fuera el caso, elevar los precios no sería un gran
incentivo para incrementar las existencias del crudo en el mercado, ¿o sí?
Pero observando uno se da cuenta de que los nuevos productores entran al
negocio cuando los precios suben, incrementándose la oferta. Si, ellos lo
hacen, pero únicamente cuando es improbable que el precio se reduzca. La ley se
utiliza para proveer a los abastecedores con una excusa para subir los precios
pero no tiene ningún efecto en reducirlos.
Cierto, los precios bajan cuando los vendedores tienen más que vender de lo
que la gente quiere comprar, pero los precios no bajan solo porque la oferta
exceda a la demanda, bajan porque los vendedores quieren vender lo que
tienen. Después de todo, las mercancías pueden ser fácilmente almacenadas, por
lo que, la ley de la oferta y la demanda no tienen que ver nada con esto. Es un
hecho, la ley no tiene que ver en nada.
Sin embargo, la ley de la oferta y la demanda es importante en términos de
la economía clásica. Ejemplifica la naturaleza de esta economía la cual
existe con el mero propósito de enriquecer a los vendedores a expensas de los
consumidores. La ley de la oferta y la demanda demuestra que los economistas
que siguen la corriente dominante, no solo aprueban esta economía del robo,
sino que, la estiman.
Bernie Sanders (congresista demócrata) afirma: “Olviden lo que ustedes
hayan escuchado de la ley de la oferta y la demanda. Los precios del petróleo y
del gas apenas tienen que ver con los fundamentos económicos… las existencias
de petróleo y gasolina son más altas hoy en día de lo que eran hace tres años
cuando el precio promedio nacional de un galón de gasolina era de $1.90.
Mientras tanto la demanda de petróleo en los Estados Unidos está en su nivel
más bajo desde abril 1997.
¿Son los grandes productores de petróleo los culpables? Parcialmente. Las
grandes compañías del petróleo les han estado sacando los ojos a los
consumidores por años. Durante la última década ellos han hecho casi un trillón
de dólares en ganancias…
Pero existe otra razón para la incontrolable subida en los precios de la
gasolina. El culpable es Wall Street. Los especuladores están amasando enormes
ganancias al especular en el mercado, escasamente regulado, del gas y el
petróleo…
Así que, mientras los especuladores hacen su juego, millones de
estadounidenses están pagando lo que equivale a un impuesto a favor de los
especuladores (speculators tax) que alimenta la ambición desmedida de Wall
Street. Si, la ambición es la culpable, pero la ambición es posible, tan
solo y debido a las prácticas económicas que nuestros economistas
ensalzan. La ambición no solo vacía los bolsillos de la gente sino que también
pone en peligro la economía y la seguridad de la nación. Wall Street,
conjuntamente con estas prácticas económicas, concluyentemente prueba las
palabras de Jefferson: “Los mercaderes no tienen patria. El lugar donde
actúan no constituye un vínculo. Sólo les interesa la ganancia". ¿Cuándo
aprenderemos?
Los republicanos han afirmado por generaciones que; “los negocios de
América son los negocios". Pero si los mercaderes no tienen patria, una
nación cuyos negocios son los negocios, es una nación gobernada por aquellos
sin ninguna lealtad hacia ella. Una idea más estúpida no podría ser encontrada.
“Nosotros, el pueblo” no somos soberanos y los Estados Unidos de
América no es una nación soberana. El pueblo existe para el bien de la
economía del robo, y cuando la nación complete su declive y colapse, nuestros
mercaderes y aquellos en la profesión económica que les ayudaron convirtiéndose
en cómplices, cargaran con la culpa.
Traducido del inglés
por Marvin Najarro
John Kozy es un profesor en retiro de
filosofía y lógica, quien además escribe sobre temas políticos, sociales y
económicos. Después de haber servido en el ejército de EE.UU. durante la guerra
de Corea, se desempeñó como profesor
universitario por 20 años y como escritor por igual número años. Comercialmente
ha publicado un libro de texto sobre lógica formal, en diarios académicos y en
un pequeño número de revistas comerciales y como columnista invitado ha escrito
editoriales en varios periódicos.
Publicado por La Cuna del Sol
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