INTRODUCCIÓN
Por la razones que sean, el poder de seducción
que el Coloso del Norte ejerce en las mentes de muchas personas que anhelan
algún día emigrar a estas tierras es enorme. No importa cómo se logre,
pues la idea o el sueño de vivir el “American Dream” o el “American Way
of Living” es poderoso y en algunos casos hasta impostergable. Aunque en la mayoría
de los casos la razón es puramente económica; mejorar el nivel de vida,
comprarse un carro, ropa de marca y toda clase de artefactos dignos del país
consumista por excelencia; no deja de persistir, agazapada por ahí o
visiblemente patente, la intención de ligarse aun gringuito o gringuita. Quizás
no sea aconsejable generalizar, pero producto de observaciones y de procederes
podría afirmar que, la idea de esponsales con alguien de la raza blanca, es
común entre muchas mujeres latinas/hispanas que entre los hombres, pues les
resulta más apetecible lo blanco a lo indio o negro. Aparte de lo anterior, la
posibilidad segura de conseguir los ansiados “papeles” (Green Card) es un
factor de peso, aunque claro, “mejorar la raza” y hacerse de un apellido
anglosajón no dejan de tener parte importante en la jugada. Las “gringueras” de
ayer como las de hoy son el fiel reflejo de la persistencia de ese pasado
colonial que nos legó esa invención del concepto raza; una
construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación
colonial. Marvin Najarro.
LAS GRINGUERAS
DE AYER Y DE HOY
Por Luciano Castro Barillas
El dinero es generador de gran prestigio
social, en el mundo capitalista, por supuesto. Las declaraciones de un
millonario no simplemente se oyen; se escuchan. Porque la pazguatería asocia a
los dueños de los grandes depósitos monetarios con pozos de sabiduría. Pero de
la casualidad que para hacer dinero no se necesita inteligencia sino astucia,
audacia, desaprensión y, sobre todo, gestos inequívocos de insolidaridad. El
dinero y la riqueza florece, desde hace 200 años, en el hemisferio norte y todo
mundo coge hacia ese punto geográfico por necesidad económica -la gran
mayoría- algunos, por delirios
psicóticos de persecución. Otros, porque sencillamente les gusta el estilo de
vida del Coloso del Norte y sugestivos y avasalladores encantos de su burguesía
donde la opulencia y la ostentación, con frecuencia, van de la mano. Un número minoritario marchan a las ciudades
del imperio a los grandes centros formadores en la búsqueda de posgrados
tecnológicos y un número más reducido aún de personas buscan el paraíso de las
inversiones donde los dólares extraídos del sudor de los explotados y
superexplotados de todo el mundo pierden su personalidad y su pasado y son,
simplemente, dólares; atractivos y bienvenidos en cualquier casa de bolsa. Por
todo eso es que en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, en la Legación
Americana -como entonces se le llamaba a
la Embajada de los Estados Unidos- la
agregaduría militar acreditó a un importante número de oficiales del ejército
de dicho país y como aquí el conflicto de esa gran deflagración mundial solo se
vivía en las transmisiones radiales, en las conversaciones familiares y en las
publicaciones escasas de los diarios, los oficiales gringos, pues, no teniendo
mayor cosa que hacer tomaron por cuartel las instalaciones del Club Guatemala
donde no hacían la guerra sino el amor. Al menos por allí empezaban a ligar. El
Club Guatemala está, hasta la fecha, ubicado en
7ª. Avenida esquina y 13 calle de la zona 1, en lo que hoy se llama
Centro Histórico. Pues, bien, en este lugar exclusivo donde se bailaba y se
bebía finos licores empezó a llegar toda una fauna femenina de bellas
jovencitas unas y solteronas otras, que querían, a como diera lugar, literalmente pescar un gringo. No
importaba si éste tuviera nariz de tomate u ojos de pescado. Con un coeficiente
mental fronterizo o sobrepeso. Cualquiera estaba bien, pues un matrimonio
significaba la posibilidad de viajar a los Estados Unidos para vivir mejor. A
estas mujeres que buscaban marido en el Club Guatemala se les llamó las
gringueras, porque el recato propio de la mujer de esos años lo pasaban
por alto y ellas eran quiénes se le insinuaban a los “americanos” o, digamos,
los seducían. Las gringueras tenían otra virtud
-avezadas que eran- ninguna salía
preñada pero todas se divertían a lo grande. Esas gringueras nunca dejaron de
existir. En los Estados Unidos o en Guatemala la realización de toda mujer
latina es que un gringo se fije en ella y mejor si la toma por su mujer de
manera legal. En Guatemala las gringueras siguen activas, solo que en los
tiempos posmodernos no cazan soldados sino turistas. De allí que hay ahora
mucho guatemalteco con un primer apellido anglosajón, que por supuesto no aman
a Guatemala sino la desprecian y por extensión a sus habitantes indígenas y
mestizos. Hubo en el Club Guatemala un incidente digno de memoria. Un hermano
se enteró de que su hermana más joven frecuentaba el Club Guatemala y que un
gringo la tenía por amante. Discutieron a la entrada del club y fue tan
tremendo el puñetazo dado por el ofendido guatemalteco al gringo arrogante que,
de la trompada cayó sobre su dorso en plena 7ª. Avenida, por supuesto,
salpicando con varios dientes el negro asfalto de la calle. Esa trompada
descomunal fue recordada por muchos años, todo por motivo de las gringueras.
Pero en el fondo de todo ¿qué hay con las gringueras? Una variante del
colonialismo y una confirmación una vez más que las “damas” que vinieron en los
primeros años de la colonización española eran aquellas famosas 12 putas
españolas de las cuales se originaron los criollos guatemaltecos y también los
mestizos. Por ello los indígenas se defendían de la discriminación
recordándoles a sus opresores que, ciertamente eran indios apestosos, como
ellos los llamaban, pero no hijos de una puta.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
1 comentario:
Es una lastima que el articulo, con lo interesante, con la calidad de "anécdota" para la sobremesa, carezca de referencias externas como bibliografía o tan siquiera alguna cita hecha por algún autor publicado. Por ultimo, la ultima alución al "criollo" (que en la actualidad ya no existe como referente popular) redujo su relato a mero pasquín de gusto digno de los sancarlistas borrachos.
Atte.
Víctor Elias López
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