Nuevo libro ofrece la más
detallada y esclarecedora investigación (hasta donde es posible) sobre el
crimen del revolucionario y poeta mayor salvadoreño
EL ASESINATO DE ROQUE DALTON
Por Marco Antonio Campos
En la editorial Aura, en San Salvador, acaba de editarse el libro 'El
asesinato de Roque Dalton, mapa de un largo silencio', de Lauri García Dueñas y
Javier Espinoza, quizá la más detallada y esclarecedora investigación (hasta
donde es posible) sobre el crimen del poeta mayor salvadoreño. Por un lado está
el reportaje, y por el otro, una serie de entrevistas con protagonistas del
hecho o de estudiosos y enterados del tema. En el libro se muestra quiénes
cometieron el crimen, y se barajan las presuntas causas del porqué del hecho y
los probables sitios donde se arrojaron o enterraron los restos.
El asesinato de Dalton por sus propios correligionarios del ERP (Ejército
Revolucionario del Pueblo), el sábado 10 de mayo de 1975, fue uno de los hechos
políticos más estúpidamente atroces cometido por una guerrilla de izquierda que
recuerdo de mi juventud. Junto con él mataron a un compañero de armas, Armando
Arteaga, Pancho, líder obrero. Sin embargo más atroz es sin duda que pasados
treinta y ocho años todo mundo en su país sepa quiénes cometieron el crimen y
asombrosamente no se haya castigado a ninguno, y para colmo, se ignora, o más
bien, no han querido decirlo los perpetradores, dónde enterraron o arrojaron
los restos de ambos. Los asesinos de Dalton tienen rostro y nombre y eran
quienes conformaban el comité directivo del ERP, y varios de los entonces
“jóvenes asesinos” (como los llama el poeta salvadoreño Miguel Huezo Mixco)
venían de colegios privados, formados en la democracia cristiana y pertenecían
a la clase media acomodada.
El Comité lo encabezaban Alejandro Rivas Mira, el máximo dirigente, quien
huyó de El Salvador dos años después del asesinato de Dalton, probablemente a
México, y nunca más se supo de él; Joaquín Villalobos, que se convirtió, con
habilidad camaleónica, después de los Acuerdos de Paz de Chapultepec entre el
gobierno y las guerrillas salvadoreñas en 1992, en asesor de seguridad de
gobiernos de derecha impresentables como el del colombiano Álvaro Uribe y el
del mexicano de Felipe Calderón; Vladimir Rogel Vaquerito, ultimado después
asimismo por sus correligionarios del ERP, quien era, paradójicamente,
considerado el más radical del grupo; y Jorge Meléndez, personaje sórdido,
ahora ministro para Asuntos de Vulnerabilidad con el actual presidente Mauricio
Funes.
Joaquín Villalobos mencionó en una entrevista de 1993 que el tribunal lo
conformaban siete; ignoro cuáles sean los otros tres. Respecto al asesino
material es uno o más de ellos, por más invenciones y rectificaciones,
justificaciones y tergiversaciones que han dado o quieran dar. ¡Cuál será el
tamaño de la culpa para que ninguno haya querido detallar cómo fue la ejecución
y en qué lugar dejaron los cuerpos! En nombre del contexto político, es decir,
de la firma de los Acuerdos de Paz, el cual fue en esto una suerte de copia del
Pacto de la Moncloa, los gobiernos sucesivos desde 1992 no han querido
enjuiciar a nadie porque eso significaría, a su parecer, destapar una caja de
Pandora de la cual muy pocos escaparían de tener las manos manchadas de sangre.
¿Cuáles fueron las justificaciones de la cúpula del ERP para la ejecución
de Dalton? Al principio, se le acusó de agente cubano; luego, de agente de la
CIA; como ninguna prosperó por disparatadas, se le acusó de tomar una actitud
de rebeldía e intentar dividir al ERP al obstinarse en proponer una estrategia
distinta, en este caso, la de la guerra prolongada contra la dictadura en lugar
de la vía armada inmediata. No faltan tampoco las imputaciones personales:
indisciplinado, mujeriego, borracho, “bohemio pequeño burgués”, en suma, en sus
palabras, “el hechor y víctima de su propia muerte”. Aun entre esto se habla de
un pique entre Rivas Mira y Dalton por una poeta y guerrillera, Lil Milagro,
que en ese momento era amante del poeta. Una cosa es clara: si capturaron a
Roque Dalton y a Armando Arteaga el 13 de abril y los ultimaron el 10 de mayo,
los miembros de la dirección del ERP tuvieron tiempo de sobra para saber que
cometían no sólo un ”grave error” sino una monstruosidad injustificable.
Pero ¿cómo ajusticiaron a Dalton? Tres son las principales versiones: una,
a tiros por la espalda; la segunda, de un balazo en la nuca; la tercera,
fusilado.
Para mí la más creíble de las versiones de la muerte la dio Joaquín
Villalobos, en un arranque de sinceridad, en mayo de 1993, en una entrevista al
hijo de Dalton, Juan José, publicada en el diario mexicano 'Excélsior', un año
después de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, donde Roque Dalton ya no es
víctima de sí mismo sino de la dirección ampliada del ERP: “Yo fui uno de los
siete miembros del tribunal que ordenó la ejecución. Fue una acción de inmadurez
personal, pasional y radicalización ideológica. Dalton fue víctima de la
ignorancia, la intriga y el dogmatismo. Fue un grave error.” Villalobos se
autodelataba y exponía a seis autores intelectuales más. El propio Villalobos
repitió ese mismo año lo de “grave error” a 'El Diario de Hoy' salvadoreño, y
no hizo entonces en ese 1993 ninguna aclaración o rectificación de sus
declaraciones.
Sin embargo, seis largos años más tarde, empezó a perder la memoria y la
siguió perdiendo hasta 2012. Se volvió menos un analista político que un caso
clínico. En su modificación de recuerdos, escribió en 1999 al diario español
'El País', que él no era responsable intelectual ni material porque no era jefe
militar ni político del ERP; en 2004 volvió a sorprender a todos y declaró que
todo estaba dicho, y no era la ejecución de Dalton un macrotema, pero volvió a
delatarse al decir: “Pero si en ese entonces yo tomo una decisión distinta, no
estuviera platicando aquí con ustedes.” Y en 2012, al ser entrevistado por García
Dueñas y Espinoza negó de nuevo toda responsabilidad. Por desgracia nadie en El
Salvador, en todos estos años, ha tenido la delicadeza de llevarlo, no a la
cárcel, sino a un hospital siquiátrico.
En diversas guerrillas de los años sesenta y setenta latinoamericanas
fueron muertos poetas en la verde edad y otros relativamente jóvenes, como el
peruano Javier Heraud, veintiuno, el nicaragüense Leonel Rugama, veintiuno, y
el argentino Francisco Urondo, cuarenta y seis; el único ultimado por sus
propios correligionarios fue Roque Dalton, quien murió cuatro días antes de
cumplir 40 años.
Escribe el editor del libro Carlos Clará en el último párrafo del prólogo a
propósito de la investigación que hay en 'El asesinato de Roque Dalton': “El
silencio es uno de los personajes claves en este crimen. Ha sido más fuerte que
las mentiras y tan grande como la impunidad, pero deja rastros, y este es el
mapa, la cartografía inicial para encontrar el largo camino de la historia”.
* Marco Antonio Campos es un reconocido poeta mexicano, Premio Casa de
América (2005) y Premio Nacional de Literatura de México (2013)
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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